mientrastanto.e Num. 63 del 11-2008

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Business as usual
Por
José A. Estévez Araújo

La resaca del festín financiero. Recordatorio de amenazas y modesta propuesta de acción
Por
Albert Recio

La Comunidad de Madrid y la servidumbre del mercado
Por
Antonio Baylos

Justicia de largo recorrido
Por
Juan-Ramón Capella

65 Horas
Por
José Manuel Barreal San Martín

La biblioteca de Babel
· Maxwell Bennett, Daniel Dennett, Peter Hacker y John Searle, La naturaleza de la conciencia. Cerebro, mente y lenguaje

· Eduardo Galeano, Espejos. Una historia casi universal

Devedeando, que es gerundio
· Juan Antonio Bardem, Siete días de enero

· Antonio Hernández, F.E.N.

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Número 63
Noviembre de 2008

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Business as usual

José A. Estévez Araújo

Hace unos días, el presidente del grupo Santander, Emilio Botín, atribuyó la crisis financiera a los excesos de algunos. No obstante, a eso habría que añadir que los excesos de los unos provocaron una reacción en cadena porque se encabalgaron sobre la actividad especulativa “normal” de todos los demás. 

Hay un libro de Olivier Godechot titulado Les traders. Essai de sociologie des marchés financiers publicado en 2001 y reeditado en 2005 en La Découverte que explica muy bien a qué se dedican los bancos hoy en día. Godechot es un sociólogo de la escuela de Bourdieu. Para escribir el libro realizó una estancia de cuatro meses en la “sala de bolsa” de un banco francés con autorización de sus directivos, pero sin que sus compañeros de trabajo supieran que se trataba de un sociólogo realizando un estudio. Lo que pretendía en ese trabajo era analizar la transformación experimentada por el “campo” de las finanzas como consecuencia de la desregulación e informatización de los mercados financieros. Recientemente (en 2007) ha publicado otro libro sobre los Working Rich, los ejecutivos que cobran más de un millón de euros al año. Buena parte de sus trabajos pueden encontrarse en su página web: http://olivier.godechot.free.fr/ 

Una “sala de mercado” es una dependencia que cuenta con ordenadores conectados a las redes informáticas que permiten realizar compraventas de acciones y otros títulos financieros. La sala en la que “trabajó” Godechot contaba con un equipo de 196 personas, de las cuales 41 eran traders (operadores que tratan con títulos por vía informática) especializados cada uno en diversos mercados (acciones francesas, futuros suizos, préstamo de acciones, productos estructurados…). Del resto, 37 eran comerciales, que trataban con los clientes del banco, 9 eran ingenieros financieros, 10 eran expertos en informática y había también 2 analistas financieros y varios jefes de equipo, ayudantes y secretarias. 

La actividad que se desarrollaba en la “sala” sólo se puede calificar de eminentemente especulativa, incluso aunque adoptemos una definición restrictiva de esa palabra. Veamos unos ejemplos:

Godechot fue asignado al sector que se encargaba de prestar y tomar a préstamo títulos. Esta actividad es importante porque con frecuencia los traders venden acciones que el banco no tiene. Pero se trata también de una actividad que permite obtener ganancias especulando. Por ejemplo, se pueden tomar 10.000 acciones en préstamo a un mes. Si se prevé que esas acciones van a bajar, se venden y, cuando haya que devolverlas, se compra un número igual de títulos a un precio más bajo. Eso pone de manifiesto que la especulación puede ser no sólo al alza, sino también a la baja. Por tanto, la actividad especulativa puede contribuir no sólo a que suban las bolsas, sino también a que bajen (como ha ocurrido en las últimas semanas). 

Obviamente, este tipo de apuestas tiene un riesgo. Riesgo y beneficio son los dos puntos cardinales que guían la actividad de las salas de bolsa. Y para disminuir el riesgo se pueden utilizar o diseñar otros productos financieros. Así, el que especula a la baja con acciones prestadas puede cubrirse del riesgo de que el precio de las acciones suban, adquiriendo una opción de compra al precio que las acciones están ahora. La opción de compra es un título que da derecho a comprar un número de acciones determinado, en un plazo preestablecido, a un precio fijado. La adquisición de la opción sólo exige realizar un pequeño depósito. De ese modo, si las acciones bajan, no se ejecuta la opción y no hay que pagarla, y el trader gana el diferencial. Si las acciones suben, ejecuta la opción de compra y no experimenta pérdida alguna.  

La actividad de préstamo de acciones también se utiliza para realizar con carácter habitual operaciones abiertamente fraudulentas. Así, en el momento en que Godechot realizó el estudio los franceses tenían una desgravación fiscal por los dividendos de las acciones de empresas francesas. Lo que hacía el banco francés era tomar prestadas acciones francesas de entidades financieras extranjeras el día que se hacía el pago de los dividendos. El banco cobraba esos dividendos, aplicaba la deducción fiscal, devolvía las acciones a la entidad extranjera y ambas se repartían el importe de la desgravación. 

Pero quizá el ámbito de actividad más revelador sea el que se refiere a los mercados de futuros. Un contrato de futuros establece la obligación de comprar o de vender una determinada mercancía a un determinado precio en una fecha preestablecida. Es un tipo de contratos que se utilizan para asegurar el suministro de materias primas, como el petróleo, o para vender o comprar cosechas futuras. Pero los mercados de futuros son espacios donde se compran y venden no materias primas o cosechas futuras, sino contratos para comprar esas materias o cosechas. Quienes compran y venden esos títulos en la mayoría de los casos no tienen nada que ver con el negocio petrolífero o alimentario. Los compran esperando que el precio de los contratos suba para poderlos vender con un buen beneficio. Se trata, pues, de un mercado eminentemente especulativo que puede contribuir notablemente al encarecimiento de los alimentos o del petróleo, como ha ocurrido en los últimos tiempos. 

En el caso del banco que nos ocupa, había una trader, a la que Godechot llama Patricia, que operaba en contratos de futuros cuyo precio dependía de los índices de las bolsas de Suiza, España y Alemania. Patricia trabajaba ante seis pantallas de ordenador. Tres de ellas estaban equipadas con un programa desarrollado por los informáticos del banco. Ese programa tenía una interfaz que permitía visualizar simultáneamente la evolución de los índices bursátiles y del valor de los futuros en los tres mercados que operaba Patricia. Eso le daba a esta trader unos segundos preciosos de ventaja sobre sus competidores en sus operaciones habituales. 

Pero el apogeo de la actividad especulativa tenía lugar durante media hora al mes en cada uno de los mercados. Así, en Suiza, el índice de referencia para este tipo de contratos se fijaba una vez al mes en base al valor medio de la cotización entre las 11 y las 11.30 de un determinado día. En esa media hora, Patricia y sus compañeros de equipo se dedicaban a comprar o vender acciones en la bolsa suiza como locos para intentar inclinar el índice a su valor. Se trataba de un frenesí especulador en estado puro que hacía que fluyese abundantemente la adrenalina en la sala de bolsa del banco. Vista esta dinámica, no es de extrañar que los mercados de futuros fueran prohibidos en Estados Unidos después de la crisis del 29. Sólo se restablecieron tras la desregulación financiera que se empezó a impulsar a partir de los setenta. 

Todas las operaciones de que habla Godechot forman parte de la actividad cotidiana  de las entidades financieras hoy en día. El banco en el que se realizó el estudio (aunque su identidad permanece en el anonimato) era una entidad normal de un país normal. Godechot señala que uno de los traders tenía fijado un objetivo de ganancias de 40 millones de francos al año, es decir, más de siete millones de euros al cambio actual. Si multiplicamos esa cantidad por los 41 traders de la sala nos salen unos 300 millones anuales de ganancias sólo en esa sala (en el estudio no queda claro de cuántas salas de bolsa disponía el banco en Francia, pero parece claro que eran más de una). Si tenemos en cuenta que, p. ej.  el Santander preveía que la compra de la división de ahorros y depósitos del banco británico Bradford & Bingley (B&B) le proporcionaría un beneficio de en torno a los 200 millones de euros durante los tres primeros años, podemos hacernos una idea del volumen que representan las actividades especulativas dentro del negocio general de la banca. Y si consideramos el hecho de que el estudio de Godechot se refiere a una de las salas de un banco francés, que es una de las 50.000 entidades financieras que opera a través de la red proporcionada por Reuters, podemos hacernos una idea de las dimensiones del casino financiero mundial y explicar el hecho de que la economía financiera mueva en cuatro días tanto dinero como todos los intercambios internacionales de mercancías en un año. 

Sin embargo, ningún dirigente ni organismo financiero estatal o internacional ha propuesto medidas que se dirijan a atajar el mal de raíz: combatir la especulación financiera. ATTAC ha elaborado una serie de propuestas para atajarla (v. Foro de webs, infra) pero en ninguna “cumbre” se apuntan soluciones que se aproximen a las medidas que esa asociación ha elaborado. Y si no se pone remedio a esa falta de voluntad política, los bancos y demás entidades financieras seguirán, en perjuicio de todos, haciendo de la especulación una de sus actividades cotidianas, del business as usual.

 

La resaca del festín financiero. Recordatorio de amenazas y modesta propuesta de acción 

Albert Recio

Los dos últimos meses han sido intensos en medidas de gran gobierno. En intervención pública discrecional. Aquel tipo de intervención que los monetaristas habían satanizado en los inicios de la contrarrevolución neoliberal. Pero ya se sabe que una cosa son los principios y otra las necesidades. Ningún liberal se ha escandalizado por la transferencia masiva de fondos al capital financiero, la salvación de entidades en situación de quiebra, la reducción de tipos de interés para alentar el nivel de las cotizaciones bursátiles... Otra cosa hubiera sido si esta intervención se hubiera orientado a garantizar rentas salariales y pensiones, a transferir gratuitamente viviendas a la gente necesitada. Y aunque traten de presentar esta intervención como un cortafuegos para evitar males mayores a la sociedad, no podrán eludir la verdad desnuda: el capitalismo liberal ha vuelto a topar con los mismos problemas que ya provocaron se decadencia hace unos setenta y cinco años. 

Las crisis financieras han sido la tónica del periodo neoliberal. Pero mientras las anteriores tuvieron su epicentro en áreas periféricas (Latinoamérica, Asia, Rusia), o se concentraron en empresas específicas (Enron, las puntocom), ahora la crisis ha afectado de pleno al núcleo central del capitalismo financiero-especulativo (no confundir con el capital financiero de Hilferding) que ha hegemonizado la marcha de la economía neoliberal. Tenemos buenos argumentos para la crítica y la acción. Pero de momento lo que se ciernen son nuevas amenazas sobre la economía real y sobre las condiciones de vida de la inmensa mayoría de la población. 

Lo que se ha hecho hasta ahora es un plan de rescate del sistema financiero, en muchos casos endeudando a los Estados por mucho tiempo, sin cuestionar las bases organizativas de la estructura financiera mundial. No hay garantías de que los ingentes fondos destinados a la salvación bancaria reviertan en una dinamización económica. El agujero financiero, la ausencia de transparencia y la desconfianza sobre la fiabilidad de las empresas se traduce en estos casos en restricciones crediticias y “trampa de la liquidez”. Japón experimentó en la década pasada un largo período de interés cero sin que esto sacara a su economía de la crisis. No hay tampoco garantías de que la mayor liquidez de los bancos no se traduzca en nuevas operaciones especulativas. De hecho es lo que ha estado ocurriendo después de las numerosas intervenciones financieras públicas de las dos décadas anteriores. Sin una intervención pública directa y sin un desmantelamiento del ficticio edificio engendrado por el liberalismo financiero, el peligro de recaídas es evidente. Y las estrechas relaciones de los grupos financieros con los responsables políticos que van a negociar la “refundación del capitalismo” no generan confianzas. Habría que vetar a todos los políticos relacionados directamente con el mundo financiero y jubilar a todos aquellos técnicos, economistas, que han colaborado en legitimar el modelo actual (incluso exigir la devolución de más de un premio Nobel de Economía, al igual que se exige con los medallistas olímpicos pillados en un affaire de dopaje). 

Aunque el sector financiero esta en el ojo del huracán, la crisis no es meramente financiera. El desplome inmobiliario es en gran medida el producto de una sobreinversión sectorial que por fuerza debía acabar en una sobreoferta: un ejemplo de libro de lo que los clásicos llamaban “anarquismo del mercado capitalista”. La crisis de endeudamiento es asimismo el resultado de combinar políticas de expansión del consumo por un lado y de distribución cada vez más desigual de la renta por otro. Sin cambios en la distribución de la renta y en las pautas del consumo el endeudamiento creciente es inevitable. Y éste no puede aumentar indefinidamente. Sin oportunidades claras de mercado las inversiones se colapsan y la recesión es inevitable. No es sólo el sistema financiero el que está en crisis, aunque las restricciones del crédito la agudizan. 

En este contexto el crecimiento sólo podría venir, como fue en el pasado, de una expansión de la demanda pública en forma de más inversiones en infraestructuras y en servicios sociales y quizás en mayores transferencias de renta que aumentaran el consumo. Pero el dominio de la ideología del Estado demediado impide de momento desarrollar esta política y fuerza a los Gobernantes a atarse al guión de que frente a la crisis hay que ser austeros. La ayuda masiva al sector financiero agrava el problema al acrecentar el endeudamiento público en actividades que además no generan empleo. Refuerzan los argumentos en pro de la austeridad y nos conducen a un laberinto sin salidas: sólo se nos pide, una vez más, que esperemos que el capital se anime a invertir y nos saque de la crisis. O sea que “el mercado” (los capitalistas) siga siendo el agente principal de dirección económica. 

Una política que no sólo augura desempleo masivo, sino que al calor de las dificultades alienta nuevos ataques a los derechos sociales. Hay signos en todas partes: desde la promesa de Obama de reducir impuestos (y por tanto de bloquear la necesaria reforma de la Seguridad Social e inversión en servicios básicos) hasta los signos que se perciben en nuestro país. Por ejemplo que, en el protocolario encuentro Zapatero-Rajoy, éstos se pusieran de acuerdo en impulsar la reforma de la Seguridad Social. O la renuncia a dar información sobre las entidades financieras que reciban ayudas (si están en peligro: ¡que las cierren o las nacionalicen, no que lo escondan!). O la parálisis del desarrollo de la ley de dependencia (una fuente potencial de empleo y mejora en el bienestar). O el renacimiento de las propuestas de establecer el copago en las visitas a la Seguridad Social (sin tocar en cambio el sistema de gasto farmacéutico, no sea que los laboratorios y las farmacias vean mermados sus ingresos). La crisis no sólo pone en peligro el empleo, sino que implica nuevo retroceso de derechos sociales. 

La crisis puede ser también una gran coartada para bloquear cualquier intento ecológico de racionalización: Presentando como “paralizantes” las medidas de control del cambio climático y tratando de impulsar el crecimiento económico en los mismos sectores de siempre, como muestra que el plan de apoyo al sector del automóvil anunciado por Unión Europea. O, como tendremos ocasión de ver, con la las propuestas de inversión en infraestructuras. 

Planes insensatos que de momento tienen poca respuesta social. Al miedo de la mayoría de la población se suma la inexistencia de alternativas de izquierda. Ausencia debida tanto a la debilidad del pensamiento crítico y de la organización política y social de las clases subalternas como al sectarismo, autocomplacencia y desconfianza mutua que predominan en la mayoría de núcleos activos. Es hora de impulsar iniciativas de diálogo, reflexión, elaboración de propuestas y movilización. Tarea díficil pero necesaria. Que necesariamente deberá empezar por iniciativas modestas, pero que debe convertir esta crisis en una oportunidad de rectificación de la dinámica social. 

Hay además algunas cuestiones sobre las que articular demandas sociales que deberían implicar movilizaciones, demandas y políticas sociales: 

-          Extensión de los servicios sociales con objeto de aumentar el bienestar y generar empleo

-          Oposición a los recortes de derechos sociales e introducción de medidas para el control de las rentas excesivas y el desmesurado poder del sector financiero (medidas de control, transparencia, de limitaciones a la movilidad de capitales)

-          Inversiones públicas orientadas a reorganizar la actividad productiva en términos de sostenibilidad ambiental. En el mismo sentido deberían desarrollarse los planes de reorganización productiva

-          Ayudas directas a los afectados por la crisis, especialmente las personas afectadas por el paro y/o la crisis hipotecaria

-          Apoyo a las formas no capitalistas de actividad productiva (la “economía social” es un buen terreno de experimentación social)

-          Una reorganización eficaz requiere una nueva articulación del mundo laboral y la vida social: la crisis no debe acabar tampoco con las mejores políticas de conciliación de la vida mercantil y no mercantil ni con las demandas de igualdad de género 

No olvido que hay otras muchas tareas que realizar. Pero como de la educación y de la innovación ya se encargan otros, creo que una política de las clases subalternas debe ser insistente en los elementos que quiere potenciar. Sólo si convertimos propuestas de fondo en alternativas concretas y conseguimos una movilización y concienciación social adecuadas podremos evitar una nueva catástrofe social. Por ello, hoy el primer paso consiste en tejer los mimbres básicos de una adecuada respuesta social a una situación que amaga con perdurar.

 

La Comunidad de Madrid y la servidumbre del mercado 

Antonio Baylos 

Desde hace ya mucho tiempo estamos acostumbrados a que los muy activos creadores de opinión nos adviertan del rumbo anticonstitucional que han emprendido las Comunidades Autónomas del País Vasco y Cataluña. No sólo a través de la judicialización de sus iniciativas más relevantes para el marco político de la autonomía vasca y catalana, sino en general ante la denuncia de las actividades de sus gobiernos que al parecer persiguen con saña todo lo que integra el cuadro constitucional español, desde la figura del monarca hasta la lengua castellana. A la obsesión mediática generalizada se une la machacona insistencia en estos mismos tópicos de un arco político abigarrado en donde destaca el Partido Popular, el grupo de Rosa Díez y una buena parte de dirigentes de la primera generación del PSOE gobernante. En algunos casos se unen al coro denigratorio exponentes destacados del gobierno central, señalando la incorrección de mayores dosis de autonomía política exigidas por las mencionadas comunidades autónomas. Por eso está muy extendida entre la ciudadanía la idea que Cataluña y Euzkadi son los problemas de la democracia constitucional española. 

Nadie habla sin embargo de la Comunidad de Madrid y sus avatares políticos. Y eso que en el inicio de lo que hoy está sucediendo se encuentra un acontecimiento terrible que hirió profundamente la democracia como sistema de organización del poder basado en la voluntad de la mayoría. La defección de dos diputados del PSOE  en junio de 2003 impidió la constitución de un gobierno de mayoría de izquierda en la Comunidad de Madrid. A partir de allí Esperanza Aguirre pudo hacerse con la Presidencia de la Comunidad y manifestarse como un punto de referencia para el proyecto político neoliberal en el marco de la derecha política española. Ha funcionado en efecto como un agente demoledor de las estructuras públicas de servicios de interés general, desligándose además de todos los circuitos de concertación y de diálogo con los sujetos representativos de la ciudadanía social, fundamentalmente los sindicatos y las asociaciones de vecinos. En su obsesión por colocar al liberalismo como la única ideología que puede habitar el poder político, entiende que el desmantelamiento del Estado de Bienestar suministra la oportunidad de alcanzar nuevas libertades, que se sustancian en la libertad de elegir los servicios que son necesarios entre una maraña de ofertas gestionadas por y desde la esfera del mercado. 

Siguiendo una fórmula simple y repetida hasta la saciedad para poder resultar convincente, la democracia debe ser el reino de la libertad individual y no ya el medio para satisfacer las libertades de los ciudadanos. Por eso destruye la sanidad pública y demoniza la protesta contra la degradación del derecho a la salud de los madrileños reduciéndola a la acción de los “liberados” sindicales, o inevitablemente configura la enseñanza concertada como forma de acceso a la enseñanza, penalizando las escuelas y los institutos públicos. Después irá el agua y los bienes que sean precisos para alimentar el mercado y fomentar la riqueza que a través de él logran las agrupaciones privadas que organizan esos servicios para su ganancia particular. El último de sus embates ha pasado más inadvertido, al coincidir con el derrumbe de los mercados financieros internacionales, pero resulta muy emblemático de este proceder. 

Se trata del recorte del 30% de los gastos de personal de las Universidades Madrileñas, decidido unilateralmente e impuesto autoritariamente por la CAM. Para quienes no estén familiarizados con los términos presupuestarios, es un recorte brutal del llamado Capítulo 1, es decir, gastos relativos al pago de los salarios del personal docente y no docente de las universidades madrileñas. Y es una decisión que no se ha anunciado para los próximos presupuestos, sino que modifica y revoca un acuerdo entre instituciones, el llamado Contrato-Programa, en el que estas sumas estaban comprometidas. La medida habla por sí misma. No se refiere a las obras de infraestructuras en marcha –que afectaría a compromisos con constructoras y otras empresas– ni a otros capítulos presupuestarios. El salario del personal docente e investigador y del personal de administración y servicios es el objetivo de esta medida del gobierno de Madrid que se justifica totalitariamente en aras a un interés superior y general, el recorte de gastos debido a la crisis económica. Inútil comparar el montante de esta suma con lo que se invierte en publicidad institucional, o con el mantenimiento de los fastos que adornan la región. Los trabajadores de la Universidad Pública no pueden recibir sus salarios pero es imprescindible anunciar los logros sociales de la Región a la opinión pública. 

Una actuación tan obstinada contra la idea del Estado Social jamás ha sido valorada como anticonstitucional, como peligrosa para la democracia. Sin embargo la servidumbre de la ciudadanía al mercado y la sumisión que éste genera mediante la violencia de la necesidad no ha sido el elemento que ha construido la nueva comunidad política española nucleada en torno a la Constitución de 1978. En ésta, las decisiones claves sobre los asuntos sociales globales tienen un marco muy preciso en torno a la idea del servicio público de la sanidad y de la educación, que actúan principios igualitarios de nivelación social a través de la desmercantilización de las necesidades sociales. A la Comunidad de Madrid sólo se le enfrentan por ello los sindicatos. Son los únicos que parecen haber entendido que la ciudadanía social no puede aniquilarse en un territorio autónomo en el que sus gobernantes gozan de una impunidad mediática y política inexplicable. Sobre ella se edifica sin embargo uno de los atentados más permanentes y constantes a los derechos sociales y a los ciudadanos que trabajan que se hayan producido en España en los últimos veinticinco años, es decir, uno de los mayores atentados contra la democracia que se conozca en ese tiempo.

 

 

Justicia de largo recorrido 

Juan-Ramón Capella 

En un país que exilia, encarcela y asesina a sus poetas todo es posible. Hasta es posible que sesenta años después del genocidio franquista un fiscal se oponga al auto del juez Garzón que busca establecer los hechos de aquellos asesinatos abominables. 

Lo más bonito de la actuación del fiscal es su tergiversación de la propia memoria. Afirma que los hechos están amnistiados por los pactos de la transición. No es así. Los pactos que llevaron a la constitución de 1978 incluían un acuerdo de amnesia. Pero fue un gobierno preconstitucional, anterior a eso, el primero de Adolfo Suárez, el que dictó los decretos de amnistía, hechos a la medida del poder reformista, no rupturista, que los dictaba. Gracias a estos decretos nunca ha sido posible investigar las responsabilidades no ya políticas del genocidio franquista, sino las criminales, y tampoco ha sido posible establecer siquiera, simplemente, las responsabilidades civiles. El estado alemán aún hoy paga por los crímenes nazis, muchos de ellos cometidos, como los franquistas, contra su propia población. El estado español nada de nada. Hoy se protege desde el estado a las víctimas del terrorismo de hoy, pero se ponen trabas al reconocimiento de las víctimas del terrorismo franquista, que además fue un terrorismo de estado. 

Vergüenza para los que gobiernan y para los que han gobernado. 

La oposición del fiscal al auto del juez Garzón posiblemente encontrará respaldo en el conservadurismo mayoritario entre los magistrados de la Audiencia Nacional. ¿Qué podemos esperar, cuando sólo de boquilla es estado de derecho el estado español? Para que un estado al menos parezca un estado de derecho se necesitan magistrados neutrales, que actúen a tiempo, según la ley.  En este caso la ley es la ley universal, superior incluso a la constitución, que hace imprescriptibles los delitos de genocidio y de lesa humanidad. 

Las asociaciones y los familiares de víctimas del franquismo tendrán que hacer probablemente un largo recorrido jurídico. Es altamente probable que las magistraturas de la Unión Europea les den la razón si se recurre a ellas. Pero tememos que primero habrá que pasar por el sainete jurídico español, donde la justicia cobra las dimensiones del esperpento.

 

 

65 Horas  

José Manuel Barreal San Martín 

La clase trabajadora o, como algunos gustan decir, “el movimiento obrero” (hoy obreros en movimiento), escribió páginas heroicas en la historia de Europa, y de España en particular. Recordemos, por remontarnos al siglo XIX, las huelgas de los mineros vizcaínos, en el 1890, para reivindicar las 10 horas de trabajo diario en vez de las 12 que trabajaban. Ya en el siglo XX, la ley española de marzo de 1904 permitía el descanso dominical. En agosto de 1913, se estableció la jornada de 60 horas semanales en la industria textil. Durante la Segunda República se incidió en las mejoras hacia los agricultores y el 21 de noviembre de 1931 “se estipuló un permiso anual retribuido de siete días, con la condición que la duración mínima del contrato fuera anual”. Todo, con el concurso de la clase trabajadora en sus  luchas sociales. 

Tras la dictadura  franquista, el Estatuto de los Trabajadores estipula la jornada laboral en 42 horas semanales para el trabajo en jornada continua y 43 para la partida. En 1983 se reduce la jornada máxima a 40 horas semanales y 30 días de vacaciones como mínimo, que es como está actualmente. 

En un trabajo de los profesores catalanes Montserrat Llonch y Jordi Maluquer, se explica cómo la mejora de los salarios y la disminución del tiempo de trabajo, desde el siglo XIX hasta el actual, han actuado como factores de crecimiento, además de implicar cambios hacia la organización del trabajo, contribuyendo, en su momento, a generar puestos de trabajo así como calidad de vida. 

Es evidente que ahora mismo ya no es así. La precariedad laboral, el decrecimiento de los salarios, la contratación “leonina”, la devaluación de la vida laboral avanzan como caballo de Atila por Europa. Y ahora las 65 horas. No olvidemos que hace unos diez años, en Francia y en Alemania, se introdujo en algunos sectores laborales las 35 horas. Hoy cuestionadas y en franco retroceso. 

Los últimos dieciséis años se han caracterizado por fuertes incrementos empresariales y de la economía, sin embargo los salarios reales apenas crecieron en un 1,5%. Es obvio, y no deja lugar a muchas dudas,  el retroceso experimentado en lo que fueron conquistas sociales y económicas de los trabajadores. No es exagerado decir que nos retrotrae a las puertas del siglo XIX: en el año 1870 los obreros de la industria manufacturera estaban en 64 horas. Según los datos del Eurostat, en España la jornada laboral media está en 41,1 horas, por encima del máximo legal de 40 horas. 

Con las 65 horas aprobadas por el Consejo de Ministros de Empleo y Política Social de los 27 de  Europa, se acaba de derogar la jornada de 48 horas semanales establecida  en 1917 por la OIT. Y se admite que el empresario y el trabajador pacten jornadas de hasta sesenta horas, incluso de 65. 

Para explicar tal involución social se recurre a argumentos como la complejidad de la sociedad actual y por lo tanto del mundo laboral, o como el de que no todos los trabajos son iguales, lo cual justificaría la libertad de pacto entre las partes en función de los intereses más convenientes a ambas (la imposición de una sola norma perjudicaría y no contentaría a ninguna). Es, efectivamente, pura y simple falacia. Típico caso de esquizofrenia política. 

Así  las cosas, ¿cómo nos podemos extrañar de la anomia ciudadana en la participación política y social?; ¿cómo se puede pedir a la juventud que “no pase”?. Hace bastante tiempo que los gobiernos, independientemente de su color, han perdido soberanía para dejarla en manos de eso que llaman “mercado”. Europa no puede ser solamente un espacio económico y de la flexibilidad. Tiene que ser también el espacio de los valores, de los derechos humanos, de la justicia y de la solidaridad. 

Ya Paul Lafargue comentaba que “nuestra época es el siglo del trabajo”; y, efectivamente, éste es el siglo de la explotación global, de la miseria y de la corrupción.

 

     

La biblioteca de Babel

Maxwell Bennett, Daniel Dennett, Peter Hacker y John Searle
La naturaleza de la conciencia. Cerebro, mente y lenguaje

Barcelona, Paidós, 2008
 

Todo el mundo tiene una idea aproximada de qué significa ser consciente. Desde sentir dolor tras una caída o placer erógeno hasta sentir temor por un despido o cierto éxtasis al escuchar a su compositor favorito. Pero todo el mundo también, intuitivamente, piensa que eso real que siente es algo de otro orden distinto que la silla sobre la que descansa, la escoba con la que barre o los pucheros de su cocina. En intuiciones de esta índole arraiga la doctrina llamada ‘dualismo’, que postula la existencia de dos tipos de entidades en el mundo, las físicas y las mentales.

Aceptar hoy, sin embargo, el dualismo, comporta echar por tierra toda la concepción científica del mundo forjada laboriosamente durante cuatro siglos. Por ello, muchos científicos y filósofos creen que de admitir la existencia de la conciencia, habría que aceptar el dualismo y, en consecuencia, eliminan la conciencia por la vía de reducirla a otra cosa.

¿Cómo encaja la conciencia en el orden natural? ¿Cómo es posible que un mundo que se compone íntegramente de partículas materiales en campos de fuerza pueda contener sistemas conscientes? ¿Cómo, en fin, se puede explicar que un sistema físico como el cerebro pueda experimentar?

Se han hecho en los últimos tiempos notables progresos para dar respuesta a estos interrogantes o, al menos, para encauzarlos de manera atinada, pero el asunto de la conciencia, en cuanto afinamos un poco nuestras preguntas, continúa resultando un gran misterio, acaso uno de los escollos más importantes en la búsqueda de una comprensión científica del universo. En estas circunstancias no ha de resultar extraño que el problema de la conciencia encuentre hoy su tratamiento más adecuado en la frontera entre la ciencia y la filosofía. Las ciencias empíricas suministran un inmenso caudal de información pertinente −desde la psicología a la inteligencia artificial pasando por la neurociencia, la etología o la teoría de la evolución−, pero no menos relevancia tienen la elucidación filosófica −el tipo de enfoque con el que abordamos el problema (¿sólo cabe moverse en el dilema entre dualismo o materialismo reduccionista?)− o las nociones que utilizamos (¿es correcto atribuir predicados psicológicos al cerebro?), que acaban repercutiendo en la investigación empírica.

Impulsados, precisamente, por un afán de evaluar y esclarecer las bases conceptuales del tratamiento científico de la mente, el neurocientífico M. Bennett (director del Brain and Mind Research Institute) y el filósofo P. Hacker (uno de los principales expertos en la filosofía de Wittgenstein) escribieron conjuntamente el libro Philosophical Foundations of Neuroscience, publicado en el año 2003 por la editorial Blackwell. En él consagraron dos de sus capítulos a criticar los planteamientos de D. C. Dennett y J. R. Searle, dos de los más importantes filósofos de la mente, considerados los más leídos por la comunidad científica, y que, por otro lado, llevan años manteniendo también entre ellos una apasionado debate (véase, por ejemplo, J. R. Searle, El misterio de la conciencia, Barcelona, Paidós, 2000, cap. V). D. C. Dennett ha ofrecido una actualización de su planteamiento desarrollado en La conciencia explicada (Barcelona, Paidós, 1995) en el libro recientemente traducido al castellano Dulces Sueños. Obstáculos filosóficos para una ciencia de la conciencia (Buenos Aires, Katz, 2006).

En otoño de 2004, en una sesión convocada por la American Philosophical Association Dennett y Searle tuvieron la oportunidad de replicar a las críticas de Bennett y Hacker. El apasionado debate surgido de este encuentro, entre los tres destacados filósofos y uno de los más eminentes neurocientíficos contemporáneos, es lo que recoge fundamentalmente el libro que presentamos.

Por obvios motivos este volumen, publicado originalmente en 2007, se abre con la historia de la polémica y con una selección de pasajes de algunos capítulos de la obra mencionada de Bennett y Hacker. Pero, sin duda, lo más interesante son las réplicas de Dennett y Searle así como el comentario a las mismas de Bennett y Hacker. Tras leer estas páginas, uno no puede estar más de acuerdo con el comentario de Anthony Kenny que se puede leer en una de las sobrecubiertas del libro: “Los temas que abordan estos cuatro pensadores no se reducen a la neurofisiología y la filosofía de la mente, sino a la naturaleza de la propia filosofía y su relación con la ciencia”. La profundidad que alcanza la discusión –que no tolera la lectura precipitada− se ve gratamente compensada por el entusiasmo y la pasión intelectual que ponen sus protagonistas en la defensa de sus argumentos.

Una importante contribución, sin duda, a un tema apasionante y de creciente interés a la luz del ritmo de publicaciones sobre la materia. Lo cual no ha de sorprender: pues la conciencia ocupa un lugar central en la comprensión de nuestra misma existencia como seres humanos.  

[Xavier Pedrol]

 

Eduardo Galeano
Espejos. Una historia casi universal

Siglo XXI, Madrid, 2008, 365 páginas
 

Es éste un libro para leer a sorbitos. Si se hubiera escrito en otra época y en otra tradición se podría haber titulado Vademecum de ejemplos predicables. El libro recoge cientos de pequeñas historias que siempre cuentan algo: desde lo más antiguo a lo más cercano. Todas las historias que aquí se cuentan tienen los mismos elementos en común: recordar cómo es nuestro mundo, llamar a cada cosa por su nombre, explicar qué ha sido de los vencidos y cómo los vencedores adornan su victoria… aclarar y recordar.

El libro recoge una parte de la historia de la humanidad. Como si de granos de mostaza se tratase, Galeano planta en el papel historias que hablan de los mitos, las guerras, la música, las iniquidades miles, el fútbol, la vida de la gente o la pintura. Si se lee de corrido puede parecer un libro de curiosidades, bien leído abre el apetito.

[Antonio Madrid]

 

Devedeando, que es gerundio

Juan Antonio Bardem
Siete días de enero

Filmax, 2008

Antonio Hernández
F.E.N
.
Filmax, 2008
 

En estas fechas tan señaladas para todos nosotros, a un mes de cumplirse el treinta aniversario de la lluvia de libertades que nos prodigó la aprobación de la Constitución, qué mejor que sumarse a los fastos con un repaso a algunos títulos del cine español de la época. A servidor de ustedes, que era aún pequeñito por esas fechas, lo tenían ya casi convencido de que lo único destacable en la producción cinematográfica de la llamada “transición” fue el cine del “destape” y las muy ibéricas gestas de Mariano Ozores (así al menos me lo parecía a mí en mi candidez cuando le echaba un vistazo a la cartelera, sintomática de la concepción que el grueso del cine español actual tiene sobre la recuperación de la memoria histórica), pero hete aquí que, por lo visto, había vida cinematográfica más allá del muslo y la pechuga. Aunque, todo hay que decirlo, la filmografía tampoco es para tirar cohetes, hasta la fecha se ha editado en DVD una parte sustancial de las películas de temática política y social más interesantes de la época, a saber: Operación Ogro, de Gillo Pontecorvo, El diputado, de Eloy de la Iglesia, o La fuga de Segovia, de Imanol Uribe, amén de otras que empezaban a indagar desde la izquierda en lo que había sido la guerra civil y el franquismo, como Caudillo y Queridísimos verdugos, de Basilio Martín Patino, o Las largas vacaciones del 36, de Jaime Camino (de quien se echa en falta una edición en DVD de La vieja memoria). A todas éstas se vinieron a añadir hace unos meses las que aquí reseño. 

Siete días de enero (1978), dirigida por Juan Antonio Bardem y con guión del propio Bardem y de Gregorio Morán (sí, sí, el de Miseria y grandeza del Partido Comunista de España), y que se sitúa cronológicamente entre dos auténticas curiosidades del director madrileño, El puente y Advertencia, rememora el desdichadamente célebre “crimen de Atocha”, el asesinato de cinco abogados laboralistas perpetrado a principios de 1977 por un grupo vinculado a la extrema derecha. Aunque este filme no puede considerarse una de las obras más redondas de Bardem, posee la particularidad de que el relato de los hechos se realiza en su mayor parte desde el punto de vista de quienes cometieron la matanza, además de conjugar con originalidad la ficción, la reconstrucción histórica y algunas imágenes documentales. En definitiva, uno de los títulos clave del cine político hecho durante la “transición”, especialmente aleccionador sobre el clima de violencia política vivido en la época. 

En cambio, F.E.N. (1979), primera obra del director salmantino Antonio Hernández (quien después ha desarrollado una carrera de bastante éxito dedicándose a un cine más comercial), pertenece a un género que podríamos calificar de “ajuste de cuentas con el pasado”. La acción transcurre durante las vacaciones de verano en un colegio-internado regentado por una conocida orden religiosa, donde se producen las situaciones que solían ser habituales en muchas instituciones de este tipo: castigos crueles y absurdos, memorización de datos inútiles, insinuaciones sexuales, etc.; sólo que en el caso de F.E.N., los alumnos duplican en edad a los “padres”… En resumidas cuentas, una película grata y catártica para quienes tuvieran que padecer los rigores de la educación nacional-católica. 

[Carles Mercadal]

 

Foro de webs

DESC
http://www.descweb.org

El Observatorio de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) es una entidad formada por diversas organizaciones dedicadas a la defensa de la paz y de los derechos humanos. Su objetivo es poner de relieve la indivisibilidad de los derechos humanos civiles, políticos, sociales, culturales y ambientales, así como velar por su igual garantía a todas las personas. Con ese propósito, participa en campañas locales e internacionales de reivindicación de los derechos sociales y promueve acciones de investigación y denuncia de sus vulneraciones. 

Comunicado DESC: “Desahucios exprés en el marco de la crisis: un despropósito que vulnera las obligaciones estatales en materia de Derecho a la Vivienda” 

Actualmente, DESC se hace eco del Anteproyecto de Ley de Fomento del Alquiler de Viviendas, validado ya por Consejo General del Poder Judicial, por el que se pretende potenciar el mercado de los arrendamientos urbanos mediante ayudas a fondo perdido a propietarios de viviendas vacías y la agilización de los desahucios por motivos económicos (el llamado“desahucio exprés”). El comunicado completo puede leerse en http://www.descweb.org/?q=es/node/228

 

ATTAC presenta sus propuestas para superar la crisis
http://www.attacmallorca.es/2008/10/21/attac-presenta-sus-propuestas-para-superar-la-crisis/ 

ATTAC ha denunciado, durante esta última década, el poder de los mercados financieros sobre la economía real y cómo este enfoque neoliberal contenía más peligros que ventajas. A la luz de los últimos acontecimientos que han llevado al actual sistema económico mundial a una crisis con precedentes históricos, ATTAC, que reúne a académicos, economistas, sociólogos, periodistas, profesionales, trabajadores y activistas de toda Europa, ha preparado una batería de acciones sistémicas para hacer frente a la actual crisis económica. 

-          Cooperación internacional: Los dirigentes del mundo deben sentarse juntos y diseñar una nueva arquitectura financiera y económica sobre la base de políticas democráticas que controlen los mercados financieros. La política tiene que estar de nuevo por encima de la economía y no al revés. 

-          Mitigar los efectos de la crisis de acuerdo con el principio "el especulador paga": Crear en cada país un fondo de crisis alimentado por una única imposición extra sobre todos los ingresos de capital por encima de 50.000 euros y un 1% de impuesto extra sobre todos los beneficios de las empresas del sector financiero. 

-          Control democrático sobre el Banco Central Europeo (BCE): Cambiar las políticas monetarias del BCE a favor de un crecimiento sostenible, del empleo y de la redistribución de la renta, bajo la estricta supervisión del Parlamento Europeo. El BCE debe establecer de inmediato los controles de capital en el continente con el fin de estabilizar todo el sistema económico y ayudar a establecer un ordenamiento impositivo común que evite el dumping fiscal, la evasión tributaria y la competencia existente entre los seguros de depósitos entre los diferentes países. 

-          Fiscalidad para evitar la especulación: Se necesitan, con carácter de urgencia, impuestos sobre todo tipo de transferencias financieras a fin de terminar con la especulación, de ralentizar la velocidad de circulación de los capitales en los mercados financieros y de poner fin al cortoplacismo. Esto incluye un marco multilateral de impuestos sobre todas las transacciones monetarias para desalentar las operaciones especulativas a corto plazo a través de las fronteras. 

Asimismo, la implantación de esa tasa global sobre los movimientos de capital entre naciones, conocida como tasa Tobin, puede financiar la puesta en marcha de un New Deal ecológico a nivel mundial que dirija sus objetivos hacia el mantenimiento y la recuperación de los perecederos bienes naturales. 

-          Cerrar los paraísos fiscales y centros off-shore: No hay ningún argumento económico razonable en favor del mantenimiento de la situación de territorios económicos privilegiados como son los paraísos fiscales. Es por esto que su función delictiva debe ser completamente cerrada y deben someterse a impuestos globales. 

-          Creación de bancos públicos: Debe invertirse la tendencia de la banca pública a transformarse en bancos comerciales e intermediarios de inversión con ánimo de lucro. Los bancos públicos sin ánimo de lucro deben ser fortalecidos y quedar exentos de la actual legislación europea en materia de competencia. El Tesoro Público debería poseer, al menos, algunos de los principales bancos para proporcionar financiación estable para un desarrollo sostenible y justo. 

-          Paralización del proceso de ratificación del Tratado de Lisboa y reformulación de un nuevo marco constitucional para Europa, lejos del neoliberalismo, demás de convocar elecciones a un Parlamento Constituyente y la correspondiente redacción de una nueva Carta Magna, discusión y aprobación por los distintos Parlamentos Nacionales y aprobación mediante referéndum europeo. 

La política tiene que estar de nuevo por encima de la economía. El especulador es el que debe pagar la crisis, no el contribuyente. Es necesario un control democrático sobre bancos, además de incentivar la fiscalidad para evitar la especulación. 

ATTAC España. 20 octubre 2008

 

 

PÁGINAS-AMIGAS

Centre de Treball i Documentació (CTD)
http://www.cetede.org

Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas
http://www.ucm.es/info/nomadas

El Viejo Topo
http://www.elviejotopo.com

La Insignia-
http://www.lainsignia.org

Sin permiso
http://www.sinpermiso.info/

 

 

Revista mientras tanto

Número 106

 mientras tanto
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Primavera 2008

106

NOTAS EDITORIALES
Cómo recomponer la izquierda

A. Recio

¿Es eficaz la ley integral contra la violencia de género?

J. A. Estévez

Apuntes sobre la Universidad española: el desarorrollo del mercado universitario

A. Madrid

La ofensiva pro-nuclear, una amenaza que debe tomarse en serio

J. Sempere

MONOGRÁFICO SOBERANÍA ALIMENTARIA: ARTÍCULOS
LA CONSOLIDACIÓN DEL PODER ALIMENTARIO DEL NORTE: POLÍTICAS Y PROGRAMAS PARA DESTRUIR LA SOBERANÍA ALIMENTARIA DEL SUR

Gerad Coffrey, Ana Lucía Bravo y Cecilia Chérrez

LIBRE COMERCIO FRENTE A PEQUEÑOS CAMPESINOS
Walden Bello

DIEZ RAZONES POR QUÉ UNA NUEVA REVOLUCIÓN VERDE PROMOVIDA POR LA ALIANZA DE ROCKEFELLER Y LA FUNDACIÓN DE BILL Y MELINDA GATES NO RESOLVERÁ LOS PROBLEMAS DE POBREZA Y HAMBRE EN ÁFRICA SUB-SAHARIANA
Eric Holt-Gimenez, Miguel A. Altieri. y Peter Rosset

COOPERACIÓN Y SOBERANÍA ALIMENTARIA EN EL CONTEXTO DE LA GLOBALIZACIÓN
Alex Guillamon

MIRANDO HACIA EL FUTURO: LA REFORMA AGRARIA Y LA SOBERANÍA ALIMENTARIA
Peter M. Rosset

LA RUPTURA DEL CONSENSO EN TORNO A LOS AGROCOMBUSTIBLES
Eric Holt-Giménez e Isabella Kenfield

EL MOVIMIENTO POR UN COMERCIO JUSTO: DEBATES Y DESAFÍOS
Esther Vivas

RECURSOS EN LA RED
Documento: Declaración de Nyéléni

RESEÑA
Nuestros primos cercanos: chimpancés y bonobos

A. Barceló

 

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Número 107 (en prensa)

 mientras tanto
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2008

107

María Rosa Borràs, in memoriam.  

NOTAS EDITORIALES
¿EL FINAL DEL NEOLIBERALISMO?

Albert Recio

EUROPA SÍ, EUROPA NO
José Antonio Estévez

UNA BRISA FRESCA JUNTO AL CASPIO
Josep Torrel

ARTÍCULOS
Aproximaciones anómicas al campo del género
 

HOMOSEXUALIDAD, MASCULINIDADES, E IDENTIDAD GAY EN LA TARDOMODERNIDAD: EL CASO ESPAÑOL
Oscar Guasch

¿DE LA DESCONSTRUCCIÓN A LA (RE)ESENCIALIZACIÓN? GÉNERO, HETEROSEXUALIDAD OBLIGATORIA Y MINORÍAS SEXUALES
Laurentino Vélez-Pellegrini

RECONSTRUIR LA IDENTIDAD MASCULINA: UNA OBLIGACIÓN POLÍTICA
Daniel Gabarró

LA IDENTIDAD DE GÉNERO: DOS REFLEXIONES DESDE UNA PERSPECTIVA TRANS
Andrea Planelles
 

OTROS ARTÍCULOS
MARXISMO Y DESARROLLO
Bob Sutcliffe 

PANE LUCRANDO. OCTAVI PELLISA Y EL QUEHACER REMUNERADO
Josep Torrell

SE HA APAGADO UNA VOZ IMPRESCINDIBLE: RECORDANDO A DAVID ANISI

RESEÑAS
LA IDENTIDAD SEXUAL EN EL EMBUDO DE LA IDENTIDAD DE GÉNERO
Antonio Giménez Merino

GHANDI. UNA ANTOLOGÍA
Pere Ortega 

CITA
 

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