La multinacional
vaticana
El
movimiento antiglobalización tiene a las corporaciones transnacionales
como uno de sus enemigos principales. Luchar contra ellas es hacer
frente a la desmesurada concentración de poder que atesoran
sus dirigentes y a los efectos negativos que genera su búsqueda,
a toda costa, del enriquecimiento. La responsabilidad de estas grandes
empresas es diversa, en función del tipo de actividad que desarrollan
pero, en todo caso, su impacto es importante.
Propongo
tomar a la Iglesia católica como lo que verdaderamente es.
Una enorme multinacional. De hecho es posible que tengamos que considerarla
la multinacional primigenia, pues su implantación planetaria
se adelantó unos cuantos siglos a las grandes empresas mercantiles.
Y sin duda sus pautas organizativas han sido copiadas, o han servido
de aprendizaje y reflexión a las grandes mentes de la economía
de la empresa (al igual que muchos estrategas militares modernos aprendieron
de la experiencia de Julio César o Napoleón). Hace pocos
días, un experto internacional en marketing entrevistado en
las páginas de La Vanguardia ponía el ejemplo
del Vaticano por su capacidad de generar una marca local, con su olor,
su música, sus rituales… entrando por los cinco sentidos. ¿Qué
otra cosa sino propaganda son los excesos dorados del barroco, claramente
opuestos a la austeridad protestante?
Si
algo diferencia a la Iglesia del resto de multinacionales no es su
organización compleja, su afán de expansión universal,
sino el tipo de actividad en la que pretende alcanzar la hegemonía.
No es que la iglesia desdeñe la riqueza (aunque su discurso
sobre la pobreza pueda parecer lo contrario), sino que esta se sitúa
en un plano más accesorio. Su objetivo principal no parece
ser otro que conseguir el control de los comportamientos individuales,
especialmente en aquellos aspectos más íntimos como
el de la sexualidad o el control de la vida. Su conocida misoginia
no resulta baladí. El control de la sexualidad, la reproducción
humana y la vida está en el centro de la lógica del
patriarcado. Y la Iglesia Católica es, al menos en las sociedades
donde está implantada, uno de los pilares básicos del
patriarcado. Basta comparar la laxitud y benevolencia con que la jerarquía
eclesiástica aborda otro tipo de “pecados” (en especial la
codicia) con el comportamiento radical con el que actúa cuando
se trata de temas como la familia, la homosexualidad, o la eutanasia.
Ahí no hay margen para los matices. El anatema suele ser fulminante.
Excepto cuando los “pecadores” son los miembros de su propia burocracia,
a los que se les toleran pederastrias y otros excesos a cambio de
mantener el dogma. Porque para la Iglesia lo crucial es mantener una
fuerte presencia en los espacios donde se genera ideología,
como es la escuela o los medios de comunicación.
El
Vaticano está agitado. Son malos tiempos para promover la abstinencia
sexual y decirle a la gente cómo debe morir. Hace tiempo que
la Iglesia perdió la batalla con la ciencia y ésta ha
dotado a la humanidad de medios que permiten un cierto control sobre
decisiones vitales. No es casualidad que algunas sectas religiosas
vuelvan a la carga con pseudoteorías como el creacionismo para
minar la fuerza de un enemigo ancestral. Aunque resulte paradójico,
el consumismo capitalista ha jugado también su papel, al promover
un modo de vida en el que la busca del placer a corto plazo, la promoción
del “todo es posible en el mercado”, y la oferta de que es posible
evitar el sufrimiento influyen sobre las percepciones y los comportamientos
humanos. Por eso la Iglesia tiene un discurso anticonsumista. Y por
ello los críticos al capitalismo debemos hilar fino en este
campo, evitando la seducción de un falso aliado. Hay que combatir
el despilfarro y la desigualdad inherentes al modo de vida del capitalismo
maduro, pero ofreciendo respuestas que verdaderamente permitan a la
gente gestionar su propio devenir vital. Y sin duda han sido las largas
luchas emancipatorias de la humanidad, las demandas igualitarias de
hombres y mujeres las que más han hecho por minar el insoportable
cerco represivo con el que la burocracia eclesial ha intentado moldear
el devenir individual. De ahí que todas las ideologías
y todos los movimientos que han tratado de articular este esfuerzo
emancipador (liberalismo, comunismo, anarquismo, feminismo, movimiento
homosexual, etc.) hayan padecido en algún momento la feroz
respuesta del aparato católico. No parece que en el largo plazo
esta reacción haya tenido éxito, como lo expresa el
dato irónico de que es en los países del sur de Europa,
los tradicionalmente “católicos”, donde los comportamientos
demográficos están más alejados del ideal de
la procreación incontrolada que defiende el Vaticano.
Reconocer
a la Iglesia Católica como una multinacional peligrosa no supone
situar a todos los creyentes en el mismo saco. Como toda gran construcción
moral, la religión católica permite lecturas muy diversas
y bajo la misma se arropan personas de distintos talantes. Y no es
por tanto difícil encontrar en ese contexto tanto a personas
verdaderamente comprometidas con la libertad y el bienestar humanos
como a individuos que buscan un camino personal en, por ejemplo, las
experiencias místicas. Muchas de estas personas han sido esenciales
en los procesos de emancipación humana. Pero resulta patente
que a menudo han sido estas personas las primeras que han experimentado
en carne propia las reacciones represivas de su propia curia. Basta
leer la historia de algunos de los grandes místicos españoles
o analizar lo ocurrido con las figuras más prominentes de la
“teología de la liberación”.
Hoy
la Iglesia vuelve a estar de Cruzada. Éste y no otro es el
contenido de los principales discursos de Ratzinger: conseguir que
la religión vuelva a estar en el centro de la política.
Empezando por introducir la “esencia cristiana” en la constitución
europea. Y sobre todo realizando implacables movimientos en aquellos
países donde se están adoptando medidas que atentan
a sus intereses. La reciente crisis del Gobierno italiano se explica
en parte por los movimientos de senadores afines a la Iglesia. Y el
principal resultado de la crisis no ha sido otro que eliminar del
calendario legislativo un cambio en las leyes sobre matrimonios. En
España esta intervención es directamente obscena, con
una COPE que defiende abiertamente posiciones antidemocráticas
un día sí y el otro más. La insoportable presión
antidemocrática del Partido Popular tiene sin duda razones
diversas, la principal la recuperación del gobierno. Pero uno
de sus componentes más evidentes son los intereses de la Iglesia
(que constituye además uno de los medios de enrolamiento al
partido) en temas como la regulación del matrimonio, la presencia
de la religión (católica por supuesto) en la escuela,
su propia financiación o la regulación de la eutanasia.
La movilización de la Iglesia ya le ha permitido sacar buenas
tajadas, como el nuevo esquema de financiación pública,
el generoso mantenimiento de la escuela concertada, o el mantenimiento
del control sobre los profesores de religión (sentencia del
Tribunal Constitucional incluida). Pero como al resto de multinacionales
esto le parece poco y va a más. En el fondo, lo único
que frenaría este empuje reaccionario sería la consecución
de algún sistema de nacionalcatolicismo en el poder similar
al de los clérigos chiís de Irán, o al de cualquier
otro país donde la burocracia religiosa controla aspectos esenciales
de la vida política.
Hoy
la multinacional vaticana se erige como una de las mayores amenazas
a las libertades. No sólo por las ideas que propugna. También
por pactar interesadamente con quienes dinamitan cualquier avance
democrático. Su crédito es en parte posible por la tibieza
y el temor de sus oponentes. Al menos desde los años setenta,
la izquierda no ha sido abiertamente laica. Quizás porque en
los años finales del franquismo todos debíamos gratitud
a los muchos curas que a menudo con mucho valor nos prestaban infraestructuras
básicas para la acción clandestina. O por el simple
hecho que mucha gente de la izquierda provenía de corrientes
cristianas progresistas con las que seguía manteniendo vínculos.
O simplemente porque este fue otro de los grandes temas que quedó
aparcado en busca de tiempos mejores. Pero hoy, que muchas de las
demandas “morales” de la sociedad son básicamente laicas y
que la Iglesia Católica está jugando un papel de primera
línea en el ataque a las libertades, resulta imprescindible
recuperar la exigencia de la separación Estado-Iglesia, de
defender en todos los terrenos unos derechos que nos protejan del
poder de una de las multinacionales más poderosas y persistentes.
[Albert
Recio]
Terrorismo y antiterrorismo
en España
Hace
unas semanas apareció en todos los periódicos del mundo
una imagen de Ignacio de Juana Chaos, un miembro de ETA que se había
declarado en huelga de hambre. En la foto se veía a un hombre
tumbado en una cama de hospital, atado por sus extremidades, rodeado
de tubos y tremendamente escuálido: con los huesos de las costillas
como si quisieran salírsele del pecho y el vientre completamente
hundido.
La
historia que hay detrás de esta fotografía es la siguiente:
De Juana Chaos había sido juzgado a finales de los años
ochenta y condenado por 25 delitos de asesinato a una pena de 3000
años de cárcel. No obstante, el sistema penal entonces
vigente no permitía que el tiempo de estancia en prisión
superara los 30 años. Además existían una serie
de beneficios penitenciarios que se aplicaban de forma automática.
El caso es que hace unos seis meses, después de cumplir 18
años de cárcel, a De Juana Chaos le correspondía,
de acuerdo con la ley, ser puesto en libertad.
Eso
causó un gran escándalo, alentado por el Partido Popular
y por algunas asociaciones de Víctimas del terrorismo instrumentalizadas
por esa formación política. Entonces, el Partido Socialista
cometió un tremendo error. En lugar de respetar los principios
del Estado de Derecho de los que continuamente habla, ideó
una maniobra jurídica totalmente ilegítima: se encargó
al fiscal que montara una nueva acusación contra De Juana para
poder mantenerlo en la cárcel.
Como
el etarra había escrito dos artículos en un diario vasco
llamado Gara en el que insultaba a diversos directores de
prisiones y autoridades le acusaron de “amenazas terroristas” y lo
condenaron ¡a 15 años de prisión!
La
sentencia condenatoria no se sustentaba de forma alguna. El delito
de amenazas terroristas (ya de por sí criticable) está
pensado para aquellos casos en los que alguien señala un “objetivo”
(un confidente de la policía, un concejal, un juez) para que
ETA lo mate. Pero aquí no había nada de eso, pues las
personas mencionadas eran perfectamente conocidas por la organización
terrorista y los artículos no suponían una amenaza suplementaria
para su seguridad. Como respuesta a este montaje, De Juana inició
una huelga de hambre, que 100 días después le llevó
al estado en el que aparecía en la fotografía, a pesar
de que se ordenó que fuese alimentado por la fuerza a través
de una sonda.
El
12 de febrero de 2007 el Tribunal Supremo dictó una sentencia
rebajando la condena de De Juana (dictada por un tribunal inferior)
a 3 años de cárcel. Dado el tiempo que ha permanecido
preso ya y el estado de salud en que se encuentra, se puede autorizar
que De Juana siga cumpliendo condena en su domicilio bajo vigilancia
policial. Y eso es lo que han hecho las autoridades penitenciarias
el 1 de marzo. De Juana ha abandonado la huelga de hambre inmediatamente.
Los
dirigentes del PP han reaccionado diciendo que Zapatero ha cedido
al “chantaje” de ETA y convocando manifestaciones y concentraciones
en las que se llama “asesino” al Presidente del Gobierno español.
Esa actitud es una buena muestra del doble juego del partido conservador
español en el tema del terrorismo desde que perdió las
últimas elecciones.
Esa
actitud está condicionada por los hechos de los días
11 a 14 de marzo de 2004. Tras el atentado terrorista del día
11 y en vísperas de las elecciones generales, el PP intentó
engañar a los ciudadanos haciéndoles creer que éste
había sido obra de ETA, cuando en realidad lo habían
provocado los extremistas islamistas. El descubrimiento de la superchería
les hizo perder unas elecciones que tenían prácticamente
ganadas y desde entonces no han dejado de cuestionar la legitimidad
del gobierno de Zapatero con todos los medios a su alcance. Esa situación
proseguirá mientras los cargos dirigentes del PP sigan estando
ocupados por quienes intentaron engañar al pueblo español.
Es la única manera de evitar que se les puedan exigir responsabilidades
y ellos lo saben. Por eso han escogido una estrategia tendiente a
maximizar las probabilidades de ganar las próximas elecciones
obteniendo votos como sea, con la mentira, la difamación, la
conspiración y la manipulación. Es la única baza
que les queda. De nosotros depende que no consigan ganar la partida.
[José
Antonio Estévez]
Notas para la Luna
de Abril
Afganistán
La
guerra se ha recrudecido en Afganistán. Sean los talibanes,
sean otros “señores de la guerra” —señores feudales,
en realidad; la afgana es una sociedad premoderna—, combaten a los
invasores y al gobierno títere de los norteamericanos. La superioridad
de éstos para las grandes operaciones militares disminuye cuando
se tienen que enfrentar a tácticas guerrilleras. A diferencia
de los talibanes contra los rusos, cuando les apoyaban los americanos,
los resistentes afganos no cuentan con mucho apoyo exterior, pero
alguno encontrarán, pues los americanos se han creado demasiados
enemigos; la guerra puede hacerse endémica, interminable.
Las
tropas españolas que hay en Afganistán están
allí debido a la pertenencia a la Otan, pero oficialmente llamadas
a reconstruir un poder estatal civil. Si la guerra se recrudece, la
naturaleza de la misión cambia.
Izquierda
Unida, por boca de Llamazares, ha invitado al gobierno a reconsiderar
la presencia en Afganistán. Algo justo que hay que apoyar.
Los soldados españoles no están allí en nuestro
nombre, sino por el precario juego de equilibrios a que obliga al
gobierno la pertenencia a la Otan.
El
Partido Popular también pregunta al gobierno por su presencia
en Afganistán: con propósitos electorales, trata de
crear la imagen de que Afganistán es lo mismo que Iraq.
Pero
entonces hay que exigirle, si quiere coincidir con lo que quiere la
gente, que sea coherente y lleve su razonamiento hasta el final. ¿Está
dispuesto el PP a apoyar la retirada de España de la Otan?
Navarra
El
Partido Popular ha montado un nuevo circo, una manifestación
en Pamplona por un problema inexistente: la hipotética anexión
de Navarra a Euskadi.
Está
visto a qué juega el PP: busca el voto de los desinformados
por el procedimiento de calentarles la cabeza con cualquier cosa que
se la pueda calentar. Que gente de Batasuna pida la incorporación
de Navarra a Euskadi no es una novedad: ciertos nacionalistas vascos
vienen haciéndolo desde la noche de los tiempos franquistas,
y por tanto no es de ahora. Como tampoco es de ahora la previsión
contenida en la Constitución de 1978 de una hipotética
consulta popular sobre el asunto en Navarra, promovida por las instituciones
navarras. El gobierno central ni contempla la cuestión ni puede
hacer otra cosa que observar la constitución. Y en Navarra
gobierna una sucursal política del Partido Popular. De modo
que el comportamiento del PP resulta tan evidentemente manipulador
que lo único asustante es lo que su actual equipo dirigente
sería capaz de hacer en el supuesto de que volviera a gobernar.
Por
otra parte, y en mi modesta opinión particular, un referéndum
sobre el asunto en Navarra tendría en todo caso un efecto clarificador.
¿Que Navarra quiere seguir siendo sólo y exclusivamente
Navarra? Pues ésa sería la decisión adoptada
democráticamente y no hay más que hablar. ¿Qué
los navarros optaran —aunque resulta inverosímil— por la anexión
a Euskadi? Pues otra decisión democrática que por cierto
haría completamente inviable cualquier mayoría para
un País Vasco independiente.
Presos
en Cuba
Por
lo visto hay 75 presos políticos en Cuba. Cuya puesta en libertad
es preciso reclamar. Aunque hay también otros presos en Cuba:
los centenares de secuestrados de Guantánamo, pues no son otra
cosa las personas allí presas sin garantía ni defensa
legal alguna.
Benedicto
XVI
He
tenido ocasión de examinar en la prensa una excelente fotografía
de medio cuerpo de Benedicto XVI. Lleva una cruz de oro. Que cuelga
de una buena cadena de oro. Ostenta el “anillo del pescador”, una
joya de oro. La montura de sus gafas es de oro. Su reloj es de oro.
Y lleva unos gemelos de oro en los puños de lo que parece ser
una camisa.
Iraq
Cuatro
años de guerra de nunca acabar. Los Estados Unidos no pueden
ni podrán ganar, pero sí pueden destrozar un pueblo
entero. En las antípodas, Bush se hace fotografiar junto a
unas niñitas vestidas de blanco para pedirle al congreso la
aprobación de más fondos para más tropas.
Españolito
que llegas al mundo…
El
Partido Popular ha conseguido lo que buscaba: poner en pie de guerra
y articular de nuevo a la extrema derecha españolista. Hay
nuevamente dos Españas y tal vez nunca ha habido una. Así
lo muestran los símbolos franquistas y neonazis que menudean
en las manifestaciones del PP. Multitudes histéricas, dispuestas
a buscar cualquier pretexto para chillarle a Zapatero. Gentes que
tratan de maniatar al gobierno y a la izquierda social, e incluso
a la mayoría de los grupos parlamentarios, para que no pueda
haber solución al problema vasco de una vez por todas. Para
que no podamos, al menos, vivir en paz.
La
magnitud de ese desafío ha de encontrar respuesta. Ésta
no puede consistir en un cheque en blanco para el gobierno. La crítica
de sus insuficiencias y de aquéllas de sus políticas
que son antipopulares no se puede omitir. Pero la brutalidad de la
política adoptada por el partido de los corruptos —día
sí día también se producen procesamientos de
cargos públicos del PP, desde el ayuntamiento hasta el senado—
obliga a plantear la vieja pregunta: ¿cuál es hoy el
enemigo principal?. Y la respuesta está clara: hay que parar
al PP.
[JRC,
marzo 2007]
El
suicidio en España
En
el año 2005, 1.909 personas encontraron la muerte mediante
el suicidio. De ellas, 1.419 eran hombres y 490 mujeres (25,6 % mujeres
y 74,3% hombres).
El
Instituto Nacional de Estadística (INE) desagrega los suicidios
por grupos de 10 años, hasta que llega a los 60 años,
caso en el que hace un paquete único de edad: ’60 y más’.
Del total de suicidios consumados (los 1.909 referidos), 712 fueron
de personas (510 hombres y 202 mujeres) clasificadas en ese grupo
de ’60 y más’ (37’2% de los suicidios totales). La segunda
franja de edad en la que se producen más suicidios varía
en función del sexo: en el caso de mujeres, la segunda mayor
cuantía se centra en la franja de edad 30-39 años (71
suicidios), mientras que en los hombres este segundo grupo corresponde
a la franja de edad 40-49 años (236 suicidios).
La
información estadística ofrecida por el INE distingue
entre suicidios de personas con hijos y suicidios de personas sin
hijos. Nada sabemos, siguiendo este dato estadístico, más
allá de la existencia del parentesco. Pese a esta limitación,
y la otra limitación que deriva de aquellos casos en los que
‘no consta’ si había hijos o no, los datos señalan que
en 2005 se suicidaron más hombres con hijos (467 —59,0%—) que
sin hijos (324 —40,9%—). En el caso de las mujeres ocurre lo mismo.
Se suicidan más mujeres con hijos (194 —69,2%—) que sin hijos
(86 —30,7%—).
Las
causas del suicidio según la clasificación utilizada
por el INE son: situación económica, situación
afectiva, padecimientos físicos, padecimientos psicopáticos
y ‘otras causas’, el resto es ‘no consta’. En 2004, la principal causa
de suicidio fueron los padecimientos psicopáticos (455 personas).
La segunda causa fue la situación afectiva (120 personas) y
la tercera, los padecimientos físicos (90 personas).
De
estos 120 suicidios que según los datos estadísticos
disponibles se debieron a la situación afectiva (es decir,
a un conflicto afectivo), 95 fueron de hombres y 25 de mujeres. El
79,1% de suicidios de hombres por razones afectivas y 20,8% de mujeres.
Que
la segunda causa del suicidio sean las situaciones afectivas, plantea
dos cuestiones que no deberían ser olvidadas: en primer lugar,
la violencia que las personas ejercen sobre sí mismas (y en
no pocas ocasiones primero sobre su entorno y luego sobre sí
mismas) es parte de la violencia social y, en segundo lugar, esta
violencia (que frecuentemente guarda relación directa con la
violencia de género) ha de ser contemplada a la luz de la cultura
social en la que se da.
[Antonio
Madrid
(documentación a cargo de Sergio Tamayo)]
Laicismo,
educación y ciudadanía democrática
A
propósito del libro de Antonio García Santesmases, Laicismo,
agnosticismo y fundamentalismo. Biblioteca Nueva, Madrid, 2007
Por Manuel García-Morán Escobedo y José
Manuel Barreal San Martín
Comienza
a ser habitual el desayunar a diario con noticias referentes a problemas
que giran en torno a las relaciones existentes entre la Iglesia y
el Estado: financiación de aquélla, despidos de profesores
de Religión por situaciones que tienen que ver más con
su vida privada que con la laboral, financiación con fondos
públicos de los colegios concertados católicos (con
su capilla e ideario incluido), peticiones por parte de los obispos
de objeción de conciencia a la asignatura de Educación
para la Ciudadanía, manifestaciones contra la LOE, los matrimonios
homosexuales y todo un sinfín de condenas de índole
inquisitorial e impropias de una sociedad democrática, en las
que para los señores de la Conferencia Episcopal hay un claro
responsable: el laicismo y los sectores laicistas de nuestro país,
máximos responsables del totalitarismo y relativismo existentes
en nuestra sociedad.
Cuando uno intenta acercarse al debate
actual en torno a estos temas surgen de inmediato ciertas preguntas:
¿en qué consiste realmente el laicismo? ¿Cuál
es el verdadero significado de este término que parece tan
peligroso cuando lo oímos referir por boca de estos señores?
¿A qué obedece su mala prensa? ¿Qué es
lo que postula realmente?
Lo primero que habría que dejar
constancia a la hora de responder a estas preguntas es que hablar
de laicismo es hablar de un término bastante desconocido y
mal interpretado en nuestro país, algo que bien pudiera explicar
nuestra propia historia, pues exceptuando el breve período
histórico que supuso nuestra II República, ha venido
marcada en gran medida por un claro dominio oficial de la religión
y moral católica en el ámbito político, cultural
y educativo.
En
su último libro de reciente aparición y que lleva por
título «Laicismo, agnosticismo y fundamentalismo»,
el profesor de Filosofía Política de la UNED y conocido
ex portavoz de la corriente Izquierda Socialista Antonio García-Santesmases,
que asistirá el próximo 29 de marzo a La Felguera invitado
por el Foro de la Escuela Pública para presentar dicho libro,
trata de aclarar conceptos y de profundizar en el debate en torno
a la preservación y defensa del laicismo frente a los problemas
más relevantes del mundo actual.
Una
de las cosas que Santesmases deja claro a lo largo de su libro es
que el laicismo no se circunscribe únicamente a las relaciones
entre Iglesia y Estado o al tema de la enseñanza de la religión
en las escuelas públicas, sino que es algo que va más
allá: la reivindicación de unos valores y de un proyecto
de sociedad basado en la convivencia que puedan poner freno —y hasta
presentarse como alternativa— a los dos fundamentalismos que hoy presiden
la escena internacional: el fundamentalismo norteamericano y el fundamentalismo
islámico. Se trata de reivindicar lo que considera lo mejor
del legado ilustrado, el ideal republicano, laico y humanista frente
a las reivindicaciones del neoliberalismo económico, del neoconservadurismo
y del neoimperialismo hoy hegemónicos, y que al igual que el
dogma religioso suponen un obstáculo para la autonomía
y libertad de pensamiento, así como para que los individuos
se sientan partícipes de los destinos de la comunidad.
Premisas estas imprescindibles para
el ejercicio de la ciudadanía en lo que debería ser
una sociedad democrática. Junto al llamado «retorno de
la religión» también están los grandes
poderes económicos que merman las posibilidades de la acción
política, el margen de maniobra de los estados y la calidad
de la propia democracia. Se trata, en cierto modo, de una nueva forma
de alienación que también impide el desarrollo autónomo
de los individuos al alejarles cada vez más de la posibilidad
de ser dueños de su destino.
Pero para poder entender y hablar de
esta alternativa, de este proyecto ilustrado laicista capaz de dar
una respuesta al discurso dominante, nada mejor que echar la vista
atrás y hacer una lectura de todo lo ocurrido en el siglo XX.
De esta manera podremos rescatar al laicismo de esa tergiversación
sistemática realizada sobre sus fundamentos, identificándolo
con el totalitarismo y el relativismo posmoderno, algo difícilmente
asumible desde su propia tradición. Una tradición que,
por el contrario, se caracteriza ante todo por la libertad de conciencia
y la igualdad de todos ante la ley; por garantizar la neutralidad
del poder político, la autonomía de la persona y la
libertad de pensamiento.
Se
trata, en definitiva, de evitar la tutela de la Iglesia sobre la sociedad;
requisito indispensable para poder hablar de una sociedad democrática.
Y el instrumento básico del que debe valerse dicha sociedad
para lograr esa autonomía individual que nos permita ejercer
nuestra ciudadanía es la escuela pública; escuela que
tendrá como ideal ético la formación de futuros
ciudadanos autónomos, capaces de elegir y gobernarse a sí
mismos. Para ello, dicha escuela debe educar a partir de dos principios
básicos: de una parte, enseñar conocimientos que sean
verificables y aceptados científicamente; y de otra, sobre
aquellos valores consensuados, sobre las pautas éticas aceptadas
y no sobre aquellos valores que tienden a segregar y diferenciar,
evitando así encontrarnos con el problema de tener que dividir
al alumnado en razón de las convicciones y creencias de sus
familias.
De especial relevancia e interés
es la manera en que Santesmases analiza y enfoca el problema del laicismo,
educación y democracia en referencia a nuestro país:
tras un pertinente y breve recorrido histórico a partir de
la II República, va dando un repaso a los diferentes momentos
históricos hasta llegar a la actualidad, con las consabidas
problemáticas planteadas en torno a la cuestión escolar,
la cuestión religiosa en la Constitución, los Acuerdos
con la Santa Sede que van a crear y están creando ya problemas
con otras confesiones religiosas en una sociedad cada vez más
multicultural y multirreligiosa. Problemas que, como bien señala
nuestro autor, nos llevan a alejarnos cada vez más de esa unidad
respetuosa con la diversidad. Tras reivindicar el laicismo como respuesta
a estos problemas, señala los nuevos retos a los que éste
se enfrenta, como es el dar respuestas a dos grandes cuestiones: ¿cómo
organizar internamente la convivencia?, ¿cómo responder
ante los desafíos del actual orden internacional? Preguntas
cuya respuesta, una vez más, nos conducen necesariamente a
hablar de escuela pública laica y de una Europa laica.
Quisiéramos concluir este artículo
haciendo nuestras las siguientes palabras con las que Antonio Santesmases
concluye el primer capítulo de su libro:
«El laicismo no resuelve todos
los problemas que plantea una sociedad crecientemente desigual, pero
sí ayuda a preservar principios vinculados a lo mejor de la
tradición ilustrada. (É). Porque el laicismo por sí
mismo no conduce a una “buena sociedad”, pero sin él no podemos
hablar de esa «”buena sociedad”».
Manuel
García-Morán Escobedo y José Manuel Barreal San
Martín son miembros del Foro por la Escuela Pública.
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