mientrastanto.e Num. 61 del 09-2008

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Maria Rosa Borràs: in memoriam
El último día del pasado mes de agosto fue también el último de la vida de nuestra querida amiga y compañera Maria Rosa Borràs, vinculada desde muy joven a la izquierda social...

Paro masivo y atonía política
Por Albert Recio

Nuevas aventuras de la directiva Bolkestein
Por José A. Estévez Araújo 

La biblioteca de Babel
· Laurentino Vélez-Pelligrini
Minorías sexuales y sociología de la diferencia. Gays, lesbianas y transexuales ante el debate indentitario

· Àngels Carabí y Josep María Armengol (eds.)
La masculinidad a debate

Devedeando, que es gerundio
·
Tomás Gutiérrez Alea
La muerte de un burócrata (1966)

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· Contenido del nº 106


Número 61
Septiembre de 2008
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Maria Rosa Borràs: in memoriam

El último día del pasado mes de agosto fue también el último de la vida de nuestra querida amiga y compañera Maria Rosa Borràs, vinculada desde muy joven a la izquierda social de este país, y a la que tantos de nosotros, lectores, hemos tenido ocasión de encontrar en numerosas iniciativas emancipatorias. Para las gentes de la redacción de mientras tanto, Maria Rosa ha sido un punto de referencia central en las tareas editoriales y de concepción y  elaboración de esta revista. En realidad ha sido mucho más que eso. Por tal razón queremos compartir nuestra pena con vosotros, aun a sabiendas de que todo lo que se diga sobre Maria Rosa resultará pobre e insuficiente para describir a una mujer de personalidad muy compleja y ejemplar, a una inteligente y voluntariosa militante roja.

Maria Rosa Borràs fue probablemente la primera persona en apreciar el magisterio de Manuel Sacristán, profesor suyo de filosofía cuando ella cursaba bachillerato. Sacristán, en cuya amistad permaneció toda la vida, no fue la única influencia protocomunista en su formación —en la época de referencia el filósofo aún no se había acercado al partido—: María Rosa tuvo también como profesora particular de griego a Ascensión Sanz de Arellano, una militante comunista, miembro del Comité Central del Psuc en los años cuarenta. No puede extrañar por eso que Maria Rosa Borràs fuera la primera mujer que entrara a formar parte de la organización universitaria, naturalmente clandestina, del Psuc. Pronto se unieron a ella otras mujeres: Juliana Joaniquet, Nisa Torrent, Pilar Fibla, Carme Miró, Elisa Vallès y un cada vez más largo etcétera.

María Rosa fue protagonista involuntaria de una de las primeras detenciones en el seno de la organización universitaria comunista barcelonesa. La pillaron repartiendo octavillas para la Jornada Nacional de Protesta convocada por el PCE junto con un compañero. Soportó torturas y palizas que le dejaron importantes secuelas, alguna de las cuales tendría que soportar toda su vida; pero logró lo más importante para un comunista: no hablar, no darle a la policía la ocasión de detener a otros. Vino después una prudente etapa de exilio en la República Democrática Alemana. María Rosa aprovechó el tiempo para profundizar en los estudios de filosofía que han constituido su especialidad, y también para el aprendizaje de lenguas, en particular la alemana y la inglesa, gracias a lo cual podría sobrevivir como traductora a su regreso a Barcelona.

Ese regreso, mediados los años sesenta, comportó la renovación de su militancia política; lo que antes era actividad de unos pocos, escasísimos, había pasado a ser, gracias al esfuerzo de esos pocos, actividad de una pequeña multitud. En ella María Rosa revelaba, justamente, la atención y el respeto por las cosas pequeñas y modestas necesarias: por ejemplo, la atención por las reglas que buscaban la seguridad en la práctica política ilegal. Enseñaba y transmitía los principios de la actividad política clandestina. En esas tareas desplegaba, por otra parte, un sentido del humor particularmente inventivo, más bien negro, que se situaba en las antípodas del sectarismo que todo grupo cerrado suele segregar. Un humor contenido, nada exhibicionista, discreto: ese humor y esa discreción la caracterizarían siempre. Las pequeñas cosas, a poco que se repare en ellas, no lo son tanto. No era pequeña cosa, por otra parte, que en el “paro forzoso” que supone para una madre criar y llevar adelante a una hija —lo que es todo lo contrario que el “paro”— encontrara tiempo no sólo para militar sino también para un solvente trabajo como traductora; o que, militando, entre tantas urgencias, buscara crear un grupo de estudios de filosofía para militantes. Para María Rosa Borràs la reflexión era uno de los puntos de apoyo de la creatividad política.

Las responsabilidades de María Rosa en el Psuc fueron varias, ligadas a la responsabilidad —por elección— de una célula de “intelectuales” y a diversas “comisiones” de trabajo. Como partícipe de una de ellas, la “comisión de unidad”, representó al Psuc ante otras fuerzas políticas y agrupamientos sociales y tomó parte activa en la constitución de la Comissió Coordinadora de Forces Polítiques de Catalunya, el primer organismo político unitario de la oposición antifranquista.

Pero si esta representación del Psuc se enmarca en lo que podríamos llamar “política por arriba”, la iniciativa de María Rosa estaba puesta sobre todo en la “política por abajo”: a ella, y al pequeño grupo de mujeres comunistas encabezado por Giulia Adinolfi, se debe la iniciativa de impulsar el Moviment Democràtic de Dones, seguramente la primera iniciativa feminista del comunismo en nuestra cultura.

Con la recuperación de las libertades políticas Mª Rosa pudo finalmente obtener una cátedra de filosofía de instituto y dedicarse a la elaboración de una tesis doctoral sobre la filosofía moral de Kant, su filósofo favorito. Su paso por la enseñanza la llevó a la dirección de un IEM y luego a tareas de inspección, desesperantes para ella dada la cobertura política que los gobiernos de la derecha catalana daban a los centros religiosos incumplidores. De esa época datan numerosas publicaciones sobre materias educativas.

La crisis del movimiento comunista fue vivida por María Rosa Borràs sin desnortarse, sabiendo atenerse a lo esencial de su impulso moral y social. En la redacción de mientras tanto la suya era una voz central. Sus colaboraciones en esta revista y en mientras tanto electrónico la muestran tal como era: austera, precisa, inteligente, con un punto de vista moral y político siempre inobjetable.

María Rosa Borràs y su compañero, Antoni Montserrat, figuraron entre los refundadores del Psuc, del Psuc-viu, de cuya secretaría política formaron parte, y donde María Rosa se inventó de nuevo una militancia comunista renovada hasta que una cruel enfermedad la puso fuera de juego. Continuó el diálogo con otros en un blog que puede encontrarse en internet y que constituye también, bien leído, un excelente retrato suyo.

Compartimos el dolor de su compañero Antoni, que estuvo siempre a su lado a lo largo de una dolorosa y cruel enfermedad, tras casi cuarenta años de convivencia; de su hija Esther, que ha heredado, o más bien compartido, tantos rasgos del carácter y de la idealidad de su madre; de su nieto Raül, todavía demasiado pequeño para entender que ha tenido una grandísima abuela. Estamos de duelo. La echamos de menos y nunca podremos olvidarla.

La redacción

 

Paro masivo y atonía política

Albert Recio

 I

El paro sigue su escalada rampante. Hace sólo dos años asistía a un debate sobre perspectiva social auspiciado por el Ayuntamiento de mi ciudad. Los técnicos que enmarcaban el debate empezaron por presentar los hechos estilizados y el primero de ellos es que habíamos alcanzado el pleno empleo. Hace menos tiempo en otro debate de presuntos expertos en mercado laboral y migraciones, una persona con gran prestigio social en la predicción económica insistía en la necesidad de priorizar las políticas de empleo orientadas a la contratación de inmigrantes para garantizar la continuidad del crecimiento. En ambas ocasiones no fui el único en cuestionar esta visión optimista, aunque quienes lo hicimos éramos conscientes de actuar a contracorriente. Se trataba en todo caso de debates sin relevancia social, pero indicativos de hasta qué punto las élites intelectuales habían interiorizado un discurso incapaz de presentir el peligro de un terremoto. Aún en un momento donde ya se podían percibir los primeros síntomas del fin de ciclo. Y cuando para mucha gente empezaba a ser evidente que una economía tan dependiente de la construcción como la española tenía todos los números para entrar en una recesión grave. 

Los errores de previsión han sido generales. En buena parte producto de un tipo de análisis estadístico que tiende más a extrapolar el pasado que a detectar las señales de cambio, que olvida el análisis detallado de los procesos productivos y que se limita a estudiar unas pocas variables, a menudo poco informativas. A las limitaciones del análisis técnico hay que sumar además la lectura de los políticos, siempre orientados al optimismo cuando están en el poder y a la crítica en la oposición. La lentitud en reconocer la crisis por parte del Gobierno se entiende por esta combinación de falta de lectura realista y tendencia a eludir las malas noticias. 

II 

Como ya comenté en una nota anterior, la crisis actual es el resultado de factores diversos, algunos de los cuales son específicos de la economía española y apuntan a una situación potencialmente más grave que la de otras economías con mayores posibilidades de respuesta. Y frente a esta situación comprometida, el Gobierno sigue considerando que estamos ante un mero ajuste temporal con fecha de caducidad. Sería bueno que alguien revisara lo que ocurrió en periodos anteriores (en las décadas de los setenta o de los ochenta) y tomara nota que también entonces se iban fijando plazos cortos de recuperación que se iban incumpliendo paulatinamente. Lo de la “corta recesión” del 92-95 no vale mucho porque la situación es distinta: ni ahora se puede devaluar la peseta como se hizo entonces (para mejorar la balanza de pagos) ni es pensable que se inicie un ciclo rápido de inversión inmobiliaria. 

A mi entender, en el caso español se da la combinación de una fase recesiva general con los problemas específicos de la estructura económica española, de su posicionamiento en la estructura económica mundial, en el marco del tipo de empresas que controlan el poder económico. Siempre es atrevido jugar a agoreros. La realidad económica es tan compleja que siempre existen más posibilidades de evolución que las que somos capaces de advertir a simple vista. Pero o las alternativas están tan encubiertas que aún no se perciben o, como estimo más realista, podemos esperar otro largo período de desempleo masivo, de graves situaciones sociales, de incertidumbre y pesimismo. 

III 

La respuesta del Gobierno es pobre. No podía ser de otro modo dada su mediocridad y la pobreza de análisis que predomina en sus asesores. En su descargo hay que decir (aunque ellos han colaborado también a esto) que el Gobierno carece de los instrumentos básicos que en otras ocasiones constituyen respuestas a las crisis: tipo de cambio, política monetaria e incluso buena parte de la política presupuestaria están fuera de su margen de actuación.  Pero en su respuesta ni cuestiona la importancia de estas limitaciones ni ofrece un planteamiento de una mínima coherencia, a menos que se considere como tal la sumisión a los imperativos de la ortodoxia económica dominante o la respuesta a los grupos de presión. 

El programa de medidas que se ha ido perfilando más bien parece un intento de decir que se están haciendo muchas cosas que de situar en serio los problemas de fondo. 

Se combinan medidas de sostenimiento de las demandas, para que la actividad económica no decaiga en los sectores económicos dominantes (construcción y automóvil), con políticas depresivas que más bien frenarán la creación de empleo: especialmente los anunciados recortes del presupuesto corriente o la reducción en un 70% de la oferta pública de empleo. Cuando todo el mundo era keynesiano, y predominaba algo más de sentido común, se daba por hecho que la expansión del empleo y el gasto público era un medio para mantener el empleo y propiciar la recuperación económica. Ahora hemos vuelto a los viejos tiempos del escolasticismo liberal que convierte el déficit público en pecado y al empleo público en sospechoso. 

La parte pomposa es la de las reformas estructurales. Pero nadie puede esperar de ello otra cosa que más de lo mismo. Empezando por la eliminación del impuesto del Patrimonio (un impuesto modestamente recaudatorio pero útil para controlar la riqueza de la gente adinerada), una verdadera insensatez e injusticia social. En un país donde algunos se han hecho ricos con operaciones patrimoniales es una grosería hablar de austeridad cuando se les perdonan impuestos. Una auténtica demolición de la imposición al capital iniciada por las Comunidades autónomas con eliminación paulatina de los impuestos de sucesiones y donaciones y culminada ahora por el Gobierno. Y aún tienen la caradura de presentarse como socialdemócratas. 

El resto es lo de siempre, reformas orientadas a promover el mercado, la competencia. Sin antes hacer una evaluación seria de lo ocurrido con las sucesivas reformas liberales (la de  los alquileres, el sector eléctrico, la telefonía,…). Prometían los beneficios de la competencia perfecta de los libros de texto y han mostrado la verdadera lógica del capitalismo real: competencia oligopólica entre unos pocos, desigualdades y generación de costes sociales diversos. Nadie parece capaz entre el Gobierno y sus asesores de hacer el finiquito real de la experiencia neoliberal. Y cuando ésta ha fracasado en muchos aspectos sólo saben seguir en la misma dirección, quizás esperando que al final la flauta suene por casualidad y la pseudoutopía del mercado perfecto aparezca por alguna parte. 

Son en muchos casos reformas inocuas, o que aunque puedan estar bien orientadas —como podría ser el caso de un replanteamiento serio de la formación profesional— sólo tendrán efectos a largo plazo. Pero quizás es sólo la primera andanada. Hay un segundo frente que puede resultar más peligroso y que sin duda va a confirmarse si el desempleo masivo se consolida: el de la reforma laboral y de la seguridad social, y la moderación salarial. Un clásico que nunca desaparece. Animado por la voracidad empresarial y por la ideología de señoritos de los asesores áulicos. CCOO y UGT ya han dicho que nones, que está claro que venimos de un largo período de moderación salarial y de desregulación y que no están dispuestos a tragar otra vez. Pero uno tiene dudas de la firmeza de estas posiciones si la situación empeora, las presiones desde el poder y sus corifeos se refuerzan y  proliferan las llamadas a la responsabilidad. El hecho de que entre los parados se vayan a encontrar muchos extranjeros añade otro aspecto preocupante a la situación, por cuanto facilitará la penetración social de los discursos de criminalización de los desempleados. 

La incapacidad del Gobierno de explicar la crisis y adoptar una alternativa seria abre un espacio de influencia al Partido Popular inimaginable hace unos meses. Le basta con denunciar la inutilidad del gobierno y confiar en que el desánimo acabe por provocar un giro radical. No es que tengan ninguna alternativa seria. Las propuestas de recortes fiscales y desregulaciones diversas, y las apelaciones al mercado, que son lo único que aporta la derecha, no son ninguna alternativa seria. Más bien agravarían la situación. De hecho el anterior mandado de los populares ayudó a consolidar el modelo económico de éxito fugaz que ahora parece finiquitado. Pero una cosa es la calidad del producto y otra el éxito de marketing que puede alcanzarse con una propaganda machacona lanzada en un momento adecuado. La historia de los últimos cien años está llena de éxitos de este tipo. 

IV 

La ausencia de alternativas no está sólo en el poder. El neoliberalismo campa de tropiezo en tropiezo, de coste social en coste social sin que tenga que confrontarse con ninguna propuesta de calado. No es que falten voces críticas, pero éstas están dispersas y carecen de altavoces adecuados. Y en muchos casos resultan contradictorias entre sí. 

Hay razones diversas que explican esta ausencia, ligadas a los cambios sociales y políticos que han conducido a la jibarización (por ser optimistas) de la izquierda anticapitalista y del reformismo fuerte. 

En primer lugar está la propia cuestión de la construcción intelectual. El discurso económico dominante se sustenta en la producción académica y de los centros privados de opinión. Estos últimos están fuera de la influencia de la izquierda. Pero donde se ha perdido realmente la batalla ha sido en el espacio académico, donde la ortodoxia económica neoclásica ha alcanzado una hegemonía innegable y donde los análisis alternativos se presentan como residuos fragmentados de gente inadaptada o incapaz. No hay una verdadera fuerza alternativa de suficiente envergadura (no solo en nuestro país, marginal por lo que se refiere a la producción de ideas) que genere un mínimo de desafío intelectual y produzca argumentos que lleguen a convertirse en ideas fuerza para los movimientos sociales. 

No es sólo un problema de marginación. También está la perplejidad sobre qué alternativas perseguir. En el pasado las respuestas eran fáciles. Las críticas al capitalismo acababan concentrándose en su incapacidad de generar un nivel adecuado de crecimiento económico. La izquierda reformista keynesiana y la izquierda radical planificadora tenían en común propuestas de intervención pública orientadas a provocar un mayor aumento de la producción, el empleo y, se suponía, el bienestar. Y a menudo eran propuestas traducibles a escala de un solo país. Hoy esta visión unitaria de las alternativas está en crisis. Y las pocas propuestas de izquierda aparecen diferenciadas por su propia percepción de hacia donde transitar. 

Se puede, por ejemplo, propugnar que frente a la crisis actual hay que volver a desarrollar políticas públicas expansivas, pero en este caso surge el problema de cuál es el nivel en el que deben adoptarse. Ante la incapacidad de articular una respuesta global —al menos a escala de la Unión Europea— las alternativas de relanzamiento de la actividad acaban rebajando su nivel de crítica. Un buen ejemplo lo constituye en nuestro país la propuesta de Comisiones Obreras. El sindicato ha denunciado desde hace tiempo las contradicciones del modelo económico español (hay varios números de su revista teórica Gaceta Sindical dedicados a esta cuestión). Pero ante la necesidad de ofrecer una alternativa nacional, su propuesta se centra en propugnar un crecimiento basado en actividades de mayor valor añadido, en mayor desarrollo tecnológico, de capital humano e infraestructuras. De hecho una propuesta productivista fuerte que ha llevado incluso a alguno de sus dirigentes a defender la energía nuclear como parte de esta alternativa. Es una apuesta relativamente coherente en cuanto al eje desarrollo productivo, pero de difícil puesta en práctica —no está claro quiénes van a ser los actores de este cambio de modelo— y de más que discutibles efectos sociales. No sólo porque elude discutir en serio la cuestión de la crisis ecológica. También por su más que cuestionable apuesta social: la defensa del “valor añadido” y el “capital humano” se traduce en un modelo social que conduce a la hegemonía de los controladores del sistema “tecno-científico”, que minusvalora la aportación social de muchas actividades básicas y que puede reforzar las tendencias a la diferenciación social y las desigualdades. 

Una respuesta sería la de plantear una alternativa que tuviera en cuenta y avanzara respuestas a la crisis ecológica y al mismo tiempo se orientara hacia un modelo social más igualitario e inclusivo. Que por ejemplo contemplara una articulación adecuada de las esferas de trabajo mercantil y no mercantil en la línea defendida por las economistas y sociólogas feministas. Pero a nadie extraña que tal alternativa requiere importantes cambios institucionales difíciles de aplicar a corto plazo. Hay entre este pensamiento alternativo muchas propuestas parciales importantes. Pero se carece de una elaboración que conecte dichas propuestas, les dé una dimensión social  y las convierta en ideas fuerza para disputar a la derecha su hegemonía cultural. Y posiblemente exige también, al menos a corto plazo, un diálogo con las propuestas situadas en el campo de la respuesta productivista tradicional, que tiene a su favor el argumento de que hay que evitar los terribles costes sociales que genera el desempleo masivo. Quizás en la defensa común de derechos sociales y políticas de protección a las víctimas del nuevo desastre social empecemos a encontrar vías de trabajo común y de elaboración de propuestas que nos permitan salir del espacio marginal en el que llevamos demasiado tiempo recluidos. 

Tratando de sintetizar: No hay alternativas porque han fallado los procesos de elaboración y las propuestas posibles apuntan hacia horizontes contradictorios: reforzar el productivismo o avanzar hacia una sociedad ecológicamente responsable. La crisis de la izquierda política es a la vez un producto y un catalizador de esta situación de perplejidad y desconcierto de las alternativas al neoliberalismo. Y por ello todos los esfuerzos que se hagan por desarrollar visiones compartidas, propuestas unitarias, instituciones sociales en el plano de la elaboración intelectual, los movimientos sociales y las representaciones políticas van a ser esenciales para salir de estos espacios fragmentarios en los que hemos sido aislados. El grado de crisis social al que estamos confrontados debería comprometernos a trabajar para conseguir al menos que el monótono y antisocial discurso económico dominante tuviera que hacer frente a un rival de altura como merece la situación. 

 

Nuevas aventuras de la directiva Bolkestein

José A. Estévez Araújo 

El día 15 de agosto, el Consejo de Ministros presidido por José Luis Rodríguez Zapatero adoptó un programa de medidas para hacer frente a la crisis económica. Una de ellas consistía en acelerar la transposición de la directiva europea de servicios. Es decir, en incorporar lo más rápidamente posible al ordenamiento español las disposiciones contenidas en esa norma europea.  

La “directiva de servicios” (como la han denominado los medios de comunicación españoles) o, para ser más precisos, la directiva 2006/123 relativa a los servicios en el mercado interior no es otra sino nuestra vieja conocida la “directiva Bolkestein”, llamada así por el apellido del Comisario europeo que la promovió inicialmente. 

Habíamos dejado el relato de las andanzas de esta norma en febrero de 2006: después de una intensa campaña de movilizaciones, el Parlamento Europeo, en una votación celebrada el día 16 de ese mes, había introducido una serie de enmiendas a la propuesta inicial de la Comisión. Para entender mejor lo que ha ocurrido desde entonces es necesario recordar cuál era el sentido de “la directiva Bolkestein” y por qué suscitó tanta oposición: 

Desde mediados de los años ochenta, la Unión Europea está embarcada en la tarea de la creación de un mercado único dentro de sus fronteras. Se trata de construir un espacio económico homogéneo para que las empresas puedan operar a nivel europeo. Para ello, es necesario que esas empresas no tengan que ajustarse a normativas distintas para producir y distribuir bienes y servicios en el territorio de los diferentes estados de la UE. 

El mercado europeo está ya muy unificado en materia de bienes. Por ello, la mayor parte de los productos fabricados en un país de la UE pueden comercializarse sin restricciones en cualquier otro estado de la Unión. Sin embargo, no existe un mercado único de servicios a nivel europeo (aunque, dicho sea de paso, la distinción entre bienes y servicios ha perdido buena parte de su sentido en la llamada “sociedad de la información”). Una de las vías para conseguir la unificación del mercado es la armonización normativa. Consiste en la elaboración de directivas que establezcan unos criterios de regulación común para todos los Estados. Eso puede tener como resultado un incremento de las exigencias para las empresas, como ocurrió en materia medioambiental. En ese terreno, los países más estrictos en cuestiones de protección del medio ambiente exigieron que las directivas en esta materia establecieran unos estándares medios bastante exigentes para todos los estados de la UE (la eficacia de las directivas resultantes es ya otro cantar). 

Otro de los mecanismos para conseguir el objetivo de que las empresas europeas no tengan que adaptarse a diversas normativas es el llamado “principio del país de origen”. De acuerdo con este principio, la empresa se regirá por las normas del país donde tenga su sede oficial y los estados en que desarrolle su actividad deberán respetar esa normativa. El proyecto de la directiva Bolkestein optó decididamente por el principio del país de origen: éste quedó explícitamente establecido en el artículo 16 del proyecto. 

Ese artículo y el mecanismo que establecía fue uno de los objetivos centrales de las movilizaciones contra el proyecto de directiva, que culminaron en las grandes manifestaciones de febrero de 2006 en Estrasburgo, sede del Parlamento Europeo. El principio del país de origen abría claramente las puertas al “dumping social” por parte de las empresas de servicios. Incentivaría que esas empresas establecieran sus sedes en los países menos exigentes en materia social o fiscal. Así, una empresa de servicios alemana podía crear una filial en Polonia y ofrecer servicios en Alemania con trabajadores, salarios y fiscalidad polaca. 

¿Cómo ha quedado esta cuestión en el texto de la directiva aprobada finalmente el 12 de diciembre de 2006? 

Como ya se ha señalado, el Parlamento Europeo votó el proyecto de directiva en febrero de 2006 en primera lectura. En el periodo que va de mediados de 2004 (cuando se da cuenta al Parlamento de dicho proyecto), y febrero de 2006 (cuando tiene lugar la votación), los socialdemócratas negociaron  un acuerdo con los cristianodemócratas y los liberales para introducir una serie de enmiendas a la directiva. Tras la votación, los partidos socialdemócratas y los medios de comunicación ofrecieron la versión de que se había conseguido suprimir el principio del país de origen. También lo hizo así la Confederación Europea de Sindicatos y bastantes dirigentes sindicales de los diferentes estados de la UE. Por no señalar a nadie demasiado cercano, el responsable de Relaciones Internacionales de la CGTP, el sindicato mayoritario portugués, declaró textualmente: “el principio del país de origen fue derrotado”. De ese modo, se creó la apariencia de que se habían alcanzado los objetivos principales de la lucha, lo que tuvo un efecto desmovilizador. 

Lo que se ocultó en esta versión de los hechos es que una enmienda del grupo Izquierda Unitaria Europea, que planteaba prohibir expresamente la aplicación del principio de país de origen, fue rechazada por el Parlamento. Si se quería eliminar el principio del país de origen, ¿por qué se votó en contra de una propuesta que lo excluía de forma explícita? 

Después de la votación parlamentaria en primera lectura, el texto se transmitió al Consejo (integrado por los representantes de los gobiernos) que adoptó una resolución (una “posición común” en lenguaje técnico) en la que aceptaba algunas enmiendas del Parlamento y rechazaba o matizaba otras. El Parlamento se plegó totalmente a los planteamientos del Consejo (aunque hubiera podido oponerse) y votó a favor de la “posición común” en noviembre de 2006. Renunció así a mantener sus enmiendas (con lo que el proyecto hubiera tenido que ir a un Comité de Conciliación) o a rechazar la propuesta, con lo que la directiva no se hubiera aprobado. 

Una de las enmiendas que el Consejo aceptó fue la supresión de la referencia al principio del país de origen. De ese modo, este principio no se reconoce explícitamente en el texto. Si embargo, se mantiene de manera implícita. No hay más que ver las restricciones que se imponen a los estados a la hora de regular la actividad de empresas de servicios extranjeras en el nuevo artículo 16 titulado ahora “libre prestación de servicios”. 

Con ser la cuestión del principio del país de origen muy importante, hay otra que tiene igual o mayor trascendencia y a la que quizá no se ha prestado la suficiente atención. Se trata de que la directiva lleva a cabo una desregulación radical de la actividad de prestación de servicios. Una vez que se trasponga, los poderes públicos de todos los niveles verán enormemente restringida su capacidad de reglamentar esta materia. Por poner un ejemplo cercano, con el texto de la directiva en la mano (especialmente el artículo 14) será prácticamente imposible que la Generalitat catalana pueda mantener con éxito su pretensión de regular los horarios comerciales. Eso significará un triunfo de las grandes superficies, con las consecuencias sociales, urbanísticas, laborales y culturales que tiene un modelo de comercio basado en hipermercados abiertos a todas horas siete días a la semana y a los que sólo se puede llegar en automóvil privado. 

Frente a ese panorama sólo cabe tener la esperanza de que las fuerzas políticas y sindicales honestas y responsables aprovechen los diferentes hitos del proceso de trasposición de la directiva para reabrir el debate e informar con claridad a la opinión pública acerca de las consecuencias reales que acarreará su implantación. Sería necesario que con ocasión de la apertura del proceso se reactivaran, a nivel estatal, las movilizaciones contra la directiva. Pues las razones que llevaron a las protestas del año 2006 no han cambiado en nada que sea realmente sustancial.

 

La biblioteca de Babel

Laurentino Vélez-Pelligrini
Minorías sexuales y sociología de la diferencia. Gays, lesbianas y transexuales ante el debate indentitario
Montesinos, Barcelona, 2008, 434 págs. 

Erudita, informada, pluridisciplinar y militante obra sobre minorías sexuales inserta en las corrientes post-estructuralistas y desconstruccionistas del género. Vélez-Pelligrini aporta numerosas ideas para el desmantelamiento teorético y práctico del heteronormativismo (entendido como un orden cultural y simbólico que jerarquiza las relaciones personales desde un punto de vista misógino, homófobo, lesbófobo y transfóbico) y denuncia la influencia del mismo en el nuevo discurso “respetabilista” adoptado ante la opinión pública por las propias minorías sexuales. Una lectura útil no sólo para éstas sino para todo aquél interesado en el análisis crítico de las políticas de igualdad de género.

[AGM]

Àngels Carabí y Josep María Armengol (eds.)
La masculinidad a debate

Icaria, Barcelona, 2008, 206 págs.

El prolífico grupo de investigación “Construyendo nuevas masculinidades”, dirigido por la investigadora de la UB Àngels Carabí, lleva unos años dando a conocer las aproximaciones científicas más relevantes a nivel internacional en torno a la comprensión de la “masculinidad”, en tanto que construcción social basilar en la jerarquía de género.

El presente libro, compuesto por entrevistas y artículos, se puede ver como una continuación de Nuevas masculinidades (también coeditado por Carabí en Icaria, 2000) y es complementario al reciente Masculinitats per al segle XXI editado por J. M. Armengol (Ayuntamiento de Barcelona, 2007). Recoge aportaciones al análisis de la masculinidad desde la sociología (M. Kimmel), la psicología (L. Segal), la antropología (D. Gilmore), la teoría fílmica (K. Gabbard) y la literaria (D. Leverenz), los estudios queer (C. Dinshaw) y de raza (D. L. Eng), la religión (L. G. Jones) y la biología evolucionista feminista (P.A. Gowaty). Su ámbito de interés es, pues, la abundante literatura anglosajona que en disciplinas muy diversas capitaliza la muy necesaria investigación sobre el universo moral y social de los varones.

[Antonio Giménez Merino]

 

Devedeando, que es gerundio

Tomás Gutiérrez Alea
La muerte de un burócrata (1966)
Impulso-Fnac, 2008

Tomás Gutiérrez Alea, “Titón” (1928-1996), fue una de esas raras excepciones en el ámbito artístico e intelectual cubano que supo conjugar un apoyo a los fundamentos de la revolución con una actitud crítica desde la izquierda hacia algunas de sus facetas, de tal modo que se permitió hurgar desde dentro en las contradicciones y flaquezas del proceso revolucionario sin caer por ello en la tentación, al contrario que tantos otros, de ceder a los cantos de sirena del exilio (y eso ni siquiera en los peores momentos, a principios de los años noventa, cuando todo parecía indicar la muerte por inanición del régimen).

De Gutiérrez Alea, considerado el director cubano más brillante de todos los tiempos, se han editado ya en dvd buena parte de sus películas, desde Fresa y chocolate (1992) y Guantanamera (1995), las últimas que dirigió y las que le permitieron darse a conocer al gran público, hasta su primera obra importante, Historias de la revolución (1960), un tributo en clave neorrealista al proceso revolucionario que echó a Batista de patitas a la calle. Precisamente ahí empezó a descollar Gutiérrez Alea, que hasta entonces sólo podía presumir de haber realizado estudios teóricos en Roma y filmado unos pocos documentales y cortos en una Cuba sometida a la censura batistiana, y que en cuestión de un año, una vez derrocado el anterior régimen, participó muy activamente en la creación del Instituto Cubano del Arte y la Industria Cinematográfica (ICAIC) y alumbró esas Historias de la revolución sin apenas experiencia profesional previa ni medios técnicos adecuados.

El primer exabrupto contra el nuevo contexto llegaría sobre todo con La muerte de un burócrata (1966), cuando algunas cosas empezaban a torcerse, pero en los cinco años anteriores Alea ya había dado muestras de su malestar con ciertos aspectos: había dirigido, por ejemplo, Las doce sillas (1962, también editada por Impulso-Fnac), una tragicomedia en que el convulso proceso revolucionario del momento desempeña más bien el papel de telón de fondo, y aun antes, en 1961, se había puesto al frente de un equipo de camarógrafos para codirigir Muerte al invasor, un documento excepcional sobre el episodio de playa Girón, pero ya en esos primeros años de la década de los sesenta mantuvo sus primeras desavenencias, constantes durante toda su carrera, con algunos de sus colegas (en especial con Alfredo Guevara, director del ICAIC), a los que criticó por desentenderse de la práctica cinematográfica y dedicarse en exclusiva a tareas administrativas y a fomentar desde las instituciones un cine esquemático y propagandístico. Frente a ese cine de “agencia publicitaria”, como lo tachaba él, Gutiérrez Alea propugnaba uno que, entroncando con la tradición marxista en el campo de las artes (el distanciamiento brechtiano, el método dialéctico), tuviera por objetivo motivar e inquietar al espectador, hacerlo reflexionar, y no someterlo, en cambio, a exhortaciones moralizantes.

Aunque los mejores ejemplos prácticos de esta línea llegarían más adelante (sobre todo con la que es sin duda su obra maestra, Memorias del subdesarrollo, de 1968, editada ahora junto con la reseñada aquí), Gutiérrez Alea ofreció la primera muestra de esa independencia crítica con La muerte de un burócrata, que para el director supuso toda una catarsis tras haber sufrido un viacrucis personal con los aparatos del estado y haber acumulado mucha ira como consecuencia de ello. En efecto, la obra es inmisericordemente explícita empezando ya por el título y los títulos de crédito, y en ella se recurre al absurdo y al humor negro (la influencia de Luis Buñuel y de clásicos como Buster Keaton se deja sentir en muchos momentos de la película) para narrar las peripecias de una viuda y su sobrino en su sencillo afán de enterrar al tío y que la esposa del difunto pueda beneficiarse de la pensión que le corresponde (todo ello, por cierto, basado en un hecho verídico). Pero La muerte de un burócrata no es sólo una incisiva sátira sobre los exasperantes entresijos de la burocracia, sino que también carga con mordacidad contra otras de las dinámicas perniciosas que se estaban instalando en la sociedad cubana de la época, desde la permanencia de actitudes pequeño-burguesas hasta la obcecación por las consignas grandilocuentes (el gag sobre la versión a la cubana del “realismo socialista” no tiene desperdicio).

Tras su estreno, la película tuvo un gran éxito de público y crítica, pero, como ya habrá quedado claro a estas alturas, Gutiérrez Alea se convertiría en adelante en un artista de difícil digestión para los sectores más oficialistas del régimen, y en otras fases de su carrera seguiría mostrando su independencia de criterios, ya fuera de forma más lírica y ambivalente (como en Memorias del subdesarrollo, aunque en ésta cobra mayor protagonismo la crítica al intelectual aburguesado incapaz de comprender la mutación histórica y social que le rodea y de sentir empatía hacia ella) o de forma más explícita (como en las mencionadas Fresa y chocolate y Guantanamera, en este último caso retomando el tema de la crítica a los absurdos de la burocracia). Desde las instancias oficiales hubo quienes vieron en todo ello, en el contexto de una Cuba sometida a bloqueo, una actitud inaceptable, por lo que, sin llegar a ser sometido a censura, tuvo bastantes dificultades para llevar a la práctica algunos de sus proyectos y durante los años setenta, después de que el apoyo cubano a la invasión de Checoslovaquia en 1968 marcara un endurecimiento ideológico del régimen, sólo pudo rodar dos películas históricas (Una pelea cubana contra los demonios y La última cena). A quien quiera profundizar en el tema, le remito a Tomás Gutiérrez Alea, de José Antonio Evora (Cátedra, 1996), que no deja de ser un refrito de entrevistas con el director y de fragmentos de sus escritos teóricos.

PÁGINAS-AMIGAS

Centre de Treball i Documentació (CTD)
http://www.cetede.org

Nómadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas
http://www.ucm.es/info/nomadas

El Viejo Topo
http://www.elviejotopo.com

La Insignia
http://www.lainsignia.org

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Primavera 2008

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¿Es eficaz la ley integral contra la violencia de género?

J. A. Estévez

Apuntes sobre la Universidad española: el desarorrollo del mercado universitario

A. Madrid

La ofensiva pro-nuclear, una amenaza que debe tomarse en serio

J. Sempere

MONOGRÁFICO SOBERANÍA ALIMENTARIA: ARTÍCULOS
LA CONSOLIDACIÓN DEL PODER ALIMENTARIO DEL NORTE: POLÍTICAS Y PROGRAMAS PARA DESTRUIR LA SOBERANÍA ALIMENTARIA DEL SUR

Gerad Coffrey, Ana Lucía Bravo y Cecilia Chérrez

LIBRE COMERCIO FRENTE A PEQUEÑOS CAMPESINOS
Walden Bello

DIEZ RAZONES POR QUÉ UNA NUEVA REVOLUCIÓN VERDE PROMOVIDA POR LA ALIANZA DE ROCKEFELLER Y LA FUNDACIÓN DE BILL Y MELINDA GATES NO RESOLVERÁ LOS PROBLEMAS DE POBREZA Y HAMBRE EN ÁFRICA SUB-SAHARIANA
Eric Holt-Gimenez, Miguel A. Altieri. y Peter Rosset

COOPERACIÓN Y SOBERANÍA ALIMENTARIA EN EL CONTEXTO DE LA GLOBALIZACIÓN
Alex Guillamon

MIRANDO HACIA EL FUTURO: LA REFORMA AGRARIA Y LA SOBERANÍA ALIMENTARIA
Peter M. Rosset

LA RUPTURA DEL CONSENSO EN TORNO A LOS AGROCOMBUSTIBLES
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EL MOVIMIENTO POR UN COMERCIO JUSTO: DEBATES Y DESAFÍOS
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Nuestros primos cercanos: chimpancés y bonobos

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