mientrastanto.e Num. 93, del mes de julio de 2011

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Avanzar sobre dos pies (material para un debate)
Por
Juan-Ramón Capella

¿Hacia adónde orientar la indignación?
Por
Joaquim Sempere

La mejor juventud
Por
Agustín Moreno

Manos muertas
Por
Miguel Ángel Lorente y Juan Ramón Capella

Las grandes preguntas tras el crack
Por
Armando Fernández Steinko

La histeria va con en el precio
Por
Rafael Poch

Manifiesto “Una ilusión compartida”

Palabras rotas sin discurso politico
Por
Manuel Reyes Mate

Cajón Desastre
Por
El Lobo Feroz

El extremista discreto
· Iannis Basilikos
Esperando al Barça

La Biblioteca de Babel
· Andrew Glyn
Capitalismo desatado. Finanzas, globalización y bienestar

· Joseph Stiglitz
Caída libre. El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial

· Susan George
Sus crisis, nuestras soluciones

Foro de webs
· Coronel Diego Camacho. Aproximación al golpe de estado del 23F en internet

Páginas amigas
· Centre de Treball i Documentació (CTD)
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Revista mientras tanto
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Número 115

 


Número 93
Julio de 2011

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 Avanzar sobre dos pies (material para un debate)

Juan-Ramón Capella

El movimiento Democracia real ya, ¿es un movimiento apolítico? Evidentemente, no: el conjunto de sus reivindicaciones y de sus acciones, y las modalidades y características de éstas, muestran que se trata de un movimiento eminentemente político.

Pero no es "político" en un sentido convencional, institucional. Es un movimiento horizontal, en el seno de la sociedad. A contracorriente de la despolitización y domesticación de ésta impulsada por las políticas neoliberales que buscan liberar de toda atadura al capital. Un movimiento complejo, susceptible de extenderse a otros países, y en cuyo interior se dirimirán sin duda controversias políticas. Una de las cuales, más o menos precisado un horizonte programático abierto, tendrá por objeto dilucidar si el movimiento se mantiene enteramente al margen de las instituciones públicas o ha de buscar alguna inserción en éstas, por supuesto sin dejar de pretender modificarlas.

Ésta es una vieja controversia sobre la que es preciso reflexionar, y hacerlo en diferentes planos. El presente material de trabajo trata de aportar elementos para esta reflexión, tanto desde el punto de vista práctico, como teorético, como desde la experiencia histórica.

Tratar de insertarse en las instituciones y convertir esta inserción en una prioridad política es lo que ha intentado Izquierda Unida —y antes el PCE— en el período de libertades, pese a contar inicialmente con una considerable masa de activistas. La consecuencia de priorizar la inserción en las instituciones está en la base de la tremenda crisis de este agrupamiento político. La máxima prioridad de sus activistas —con excepciones de gran honestidad— ha acabado convirtiéndose en ocupar cargos electos, de los más importantes a los más modestos, esto es, en asegurar su profesionalización política. Eso ha llenado a esta organización de cuadros que acababan sacrificando sus principios al pragmatismo y los debates programáticos a la carrera por ocupar un lugar viable en las listas electorales. Eso ha dividido repetidamente a sus gentes, ha desanimado a muchos, la propia organización centrifuga hacia el Psoe a los cuadros más pragmáticos, y, lo peor de todo, se ha abandonado casi por completo la movilización de las personas de la sociedad civil y el esfuerzo por convertirse en un intelectual popular colectivo.

Esta lógica perversa, que no es la única —hoy la comprensión de esa lógica institucional puede ganar mucho con la lectura de los Propos sur le champ politique de Pierre Bourdieu—, está estudiada desde hace muchísimos años. La obra de Robert Michels Los partidos políticos señala algunos de sus aspectos. Uno de los cuales es la tendencia de los grupos parlamentarios a hacerse con la dirección de los partidos correspondientes, esto es, la tendencia a que la dirección del partido y sus más destacados representantes sean una y la misma cosa. Para tratar de soslayar esta tendencia la socialdemocracia anterior a la primera guerra mundial (también otros partidos) separaba estrictamente la dirección del partido y el grupo parlamentario, que quedaba sometido a ella. En España sólo sigue haciendo eso el PNV. También cabe mencionar otras consecuencias de esa lógica de la inserción en las instituciones: las tendencias a la burocratización cuando se trata de grandes partidos, al estrangulamiento de la democracia interna, al liderismo y a la despolitización de la afiliación. Al surgir los Verdes en Alemania en la década de los noventa como un partido importante, a partir de notables aspectos movimentales —sociales—, también trataron de protegerse contra esta lógica perversa de la inserción en las instituciones (por ejemplo, al limitar el tiempo de permanencia de los activistas en cargos electos, al asegurar y facilitar su posterior retorno al trabajo previo, etc.); pero ese sistema de protección, por decirlo todo, no ha funcionado demasiado bien, y, al no funcionar bien, ha dividido por dentro al movimiento de los verdes.

En conclusión: la desconfianza hacia la inserción en las instituciones de la punta más política de un movimiento está sobradamente justificada. Se inscribe en una lógica paralizante del movimiento. Esta lógica, sin embargo, no es ahistórica ni metafísica. No está dicho que no pueda ser superada.

Veamos ahora lo que significa el rechazo de esa inserción: el rechazo a la participación en las instituciones.

El movimiento de mayo de 1968 nos suministra un buen ejemplo histórico. Su principal portavoz en Francia, Daniel Cohn-Bendit, enfrentado a este problema, afirmaba que precisamente la no inserción en las instituciones era el principal impulsor de la extensión del movimiento mismo. De modo que, aparte de su inmenso impulso de cambio cultural, el movimiento fue contundentemente derrotado en el plano político: el general De Gaulle, presidente de la república francesa, dejó que el fuego se apagara solo, y luego hubo en Francia gobiernos de derecha durante trece años, hasta 1981.

Otro ejemplo paradigmático nos lo da el movimiento anarquista español, que decidió no votar en las elecciones de 1932 por entender que los cambios sociales debían ser previos a la participación en las elecciones. Pero las elecciones las ganó la derecha, que desmanteló todos los avances republicanos, y encarceló y torturó. Por eso en 1936, en cambio, el conjunto del movimiento antes abstencionista decidió participar en las elecciones, lo que dio un gran triunfo al Frente Popular.

Estos apuntes bastan para mostrar que tanto la participación en la política institucional como la no participación en ella y el mantenimiento en un plano extrainstitucional tienen grandes problemas graves. Una opción tiene el riesgo de la integración; la otra, el de la desmovilización y la derrota política.

¿Que camino seguir?

Aquí se sostiene que es necesario pensar dos cosas a la vez.  Y caminar sobre dos patas: de un lado, el movimiento debe tener una punta política que trate de adentrarse en las instituciones públicas, de Estado; de otro, debe fortalecer y extender su lado movimiental, crear un sector común  de actividades voluntarias. Entrar en la política sin permitir que la lógica interna de ésta afecte a la actividad movimental.

Ésta fue la opción de los Verdes en Alemania. Que por lo menos perduran y constituyen una fuerza importante en esa sociedad.

Hay un motivo para creer que la posibilidad de avanzar sobre las dos patas,  la movimental y la política, se hace ahora más fácil. Todas las cosas son históricas, todo cambia, y ahora tenemos una tecnología que facilita y refuerza la comunicación horizontal, esto es, movimental. La capacidad de confluir movimentalmente en muy poco tiempo se ha acrecentado de un modo impensable hace pocos años. La comunicación del movimiento ya no precisa viajar primero desde la base a una cúpula y desde allí de nuevo a la base: ahora es la interconexión de la base social del movimiento la que lo hace —con algunas deficiencias ligadas a las inevitables franjas lunáticas— profundamente democrático.

No es fácil que hoy, en un momento crítico, se equivoque todo un movimiento. La reacción popular con ocasión de los atentados de Madrid (el 11M) muestra que la comunicación horizontal sólo se convierte en activa cuando cada persona comprende por sí misma, sin dirigismos, lo que hay que hacer, y se pone a hacerlo. Lo mismo ocurre con el movimiento centrado en Democracia real ya. La comunicación movimental horizontal es por otra parte muy rápida, mucho más que la comunicación política tradicional. Esa facilidad de la comunicación ha impulsado además compartir valores, una moral esencial que se contrapone al pragmatismo de los oportunistas de siempre.

Internet proporciona además unos espacios que (polución de mensajes descerebrados aparte) facilitan el debate de ideas, el crecimiento y la concreción del pensamiento colectivo. Eso vuelve menos peligroso el riesgo de la participación en la política institucional.

Y, al llegar aquí, nos encontramos con dos problemas distintos.

Uno consiste en la consolidación del esfuerzo movimental. En no delegar en otros, sino en el afianzamiento del activismo del movimiento y en su aprendizaje de una tarea ambiciosa en este terreno, que es central para neutralizar a los sectores sociales más retardatarios y a los antipopulares: la tarea de crear una nueva cultura cívica, democrática e igualitarista hegemónica en la sociedad, con sus propios valores y principios, contrapuestos a los que nos han llevado al mundo de desastres actuales.

El otro problema está en la inserción en la política. Complicado por la naturaleza de las instituciones legadas por la transición, y por las circunstancias concretas de hoy.

Las instituciones de la transición han favorecido la creación de dos grandes partidos y de partidos menores cuyas políticas muchas veces resultan difíciles de aceptar. El escritor Juan José Millás apuntaba la curiosa paradoja en que se encuentran quienes desean votar en conciencia: oscilan entre el voto en blanco —lo que favorece objetiva y precisamente, sistema electoral mediante, a los dos grandes partidos— o abstenerse de votar (que no les favorece): la paradoja de que en la política española el mejor voto sea para muchos el no voto. Pues los dos grandes partidos en los que se sobredimensiona artificialmente el resultado del sufragio materializan, ambos, políticas neoliberales, sacrificando a los mercados —a los especuladores— el bienestar de la población, aunque con distintas coloraciones culturales.

Las circunstancias concretas de España, con una gran crisis para la que tanto el empresariado como los dos grandes partidos materializan más neoliberalismo, esto es, más individualismo, más insolidaridad, más cargas sobre la mayoría, y menos bienes y servicios públicos, colectivos, vuelve urgente la maduración del movimiento, lo que no es posible sin un gran debate interior.

Esa maduración debe correr —se propone aquí— en una doble dirección: la búsqueda de aliados, por una parte, y probablemente la aparición política autónoma, en forma de asambleas que propongan listas cívicas, abiertas unas y otras a todo el que quiera sumarse sobre la base de un programa que el propio movimiento debe determinar.

Sin eso, sin un contrapoder importante y que goce de amplias adhesiones sociales, lo que se dibujaría en un horizonte próximo sería el poder de un gobierno de derechas, un gobierno de "los de arriba" una vez más, lleno de corruptos y de complicidades con los poderes económicos, inevitablemente represor del movimiento que acaba de cristalizar, y servidor, justamente, de lo contrario de lo que son los objetivos de este movimiento formulados ya.

 

¿Hacia adónde orientar la indignación?

Joaquim Sempere

Cuando el movimiento del 15-M se pregunta ¿qué hacer de ahora en adelante?, es oportuno que se aplique a sí mismo un precepto aplicable a toda persona civilmente activa: la acción civil no se hace para uno mismo, sino para la ciudadanía en general. Así, nadie posee en exclusiva el derecho a reclamar la renovación democrática de la política, y hay que convocar a quienes tengan algo que decir al respecto.

A mi parecer es preciso formular los objetivos del movimiento de la mejor manera posible. Los indignados que tienen el mérito indiscutible de haber sacudido la opinión pública y de haber revelado los enormes agujeros de nuestra vida civil tienen la autoridad moral necesaria para convocar a quienes tengan algo que decir. Los indignados tienen esa autoridad moral, pero no han aparecido desde la nada. Han emergido de una sociedad donde cientos y miles de activistas variopintos llevaban años denunciado injusticias y abusos, a veces desde el mero voluntarismo ciudadano y a veces, también, desde una formación técnica, jurídica, política, económica, histórica, etc. Estos activistas aprovecharon o crearon estructuras varias con las cuales y desde las cuales han mantenido un tejido sociopolítico más o menos denso que ha venido resistiendo a las embestidas de los poderes, denunciándolas y a veces luchando activamente contra ellas.

Me refiero a sectores del movimiento vecinal y el movimiento obrero, de las organizaciones ecologistas y pacifistas, de los observatorios (de la deuda externa, de los derechos humanos, de la sostenibilidad, etc.), a grupos múltiples movilizados por múltiples causas justas, a ciudadanas y ciudadanos que actúan por su cuenta efectuando una labor capilar de educación política, social e ideológica, como profesores, abogados y profesionales o simples activistas, publicando artículos, organizando actividades culturales y políticas en ateneos y centros de barrio. Éste es un activo esencial de personas que ni por activa ni por pasiva pueden ser consideradas cómplices de un orden injusto que, en general, se han dedicado a combatir.

Habría que juntar a “indignados” del 15-M con gente de esta galaxia social y política para que, juntos, elaboren una plataforma común y compartida de ideas alternativas que den respuesta a los problemas denunciados, plataforma que no tiene por qué aspirar a ser definitiva. La indignación, vieja y nueva, versa sobre muchos temas, y se necesitará encontrar respuestas para empezar a avanzar. Sólo avanzando, aunque sea fragmentariamente y con soluciones parciales o provisionales, se podrá incidir sobre una realidad a la que es difícil hincar el diente. En esta línea, propongo la celebración de una Convención para la Renovación Democrática, en la línea de lo que en Francia llaman “Estados generales”: un encuentro en el que poner en común soluciones y propuestas que puedan ser compartidas por amplios sectores de la población, esos sectores que en las encuestas muestran por el movimiento del 15-M niveles de simpatía que oscilan entre el 60 y el 80% de la población total. Esta simpatía tan amplia es una riqueza del movimiento que éste no debería dilapidar. La enorme responsabilidad que esto implica exige estar a la altura de las circunstancias.

El movimiento altermundialista, cuya dinámica se ha comparado con la movilización de los indignados, muestra un modelo organizativo en el que inspirarse. Y, de paso, una experiencia de la cual sacar lecciones prácticas para mejorar resultados y evitar errores. Inmediatamente habría que dotarse de un núcleo coordinador que marcara ámbitos de trabajo, fijara fechas, buscara espacios físicos donde reunirse la Convención y estableciera normas de funcionamiento. Las webs y publicaciones digitales de que el movimiento se ha dotado serían de una ayuda inestimable para coordinarse, trabajar en red y difundir ideas. Un encuentro de estas características contribuiría a precisar ideas, a definir modos de trabajo, a resolver interrogantes sobre las posibles maneras de influir en una realidad que no nos gusta.

Entiendo que es importante la afirmación de principios generales, como algunos que ya se han formulado, del tipo: “La economía ha de estar al servicio de las personas y no al revés”; “Los derechos sociales deben preservarse porque son el patrimonio de la inmensa mayoría de la sociedad (frente a los derechos minoritarios asociados a la gran propiedad)”; etc. Son el fundamento filosófico de la movida, y deben ser proclamados con el mayor énfasis posible.

A la vez, no obstante, hay que identificar, discutir, elaborar y calificar técnicamente las propuestas concretas de acción. Ahí entrarían temas como la dación en pago de las hipotecas, el endurecimiento de las penas contra el fraude fiscal, la reforma de las leyes electorales (incluida la regulación del referéndum), la exclusión de los corruptos de la vida política (empezando por las listas electorales), el sufragio revocatorio de los cargos electos y una multitud de propuestas posibles que se abren camino, o pueden hacerlo, si se crea un marco de debate adecuado. Cabría pensar en un trabajo de lobby sobre los representantes electos para hacerles llegar propuestas y presiones morales desde el movimiento, para evitar que las únicas presiones que reciban sean las del poder económico. En temas que exigen una acción internacional (como la prohibición de los paraísos fiscales, la homologación fiscal en todos los países de la UE o la tasa Tobin), habría que pensar en coordinarse con movimientos de otros países para ejercer presión sobre los europarlamentarios.

El camino es largo, las posibilidades muchas y las fuerzas dispersas. Por eso hay que encontrar vías de trabajo que resulten eficaces.

 

La mejor juventud

Agustín Moreno

Les han catalogado con mil etiquetas sin preguntarles: generación X, jóvenes aunque suficientemente preparados o, últimamente, generación nini, para definir a los jóvenes que ni estudiaban ni querían trabajar. Pero era evidente que había muchos más que sí estudiaban y sí trabajaban o aspiraban a ello, aunque explotados y con bajos salarios (mileuristas).

Ahora existe una amplia generación que son universitarios, están debidamente formados, saben idiomas, informática, pero forman parte de ese 43,5% de tasa de paro juvenil; están de becarios, son precarios de diverso tipo que no llegan a mil euros, no se pueden emancipar, se ven sin pensión, renuncian a los hijos. Ninguneados, despreciados, aunque sepan más que sus jefes, muchos están pensando en irse al extranjero.

Pero por fin, ha cuajado un movimiento. Se definen como jóvenes sin trabajo, sin casa, sin futuro (según el sistema). También como juventud sin miedo. Por eso, el pasado 15 de mayo se manifestaron, autoconvocados por una miríada de pequeñas organizaciones y redes sociales, junto con personas de diferentes edades y condición, padres e hijos. Y llenaron las calles, desde abajo y sin permiso de las grandes formaciones políticas y sociales, que no tomarán nota, ensimismados en su irrealidad y esperando que sean una tormenta en un vaso de agua. He estado allí y he visto a esos ciudadanos críticos que siempre hemos querido educar y sentí que no todo está perdido, sino por ganar, y que es posible.

Es un movimiento complejo, que se inspira en las revueltas árabes, en la contestación griega, francesa y sobre todo en su propia desesperación. Son los indignados que se han echado a las plazas a pedir Democracia Real Ya. Protestan por la crisis, los ajustes sociales, el saqueo de los mercados legitimado por una democracia que se reduce a votar cada cuatro años a opciones para ellos análogas. Cuando muchos lamentaban la pérdida de las utopías, de pronto reaparecen: quieren cambiar un mundo hecho a la medida de los poderosos. Con la expectativa de vivir peor que sus padres, la generación más preparada de la historia de este país no se resigna y es una esperanza de futuro si lucha y se organiza. Que se les oiga.

 

Manos muertas

Miguel Ángel Lorente y Juan Ramón Capella

La crisis va para largo. Procede de un crecimiento ciego alimentado por un crédito desmesurado y artificiosas ingenierías financieras. Pero no hablaremos hoy de eso, sino del divorcio entre la economía financiera, especulativa, y la producción real. Hoy, en la crisis, son posibles enormes ganancias especulativas, puramente financieras, sin impulsar la actividad productiva, en contra de la economía real. Ganancias en detrimento de los patrimonios públicos y a costa de la mayoría de la población.

Nos limitaremos aquí a algo muy elemental, incluso desde un punto de vista interno al capitalismo. Se trata de imponer límites al distanciamiento de lo especulativo respecto de la actividad productiva real; de conseguir que la colosal masa de liquidez dineraria internacional y nacional, hoy básicamente especulativa, vuelva a encaminarse a la financiación de la producción de bienes.

Pues una gran masa de dinero mundial está en manos muertas. En manos dedicadas a especular con las deudas públicas, con los precios de mercancías futuras, con títulos bursátiles cuya sustancia no les importa. Cuando no a jugarse billones en la evolución de los precios de entes reales o jurídicos sin poseer ningún título de propiedad, siquiera transitorio, sobre ellos. No se trata, en puridad, de mercados financieros, sino de juegos de apuestas que generan inestabilidad económica y sobre todo pobreza. Esa especulación enriquece a las manos muertas al tiempo que empobrece los bienes públicos creados por el trabajo de generaciones, incrementa las deudas públicas y destruye no sólo los empleos sino las posibilidades de crearlos.

Es necesario desamortizar, acabar con las manos muertas de la especulación. Imponer los diques y los cauces que canalicen el dinero hacia inversiones productivas.

Regular, imponer normas, está más que justificado. Quienes han especulado y especulan no se juegan su dinero. Ahí están los rescates bancarios para hacerlo evidente: esos rescates han salido de las manos de quienes no especulaban y han ido a parar a quienes sí lo hacen. Dinero público que pasa a manos privadas para que especulen con lo público: no puede ser. Señalemos algunas medidas que pueden contribuir a la necesaria desamortización del siglo XXI.

Es preciso limitar la especulación en el mercado de capitales. Para ello hay que determinar que se compre y se venda en ese mercado con plazos determinados.

No se debe permitir que en un mismo día se realicen varias operaciones sobre títulos que representan el capital de una empresa, o sus deudas a medio y largo plazo, o se vendan y se recompren varias veces en el mismo día títulos de deuda pública con vencimiento aplazado. Esas operaciones especulativas generan movimientos bursátiles que pagan incluso quienes no operan en bolsa. Porque los altibajos de las expectativas económicas se traducen en empleos y ajustes y en el alza de las primas de riesgo de la deuda pública. Una nueva regulación debe gravar fortísimamente los beneficios de ese tipo de operaciones intradía o simplemente prohibirlas. 

A un capitalismo menos destemplado le convendría que los mercados fueran mercados de capitales, no agrupaciones especulativas. La invención de las sociedades anónimas y de las bolsas le facilitó a este sistema el crecimiento económico: pequeños capitales, incapaces por sí solos de emprender nada, de instrumentar ninguna empresa, se unían en proporciones alícuotas; y la Bolsa moderna nació para crear grandes capitales a partir de aportaciones pequeñas.

Se trata de adoptar medidas para que los mercados dejen de ser agrupaciones especulativas que se imponen a los poderes políticos y vuelvan a ser mercados de capitales que se invierten productivamente. Ciertamente, los problemas no terminan aquí, pero ésta es una condición esencial.

Para ello se debe gravar fiscalmente los beneficios de los bancos en sus actividades no crediticias. El dinero que se deposita en  los bancos se puede dedicar, básicamente, a dos cosas: a crédito o a inversiones en los denominados mercados. Pues bien: los beneficios de lo primero no pueden equivaler a los de lo segundo. Si se gana en inventos especulativos se debe tributar mucho más que si se hace en crédito. Porque el riesgo del crédito lo corre el prestador, pero el de la especulación lo corremos todos.

La especulación es peligrosísima: lo fue en el crac del 29 y lo es en la crisis actual. Los grandes bancos norteamericanos, británicos, alemanes, irlandeses e islandeses que quebraron en 2008 no cayeron por el impago de sus créditos, sino por sus inversiones en "instrumentos financieros" ("titulizaciones", "derivados", fondos especulativos). Los estados soberanos que asumieron sus pérdidas —en vez de dejarles quebrar— las trasladaron a sus servicios sociales, recortando de ahí. Y además exigieron y exigen que todos los países, especialmente los más débiles, paguen sus deudas con los bancos de los países centrales. Eso, en un contexto de crisis —descenso de la actividad productiva y de ingresos fiscales—, ha implicado e implica reajustes económico-sociales brutales.

También hay que limitar los objetos de inversión de los llamados fondos de inversión y regular fiscalmente sus beneficios.

Los fondos de inversión se han convertido en la forma moderna del ahorro neoliberal. En sus versiones más extendidas agrupan ahorros muy pequeños, incluidos planes de pensiones modestos, y consiguen reunir así capitales importantes. No serían un problema sistémico si esos capitales se invirtieran en actividades productivas o en deuda pública. Pero la inversión especulativa los convierte en problemáticos. Los fondos suelen invertir en lo que se llama futuros, esto es, en apuestas sobre los precios futuros de ciertos bienes físicos. De la producción física de esos bienes —por ejemplo, cacao, café, materias primas— vive —o sobrevive— mucha gente. Las apuestas sobre los precios tienen un efecto devastador al influir en la cotización de las divisas y tienen otras consecuencias económicas que se manifiestan al cambiar el signo de la tendencia especulativa. Los fondos desregulados son los reyes del daño colateral: muchísimas personas ajenas a su existencia resultan damnificadas cuando las burbujas explotan, pero no se benefician de ellos cuando sus negocios van bien.

La fiscalidad sobre los beneficios de los fondos es mucho más suave que la que grava las rentas del trabajo: en España el PP y el Psoe han estado de acuerdo en que la cotización máxima de aquellos sea el 20%, muy por debajo de la cotización media de las rentas del trabajo. Esta fiscalidad carece de equidad.

La vigilancia pública sobre el crédito es también esencial. La del Banco de España sobre los bancos, resultado de la experiencia pasada, no se ha extendido a las cajas de ahorros: los agujeros de algunas de éstas, resultado de disparatados créditos a la construcción, hubieran debido ser frenados a tiempo. Tal vez entonces el país no tendría además de un bajón productivo general un gran problema de paro en una rama industrial desmesurada, ni tampoco la expectativa de cubrir con dinero público el fracaso de esas cajas de ahorros.

Dos cuestiones más: cualquier gobierno de países como el nuestro debe abogar por el establecimiento de la tasa Tobin sobre las operaciones financieras internacionales. Intervenir sobre la mala gestión del FMI y del Banco Mundial en esta crisis, y  regular las agencias de calificación, de rating, que tan fantasiosamente funcionaron antes del estallido mundial de la crisis y que ahora son poco más que lobbies de los especuladores.

Lo que está ocurriendo no es complicado de descifrar. Y tampoco es imparable. Si hay voluntad política para ello se puede reconducir.

 

Las grandes preguntas tras el crack

Armando Fernández Steinko

La “gran depresión” que arranca con el crack de 2008 marca el fin de un sueño/pesadilla de un cuarto de siglo. El modelo neoliberal, que consiguió dividir a clases populares y clases medias enriqueciendo a grandes propietarios y rentistas, pilotó alrededor de la creación de una demanda ficticia. Ficticia porque no estuvo alimentada por las rentas del trabajo sino por la renta financiera e inmobiliaria, no por el pago del esfuerzo individual y colectivo, sino por el endeudamiento y la apuesta bursátil. El proyecto fue restaurador en lo social y lo ideológico porque trató de generar crecimiento hundiendo salarios y precarizando empleo. Pero sólo pudo durar casi tres décadas porque se ganó a una parte de las clases medias, e incluso a una fracción de las clases populares: aquellos con salarios regulares y capacidad adquisitiva suficiente para adquirir productos financieros e invertir en bienes inmuebles. Además, creó un sistema en el que la subjetividad y la inventiva ya no debía ser anulada por las cadenas de montaje y los directivos controladores, sino todo lo contrario. Surgió un segmento de asalariados cualificados que se identificaban con lo que hacían distanciándose de las reivindicaciones laborales clásicas. Son hombres y mujeres que se autoexplotan hasta romperse la salud porque han convertido las necesidades de la empresa en sus propias necesidades fisiológicas y a pesar de que la dinámica del máximo beneficio succiona su subjetividad, no por ello se identifican sin más con el resto del cuerpo laboral. El endeudamiento combinado con un trabajar sin fin —gratificante o repetitivo— ha terminado y con ello todo un sistema de reproducción cultural. El capitalismo feo español ha sufrido este cambio de forma más radical pues su sociedad del trabajo fue liquidada por la gran coalición monetarista que triunfó en la transición instalándose en fechas tempranas una economía de rentas, de rentas de todo menos de trabajo ¿qué va a pasar ahora?

Los bancos, que son los grandes ganadores del neoliberalismo, estuvieron a punto de perder el inmenso poder acumulado a lo largo de un cuarto de siglo. La única razón por la que “los expropiadores no fueron expropiados” en esos meses críticos de 2008/2009 no es ni económica ni técnica. La razón es política pues los gobiernos siguen siendo hoy los máximos representantes de los intereses financieros.  Es comprensible que la salida fuera la restitución de la la lógica del funcionamiento privado haciéndoles pagar a los ciudadanos dicho rescate con sus impuestos. Ahora los bancos hacen lo que siempre han hecho con el ahorro recibido: negocios para sus clientes, preferentemente para sus grandes clientes. Como en los años treinta el problema no es de escasez de dinero sino de exceso de dinero en manos equivocadas y ese exceso de liquidez seguirá ahí hasta que se produzca una reforma fiscal progresiva y un control de los flujos de capital. El capital sobreacumulado sin control ahora pasa a la ofensiva. Hace lo que tiene que hacer y lo que siempre ha hecho: buscar su máxima rentabilidad sin preocuparse del interés general. Ayer fue la apuesta sobre el precio del petróleo o las materias primas, hoy es la deuda soberana de un gobierno tras otro, mañana será otra cosa mientras persista la monumental liquidez. Hacia 1970 hubo una oleada de economistas y sociólogos neoliberales —Friedman, Bell, Huntington— que dijeron con claridad que democracia y desregulación financiera eran incompatibles, una verdad que no se han cansado de repetir los gobernadores de los bancos centrales desde entonces. El centro-izquierda español, que creó un Estado del Bienestar con financiarización, parecía demostrar lo contrario. Hoy las aguas retornan al cauce de la lógica y las finanzas fuera de control se meriendan uno a uno los contratos políticos de la postguerra.

La pregunta hoy es: ¿hasta cuándo, hasta cuándo los gobiernos, custodios de enormes maquinarias estatales, podrán cortar su principal fuente de legitimidad?, ¿hasta cuándo permitirán que los mercados les pongan al borde del abismo o incluso les empujen a él? La respuesta principal es otra vez política pero ahora lo es también técnica y económica pues es imposible que se recupere la economía por estas vías. Antes o después habría que domesticar al sector financiero y los primeros pasos ya se están dando, aunque darán sus frutos más adelante y la tasa de beneficios del sector financiero tenderá a caer. Puede ser que haga falta una réplica del crack del 2008, otro vislumbramiento del abismo para provocar los cambios, pero los bancos saben que la cosa no va a seguir como hasta ahora. Por eso se abalanzan sobre las universidades aprovechando el Plan Bolonia, por eso se abalanzan sobre las Cajas de Ahorros para deglutirlas, por eso acumulan provisiones antes que conceder créditos nuevos. La deuda de los bancos que ahora avalan los gobiernos es impagable y todos los coquetean con la idea de provocar inflación para devaluarla. También esto les hará a los bancos tragar aguas amargas, muy distintas a la horchata gratis de la que se venían hartando hasta ahora. Los fiscalistas irán ganando poder frente a los monetaristas y también esto les irá arrinconando ideológicamente. La sociedad se ha quedado sin dinero para financiar las infraestructuras que necesita para su reproducción: la sanidad, la educación, la reconversión energética, el cambio climático, el envejecimiento de la población, la planificación de unas ciudades cada vez más grandes. No va a haber dinero para nada al menos durante media o tal vez incluso una generación entera y esto en medio de una civilización derrochadora de recursos. Los gobiernos seguirán bombeando recursos públicos hacia el sector privado en espera de que éste cree empleo. Se intentará hundir aún más los salarios para ser competitivos hacia fuera, se forzarán aún más las exportaciones para sanearse a costa del vecino y habrá escaramuzas proteccionistas para intentar evitarlo sin que se note, incluidas las devaluaciones directas e indirectas. Pero no será posible continuar mucho tiempo con esta transferencia de recursos colectivos, de salarios e impuestos a las empresas privadas que no van a solucionar nunca por sí mismas el problema del desempleo. Será un juego de suma cero incapaz de sacar a la economía mundial de lo que se antoja como un largo período de “crecimiento estacionario”, de cuasi estancamiento. Al no contemplarse la reforma fiscal, la liquidez seguirá tiranizando a las poblaciones pero ya no se las podrá compensar con una demanda ficticia basada en el endeudamiento. Esto cuarteará las alianzas entre neoliberalismo y sociedad, algo que aquél intentará evitar por todos los medios, por ejemplo recurriendo al populismo, a un shock externo (efecto Pearl Harbour) o a cualquier otra forma extraeconómica que permite una movilización rápida y masiva de las poblaciones. Pero antes o después la economía tendrá que dejar de ser la suma de rentabilidades individuales, antes o después habrá que hablar de una  economía-de-toda-la-casa. Esta no tiene que ser necesariamente progresista: es posible una economía-de-toda-la-casa reaccionaria, conservadora de las actuales estructuras de poder y de propiedad basada en la coerción hacia dentro y hacia fuera.

¿Cómo van a responder las poblaciones? Las dos últimas veces que se dio una situación similar, en el último cuarto del siglo XIX y en el período de entreguerras, el nacionalismo le abrió el campo ideológico a la reacción. En los años 1930 toda Europa, con la excepción de Escandinavia y las dos breves primaveras de España y Francia, se decantó hacia la derecha mientras América prácticamente entera lo hizo hacia la izquierda. Pequeños autónomos y grandes propietarios consiguieron desmontar el sufragio con ayuda del ejército. Puede parecer que el patrón se repite, pero no así la historia. Ecos reaccionarios nos llegan de algunos países del Este destrozados por las curas neoliberales de los noventa y músicas similares cuajan en los intersticios de los partidos del centro-derecha occidental. La primera reacción al crack de 2008 por parte de los gobiernos de Francia y de Rusia fue duplicar el gasto militar: una medida que apunta a la versión reaccionaria de la economía-de-toda-la-casa. Alemania empieza a despertar susceptibilidades en Francia y Gran Bretaña, lo cual explica el reciente pacto de colaboración nuclear. ¿Son sólo escaramuzas? Las rupturas históricas son siempre el resultado de una acumulación de escaramuzas. No es tan fácil que este patrón se pueda generalizar por mucho que se siga invocando el peligro terrorista para asustar a las clases medias o el problema migratorio para narcotizar a las clases populares. No hay dinero y no lo habrá si no se trastocan los actuales poderes de clase. El rechazo del autoritarismo está fuertemente implantado entre amplios sectores de las clases asalariadas occidentales aunque esto no impide el desarrollo de nuevas formas de movilización en torno a una versión reaccionaria de una economía-de-toda-la casa. Ahí donde los autónomos tipo “Joe el fontanero” de MacCain alcanzan porcentajes muy elevados, como en la Italia de Berlusconi, en la costa mediterránea del Partido Popular o en las profundidades de los Estados Unidos, hay ya materia prima para algo parecido. La llave la tiene el sector profesional, ese trabajador que se ha desvinculado de las reivindicaciones clásicas y que sigue distanciado de las clases populares buscando salidas individuales.

¿Cómo van a responder las poblaciones? En un primer momento la distancia entre clases medias y clases populares, la clave del futuro político del mundo occidental, aumentará con la privatización de servicios públicos que no se van a poder financiar por falta de recursos. La esperanza de vida entre ricos y pobres aumentará, las ciudades se degradarán junto a las universidades públicas, los espacios comunes que hoy comparten clases medias y populares —barrios, plazas, colegios— irán borrándose poco a poco. Pero esto sólo podrá ir un poco lejos en las zonas más lindas del capitalismo, aquellas con una alta concentración de profesionales autónomos cualificados y un alto poder adquisitivo: las grandes ciudades, el eje que atraviesa Europa desde el sur de Inglaterra hasta el norte de Italia pasando por el Benelux y el valle del Rin. En el resto del territorio la clase media no tendrá recursos para pagarse los servicios que necesita y caerá en una espiral de empobrecimiento. En los parques abandonados a su suerte se encontrará con las clases populares aún más empobrecidas que ellas ¿Para hacer el qué? Tal vez para formar un bloque social con capacidad de forzar una versión no autoritaria de una nueva economía-de-toda-la-casa, de-todo-el-planeta. 

 

La histeria va con en el precio

Rafael Poch

Recapitulando. En septiembre se cumplirán tres años de la quiebra financiera de 2008. El motivo de la crisis fue el hundimiento del gran festival especulativo que eliminó las fronteras entre la actividad financiera y la simple y pura delincuencia. El dinero público se utilizó para cubrir las pérdidas y proteger las fortunas de los agentes del gran casino, en lo que fue la mayor transferencia de capital de la historia desde la gente común hacia los ricos. Ninguno de los problemas que entonces se pusieron de manifiesto se han solucionado, pero se han creado otros encadenados. Por ejemplo: el brusco aumento de deuda pública que el rescate bancario provocó, empeoró, a su vez, la solvencia general, incluida la de los propios bancos, pues el valor de la deuda pública se desplomó y en gran parte está en manos de bancos e inversores en forma de bonos del tesoro. Ahí está la génesis de la actual "euro-crisis".

La alternativa a la contestación. Las peculiaridades de la Unión Europea una unión monetaria sin fiscalidad ni gobernanza común, con grandes desequilibrios entre sus miembros pusieron en el centro esa "crisis de endeudamiento", que, torpemente gobernada por Alemania, lastra ahora el viejo continente y despierta sus ancestrales taras culturales de tan mortífero recuerdo. La solución anticrisis propuesta es una contrarrevolución social: desmontar derechos sociales y garantías económicas, lo que arrasa el consenso social, fomenta ideologías antidemocráticas, racistas o xenófobas, que ofrecen fáciles chivos expiatorios como ocurrió en el pasado con el antisemitismo y favorecen la guerra, tal como pasó en la última gran crisis del capitalismo en 1929. Europa ya estaba metida de pleno en una guerra antes de Lehman Brothers, Afganistán, algunas de sus naciones apoyaban otra, Irak, y en plena crisis se ha metido en una tercera, Libia, un mal signo. Cada semana la OTAN y las potencias europeas son responsables de lo equivalente a atentados terroristas con decenas de víctimas civiles inocentes en Libia y Afganistán, aunque se llamen "errores" y "daños colaterales". La guerra como telón de fondo de la eurocrisis es un dato crucial de la actual situación. Avisa de cual es la alternativa a la contestación ciudadana.

El nexo de todo el asunto. El programa de regreso al siglo XIX andaba más o menos como la seda, hasta que apareció la ciudadanía. Primero en Grecia, luego en Wisconsin (Estados Unidos, un movimiento informativamente ignorado, tanto en Alemania como en España), en el norte de África, y ahora en Europa, pues el referéndum italiano, la jornada sindical contra el pacto del euro y la próxima huelga británica forman parte de un mismo paquete. Hasta de China llegan noticias de la preocupación oficial y de las medidas preventivas ante un eventual contagio. Pero, ¿de qué se trata?, ¿cual es el nexo de unión entre todas estas contestaciones? Se trata de la revuelta contra las oligarquías.

El diccionario define las oligarquías con tres brochazos; "Gobierno de pocos", "Forma de gobierno en la cual el poder supremo es ejercido por un reducido grupo de personas que pertenecen a una misma clase social", y "Conjunto de algunos poderosos negociantes que se aúnan para que todos los negocios dependan de su arbitrio". Sea como fuera, podemos acordar que el mundo actual está gobernado por oligarquías.

En Europa, Estados Unidos y Japón, la tríada central del sistema mundial, las oligarquías financieras dominan la economía e incluso la política. En la mayoría de los países árabes se trata de oligarquías, petroleras o no, que son subsidiarias de las anteriores. En Rusia hay una nueva oligarquía privada que se inspira en las occidentales y que mantiene cierta tensión con el Estado ruso, heredero de la Estadocracia soviética, que fue la modalidad de oligarquía en la que degeneró el llamado socialismo real. Ese Estado compite y a la vez se imbrica con la nueva oligarquía rusa. En China la relación es inversa: allí es la Estadocracia la que domina sobre las oligarquías privadas, que, aunque poderosas, están sometidas e integradas en la constelación estatal.

Globalización ciudadana. La diferencia última no es entre "democracia" y "no democracia", como insiste el discurso oficial, sino entre el gobierno de diversos tipos de oligarquía. No es la divisoria, sino la similitud lo que retrata mejor la situación. Algunas oligarquías, en sociedades más opulentas, dan lugar a sistemas mucho más holgados y permisivos desde el punto de vista de los derechos y las libertades. Otras sólo dan para "democracias de baja intensidad", o pseudodemocracias, como la rusa, en la que el partido del poder ni siquiera practica la rotación con una oposición, sino que nombra a un sucesor de su propio partido que luego es refrendado en las urnas. Otras se permiten elecciones bastante libres a nivel local, como en China, pero no en el nivel general, y otras, en fin, no permiten ningún tipo de elección…. Es decir, hay distintos tipos de oligarquías, pero todas ellas tienen poco que ver con el "poder del pueblo", la democracia. En condiciones normales, el voto no decide gran cosa porque no cambia nada esencial.

Lo que está ocurriendo ahora en el mundo, en todas esas zonas señaladas, es un despertar ciudadano contra la administración de la globalización que llevan a cabo todas esas oligarquías. Un impulso en favor de una globalización en clave ciudadana, no empresarial. Cuando la población toma la palabra y se convierte en sociedad, las cosas no pueden seguir igual. Así se escribe la historia.

Sobre camellos y barretinas. Hacía muchos años que algo así no ocurría y el establishment ya se había olvidado de ese factor. De ahí el desconcierto y el nerviosismo con que la clase política acoge el fenómeno por todas partes. El apaleamiento de ciudadanos en la Plaza de Catalunya fue la versión local de la entrada de los camellos de Mubarak en la Plaza Tahrir el 2 de febrero. Fruto de la misma miopía, luego profundizada  por prensa e instituciones entre histerias guerracivilistas, con listas de "culpables" y "responsables intelectuales" casi en la periferia del terrorismo ("kale borroka"), que conducen a la típica pregunta rusa sobre este tipo de situaciones: "¿se trata de una provocación, o de una estupidez?". La respuesta es que parece una mezcla de ambas cosas…  Pero aquí no hay ninguna novedad. Estamos ante un clásico.

Cuando en Alemania arrancaba en los setenta el movimiento antinuclear, el establishment hacía afirmaciones y acusaciones disparatadas del mismo tenor. El Presidente de Baden-Württemberg, Hans Filbinger, decía que sin la contestada central nuclear de Wyhl, "las luces de nuestra región comenzarán a apagarse a finales de la década". Antes de esa fecha, en 1978, Filbinger, un antiguo juez nazi, tuvo que dimitir al conocerse su participación en sentencias de muerte del régimen anterior. El movimiento ciudadano era criminalizado sin complejos. "Su núcleo lo forman puros terroristas, meros delincuentes", decía el democristiano Gerhard Stoltenberg, presidente de Schleswig-Holstein. "Hay que hablar no tanto de alborotadores como de terroristas", decía el ministro de justicia, el socialdemócrata Hans-Jochen Vogel. Más tarde, en enero de 1980, cuando se fundó el Partido Verde, el ideólogo del SPD, Egon Bahr, anunciaba el nacimiento de un "peligro para la democracia", mientras su colega Erhard Eppler comparaba la presión de las manifestaciones antinucleares con las marchas callejeras de las escuadras nazis de la S.A.

Todo esto debe ser recordado hoy, cuando, después de Chernobyl y Fukushima, Alemania pone fecha al fin de la energía nuclear. Se ofrece así un poco de perspectiva sobre lo que le espera a una ciudadanía que ahora toma la palabra. Cualquiera que hoy hable en Europa de propuestas de cambio tan razonables como nacionalizar la banca, o prohibir el uso de las fuerzas armadas fuera de las fronteras sin expreso referendo popular, merece ese tipo de histeria. Que a lomos del camello haya un truhán cairota con turbante o un conseller inepto con barretina, cambia poco el asunto: la histeria va incluida en el precio de cuestionar la oligarquía.

26/06/11

 

Manifiesto “Una ilusión compartida”

El descrédito de la política y las quejas asiduas sobre la corrupción de la vida democrática no pueden dejar indiferentes a las conciencias progresistas. Son muchas las personas que, desde diferentes perspectivas ideológicas, se han sentido indefensas en medio de esta crisis económica, social e institucional. La izquierda tiene un problema más grave que el avance de las opciones reaccionarias en las últimas elecciones municipales. Se trata de su falta de horizonte. Mientras los mercados financieros imponen el desmantelamiento del Estado del bienestar en busca de unos beneficios desmesurados, un gobierno socialista ha sido incapaz de imaginar otra receta que la de aceptar las presiones antisociales y degradar los derechos públicos y las condiciones laborales.

Es evidente que los resultados electorales han pasado una factura contundente al PSOE. Pero las otras alternativas a su izquierda no han llegado a recoger el voto ofendido por las medidas neoliberales y las deficiencias de una democracia imperfecta. Y, sin embargo, no es momento de perder la ilusión, porque la calle y las redes sociales se han puesto de pronto a hablar en alto de política para demostrar su rebeldía. Esta energía cívica, renovada y llena de matices, tiene cuatro preocupaciones decisivas: la regeneración democrática, la dignificación de las condiciones laborales, la defensa de los servicios públicos y el desarrollo de una economía sostenible, comprometida con el respeto ecológico y al servicio de las personas. Son las grandes inquietudes del siglo XXI ante un sistema cada vez más avaricioso, que desprecia con una soberbia sin barreras la solidaridad internacional y la dignidad de la Naturaleza y de los seres humanos.

La corrupción democrática se ha mostrado como la mejor aliada de la especulación, separando los destinos políticos de la soberanía cívica y descomponiendo por dentro los poderes institucionales. Hay que devolverle a la vida pública el orgullo de su honradez, su legitimidad y su transparencia. Por eso resulta imprescindible buscar nuevas formas de democracia participativa y sumar en una ilusión común los ideales solidarios de la izquierda democrática y social.

Los poderes financieros cuentan con nuestra soledad y nuestro miedo. Sus amenazas intentan paralizarnos, privatizar nuestras conciencias y someternos a la ley del egoísmo y del sálvese quien pueda. Pero la energía del tejido social puede consolidar una convocatoria en la que confluyan las distintas sensibilidades existentes en la izquierda y encontrar el consenso necesario para crear una ilusión compartida. Debemos transformar el envejecido mapa electoral bipartidista. El protagonismo cívico alcanzado en algunos  procesos como el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, el rechazo a la guerra de Irak o el 15-M, nos señalan el camino.

Se necesita el apoyo y el esfuerzo de todos, porque nada está escrito y todo es posible. El mundo lo cambian quienes, desde los principios y el compromiso cívico, se niegan a la injusticia, rompen con la tentación del acomodo y se levantan y pelean dando sentido a la ilusión. La memoria de la emancipación humana exige una mirada honesta hacia los valores y el futuro. Nosotros estamos convencidos de la necesidad de reconstruir el presente de la izquierda. ¿Y tú?

* Manifiesto que promueven y suscriben una veintena de conocidos juristas, artistas, periodistas e intelectuales en el que instan a la izquierda española a reconducir sus planteamientos hacia unos nuevos más acordes con las exigencias de la calle. La lista de firmantes y un espacio para comentarios de apoyo en:
http://www.unailusioncompartida.com

 

Palabras rotas sin discurso político

Manuel Reyes Mate

Las soluciones podrán venir cuando entendamos el problema, pero estamos lejos de ese momento.

La edición francesa del libro ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel, abre con una reproducción del célebre cuadro de Paul Klee, Angelus novus, al que Walter Benjamin dedica, tal y como recuerda el propio Hessel, la novena de sus célebres Tesis sobre el concepto de historia. Lo que Benjamin dice es que hay dos maneras totalmente diferentes de entender los tiempos que vivimos: lo que para unos es progreso, para otros es catástrofe.

Hay quien vive el presente como un proyecto de vida, dotado, eso sí, de los medios materiales suficientes como para vivir de acuerdo a sus deseos. Y hay otros que saben el precio del progreso o, más exactamente, el precio del bienestar de otros. Son, de acuerdo con el cuadro de Paul Klee, las ruinas y cadáveres sobre los que camina el ángel de la historia pintado por el artista suizo.

Al colocar Hessel ese cuadro como pórtico a su alegato está dando a entender que los caídos se niegan a ser el precio de la historia y reclaman para sí el derecho a tener un proyecto de vida propio.

El famoso cuadro ha llamado la atención de muchos eruditos, atraídos por la poderosa interpretación política que hace Walter Benjamin, pero es la primera vez que sirve para expresar la indignación de quienes han sido degradados a inevitable coste social del progreso.

Dos posiciones, pues, enfrentadas ante la misma realidad histórica. No deberíamos perderlo de vista sobre todo a la hora de preguntarnos por su futuro. Escuchaba en una emisora de radio un debate entre un portavoz de Democracia Real y sesudos académicos que le acosaban dialécticamente preguntándole por las soluciones: qué soluciones proponían ellos, los indignados, a los graves problemas que denunciaban. Ante el balbuceo del joven indignado, el oyente podía llegar a la errónea conclusión de que lo que está ocurriendo tiene poco recorrido.

Las soluciones, sin embargo, solo pueden venir cuando entendamos el problema y hay razones para pensar que aún estamos lejos de ese momento. Esta generación expresa su malestar a través de palabras minúsculas, tales como futuro, casa, trabajo, salud, corrupción o participación. Son palabras sueltas que las encontramos en los programas políticos de los partidos existentes. La diferencia es que en esos programas esas palabras no significan nada y colgadas de las tiendas de los acampados, sí. Cuando un joven te dice futuro te está interpelando desde una existencia sin futuro. La palabra es entonces creíble porque está encarnada en un cuerpo frustrado que habla sin abrir la boca. Esas palabras tienen sentido en existencias vulneradas. En los programas políticos, empero, carecen de sentido. Dicen que van a luchar contra la corrupción y premian a los corruptos. Prometen empleo y lo supeditan a la competitividad. Les elegimos para que hagan política y se convierten en mascotas del mercado y así sucesivamente.

De lo que se trata entonces es de construir un discurso político —o de encontrar soluciones— partiendo de esas palabras verdaderas. En El mayor monstruo, los celos, de Calderón de la Barca, el perverso protagonista ha decretado que si él muere, sus fieles tienen que matar a su esposa, por honor. Para evitar que el documento llegue a manos de ésta, lo hace pedazos oportunamente. Pero la mujer llega a tiempo de ver por los suelos el texto hecho añicos y de leer en un trozo muerte, en otro su nombre, en aquel de allá honor y en este de acá secreto. Entiende que está condenada a muerte. Las palabras aisladas adquieren una fuerza muy superior a la que tenían en el documento. Para que las palabras iniciales cuajen en respuestas, el político tiene que dejarse imantar por la tragedia existencial que hay detrás de cada una de ellas. No nos precipitemos en convertirlas en problemas, es decir, en accidentes desgraciados del sistema. Antes que problemas son vidas frustradas, familias humilladas, que interpelan a la conciencia política. Si fueran escuchadas, podríamos llegar a la conclusión de que la respuesta no se encuentra en un retoque del sistema —a eso apuntan las famosas “reformas estructurales” que dicen los empresarios—, sino en una revisión del modo de vida o de valores sin cuestionar incluso por los propios indignados.

El noble arte de la política no nació para reproducir sistemas, sino para organizar la convivencia y mejorar las condiciones de vida de los individuos. Hemos llegado a un punto en el que los valores rectores más indiscutibles se cobijan bajo el paraguas progreso. Lo que el nonagenario autor del exitoso panfleto defiende es que el progreso esconde demasiados cadáveres. Han salido a la calle para decir basta. Con su presencia están invitando a la sociedad en su conjunto a pensar unas respuestas.

Marraríamos la oportunidad que se nos brinda si redujéramos la importancia del gesto a los discursos que puedan ofrecer. Pueden caer en simplezas o pedir lo imposible. Está claro que para algunos el progreso es catastrófico. A los que de momento están a salvo les toca decidir si hay algo que hacer. 

* Artículo publicado en El Periódico, 27 de junio de 2011

 

Cajón Desastre

El Lobo Feroz

La orejita empresarial

Los grandes empresarios quieren vincular los salarios a la productividad. Saben que la productividad no depende de los trabajadores, sino de la renovación tecnológica. En la práctica, jibarización de las masas salariales. Eso frena la actividad económica, pero a ellos les afecta poco pues consumen bienes de lujo, preferiblemente de importación, que la gente corriente no consume. Una latita de caviar beluga cuesta 169 euros; un amarre para algo que flote, unos 50.000.

Qué producir

La economía española estaba asentada sobre dos pilares básicos:  el ladrillo y el turismo. El primero está hundido, aunque las grandes constructoras, gracias a las contratas públicas, han conseguido ganar tamaño, diversificar sus negocios e internacionalizarse; se han beneficiado mucho y bien del dinero público.

El futuro ¿es el turismo?

Eso no da mucho más de sí, y según las circunstancias incluso puede dar menos. El futuro está en la industria de las energías renovables, en la desconcentración energética, en el ahorro energético para sustituir al petróleo.

El futuro está en las tecnologías biomédicas, a partir del capital social acumulado en la sanidad pública, en las clínicas universitarias, en los centros de investigación. Sus productos no deben ser privatizados, sino beneficiar a las personas y originar patentes para las instituciones públicas.

Recortar la sanidad pública es matar la gallina de los huevos de oro, no sólo precarizar nuestra salud.

En una república bien ordenada el futuro estaría también en los servicios de ayuda y asistencia, pero los dirigentes económicos y políticos de esta Cacaña no están por una república bien ordenada. Van a lo suyo.

Donde no se ahorra

Grandes recortes sociales, pero hay tropas españolas chaconeando en Afganistán, en Libia, en el Líbano, en el Índico. Los parados sin subsidio pueden preguntarse, etc.

Sacrificios humanos

Otros dos soldados muertos en Afganistán. Ya casi un centenar. Más vidas segadas de conciudadanos en una expedición que sólo se fundamenta en la voluntad de los Estados Unidos. Vergüenza ajena, esos sacrificios humanos. Y dolor. Demasiado dolor en la pura estupidez de esas gentes irresponsables impertérritas frente a la voluntad de la mayoría.

La española según el PP

http://www.publico.es/agencias/efe/383535/toledo-vive-otro-multitudinario-corpus-con-cospedal-como-nueva-presidenta-de-castilla-la-mancha

Para echarse a temblar

Rajoy le ha encargado un proyecto de reforma de la sanidad pública a José Mª Aznar.

junio 2011

 

El extremista discreto

Esperando al Barça 

Iannis Basilikos
para M.M.

¿Qué hace ese gentío en el estadio? 

Es que hoy juega el Barça

 

¿Por qué amontonáis cerveza y palomitas,

congregados en torno a las pantallas?

 

Es que hoy juega el Barça

 

¿Por qué tantos, niños y mayores, visten

camisolas iguales, de colores?

 

Los colores del Barça. Es que hoy jugarán

 

¿Por qué los tertulianos no tertulian,

como siempre, ni nos doran la píldora?

 

Porque hoy es el Barça el que la ha de dorar

 

¿Y por qué el Rey, el Príncipe e incluso el Presidente

están en ese palco con horteras

en vez de gobernar?

 

Es por el Barça (mejor que no gobiernen)

y quieren prestigiarse con su seguro triunfo

 

¿Y por qué tantos nervios, tanto apresuramiento,

tanta noticia deportiva, tanto grito en la radio?

 

Es porque hoy juega el Barça. No hay otro pensamiento.

 

¿Por qué de pronto esa inquietud

y silencio (Cuánta gravedad en los rostros.)

¿Por qué la multitud vacía el estadio

y sombría regresa a sus moradas?

 

Porque la noche cae y no empieza el partido.

Rumores primero, y luego noticiarios, dicen que se acabó,

que ya no hay Barça.

 

¿Y qué será ahora de nosotros sin Barça?

Esos futbolistas, después de todo,

nos consolaban de nuestra esclavitud.

 

La biblioteca de Babel

Andrew Glyn
Capitalismo desatado. Finanzas, globalización y bienestar
CIP-Ecosocial y La Catarata, 2010
Joseph Stiglitz
Caída libre. El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial
Madrid, Taurus, 2010
Edición de bolsillo, editorial Santillana, 2011
Susan George
Sus crisis, nuestras soluciones
Icaria, 2010

Para entender la crisis y salir de ella de otra forma

En esta reseña hablaremos de tres libros interesantes para entender las causas de la actual crisis, la manera como se ha abordado y las soluciones alternativas para salir de ella. Se trata del libro que escribió Andrew Glyn, titulado Capitalismo desatado. Finanzas, globalización y bienestar (CIP-Ecosocial y La Catarata, 2010), el de Joseph Stiglitz: Caída libre. El libre mercado y el hundimiento de la economía mundial (Madrid, Taurus, 2010) y el de Susan George: Sus crisis, nuestras soluciones (Icaria, 2010). Los tres salieron el año 2010. El de Stiglitz lo reimprimió en edición de bolsillo Santillana en 2011.

El libro de Glyn arranca desde mucho antes del crack de 2008. De hecho, el texto se publicó en inglés en 2006. Y su autor murió dos años después. A toro pasado, uno puede encontrar en él todos los factores desencadenantes de la crisis. De los tres trabajos, es el estudio de más largo alcance histórico. Empieza en los años sesenta del siglo pasado y analiza todas las fases y aspectos de la contrarrevolución neoliberal: desde la desregulación a la financiarización de la economía; desde las privatizaciones a la globalización. El autor presta especial atención a los efectos de estos procesos sobre los más débiles. Dedica un capítulo a analizar las transformaciones acaecidas en el mundo del trabajo. Es un libro panorámico, claro, riguroso, crítico y extraordinariamente útil.

El texto de Stiglitz tiene el interés de contar "por dentro" el manejo de la crisis en Estados Unidos. El Premio Nobel de Economía  pone de manifiesto la estricta continuidad de las políticas de Obama respecto de las de Bush. También señala las fuentes del poder político de las entidades financieras y su capacidad para paralizar los intentos de regulación en Estados Unidos. El poder político del sistema financiero queda también claramente puesto de manifiesto, en lo referente a Gran Bretaña, en un documento escrito por un grupo de economistas de la Universidad de Manchester (“An Alternative Report on UK Banking Reform, en http://www.cresc.ac.uk/publications/an-alternative-report-on-uk-banking-reform). Wall Street y la City han conseguido frenar e incluso dar marcha atrás a todos los planes de reforma del sistema financiero que han sido formulados.

Tanto el libro de Stiglitz como el de Susan George son ricos en propuestas alternativas para salir de la actual crisis. Su perspectiva no se limita a la vertiente financiera. El antiguo economista jefe del Banco Mundial y la presidenta de honor de ATTAC tienen un horizonte mucho más amplio. Sus planteamientos son, obviamente, distintos, pero ambos ponen de manifiesto la posibilidad de adoptar políticas económicas radicalmente diferentes de las actuales. El documento de los economistas británicos citado más arriba, así como el manifiesto de los economistas franceses "aterrorizados" (“Manifeste d’économistes atterrés, en http://atterres.org), amplían el catálogo de medidas alternativas para superar la crisis y reorientar la economía en una dirección social y ecológica. Otra política económica es, por consiguiente, posible.

[José A. Estévez Araujo]

 

Foro de webs

Coronel Diego Camacho
Aproximación al golpe de estado del 23F
en internet

Pocas aproximaciones tan ajustadas y veraces al golpe de estado del 23F como esta conferencia dada por un antiguo y destacado analista del CESID, del servicio de inteligencia militar. Con independencia de que no sea necesario compartir algunas opiniones del conferenciante, el núcleo de su explicación histórico-política parece impecable. Escucharla desvelará además la fantasía de los bellos cuentos que se han divulgado a propósito de aquel golpe.

El desarrollo, aproximadamente de una hora de duración, es recomendado vivamente por El Lobo Feroz.

No ha sido posible incluir aquí un enlace directo con la página web correspondiente. En Google, buscar por 'Coronel Diego Camacho' o por 'Vimeo' para hallar la conferencia íntegra. También aparece por partes.

Archivo web de Vimeo 

http://www.youtube.com/watch?v=lbnEQgugmBE

 

Páginas amigas

Centre de Treball i Documentació (CTD)
http://www.cetede.org

Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas
http://www.ucm.es/info/nomadas

El Viejo Topo
http://www.elviejotopo.com

La Insignia-
http://www.lainsignia.org

Sin permiso
http://www.sinpermiso.info/

 

Revista mientras tanto

Número 115

 mientras tanto
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Invierno 2010

115

OBAMA, LA IZQUIERDA Y LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA NORTEAMERICANA
Andreu Espasa

 

CONTINUIDAD Y CAMBIO EN LA POLÍTICA EXTERIOR DE EEUU

Michael T. Klare

 

SOBRE EL PICO DEL PETRÓLEO. ENTREVISTA A ROBERT H. HIRSCH

Matthieu Auzanneau

 

ESTATUTO JURÍDICO DEL SAHARA OCCIDENTAL

José Antonio Yturriaga Barberán

 

 

CON LA IGLESIA HEMOS TOPADO

 

RELIGIÓN Y FE HOY. UNA APORTACIÓN AL FORO MUNDIAL DE TEOLOGÍA Y LIBERACIÓN

Jaume Botey

 

IGLESIA CATÓLICA Y ESTADO LAICO

Juan José Tamayo

 

ATEISMO Y LAICIDAD

Joan Carles Marset

 

SOBRE LAICISMO Y EDUCACIÓN

José Manuel Barreal

 

CONTRA LA AUTONOMÍA FEMENINA: EL ABORTO COMO MATERNIDAD NEGADA

Antonio Giménez Merino

 

 

 

CUESTIÓN DE PALABRAS

 

Álvaro Salvador

 

CITA

 

Georges Sorel, Reflexiones sobre la violencia
 

mientras tanto bitartean mientras tanto mentrestant
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