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Si el hombre es sociable por naturaleza,
sólo en sociedad puede
desarrollar su verdadera naturaleza,
cuya fuerza debe ser medida,
no con la del individuo particular,
sino con la de la sociedad
Marx, La Sagrada Familia,
1845; MEW, II, pág. 138 (1)
Para Aristóteles, el hombre
es un zoon politikon, un animal social o político, en la
medida en que necesita vivir en la polis, en la comunidad social
y política para realizar sus propios fines: la vida buena, racional,
virtuosa. De este modo, la comunidad se convierte en el "marco" necesario
para que el hombre alcance sus fines: la ciudad subsiste (...)
para
el vivir bien (2)
Pero también es importante resaltar la dimensión individual del hombre en el pensamiento de Aristóteles, puesto que el ideal más elevado, la vida teorética o contemplativa de la verdad, se sitúa en el ámbito del hombre individual. La vida racional se desarrolla, por tanto, a nivel individual, pero sólo es posible en comunidad (si no, uno se convierte en una bestia o en un dios). En definitiva, la felicidad a la que aspira el hombre, sólo se puede alcanzar a través del desarrollo de su naturaleza a la vez individual y social.
Esta doble dimensión también la encontramos en Marx. En primer lugar, la superación de la alienación de la sociedad capitalista implica el desarrollo del individuo social:
El individuo es ser social. La
manifestación de su vida (...) es, por consiguiente, manifestación
y afirmación de la vida social
Marx, Manuscritos, 1844;
MEW, EB, I, pág. 538 y sigs (7).
2.
VALOR DE USO Y VALOR DE CAMBIO
Para Marx, lo que constituye el valor de uso de un bien es la materialidad de la mercancía misma (8); y éste carácter de la mercancía no depende de que (...) cueste al hombre mucho o poco trabajo (9) elaborarla. El valor de uso es, por tanto, una magnitud cualitativa, que constituye el contenido material de la mercancía, cualquiera que sea la forma social de ésta.
Por el contrario, el valor de cambio aparece como una relación cuantitativa, [es] la proporción en que se cambian valores de uso por valores de uso de otra (10). Para ello, hay que reducirlos necesariamente a un algo común[el subrayado es nuestro] respecto al cual representan un más o un menos, un algo común que no puede consistir en una propiedad geométrica, física o química, ni en ninguna otra propiedad natural de las mercancías (11).Y es precisamente aquí, en la determinación de ese algo común donde se presentan las diferencias entre Marx y Aristóteles.
Para Aristóteles ese patrón común de medida del valor está vinculado a una cualidad subjetiva, vinculado a la satisfacción de necesidades:
Aunque el valor de cambio revista la forma de dinero, la forma dinero es, únicamente, el reflejo en una sola mercancía de las relaciones de valor entre todas las mercancías (14), que son en trabajo abstracto. El dinero sólo es su forma específica de valor.
Además, el trabajo abstracto aparece en el modo de producción capitalista como una mercancía, una mercancía que posee la cualidad de ser fuente de valor y precisamente, más valor del que ésta misma posee; es decir, puede crear plusvalía (15). Para el capitalista, éste es el el valor de uso de la mercancía fuerza de trabajo, su capacidad para crear plusvalía, que utlizará como capital para que le rinda una nueva plusvalía (16):
Un aumento de la productividad del trabajo modifica la cantidad de trabajo abstracto necesario para la producción de los mismos valores de uso que antes. Si disminuye el tiempo de trabajo necesario al introducir, por ejemplo, nueva tecnología, y la jornada de trabajo sigue siendo la misma, aumenta la plusvalía o el tiempo de trabajo gratuito para el capitalista. Siempre se requiere cierta cantidad de trabajo excedente para hacer frente a posibles contingencias y progresiva expansión del proceso de reproducción (llamado acumulación desde el punto de vista capitalista) (20).
Así pues, el capital procura
constantemente suprimir el tiempo de trabajo necesario (por lo tanto, reducir
al trabajador a un mínimo, es decir, a convertir su trabajo en una
pura fuerza de trabajo viva) (21).
3. ECONOMÍA FRENTE A CREMATÍSTICA. CAPITALISMO FRENTE A COMUNISMO
Aristóteles distingue dos modos de adquisición: la economía o administración de la casa y la crematística. La economía tiene por fin último la vida buena, racional, en definitiva, la felicidad humana, mientras que la crematística persigue únicamente la acumulación de una riqueza ilimitada (entendida como abundancia de dinero), persigue por tanto, el máximo lucro.
Aquí volvemos a encontrar un punto de conexión ente Marx y Aristóteles, en la medida en que Marx habla de modos de producción que forman parte de la prehistoria humana (22), cuya última forma antagónica es el capitalismo; y de una nueva formación social, la sociedad comunista, que supone la superación de todas las contradicciones inherentes a los modos de producción anteriores, permitiendo al hombre experimentar su propia humanidad (23) y desarrollar incondicionalmente todas sus potencialidades (24).
Por tanto, encontramos, tanto en
Marx como en Aristotéles sendos modos de producción que permiten
alcanzar los fines que cada autor considera inherentes a la naturaleza
humana, y otros dos modos de producción (o de artes de adquisición,
en términos aristotélicos), que suponen la negación
de los anteriores fines. Veamos, a continuación con más detalle
cada uno de ellos.
3.1. CREMATÍSTICA Y MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA
Aristóteles habla de tres
formas de crematística: el comercio de compra y venta, que tiene
por objeto el máximo lucro (25); la usura al que considera
el más antinatural de todos los negocios, puesto que en ella,
la ganancia procede del mismo dinero (y no de aquello para lo que éste
se inventó) (26); y el trabajo asalariado. Comercio, bancos
y trabajo asalariado: los tres pilares del capitalismo...
Éste último factor mencionado por Aristóteles, el trabajo asalariado, ocupará un lugar central en el pensamiento de Marx: el capital, pues, presupone el trabajo asalariado; el trabajo asalariado presupone el capital. Se presuponen mutuamente; cada uno de ellos origina al otro (27).
Consideremos ahora la cuestión de la riqueza en la crematística y en el capitalismo. La crematística persigue una riqueza sin límites, entendiendo riqueza como abundancia de dinero (28), por ello, según Aristóteles, no se da en esta clase de crematística un limite en su fin (29), ya que su fin, el máximo lucro, es por definición ilimitado. No es difícil encontrar aquí los puntos de conexión entre la crematística y las dinámicas de acumulación de capital:
Por otra parte, esta riqueza ilimitada de dinero que persigue la crematística es, según Aristóteles, justamente censurada, pues no es conforme a la naturaleza, sino a expensas de otros>el individuo trabajador se aliena a sí mismo (...) para servir al enriquecimiento de otro a costa de su propia miseria (33).
Ésto, que para Aristóteles es antinatural, en Marx se traduce en alienación. Explicaremos, a continuación, brevemente el signficado de alienación.
El trabajo es alienador en primer lugar, porque es un trabajo que se realiza para otra persona, no pertenece al propio trabajador, sino que pertenece a otro. El obrero pone su vida en el trabajo, pero el trabajo no es para él, adquiere una existencia propia, es independiente de él, es ajeno a su persona (34). En el proceso de acumulación (autovalorización) del capital, el trabjador crea valor, pero un valor que le es extraño, es ajeno a él, no es para él y por ello supone un proceso de empobrecimiento del obrero: su vida es el sacrificio de su vida (...) en su producción, produce su aniquilación (35).
En segundo lugar, es alienador porque el obrero no se realiza con su trabajo, el trabajo es exterior al obrero, no constituye una parte de su naturaleza; el trabajo en sí mismo no es la satisfacción de una necesidad, sino un medio para satisfacer otras necesidades. En lugar de ser la esencia del hombre, es puro medio para su subsistencia. De este modo, la producción de la vida material (el trabajo) y la actividad personal, divergen tanto la una de la otra, que parece que la vida del trabajador es todo aquello que hace fuera de su trabajo. Por ello Marx considera que el trabajo es una actividad negativa de la actividad personal. Actividad laboral y autorrealización no sólo no coinciden, sino que divergen de tal forma que cuanto más intensamente trabaja, más pobre es su vida interior y menos se pertenece a sí mismo; el obrero sólo se encuentra a sí mismo fuera de su trabajo (36) , y en consecuencia, se niega a sí mismo cuando está en él.
Podríamos decir, por tanto, que el trabajo es alienador en la medida en que el hombre no alcanza sus fines en cuanto a hombre, no vive de acuerdo con lo que Marx considera su naturaleza humana: la economía capitalista considera una forma alienada de relación social como la forma verdadera y original, la forma que corresponde a la naturaleza humana (37)
Por lo tanto, en el modo de producción capitalista se niega, se equivoca, se invierte la auténtica naturaleza del hombre, puesto que ésta aparece de forma alienada; es más, se presenta, falsamente, como la verdadera naturaleza humana.
Por último, Marx y Aristóteles coinciden en el papel que le atribuyen al dinero. Ya hemos visto como la acumulación ilimitada de riqueza, entendida como dinero, es para Aristóteles el fin de la crematística; es decir, el dinero y su incremento, se convierten en este arte de adquisición, en un fin en sí mismo y no un medio para el intercambio. Lo mismo sucede en el capitalismo, en el que, el dinero, convertido en capital, se convierte también en fin en sí mismo: con capital se compra la mercancía fuerza de trabajo, de la que se extrae plusvalor, que a su vez, se vuelve a transformar en capital, pero un capital incrementado con respecto al inicial (K-M-K+): el capital es trabajo muerto que, como vampiro, sólo se nutre chupando trabajo vivo y cuya vida es más pletórica cuanto más chupa (38). El capital, por tanto, se conserva e incrementa absorbiendo trabajo vivo.
En el modo de producción capitalista, se produce únicamente para obtener plusvalía, para expandir el capital inicial. el capital tiene como finalidad inmediata no el valor de uso, sino el valor en sí [...], que constituye su riqueza
Además, el dinero , este
esclavo amarillo, prostituta de la humanidad como lo califica
Shakespeare (39), cumple una función alienadora en el capitalismo:
la
perversión y confusión de todas las cualidades humanas y
naturales, la conciliación de incompatibles, ésta es la fuerza
divina del dinero, es la de una esencia como esencia del hombre enajenada...el
dinero es la riqueza de la humanidad en forma extrañada (40).
Tanto la economía aristotélica
como el comunismo comparten el hecho de ser los modos de producción
que para cada autor permiten al hombre alcanzar sus fines.
Por una parte, la crematística, arte de adquisición natural para los que administran la casa y la ciudad, tiene por fin último la vida racional, fin de los hombres. Para ello, subsiste con objeto de completar la autosuficiencia natural de los hombres:
En definitiva, de los dos artes de adquisición que distingue Aristóteles, uno es por naturaleza y otro es antinatural; uno permite al hombre realizar sus fines y el otro no.
Este mismo esquema lo vemos, en esencia, repetido en Marx cuando habla de modos de producción alienadores, negadores de la naturaleza humana y de una nueva formación social, una nueva sociedad en la que el hombre se despoja de toda alienación y se reencuentra con su verdadera naturaleza en el reino de la libertad (42), donde la producción será calculada con miras a la riqueza de todos (43) y el tiempo de trabajo necesario se adecuará (...) a las necesidades del individuo social (44).
Como resultado de la tendencia al
desarrollo de las fuerzas productivas materiales en el capitalismo, se
crearán al mismo tiempo las condiciones objetivas y subjetivas para
su destrucción. Cuando esto suceda, cuando se haya abolido la propiedad
privada de los medios de producción y por tanto, se hayan superado
todos los antagonismos, cuando el trabajo no sea únicamente un
medio de vida, sino la primera necesidad vital (45), cuando el hombre
haya organizado el mundo humanamente y el trabajo vuelva a ser su esencia;
sólo entonces se constituirá la base material de un sociedad
humana libre en la que el hombre reencontrado con su verdadera naturaleza
humana, podrá autorrealizar su individualidad como un
hombre
total (46).
4. CONCLUSIÓN: LA IMPORTANCIA DE LOS FINES
Lo que permite distinguir a Marx entre modos de producción prehistóricos y la sociedad comunista, que supone la ruptura total con lo anterior, es el hecho de que los primeros niegan los que considera los verdaderos fines del hombre, su auténtica humanidad, su naturaleza, que se materializará en la sociedad comunista. El capitalismo, como última forma antagónica, es visto, por tanto, como la negación de todos los valores que caracterizan a la naturaleza humana.
Por el contrario, la consideración del comunismo como humanismo, nos indica cual que es la verdadera naturaleza del ser humano y por tanto, el fin al que deben tender los hombres, para lo cual es necesario la abolición del régimen del capital, cúspide de la inhumanidad (47), separación de todo lo humano.
Comunismo-capitalismo es, por tanto, la oposición entre humanismo y negación de lo humano; entre el retorno del hombre a sí mismo y alienación; entre el deber ser, y lo que es; entre el ideal y la realidad que debe ser transformada.
En resumidas cuentas, a mi parecer,
aquí se encuentra el fundamental legado aristotélico de Marx.
Ambos comparten una visión teeológica de la naturaleza humana;
eso sí, en Marx existe junto a otra dimensión descriptiva,
analítica e histórica, que otorga al marxismo su carácter
científico. Al igual que en el maestro griego, cuya teoría
gira en torno a los fines (todo existe en la medida en que es fin), para
Marx, es la adecuación a los fines del hombre lo que hace del comunismo
afirmación (48), porque es la negación de la negación;
es la negación del capitalismo, aniquilador de la verdadera esencia
humana. Son estos fines, los del ser humano, los que impulsan a Marx a
formular toda una compleja teoría que desvela las contradicciones
del modo de producción capitalista para forjar uno nuevo; son estos
fines los que impulsan a transformar el mundo en un mundo humano; un mundo
en el que el interés privado del hombre se confunda con el interés
humano y en el que la producción tenga por objetola riqueza de todos.
Bibliografía básica:
(1) En: RUBEL,
M. (ed); Páginas escogidas de Marx para una ética socialista,
Volumen 2: Revolución y socialismo; Buenos Aires, Amorrutu Editores,
1970; pp. 209-210
(2) ARISTÓTELES,
Política (traducción y notas de GARCÍA VALDÉS,
Manuela), Madrid, Biblioteca Básica Gredos, 1988; pág. 49
(3) En: RUBEL,
M. (ed); op. Cit.; pág. 239
(4) MARX, Manuscritos,
1844; MEW, EB, I, pág. 538 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed); op. Cit.;
pág. 219
(5) MARX, Elementos
fundamentales, 1857-1858, pág. 592 y sigs.; en: RUBEL,M. (ed);
op. Cit.; pág. 239
(6) En: RUBEL,
M. (ed); op. Cit; pág. 46
(7) En: RUBEL,
M. (ed); op. Cit.; pág. 219
(8) MARX, Karl;
El capital, crítica de la economía política, Volumen
I; México, Fondo de Cultura Económica; 1968; pág.
4
(9) Idem
(10) Idem
(11) Idem; pág.5
(12) MARX, Karl;
El capital, crítica de la economía política, Volumen
I; México, Fondo de Cultura Económica; 1968; pág.5
(13) Idem; pág.
7
(14) Idem; pag.
96-97
(15) El tiempo
de trabajo del obrero se divide en trabajo necesario, tiempo en el que
reproduce el valor de su fuerza de trabajo, y en trabajo adicional o plustrabajo,
tiempo en el que genera plusvalía. Es decir, la plusvalía
es el valor que el trabajo del obrero asalariado crea después de
cubrir el valor de su fuerza de trabajo. Por ejemplo, si un trabajador
emplea 10 horas de trabajo para producir 20x y recibe como salario el equivalente
a 10x Tarda 5 horas en producir esta cantidad), se diría que el
trabajo socialmente necesario de ese trabajador son cinco horas y durante
las cinco horas restantes de su jornada está produciendo plusvalía
para el capitalista.
(16) Por ello,
sostiene Marx que la producción de plusvalia es el principal resorte
que mueve el desarrollo de las fuerzas productivas bajo el capitalismo.
(17) El trabajo
creador de valor de cambio se caracteriza finalmente por el hecho de que
las relaciones sociales entre personas, por así decirlo, se presentan
invertidas, como relación social entre las cosas. (MARX, Contribución
a la crítica de la economía política, pág.
23; citado en: RUBIN, Isaak I.; Ensayos sobre la teoría marxista
del valor; Buenos Aires, Cuadernos de Pasado y Presente, 1974) . Es
decir, las relaciones de producción en el capitalismo revisten la
forma de relación entre cosas. Esto es denominado fetichismo del
capital.
(18) En: RUBEL,
M. (ed); op. Cit; pág. 47
(19) MARX, Karl;
El capital, crítica de la economía política, Volumen
I; México, Fondo de Cultura Económica; 196; pág. 7
(20) MARX, Karl;
El capital, crítica de la economía política, Volumen
III; pág. 871 y sigs.; en: MARX, K.; Sociología y filosofía
social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pág. 177
(21) MARX,
Elementos fundamentales, 1857-1858, pág. 715 y sigs.; en: RUBEL,
M. (ed); op. Cit; pág. 44
(22) MARX: "Prólogo
a la contribución de la economía política", en Introducción
General a la crítica de la economía política. 1857
, México, Pasado y Presente, 1984; pp. 66-68
(23) MARX, La
Sagrada Familia, 1845; MEW, II; pág. 138; en: RUBEL, M. (ed);
op. Cit; pág. 209
(24) MARX, Karl;
El capital, crítica de la economía política, Volumen
III; pág. 871 y sigs.; en: MARX, K., Sociología y filosofía
social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pág. 279
(25) ARISTÓTELES,
Política (traducción y notas de GARCÍA VALDÉS,
Manuela), Madrid, Biblioteca Básica Gredos, 1988; pág. 70
(26) Idem; pág.
74
(27) TAC (1849)
MEGA I/6; pág. 485; en: MARX, K., Sociología y filosofía
social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pág. 168
(28) ARISTÓTELES,
Política (traducción y notas de GARCÍA VALDÉS,
Manuela), Madrid, Biblioteca Básica Gredos, 1988; pág. 70
(29) Idem; pág.
71
(30) En: RUBEL,
M. (ed); op. Cit; pág. 240
(31) MARX, Elementos
fundamentales, 1857-1858; pág. 311 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed);
op. Cit; pp.199-200
(32) ARISTÓTELES,
Política, Op. Cit.; pág. 74
(33) MARX, Elementos
fundamentales, 1857-1858; pág. 438 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed);
op. Cit.; pp. 43-44
(34) MEF (1844)
MEGA, I/3, pp.83-84, en: MARX, K., Sociología y filosofía
social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pág. 192
(35) MARX, Manuscritos,
1844; MEW, EB, I, pág. 450 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed); op. Cit;
pág. 210
(36) Todas las
anteriores en: MEF (1844) MEGA, I/3, pp.83-86; en: MARX, K., Sociología
y filosofía social; Barcelona, Ediciones Península; 1978;
pp. 191-192
(37) MARX, Estudios
económicos de los cuadernos de notas de Marx (1844-1845) MEGA
I/3, pp. 536-537; en: MARX, K., Sociología y filosofía
social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pág. 193
(38) MARX, El
Capital; citado en: ACADEMIA DE CIENCIAS DE LA URSS. INSTITUTO DE ECONOMÍA;
Manual de Economía Política; México, Grijalbo,
1956
(39) Citado en:
MARX, K.; Manuscritos de París. Anuarios franco-alemanes 1844;
Barcelona, Crítica (Grupo Editorial Grijalbo); 1978; pág.
406
(40) Ídem;
pág. 408
(41) En: RUBEL,
M. (ed); Op. Cit; pg. 222
(42) MARX, El
capital, Volumen III; en: MARX, K., Sociología y filosofía
social; Barcelona, Ediciones Península; 1978; pág. 278
(43) MARX, Elementos
fundamentales, 1857-1858, pág. 592 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed);
Op. Cit; pág. 241
(44) Ídem;
pág. 240
(45) CPG (1875);
en: MARX, K., Sociología y filosofía social; Barcelona,
Ediciones Península; 1978; pág. 282
(46) MARX, Manuscritos,
1844; MEW, EB, I, pág. 538 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed); Op. Cit;
pág. 219
(47) MARX,
La Sagrada Familia; citado en: RUBIN, Isaak I.; Ensayos sobre la
teoría marxista del valor; Buenos Aires, Cuadernos de Pasado
y Presente, 1974
(48) MARX, Manuscritos,
1844; MEW, EB, I, pág. 544 y sigs.; en: RUBEL, M. (ed); Op. Cit;
pág. 223
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