NÓMADAS - REVISTA CRÍTICA
DE CIENCIAS SOCIALES Y JURÍDICAS 13-2006/1 | Universidad Complutense de Madrid | ISSN 1578-6730 |
A
cien años de "La ética protestante y el espíritu del
capitalismo" Mediaciones conceptuales en la sociología de Max Weber |
Pablo Nocera >>> CV |
Los escritos de
Weber son sin lugar a duda del tipo intensivamente infinitos. Sus textos pueden ser
releídos un número increíble de veces, de forma tal
que con cada lectura podríamos obtener una nueva apreciación,
diferente de las anteriores. Agnes Heller (1994;81) afirma junto a Lukács,
que para hablar de infinitud intensiva debemos referirnos casi exclusivamente
a textos de arte y filosofía. La producción
weberiana podría ajustarse perfectamente a esa caracterización.
Ocuparse de la obra de Weber es afrontar una
nueva invitación a cuidar nuestras intenciones hermenéuticas,
para evitar que la ‘vuelta al texto’ decaiga en mera interpretación,
en mera sucesión de textualidad depurada, donde sólo cierta
dosis de erudición puede disimular la muerte del texto mismo ante
los ojos del lector. En otras palabras, si la
comprensión de la comprensión -la
hermenéutica- no es mera interpretación, lo que tenemos es
teoría, y como tal, con ella lo que intentamos hacer es explicar.
En este sentido, las
páginas que siguen constituyen un regreso al mismo Weber que tiene
como marco, el centenario de la publicación del más famoso
de sus escritos.(1) Un regreso dibujado en el sinuoso camino
del interrogante textual y contextual, que intenta habilitar una lectura
dimensionada por vectores de fuga constantes, pero no por ello menos cuidada,
menos responsable (Merleau Ponty,
1957; 21).
Ante la magnitud de la producción de
Weber, no es difícil encontrar quienes intentan establecer divisiones
cronológicas o de perspectiva en su obra. Ya
sea apoyándose en el período en que un texto suyo fue escrito,
o bien destacando la referencia temática a la que el texto alude como
característica de una herencia o escuela particular. Por un lado, veremos como algunos rescatan un Weber, fuertemente influenciado por las cuestiones
de método (Methodenstreit) y las discusiones del historicismo
alemán; así como otros verán a un Weber maduro que despliega
su erudición en cierto detrimento de su metodología (Weber
Marianne,1995) Otros observarán un Weber
encorsetado en la disciplina sociológica, sistemático y metódico.
(Janoska-Bendl, 1972; Parsons,1949) Y existen
quienes rescatan al ‘otro Weber’, al filósofo (Jaspers, 1958-Lukács,
1959), al nietzscheano, al pasional (Vernik,1996) o aquel que caminaba en
comunión con los senderos de la literatura. (González García,
1982;1989) Sin embargo, la caracterización más frecuente apunta
a una pretendida coexistencia en la obra de Weber de una microsociología
(teoría de la acción) y una macrosociología (teoría
de la racionalización). Esta distinción
ha sido retraducida en numerosas oportunidades, en las llamadas tensiones
del individualismo metodológico del cual el autor sería un
portador. (Naishtat, 1998)
El trabajo considera
tres aspectos fundamentales. El primero refiere
a un interrogante. ¿En qué medida
se puede hablar de Weber como un individualista metodológico? Aunque quienes reconocen esto, no dejan de precisar
tensiones, nosotros abogamos por una lectura diferente.
En concreto, aquí intentamos revisar la relación que
Weber establece entre individuo-sociedad y ver como su propuesta va más
allá de una consideración que se apoye en el primer término
de esta fórmula. Para ello, en una primer
sección, revisamos la red de conceptos sociológicos básicos
para rescatar el carácter social que se halla detrás de la
acción de cada individuo. En otras palabras,
lo que haremos es observar en que medida la dimensión cultural en
la que se apoya la significación que orienta la acción de los
individuos, nos muestra la presencia de condicionamientos (sociales, culturales,
económicos, simbólicos) en el propio desarrollo del actuar. En modo alguno, esto supone atribuirle a la propuesta
de Weber, un reconocimiento ontológico de instancias de asociación
supraindividuales (Estado, Iglesia, corporaciones, clases y otras), instancias
a las que él deja, en tanto existencia autónoma, como objeto
propio de la teoría jurídica. Por
el contrario, lo que intentamos es mostrar como la dimensión cultural
es la que está mediando entre los individuos y las estructuras supraindividuales
que ellos contribuyen a formar.
En este sentido,
antes que destacar una dicotomía entre individuo y sociedad en la
obra de Weber, lo que intentamos es rescatar las mediaciones
conceptuales existen para pensar plexos de conexión lógica
entre ambas instancias de análisis. Con
esto buscamos (re)situar la importancia de la dimensión simbólica
en la interdependencia entre individuo y sociedad, aspecto que nos proponemos
abordar en la última parte de la primera sección.
Finalmente,
intentaremos en una segunda sección, analizar como la dimensión
simbólica, que Weber tiene presente en sus escritos sobre el proceso
de racionalización, puede emanciparse de sus sujetos creadores, y
una vez autonomizada, puede condicionar e incluso determinar la acción
de los propios individuos. Esta particularidad
que algunos comentaristas dieron en llamar ‘la dialéctica del proceso
de racionalización’, es el interés primordial del final de
nuestro trabajo. Lo que intentamos explorar es
cómo el marco categorial que Weber formula, permite reconocer analíticamente
la existencia autonomizada de estructuras supraindividuales, que pueden condicionar
las prácticas de los sujetos. Para ello
exploramos las formulación de nuestro autor en el marco de lo que
dimos en llamar el fenómeno de ‘reificación
de la dimensión simbólica’.
La reconstrucción apunta a dos objetivos
principales. El primero, se orienta a la comprensión
de la posición lógica de los conceptos que conforman la red,
para de esa forma (re)configurar su alcance explicativo.
El segundo, busca vislumbrar las mediaciones conceptuales
que a nuestro entender, permiten ofrecer plexos dentro de las tensiones analíticas
anteriormente comentadas. El objetivo es poder
recuperar la reconstrucción de esas mediaciones lógico-conceptuales,
utilizando las propias categorías que el mismo Weber formula, sin
que ello deforme el sentido y el contexto de sus formulaciones.
Para clarificar el análisis dividiremos
la exposición en tres aproximaciones. Con aproximaciones, hacemos referencia
a la forma en que nos acercaremos a los conceptos. Se
trata de llevar adelante ciertos acercamientos graduales que nos permitan
desagregar el montaje conceptual weberiano, sin que ello suponga una pérdida
de la coherencia explicativa, y una yuxastoposición de momentos lógicos
distintos. A tal fin, la primera de las aproximaciones,
se estructurará en torno al análisis de los conceptos de acción, significado, contexto
de significado y motivo. Con
ello podremos presentar los conceptos básicos que articulan la red
conceptual.
La segunda de ellas, hará referencia
de forma acumulativa, a los conceptos de relación social,
orden, comunidad, sociedad,
asociación, poder y dominación. Con esta segunda aproximación daremos cuenta
de un nivel de agregación mayor, en el cual Weber piensa la trama
de interacciones que nutre el tejido social. Finalmente
la tercera, centrará la atención en los conceptos de creencia, legitimidad y representación,
que constituirán la trama de mediaciones propiamente dicha. El objetivo de este último apartado es ver
como se vinculan y a través de qué categorías, los conceptos
expuestos en las dos primeras aproximaciones.
A los fines de recuperar
la riqueza de los textos originales, abordaremos
las citas de los mismos, en las dos versiones (alemán y castellano)
cuando lo creamos conveniente, con el objeto de clarificar la significación
y todo el alcance semántico que ellos encierran.
Esto nos permitirá tomar distancia de las acepciones más
utilizadas corrientemente, pudiendo recuperar así, otras perspectivas
en la lectura, que son más afines a los objetivos propuestos en este
análisis. Sin que esto suponga desmerecer
las acepciones tomadas en las traducciones, solamente colocaremos entre corchetes
la acepción que consideramos más adecuada, dejando la original
castellana, tal cual fue formulada por el traductor.(2)
1.1
Aproximación (I)
“Debe entenderse
por sociología (en el sentido aquí aceptado de esta palabra,
empleada con tan diversos significados): una ciencia que pretende entender
[comprender], interpretándola, la acción social para de esta
manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos”.(ES. p.5)
El elemento
causal se encuentra involucrado en el momento interpretativo. En tanto la sociología es interpretativa puede
ofrecer explicaciones causales. Lo que se trata
de interpretar es la acción, justamente la acción
y no la conducta, porque la conducta sólo es una serie de movimientos
en el espacio, en tanto que la acción es algo diferente. En la propia definición de sociología
tenemos presente el vector fundamental sobre el cual se apoya la teoría
sociológica que Weber está proponiendo.
La palabra acción redimensiona la perspectiva de análisis. ¿En qué aspectos?
En muchos. La sociología tiene
por objeto la acción, pero no cualquier acción, sino la acción social.
La acción constituye el primer reconocimiento disciplinario
de la conformación de un objeto propio. Es
el hombre que actúa, cómo actúa, los propósitos
que se fija y el contexto de su acción, lo que atrae la atención
del autor.
“Por acción
debe entenderse una conducta humana (bien consista en un hacer externo o
interno, ya en un omitir o permitir) siempre que el sujeto o los sujetos
de la acción enlacen a ella un sentido
subjetivo.”(ES. p.5) [“Handeln” soll dabei ein menschliches Verhalten (einerlei
ob äußeres oder innerliches Tun, Unterlassen oder Dulden) heißen,
wenn und isofern als der oder die Handelnden mit ihm einen subjetiven Sinn verbinden.](WuG. p.2) (itálica original)
La formulación
weberiana se inicia con la noción de sujeto, noción a la que
enlaza un elemento distintivo. Nos referimos
al concepto alemán ‘Sinn’. El
concepto es traducido en la edición española como ‘sentido’. Si bien la traducción es correcta, otra acepción
con una riqueza semántica mayor, nos permite evaluar las implicancias
de esta enunciación basal del aparato conceptual weberiano. Consideramos más pertinente traducir ‘Sinn’ por ‘significado‘ en lugar de ‘sentido’, lo cual nos permite enriquecer considerablemente
el análisis. Veamos porqué. (3)
La acción
individual, en los términos que a la sociología weberiana le
interesa, tiene ‘significado’. ¿A qué
hace referencia Weber cuando habla de ‘significado’? Indudablemente a la dimensión individual que
por tal supone la comprensión de la situación de la propia
acción; a un ‘antes’ y a un ‘después’, a algo importante y
algo que no lo es, a una mínima certeza que presupone factores inciertos,
a intereses, ideales, valores y representaciones. Todas
estas, son formas de denotar ese gran entramado de cuestiones que pueden
generarse en cualquier ámbito social donde un sujeto se desempeña. El significado implica la comprensión que
el sujeto tiene de su actuar o que el observador reconstruye en su estudio.
Hace referencia al entendimiento de la situación en la que actúa
(entendimiento que puede ser precario, asistemático e incluso rudimentario
–y en esto se distingue, entre otros, de los pensadores de la economía
clásica) que puede luego cargar de sentido su acción. Esta distinción nos permite recuperar de una
manera más precisa el nivel simbólico y por ende cultural,
que se encuentra encapsulado estrechamente en la noción de significado
o significación en la acción.
Efectivamente
el componente subjetivo de la acción, es decir la significación
subjetiva del sujeto es lo que justamente conforma la orientación,
el ‘sentido’ de su acción. Aunque Weber
no lo explicita, se puede deducir que el propio concepto de acción,
en tanto y en cuanto supone significación, lleva en sí mismo
un componente social que se estructura en la conformación de prácticas
individuales, a partir de la orientación que los sujetos dan a su
propio actuar. Es en este sentido, que Weber
puntualiza más adelante, que el significado existente
de hecho puede pensarse como construcción histórica o como
promedio de modo aproximado a una determinada masa de casos (Cf. ES p 6 WuG
p.1). Indudablemente no puede haber sentido sin
sociedad que conforme en un cierto entramado—cultural, ideológico,
simbólico, discursivo—, una urdimbre de significaciones que cargue
de contenido las acciones de aquellos que interactúan en ella y por
ella.
Es claro porqué
el propósito de la sociología, entonces, es interpretar las
acciones de los individuos en el mundo social y la manera en que éstos
dan significado a los fenómenos sociales. Tanto
es así, que Weber continúa su exposición definiendo
precisamente la acción social:
“La ‘acción
social’, por tanto, es una acción en donde el sentido [significado]
mentado por su sujeto o sujetos está referido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo.”(ES.
p.5)
Aquí
hemos dado un paso más. La acción
no depende solamente de que tenga sentido para el sujeto, sino que también
debe tener un significado en relación con otros sujetos. La acción es subjetiva y a la vez intersubjetiva. La acción social
pone en evidencia como la orientación hacia los demás es un
componente de significación subjetiva. La
sociología es interpretativa en la medida en que su objeto implica,
por un lado, una dimensión de significación subjetiva y, por
el otro, una atención prestada a los demás sujetos. Más adelante Weber precisa la definición:
“La acción
social (incluyendo tolerancia u omisión) se orienta por las acciones
de los otros, las cuales pueden ser pasadas, presentes o esperadas como futuras
(venganzas por previos ataques, réplica a ataques presentes, medidas
de defensa frente a ataques futuros). Los ‘otros’
pueden ser individualizados y conocidos o una pluralidad de individuos indeterminados
y completamente desconocidos.”(ES. p. 18)
Luego de estipuladas
estas nociones básicas, el autor procede a aclarar que casos no pueden
ser considerados como acciones sociales. La finalidad
es evitar ciertos reduccionismos que puedan referir la acción social
a meras conductas imitativas, reactivas o sin referencia a terceros. En otras palabras, de lo que se trata es saber que
tipos de acciones son las que la sociología puede comprender interpretativamente. En consecuencia, Weber dirá que todas las acciones
sociales demuestran ciertas conexiones de sentido (Sinnzusammenhang),
siendo éstas justamente aquellas que deben ser interpretadas.
Nuevamente aquí,
nos topamos con una situación similar a la planteada por la semántica
del concepto alemán Sinn. El
concepto Sinnzusammennhang se encuentra traducido al castellano,
como ‘conexión de sentido’(4) La semántica
de la expresión germana nos permite ensayar otra traducción. Creemos más conveniente rescatar como acepción
‘contexto de significado’. Esta
distinción es muy estimulante y permite hacer ciertas consideraciones: (A) Si hablamos de ‘contexto de significado’,
situamos la perspectiva de análisis de la dimensión subjetiva,
en un ámbito mucho más esclarecedor. La
conexión de sentido es justamente entendible a partir de un contexto
donde la significación de la acción toma lugar, y es justamente
éste, el aspecto que la mirada weberiana quiere rescatar. (B) El contexto de significado permite reconocer el carácter
social que la significación asume necesariamente.
En otras palabras, la idea de contexto permite situar ‘lo otro’ en
la propia subjetividad, intersubjetivamente (5) referida
en la acción social. (C) Si no existe un sujeto que de sentido a su
acción, en tanto la oriente por la significación con que la
carga, estaríamos en presencia no de una acción, sino de una
conducta. Nos vemos compelidos en consecuencia,
a orientarnos bien hacia el conductismo o cierta psicología de los
actos, o bien a un examen de ciertas fuerzas colectivas (clases, estado,
etc.) donde la significación se desdibuja si no tenemos presente la
remisión individual que permanentemente orienta el análisis
de Weber.
La recuperación
de las nociones de significado y contexto de
significado, nos permiten ingresar de lleno en otro elemento que dará
cuerpo definitivo al análisis que se propone esta primera aproximación. Nos referimos concretamente al concepto de motivo, al que Weber define de la siguiente manera:
“Llamamos ‘motivo’,
a la conexión de sentido [contexto de significado] que para el actor
o el observador aparece como ‘fundamento’ con sentido [significativo] de
una conducta (ES p. 10) [‘Motiv’ heißt ein Sinnzusammenhang, weicher
dem Handelnden selbst oder dem Beobachtenden als sinnhafter ‘Grund’ eines
Verhaltens erscheint.](WuG p. 5)
El concepto
de motivo nos sitúa en un punto fronterizo de la aprehensión
sociológica que propone la red conceptual weberiana, debido al halo
frecuentemente psicológico que lo rodea. La
complejidad se debe en gran medida, a la particular interpretación
que la lectura parsoniana ha realizado de este concepto.
Efectivamente la recuperación efectuada por Talcott Parsons,
(1949:640 y ss.) colaboró de manera formidable en estructurar una
visión del ‘motivo’ de la acción en términos psicologicistas. Esto se debe fundamentalmente al carácter ahistórico
con que Parsons asume el substrato de la orientación de la acción
del sujeto. La noción de motivo
en su formulación original, es desde ya concebible sociológicamente. Veamos cómo.
El fundamento
significativo (sinnhaft Grund) de la acción,
es decir ese contexto de significado que el actor experimenta como motivo
de la acción, nuevamente nos lleva a considerar la trama social que
nutre permanentemente la significación y orientación de la
acción de los sujetos. El actor social
está ubicado en un momento histórico determinado y en una sociedad
específica. Las condiciones sociales,
políticas, económicas y culturales son el contexto en el cual
la acción del actor y sus motivos deben ser comprendidos. El propio Weber afirma: “Pero la pertinencia para
la sociología comprensiva de procesos que carecen de una «referencia
a sentido» subjetiva, [...] consiste exclusivamente en su papel de
«condiciones» y «consecuencias» respecto de las cuales
se orienta la acción provista de sentido, como es el caso, en la economía
política, de los estados climáticos o fisiológicos-vegetativos”
(Weber, 1993:179)
Los motivos,
como afirma Lidia Girola, son “complejos históricos de
significado” (Girola, 1985: 105). Efectivamente
el actor social elige, de manera consciente o inconsciente, los fines de
su accionar, que le son revelados por su entorno social, y que son real o
eventualmente accesibles en una época y sociedad determinada.
El intento de
comprensión del conjunto de motivos que llevan a actuar a un individuo
de la forma en que lo hace, supone esclarecer tanto las condiciones, como
el contexto en el cual se generó efectivamente la acción. Lo que realmente importa es cómo ese conjunto
de condicionamientos fueron reinterpretados y reconstruidos por el propio
actor, de forma tal de direccionar su conducta en orientación a determinados
fines y objetivos, para luego dotarse de ciertos medios que le permitan alcanzar
sus propósitos.
La trama de
motivos que se busca comprender no es un mero proceso individual, psicológico;
es un proceso en el cual se articulan y se constituyen de manera mutua, factores
o condiciones de la realidad, con elementos o características personales,
que finalmente llevan al actor a tomar una decisión con respecto a
su obrar. Las condiciones económicas,
sociales, políticas y culturales, operan ciertamente como fundamento
de los motivos del actor, motivos que se constituyen como tales a partir
de la reinterpretación, reformulación y ‘filtrado’ de esas
condiciones.(Girola, 1985: 105)
Desde el principio
lo que tenemos es una trama conceptual nutrida de la idea de acción,
significado de la acción, orientación con respecto a los demás,
contexto de significación y motivo. En
otras palabras, lo que Ricœur dio en llamar el ‘modelo de motivación’
(Ricœur,1994:214) . Este modelo, introduce una distinción metodológica
fundamental. En palabras de Weber:
“Decimos que
una conducta que se desarrolla como un todo coherente es ‘adecuada por el
sentido’ [adecuada significativamente], en la medida en que afirmamos que
la relación entre sus elementos constituye una ‘conexión de
sentido’ [contexto de significado] típica (o, como solemos decir,
‘correcta’) a tenor de los hábitos mentales y afectivos medios. Decimos por el contrario que una sucesión
de hechos es ‘causalmente adecuada’ en la medida en que según reglas
de experiencia, exista esta probabilidad; que siempre transcurra
de igual manera.”(ES. p. 10-11)
La idea de significación
introduce un redimensionamiento en la noción de causalidad en términos
histórico-sociológicos. La propuesta
de Weber constituye, en resumidas cuentas, un
planteamiento de cómo acceder a la significación que los sujetos
construyen en su accionar referido a terceros. El
modelo de motivación es sólo comprensible sociológicamente
de conformidad con ciertos tipos ideales (fundamentales) de acción. Los tipos ideales de acción son: (a) racional con arreglo a fines (zweckrational)
(b) racional con arreglo a valores (wertrational) (c) afectiva
(affectuell) y (d) tradicional (traditional).
Aunque no es
nuestro objetivo presente, evaluar la consistencia de la propuesta metodológica
de los tipos ideales, haremos de todas formas dos menciones. La primera es que la herramienta ‘tipo
ideal’ permite captar la complejidad de casos singulares mediante una
proceso combinatorio basado en una serie acotada de tipos fundamentales. Al operar sobre esa base de tipos combinatorios,
la multiplicidad de la realidad puede ser recortada cognitivamente en términos
sociológicos. En este sentido, los tipos
ideales son estructuras intermedias, ni estructuras a priori
ni meramente inductivas. Son estructuras a priori en tanto que deben ser sotenidas por la experiencia,
pero, por otro lado, también preceden a la experiencia puesto que
suministran un hilo conductor que nos guía.(Ricœur,1994:214) Los tipos ideales de acción
nos permiten acceder de una cierta manera a la comprensión
del modelo de motivación. Apunta Weber:
El tipo ideal
es una herramienta que facilita la comprensión explicativa. Actúa a manera de mojones (6) orientando el proceso de comprensión
interpretativa de la acción por parte del investigador. Como tal, el proceso no está nunca cerrado
por completo, sino que por el contrario, permanece abierto. De allí que el autor no hable de definiciones.
Los conceptos
que hemos revisado junto los próximos a tratar, no constituyen cada
uno, una definición en sí. En realidad
son lo que Weber llama Bestimmung (determinación). Como afirma Heller: “Bestimmung [en
lugar de definición] aclara los conceptos el máximo posible
sólo en tanto que la noción así determinada proporcione
la identidad de la noción predominante en todos los usos e interpretaciones,
pero también indica algo más que, o menos que, o diferente
a lo que nosotros habíamos elegido indicar.” (Heller, 1994:61) Más
aún, continúa diciendo “el aspecto de la no-identidad se ve
además realzado por la circunstancia de que la utilización
consistente de la noción puede ser y será contemplada como
no enteramente consistente por los que vean este tema desde una perspectiva
diferente.” Esta es justamente la riqueza del aporte weberiano, y es allí,
en esa Bestimmung donde nosotros volvemos a mirar, para interpretar qué
dimensiones adyacentes iluminan también la semántica de los
conceptos. Las ciencias sociales se abren permanentemente
a la interpretación y a la reinterpretación. Pero no sólo la interpretación y reinterpretación
de la trama de acciones sociales, sino también de sí mismas.
Hasta aquí
hemos podido (re)construir las nociones de acción, significado, acción
social, contexto de significado, motivo, tipos de acción y además
lo hemos hecho apoyándonos cuidadosamente en el andamiaje lógico-conceptual
que el propio Weber nos provee. El rescate de
estas nuevas dimensiones significativas de las formulaciones weberianas,
es un primer paso importante que nos permite realizar ciertas consideraciones
preliminares.
La primera hace
referencia a que un hecho histórico, en definitiva la acción
social, es un componente, momento y “expresión” particular de una sociedad
o de una época. Según lo comenta
Aguilar Villanueva “[...] entendidas éstas [sociedad o época]
como una ‘totalidad de vida’, como ‘conexión estructural’, ‘tomarlo
como un todo’.[...] Sólo la comprensión del sentido del movimiento de la vida social
en su totalidad (el para qué) posibilita la explicación
(el por qué) de los acontecimientos y realidades particulares.” (Aguilar
Villanueva, 1998b: 294-295)
La segunda implica
que la acción se da constitutivamente en un ‘contexto
de significado’, a saber un conjunto de elementos y momentos (circunstancias,
medios, fines, consecuencias) que forman una unidad interdependiente e indivisible
en razón de su orientación a ciertos fines.
La acción es una estructura cuyos componentes forman una unidad,
que evidencia un ‘contexto’, en razón de un ordenamiento teleológico. Finalmente, cómo el ‘contexto de significado’
constituye el punto nodal que habilita a la sociología –según
Weber—a explicar el surgimiento, la configuración, el curso y el resultado
del actuar.
En síntesis,
esta primera aproximación permitió que nos acercásemos
a aquella dimensión (entramado de significados de existencia supraindividual)
que configura la acción social, sin la cual, el significado, la orientación
y el actuar mismo estarían privados de significación tanto
para los sujetos como para los observadores sociales.
Aunque esta primera aproximación en parte ya se encuentra justificada,
todavía podemos ver ella ciertos resabios intuitivos. Pasemos entonces a ver a continuación, como
nuestra perspectiva se nutre de contenido a medida que avanzamos con los
conceptos.
De todas formas,
Weber aclara que la validez de un orden no es sólo la regularidad
en el desarrollo de la acción social. Dice
el autor, que el contenido del significado de una acción social en
una relación social se denomina ‘orden’ cuando la
acción se orienta por ‘máximas’ que pueden
ser señaladas. Y justamente se hablará
de validez cuando las máximas de la acción aparecen
en algún grado significativo como obligatorias o como modelos de conducta.
En un orden
lo que prima es el consenso. Aunque Weber no
lo utiliza en ES, en (Weber, 1993: 204) es un
concepto muy importante. “Por «consenso» entendemos el hecho de que un actuar orientado
según expectativas del comportamiento de otras personas tenga, a causa
de ello, una chance empíricamente «válida» de ver
cumplidas esas expectativas, precisamente porque subsiste objetivamente la
probabilidad de que estos otros traten esas expectativas, a pesar de la inexistencia
de un pacto, como «válidas» y provistas de sentido para
su conducta.”
La validez de
un orden –dice Weber—si descansa solamente en la costumbre o en una situación
de intereses es de suma fragilidad. En realidad,
existe un componente que permite reforzar y mantener la existencia de un
orden: el prestigio de la legitimidad.
La legitimidad y el análisis de ésta es uno de los elementos
fundamentales de la propuesta sociológica weberiana. Dejaremos para la próxima aproximación
su tratamiento específico. Lo que por
ahora diremos, es que la legitimidad, en las formas típicas
en que ésta puede estar garantizada, permite subrayar la distinción
entre el orden y los mandatos. No podemos hablar
de un orden que sea meramente impuesto y que no aspire a la legitimidad. La pretensión de legitimidad es constitutiva
del orden. El concepto de orden se analiza sin
perder de vista su referencia al modelo de motivación. La importancia de la legitimidad prestada por los
individuos es garantía de la vigencia y perdurabilidad del ordenamiento
social.
El primer concepto
intermedio después del concepto de orden, hace referencia
al tipo de conexión social o del vínculo social. Este tipo de vínculo nos interesa de manera
particular porque no deja de ser importante en el proceso de legitimación
establecer si el vínculo es profundamente integrador o es meramente
asociativo. La diferencia estriba en si la gente
siente que se encuentra unida a una comunidad (Gemeinschaft)
o si ve sus vínculos con los demás como un lazo contractual,
algo más exterior y menos comprometedor (Gesellschaft). Esta distinción también está
mediada por el modelo de motivación que analizamos en la primera aproximación. Más adelante veremos que implicancias genera
esta diferenciación.
Un segundo concepto
intermedio, hace referencia a los tipos de conexión social, es decir,
el grado en que un grupo es cerrado.
Este aspecto también reviste importancia, porque el problema
de la identidad de un grupo tiene relación con la existencia de límites
–territoriales o de algún otro tipo—en lo que se refiere a la pertenencia
o no pertenencia de sus miembros. Las reglas
de afiliación y por tanto de exclusión son importantes para
la constitución de la identidad de un grupo. (Ricœur,1994:220) Weber
rastrea también aquí el modelo de motivación para apoyar
lógicamente la distinción:
“Motivos conducentes
al cierre de las relaciones sociales pueden ser: a) el mantenimiento de una
alta calidad [...] b) escasez de probabilidades con respecto a la satisfacción
(consumo) de necesidades [...] c) escasez en las probabilidades lucrativas
[...]”(ES. p. 37)
De esta forma,
con la noción de cuerpo gobernante, que el concepto de asociación
introduce, lo que tenemos es un orden que ahora sí es impuesto. No es el grupo como un todo el que determina su forma
de organización, por el contrario, ésta está dada por
aquellos que se encuentran en condiciones de imponer un orden y por aquellos
que se hallan sometidos a éste. Weber
insiste fuertemente en el concepto de imposición, paralelo a la distinción
entre gobernantes y gobernados.
Nos encontramos
frente a un tipo de acción, no orientada hacia los demás, sino
orientada hacia el sistema de imposición. En
otras palabras, no somos nosotros quienes debemos establecer la regla, pero
estamos orientados hacia el sistema que la impone. En
este sentido Weber es categórico. No toda
forma de relación social comunal cerrada o asociativa constituye una
asociación. Lo que es definitivo para
conceptuar una asociación, es un sistema de autoridad formalizado. La consideración del concepto de imposición,
está afirmando que para Weber, no existe ejemplo de sociedad sin algún
elemento de reglas impuestas. Este aspecto será
de suma importancia para nuestro análisis en la tercera aproximación. Pero antes de proseguir, revisemos hasta aquí
todo lo dicho.
En la exposición
de las categorías desarrolladas a partir del concepto de orden, las
principales nociones que Weber introduce son: el vínculo asociativo
o integrador, el grado en que un grupo está cerrado y la jerarquía
dentro del grupo. A su vez, el concepto de jerarquía
incluye una relación de estructura imperativa.
Pero es recién aquí, donde Weber introduce el concepto
de dominación, como concepto acabado.
El concepto de dominación es mucho más preciso que el concepto
de poder, al que Weber considera como sociológicamente
amorfo. Hablar de dominación supone pensar
el ejercicio de un mandato que obtiene obediencia, ya sea detentado por una
persona o bien por la existencia de un cuadro administrativo. De esta forma si una asociación de dominación
se halla en un cierto ámbito geográfico con la garantía
del uso de la fuerza, lo que tenemos según el autor, es una asociación política. Así,
la última fase del desarrollo del concepto de orden en Weber, se alcanza
cuando éste presenta la posibilidad del empleo de la fuerza física. Weber sostiene que al agregar a los conceptos antes
enumerados la amenaza de legítimo empleo de la fuerza física,
llegamos a la definición del Estado. Esta
segunda aproximación nos permitió acercarnos a los conceptos
que Weber utiliza para dar cuenta de la trama de la acción social. Vimos como la relación social era la
primer formulación de ese serie, y pudimos distinguir la noción
de orden y de orden impuesto. Luego
y recién a partir de esa distinción, pudimos precisar el concepto
de dominación y Estado.
Este apartado,
ha dejado someramente expuesto, el nivel de interdependencia que existe entre
los conceptos que refieren tanto a ámbitos individuales como a ámbitos
estructurales. Pero no sólo por el hecho
de que los segundos se remitan siempre a los primeros (perspectiva que exponen
quienes ven en Weber a un individualista metodológico) sino también
por lo contrario. Hemos podido apreciar aquí,
como un orden puede fundar la significación que de sentido a la orientación
de la acción de los individuos, siendo justamente esa orientación
la que le confiere validez.
De esta última
consideración, tres cuestiones vamos a trabajar en detalle. Nos referimos concretamente a las nociones de creencia,
legitimidad o pretensión de legitimidad y representación. Esta trilogía de conceptos, nos permitirá
pensar cuáles son los sustentos de las relaciones de dominación,
y nos facilitará el reconocimiento de un microtejido de mediaciones
conceptuales que vinculan la acción social con el orden válido
y con las asociaciones supranindividuales.
1.3 Aproximación (III) Mediaciones
conceptuales
I)
De manera puramente íntima;
y en este caso:
1)
puramente afectiva: por entrega
sentimental
2)
racional con arreglo a valores:
por la creencia en su validez absoluta, en cuanto expresión de valores
supremos generadores de deberes (morales, estéticos o de cualquier
otra suerte);
3)
religiosa: por la creencia
de que de su observancia depende la existencia de un bien de salvación.
II)
También (o solamente)
por la expectativa de determinadas consecuencias externas; o sea, por una
situación de intereses; pero no por expectativas de un determinado
género.” (ES. p. 27)
a)
en méritos de la tradición: validez de lo que siempre existió.
b)
en virtud de una creencia afectiva (emotiva especialmente): validez de lo nuevo
revelado o de lo ejemplar;
c)
en virtud de una creencia
racional con arreglo a valores: vigencia de lo que se tiene como absolutamente
valioso;
d)
en méritos de lo estatuido positivamente, en cuya legalidad se cree.” (ES. p.
29)
El concepto
de pretensión se desarrolla de esta forma en tres fases. El primer momento, como ya lo analizamos, supone
que la pretensión ya está implícita en la noción
de orden (Ordnung). Dijimos pues,
que esta noción no significa orden compulsivo, impuesto, sino una
ordenación que da una forma, una configuración de la trama
del grupo. Esta ordenación ya supone una
cuestión de creencia porque está constituido por individuos
que se orientan respecto de la acción de los demás. Es imprescindible según Weber, comprender
que todo debe expresarse en referencia a la recíproca orientación
de los individuos. La pretensión de legitimidad
en el campo de la motivación supone una creencia.
Afirma Weber en el capítulo sobre los ‘tipos de dominación’:
El último
momento del desarrollo del concepto de pretensión de legitimidad hace
referencia a la amenaza del empleo de la fuerza. Este
constituye el rasgo característico y definitorio para Weber, a diferencia
de otras instituciones. En pocas palabras, los
que gobiernan son los que tienen por finalidad decidir en una sociedad, y
es el Estado quien instrumenta la decisión. De
forma tal que el concepto de pretensión de legitimidad supone: la
pretensión de un orden en general, la pretensión de un grupo
gobernante dentro de una asociación y la pretensión de aquellos
que ejercen el poder de tener capacidad de imponer el orden mediante el ejercicio
monopólico de la fuerza.(Ricœur 1994:227)
Sólo
a partir de esta relación analizada entre el concepto de orden y pretensión
de legitimidad, es que Weber en el capítulo tercero de ES puede plantearse
la tipología de la dominación. Precisamente
los distintos tipos por él presentados, tendrán como fundamento
pretensiones legitimatorias que descansan en diferentes contenidos.
2. De carácter
tradicional: que descansa en la creencia cotidiana en la
santidad de las tradiciones que rigieron desde lejanos tiempos y en la legitimidad
de los señalados por esa tradición para ejercer la autoridad
(autoridad tradicional)
3. De carácter
carismático: que descansa en la entrega extraordinaria
a la santidad, heroísmo o ejemplaridad de una persona y a las ordenaciones
por ella creadas o reveladas (llamada) (autoridad carismática.”(ES.
p. 172) (itálica original)
De toda esta
tercera aproximación, sin dudan resaltan dos conceptos: legitimidad y creencia.
Lo que tenemos es que –según Weber—el fundamento de la legitimidad
lo constituye una creencia. Llamativamente el
concepto de creencia no es objeto de análisis por parte del autor. Es probable que el límite con la psicología,
al que el concepto remite, le inhabilite precisar lógicamente a qué
actitud hace referencia cuando habla de creencia.
Weber no trabaja
una tipología de la creencia. Lo que hace
en realidad es una tipología de las pretensiones de legitimidad. El hecho de que la creencia sea un factor añadido
como fundamento de la legitimidad, plantea algunos interrogantes. ¿Qué
constituye el objeto de la creencia? ¿Por qué creen los sujetos?
El objeto de
la creencia de los sujetos es algo que el propio Weber detalla. Aunque el concepto de creencia remite fuertemente
al contexto de la religión, no sólo existe creencia en el líder
carismático (qué muchas veces puede parecerse en características
al profeta) o en la tradición, sino que existe también una creencia
de fundamento racional, en la legalidad. La creencia
es fundamental dentro de la trama conceptual porque vincula el modelo de
motivación con la tipología de la dominación. Pero, ¿por qué creen los sujetos? A simple vista, la pregunta parecería escaparse
a una contestación sociológica, y nos introduciría en
un plano o bien psicológico o bien metafísico. Ensayemos una respuesta dentro de las categorías
del autor. Aunque explícitamente Weber
no establezca una referencia conceptual asociada al fundamento de la palabra
creencia, nosotros creemos que es posible situarla a partir
de otro concepto que él mismo utiliza: representación
(Vorstellung)
En la aproximación
anterior cuando citamos el concepto de orden que formula
el autor, vimos como la orientación de la acción se da de acuerdo
a la representación que los sujetos tienen de ese
orden al que consideran legítimo. El concepto
de representación introduce una dimensión nueva en todo el
análisis y nos permitirá pensar tanto el concepto de creencia,
como las nociones anteriormente revisadas. Efectivamente,
la noción de representación es un momento lógico donde
las categorías de Weber se vinculan de forma orgánica. ¿Por qué?
La representación
que los individuos se hacen de ese orden es lo que orienta su accionar. Y es esta orientación de acuerdo con ciertas
representaciones lo que otorga validez al orden. Vorstellung es la representación que cada individuo
se forma en relación con ese orden. El
orden existe más como una representación intelectual, que como
una creencia emocional. Dice Weber:
Por lo tanto,
si a partir de la noción de orden impuesto logramos pensar el concepto
de dominación, debemos ahora ver pues como juegan las representaciones
en los distintos tipos de dominación. En
otras palabras, vamos a ver que lugar conceptual da Weber a esta noción
que hemos rescatado, para lo cual debemos hacer antes algunas aclaraciones,
en relación con la tipología que presenta el autor.
La tipología
de la dominación weberiana no caracteriza de manera autónoma
las tres formas puras. Por el contrario –y como
el mismo autor lo aclara—tiene como referente permanente el tipo de dominación
legal con administración burocrática.
Al comienzo del capítulo tercero hablando del tipo legal aclara:
2. Que todo
derecho según su esencia es un cosmos de reglas abstractas, por lo
general estatuidas intencionalmente [..:]
3. Que el soberano
legal típico, la ‘persona puesta a la cabeza’, en tanto que ordena
y mando, lo hace por su parte al orden impersonal por el que orienta sus
disposiciones.
4. Que –tal
como se expresa habitualmente—el que obedece sólo lo hace en cuanto
miembro de la asociación y sólo obedece ‘al derecho’.
5 Que los miembros
de la asociación, en tanto que obedecen al soberano, no lo hacen por
atención a su persona, sino que obedecen a aquel orden impersonal;
y que sólo están obligados a la obediencia dentro de la competencia
limitada, racional y objetiva, a él otorgada por dicho orden. “. (ES.
p. 174)
Pero ¿cómo
se construyen esas representaciones? No hay explícita
respuesta para ello en las categorías fundamentales de la sociología
comprensiva. Ese proceso histórico de constitución
de significados sólo puede ser rastreado precariamente en la sociología
de la religión a la que Weber dedica gran parte de su obra.
Pero además,
¿son tan claras esas representaciones tal cual Weber las enuncia?. No, claro que no. Justamente
es esa la pertinencia del tipo ideal. Permite
rastrear de una manera pura la conformación de un conjunto de características
que se alejan de la realidad de una forma típica y unívoca,
cuyo valor heurístico permite orientar el estudio del observador social.
Si en realidad
este conjunto de representaciones, sólo tiene claridad como consecuencia
de su aproximación metodológica, lo que tenemos es que estas
estructuras de Sentido y significación constituyen realidades opacas
y algo difusas. En verdad, aunque el tipo ideal
simplifica intencionalmente la realidad al observador, a los fines de facilitarle
su estudio, nada permite afirmar que esa compleja opacidad y distancia no
se manifiesten como tal, a los sujetos que actúan en la sociedad. Si es así, aunque la acción se encuentra
cargada de significado, no por ello se encuentra fuera de las determinaciones
que la trama simbólica de representaciones vehiculiza –en tanto compleja,
opaca y alejada de una cabal comprensión—a través de la constitución
permanente de significaciones y resignificaciones condicionantes.
Lo que sí
podemos decir, es que si efectivamente el nivel simbólico es el que
nutre la constitución de representaciones sociales, que finalmente
dan ubicación y Sentido a las relaciones sociales que constituyen
el entramado de una sociedad, nada nos impide considerar –desde las categorías
weberianas aquí analizadas—el hecho de que el nivel simbólico-cultural
puede cobrar cierta autonomía de los individuos que lo generan. Las palabras de Weber son reveladoras: “El progreso
de la diferenciación social y de la racionalización significa,
por lo tanto, si no absolutamente siempre, al menos sí en cuanto a
su resultado normal, una distancia cada vez mayor, en el conjunto, entre
quienes están prácticamente inmersos en las técnicas
y ordenamientos racionales y la base racional de estos, que para ellos, en
general, suele permanecer tan oculta como para los «salvajes»
el sentido de los procedimientos mágicos de un hechicero. En consecuencia, en modo alguno provoca esta racionalización
una universalización del conocimiento de los condicionamientos y conexiones
del actuar en comunidad sino, las más de las veces, precisamente lo
contrario.[...] Y tampoco es cierto que la acción
de los «civilizados» proceda, en lo subjetivo, de manera específicamente
racional, por oposición a la del «salvaje», es más
bien: 1) la fe generalmente admitida en que las condiciones
de su vida cotidiana –tranvía, ascensor, dinero, tribunales, ejército
o medicina—son, por principio, de naturaleza racional, es decir artefactos
humanos susceptibles de conocimiento, creación y control racionales,
lo cual tiene algunas importantes consecuencias en cuanto al carácter
del «consenso» 2) la confianza en que ellas funcionan racionalmente,
es decir de acuerdo con reglas conocidas, y no irracionalmente, como es el
caso de las potencias sobre las cuales quiere influir el salvaje por intermedio
de su hechicero, y en que, al menos en principio, es posible «contar
con ellas», «calcular» la propia conducta, orientar la
propia acción según expectativas ciertas engendradas en ellas”(Weber,1993:
221)
En otras palabras,
el conjunto de representaciones que pueden constituir el fundamento válido
de un orden, podrá estar constriñendo a los sujetos a una forma
determinada de acción. El nivel simbólico
puede petrificarse o reifircarse, y como tal, estructurar ciertas pautas
del actuar cotidiano. Claro está que,
cómo ese proceso se lleva a cabo, sólo podría explicarse
dentro del marco de una teoría de la ideología, cosa que Weber
no formula.(8) La distinción
entre sujeto y sociedad, distinción que suele polarizarse, es mucho
más difusa en las categorías weberianas que lo que uno a simple
vista podría afirmar.
En esta oportunidad
utilizaremos los textos de los Ensayos de sociología de la religión,
entre los cuales haremos especial hincapié en ‘La ética
Protestante y el Espíritu del Capitalismo’.
Tomaremos como punto de partida una breve caracterización del
Ethos de la modernidad, para luego enfocar con más precisión
nuestra mirada hacia dos fenómenos característicos de este
tiempo. Nos referimos, claro está, al
moderno capitalismo racional occidental y al proceso de creciente burocratización. No se trata pues, de realizar un seguimiento totalizador
de lo dicho por Weber al respecto. Semejante
empresa está fuera de los límites de este trabajo. Lo que buscamos es precisar aquellos niveles de análisis,
donde el autor señala ciertas apreciaciones relativas a la propia dinámica
que adopta el sistema simbólico en Occidente con todas las consecuencias
que ello trae aparejado.
En estos términos,
nos proponemos una lectura en dos niveles. El
primero en referencia a cómo es que la teoría de la racionalización
que Weber formula—aunque de manera asistemática—está en consonancia
con la teoría de la acción que antes hemos analizado. Las mediaciones conceptuales que reconstruimos anteriormente,
en torno a la noción de creencia y representación, nos habilitaron
a pensar la relación entre individuo y sociedad en el marco de la
cultura. Asimismo, nos permitieron redimensionar
el contenido de condicionamiento social que estructura la significación
que concibe el sujeto al actuar, como así también un espacio
analítico para evitar pensar una antítesis, entre el anclaje
individual de la acción y esa realidad cultural, que son las visiones
del mundo dentro las cuales la acción se desarrolla teniéndolas
como contexto.(11)
El segundo nivel
se propone, a la luz del primero, reconocer como en el análisis del
proceso de racionalización, Weber nos suministra referencias para pensar
que su propio marco conceptual puede rescatarse, para mostrar un proceso de
reificación dentro del nivel simbólico.
Esto no supone pensar que entidades como una institución, tengan
existencia per se, más allá de los individuos. Lo que queremos decir, es que si existe un cierto
determinismo en las estructuras supraindividuales, que compelen a los sujetos
a actuar de determinada forma, éste sólo puede entenderse a
tenor de comprender el sistema simbólico.
Existe algo así como una simulación de constreñimiento
por obra de las relaciones simbólicas que se hallan petrificadas,
cosificadas. Los productos del sistema simbólico
se disocian, se alejan de los sujetos creadores. Esa
lejanía termina por consolidar la opacidad –a menudo imposible de despejar—de
la interacción social, que los sujetos viven como algo diferente y
autónomo de su voluntad. Para ello, intentaremos
situar analíticamente dos complejos institucionales específicos:
la economía capitalista y el Estado moderno. Analizaremos
brevemente cada uno para poner de relieve los aspectos mencionados.
En el nivel
de la sociedad, el proceso de racionalización supone
básicamente un proceso de modernización, es decir la diferencia
progresiva de la economía capitalista y el Estado moderno. El desarrollo de economía capitalista se base
en la constitución de una empresa capitalista racional, en la formación
de un mercado de fuerza de trabajo formalmente libre, la utilización
de la contabilidad racional, la orientación racional de las inversiones
hacia las oportunidades que brinda el mercado de capitales, mercancías
y trabajo, junto con el afianzamiento del conocimiento científico
en lo que su aplicabilidad técnica refiere.
El Estado moderno
supone la conformación de un sistema institucional centralizado y
regulado por vía impositiva. Con ello
se da la estructuración de una burocracia pública y un ejército
permanente, con un poder militar centralmente comandado, que habilite a la
posesión del monopolio legítimo de la violencia física,
en el marco de la vigencia de un cuerpo de normas que conforme un edificio
jurídico racional.
Un derecho previsible,
una administración dirigida por reglas formales y medios técnicos
que permitan organizar el trabajo, son precondiciones necesarias para la
vigencia del moderno capitalismo industrial. En
palabras de Weber, “es posible el capitalismo aventurero, comercial y especulador,
y toda suerte de capitalismo político, pero es imposible la empresa
racional privada con un capital fijo y un cálculo
seguro. Sólo el Occidente ha puesto a
disposición de la vida económica un Derecho y una administración
dotada de esta perfección formal técnico-jurídica.”
(Weber,1983:18-19)
La racionalización
de la cultura significa la constitución de una ontología
pluralista de los postulados de valor. Se produce
la separación y diferenciación progresiva de tres esferas de
valor, cada una de las cuales adquiere su legalidad propia. La ciencia y la técnica por un lado, el arte
por otro, y el derecho y la moral por otro. El
desarrollo de la ciencia y la técnica implica la racionalización
de las explicaciones generales del universo y el desencantamiento de las
visiones del mundo. “La intelectualización
y racionalización crecientes no significan, pues un creciente conocimiento
general de las condiciones generales de nuestra vida.
Su significado es muy distinto; significan que se sabe o se cree que
en cualquier momento en que se quiera se puede llegar a saber que, por tanto, no existen en torno a nuestra vida poderes
ocultos e imprevisibles, sino que, por el contrario, todo puede ser dominado mediante el cálculo y la previsión. Esto quiere decir simplemente que se ha excluido
la magia del mundo.” (Weber, 1996:200) El arte
se constituye en una esfera propia y autónoma.
La ética se desagrega en un doble proceso de diferenciación. Por un lado, se da la separación de la moral
y del derecho frente a la religión, por el otro la separación
de la moral y del derecho entre sí. Esta
diferenciación creciente da origen al desarrollo del derecho formal
y las éticas profanas basadas en principios generales y universalizables.
Finalmente,
en lo que a la racionalización personal se refiere,
la racionalización social y cultural se corresponden con la orientación
metódica de la vida (metodische Lebensführung),
a la que Weber presta particular atención. Las
características fundamentales de este estilo de vida moderno podrían
ser resumidos en: racionalización y disciplinamiento de la conducta
en torno a la categoría de tiempo, y una actitud ascética intramundana
que se manifiesta tanto en las relaciones que el individuo establece con
la naturaleza externa como con las relaciones interpersonales y en la forma
de relacionarse con su propia subjetividad. (Ruano de la Fuente, 1996:154) Se trata de un dominio de la naturaleza externa objetivada
y de la propia naturaleza interna reprimida.(12) Esto dominio radical de la propia realidad, según
principios ascético-racionales, encuentra su ámbito de realización
metódica en el ejercicio de la profesión un fin en sí
en la cual el trabajo otorga un sentido, dando pruebas de un disciplinamiento
ético. La racionalización de la
esfera personal funciona, de esta manera, como una mediación entre
la racionalización cultural y la social. Lo
que supone que la fijación institucional de las estructuras de conciencia
modernas dispuestas en el plano cultural se consigue a través de su
internalización y expresión en ‘modos de vida’. (Ruano de la
Fuente, 1996:154)
En otras palabras,
el proceso de racionalización occidental significa, ante todo, la
institucionalización de la acción racional con arreglo a fines,
en lo que estos tres niveles representan: organización metódica
de la vida de los individuos, acción económica racional que
posibilita el desarrollo de la empresa capitalista y acción administrativa
racional que hace posible la constitución del Estado moderno (Esquema
I). Estos son procesos contemporáneos
al desarrollo de visiones racionales del mundo, es decir de la racionalización
de las imágenes del universo o cosmovisiones.
La conducción
metódica y racional de la conducta en todos los ámbitos de la
vida, constituye para Weber, el fundamento esencial de la modernización,
el genuino centro explicativo de la eficacia social que han alcanzado las
modernas estructuras de conciencia. La reconstrucción
genealógica del autor, apunta a develar cuáles han sido las
formas de pensamiento religioso que han dado origen a lo que Habermas llamó
la transformación en las estructuras del mundo de la vida (Lebenswelt).(1992:290)
Es por eso que
Weber inicia la Introducción a los Ensayos de sociología
de la Religión proponiéndose caracterizar el tipo de racionalización
de la vida específico y exclusivo del mundo occidental. De lo que se trata es de “conocer la peculiaridad
específica del racionalismo occidental, y dentro de él, del
racionalismo moderno, para explicarlo en su génesis”(Weber, 1983:19). Esta afirmación es fundamental y veremos como
se repite al inicio de La ética. El
análisis genético, implica un rastreo acerca de cuáles
han sido los tipos de acciones sociales, y en qué trama de relaciones
se han desenvuelto para que dieran por resultado la particular estructura
que caracteriza a la modernidad occidental. Por
lo tanto, el análisis de la modernización social tendrá
por objeto, el modo en que se tornan socialmente operantes las estructuras
de conciencia modernas. Weber hace foco, en el
proceso de consolidación de una forma metódica-racional de
conducirse en la vida, cuya clave constitutiva rastrea un ethos ascético
racional que resulta de la racionalización de las religiones de salvación
judeo-cristiana.
El análisis
queda así orientado a rastrear los fundamentos práctico-morales
de una actitud instrumental frente a los procesos intramundanos y frente
a las interacciones sociales en el ámbito del trabajo, cosa que incide
seriamente en los factores internos de la implantación de la racionalidad
teleológica en los contextos de acción.
Los dos complejos
institucionales en los que Weber percibe el desarrollo de los procesos de
racionalización social como modernización son, como hemos ya
mencionado, la economía capitalista y el Estado moderno. A continuación
vamos a dedicar un breve análisis a cada uno con el objeto de observar
la relación entre el nivel de la acción individual y su relación
con el sistema simbólico.
La segunda afirmación
hace referencia a que, aunque la génesis es inevitablemente individual,
ello no implica descuidar el hecho de que “debería nacer predominantemente
no en los individuos aislados, sino como una concepción de un grupo
de hombres”(Weber, 1992b:50) Si bien la explicación
genética remite a la esfera individual, dicha esfera no supone una
concepción de los individuos como sujetos atomizados, sino por el
contrario a un grupo de hombres. El rastreo por
los orígenes del capitalismo conduce a Weber hasta una forma grupal
concreta: ciertas sectas del protestantismo ascético. Pues bien, el nuevo ethos económico guarda
una cierta relación de afinidad con el ascetismo intramundano de algunas
formas concretas del protestantismo, lo que permite a Weber afirmar que “la
influencia de ciertos contenidos de fe religiosa en la formación de
una mentalidad económica, de un ethos económico, fijándose
en el ejemplo de las conexiones entre la moderna ética económica
y la ética racional del protestantismo ascético” (Weber, 1992b:18)
representa el interés más inmediato y concreto de La ética.
La ética
religiosa del protestantismo ascético aparece como un impulso racionalizador
de la conducta que da origen a un hombre con un nuevo estilo de vida, cuya
existencia se consolida en la economía capitalista como sistema económico. Al ver como la ética ascética protestante
“satisface las condiciones necesarias para el nacimiento de una base motivacional
de la acción racional conforme a fines en el ámbito del trabajo
social”,(Habermas, 1992:299) Weber evalúa la posible influencia de
la racionalización teórica sobre la racionalización
de la conducta. En otras palabras, la relación
que puede estipularse entre la mayor sistematización, diferenciación
y abstracción de los patrones significativos que integran las cosmovisiones
religiosas y el logro de un estilo de vida metódico y racional.
Es en este sentido
que Weber reconoce como las distintas cosmovisiones religiosas, compuestas
por ideas, cumplen en su proceso de racionalización una doble función
mediadora en relación con la dinámica de intereses: orientan
las necesidades ideales e interpretan las necesidades materiales. Dice el autor: “son los intereses, materiales e ideales,
no las ideas los que gobiernan inmediatamente la acción de los hombres. Pero las ‘imágenes del mundo’ creadas por
‘ideas’ han determinado, muy a menudo, al igual que guardagujas, las vías
por las que la acción se ve empujada por la dinámica de intereses”(Weber,
1983:204) La acción racional práctica
de los sujetos, no depende sólo de intereses, sino de la interpretación
de las condiciones últimas de existencia y los contextos de significación
y sentido en los que el individuo de desenvuelve. El
análisis de Weber en realidad no está priorizando necesariamente
uno de los puntos. La hermenéutica puede
construirse tanto desde un aspecto como desde otro.
El final de La ética es un ejemplo claro al respecto.
“Materialismo y espiritualismo son interpretaciones igualmente posibles,
pero como trabajos preliminares [...]”(Weber, 1992b: 261)
Las citas mencionadas
son ilustrativas de una regularidad que se observa en todo el texto. La acción individual tiene pertinencia explicativa
en el momento genético. Es decir, para
Weber la búsqueda por el origen de un fenómeno nos retrotrae
siempre a las acciones individuales y a como esas acciones se conforman de
acuerdo a un significado, que se fija en cierto contexto de interacción. Pero esto, no supone invalidar el hecho de que luego
que los sujetos actúan las consecuencias impensadas de su acción
puedan volverse sobre sí y condicionarlos o determinarlos en su futuro
accionar. Veamos más detalladamente cómo
se despliega esta lógica en las expresiones del propio Weber.
“La ‘concepción
del mundo’ va determinada por la situación de los intereses político-comerciales
y político-sociales. Quien no adapta su
conducta práctica a las condiciones del éxito capitalista,
se hunde o, al menos, no asciende demasiado. Pero
todo esto ocurre en una época en que el moderno capitalismo ha triunfado
ya, emancipándose de sus antiguos asideros.”(Weber, 1992b:72) “[...] pues sólo se trata de iluminar la envoltura
externa dada por ciertas ideas religiosas a la trama de evolución
de nuestra civilización moderna, a la que innumerables motivos históricos
orientaron en un sentido específicamente terrenal y profano.”(Weber,
1992b:106) “El puritano quiso ser un hombre profesional:
nosotros tenemos que serlo también; pues desde el momento en que el
ascetismo abandonó las celdas monásticas para instalarse en
la vida profesional y dominar la moralidad mundana, contribuyó en
lo que pudo a construir el grandioso cosmos de orden económico moderno
que, vinculado a las condiciones técnicas y económicas de la
producción mecánico maquinista, determina hoy con fuerza irresistible
el estilo vital de cuantos individuos nacen en él [...] y de seguro
lo seguirá determinando por mucho tiempo más.”(Weber, 1992b:
258) “El estuche ha quedado vacío de espíritu,
quien sabe si definitivamente. En todo caso,
el capitalismo victorioso no necesita ya de este apoyo religioso, puesto que
descansa en fundamentos mecánicos.”(Weber, 1992b: 259)
Sólo
sabemos que una vez que el sistema capitalista se ha convertido en la fuerza
dominante de la vida económica, deja de tener como condición
de su existencia la apropiación subjetiva de las máximas éticas
que sirvieron de fundamento práctico al comportamiento económico
de los primeros empresarios y trabajadores, y forma, creando por la vía
de la selección económica, los sujetos económicos (empresarios
y trabajadores) que necesita. Aquellos que se
adaptan son premiados con la participación en un próspero desarrollo
económico, los que no, son marginados indefectiblemente de la vida
económica. Este postulado, convertido
en ‘destino’ del proceso de modernización, no debe oscurecer el hecho
de que el concepto de ‘selección’ (Weber, 1992b: 50) sólo resulte
válido para explicar la vigencia de un sistema económico (Weber
usa la palabra Wirtschaftssystem) ya consolidado como tal,
pero no para comprender su génesis.
Weber observa
que el ascetismo protestante ha estado traspasado por esa lógica paradójica,
fruto del azar y hasta por momentos fatal, que hizo de él, como destino
la fuerza “que siempre quiere el bien y siempre crea el mal” (Weber, 1983:165) Hizo sin más que la originaria orientación
moral-religiosa favorezca en el largo plazo, y no por su voluntad, una orientación
pragmática del mundo. El puritano buscaba
la salvación personal a través de la entrega al ejercicio profesional. El capitalista moderno racionaliza la conducta de
acuerdo a una maximización de beneficios por fines puramente pragmáticos
y funcionales. Para sobrevivir hoy día
es necesario una entrega al dominio racional de los procesos mundanos. A la vista está, el hecho de que el ascetismo
protestante aparece entonces como la matriz que da origen a consecuencias
no buscadas. Es decir, un tipo de conducta teleológica
motivada por fines pragmáticos, en el marco de una cultura racionalizada
como es la capitalista, orientada de manera esencial hacia la inmanencia
(Weber, 1983:73), completamente secularizada y de corte hedonista. Nada más lejano que estas consecuencias, para
las pretensiones originarias de toda religión de salvación racionalizada.
El progresivo
avance del proceso de modernización es el que permite observar la
paradójica relación que existe entre la racionalidad práctico-moral
de la ética religiosa protestante y esa sociedad cuyo inicio hizo
posible. La ética protestante extrae de
la negación judeocristiana del mundo el impulso a dominar y a transformar
el mismo desde principios ascéticos; objetiva todos los órdenes
de la vida como ámbitos de comprobación del destino sotereológico,
y se constituye en fundamento práctico-moral de la racionalización
de acuerdo a fines de la conducta económica.
Se alcanza entonces, la función de anclar conforme a valores
las orientaciones de acción teleológica, satisfaciendo de ese
modo, las condiciones subjetivas de la sociedad capitalista.(Ruano de la
Fuente, 1996:191) El desarrollo autónomo
de las esferas de acción económica y política de acuerdo
a la legalidad instrumental específica del crecimiento capitalista
y de la reproducción de la institución estatal termina por
sustituir la racionalidad práctico-moral, que era la base motivacional
en su origen, de la acción racional con arreglo a fines, por un nuevo
fundamento, de matiz utilitaria, de racionalidad conforme a fines.
Sin duda, parece
que la modernidad se nutre genéticamente de fundamentos práctico-morales
de raíz religiosa que en el curso de su desarrollo desecha y reemplaza
por fundamentos adaptativos, siendo el propio proceso de racionalización
social, por tanto, un entorno destructivo de la racionalidad conforme a los
valores que sustentó su origen.(Ruano de la Fuente, 1996:191) De lo que Weber es sumamente consciente es del proceso
de secularización del ethos económico.
Este deviene en puro pragmatismo: la idea de deber profesional se
seculariza y la orientación racional al ejercicio profesional reemplaza
sus antiguos soportes ideológico-religiosos por fundamentos mecánicos
y de permanente adaptación. “El puritano
quiso ser un hombre profesional, nosotros tenemos que serlo”. En otras palabras, una vez consolidada la forma capitalista
como sistema (Esquema II) la supervivencia del orden queda desconectada definitivamente
tanto de las concepciones ético-religiosas como de las seculares que
favorecieron su desarrollo y justificación (Esquema I).
Tanto la racionalización
económica como la científica-técnica o la administrativa
se constituyen en un proceso con suficiente fuerza para inducir actitudes
individuales que reproducen y refuerzan las formas supraindividuales y objetivadas
de la racionalidad de la estructura social. El
vaciado de contenido y la pérdida de los fundamentos religiosos, que
solamente se perpetúan en ‘férreo estuche’, conforman el proceso
de reificación de ese marco de significación que alejado de
los individuos por la propia complejidad de los entramados sociales, se autonomiza
por la opacidad que refleja a la comprensión de aquellos que actúan
en él. Los ‘fundamentos mecánicos’
de los que habla Weber, son la expresión clara del avance de lo que
él dio en llamar la racionalidad formal. Las prácticas secularizadas que constituyen
la dinámica del capitalismo actual, son fruto de esa petrificación
donde la significación de la acción se orienta a garantizar
fundamentalmente la propia supervivencia dentro del sistema.
En la idea de
‘profesión’, como afirma Weber “hay cuando menos una reminiscencia
religiosa: la idea de una misión impuesta por Dios”(Weber, 1992b:81) La traducción ‘reminiscencia religiosa’ hace
referencia a la expresión alemana ‘eine religiöse
Vorstellung’. Como hemos comentado en la
primera parte del trabajo, Vorstellung significa representación. Son justamente esas representaciones las que el capitalismo
consolidado ha trasmutado. El apoyo religioso
que nutría el actuar intramundano, es relegado, y en su lugar las
representaciones que los individuos se hacen del orden social se vuelven
diferentes. Estamos obligados a actuar como profesionales,
no podemos elegir. En alguna medida, la validez
del moderno orden capitalista, se da de forma autoperpetuante.(Ruano de la
Fuente, 1996:177) Esa autonomía del orden, es manifestación
clara de un sistema simbólico, que en cuanto autonomomizado –en tanto
carente principalmente de fundamentos sustantivos-valorativos— inhibe toda
filiación de sentido en la comprensión subjetiva del actuar,
que termina por reflejarse constrictivamente en los propios sujetos, como
mera conducta adaptativa.
Es cierto que
su discurso en lo tocante al futuro, destila cierto halo de pesimismo. El proceso de racionalización para Weber culmina
con una suerte de burocratización universal que no deja resquicios
para su negación, haciendo imposible, por ello, la creación
de nuevas formas de organización alternativas, en las que la burocracia
dejase de estar presente.
Sin embargo,
no es que este diagnóstico sea una imagen ineluctable, de un teleológico
devenir de la razón. En realidad, aunque
cierta lógica formalizante y reificante han funcionado con el advenimiento
de la modernidad, no podemos concluir que un sentido oculto ordenador rige
como maldición, los senderos del futuro. En
este sentido, Weber rechaza abiertamente la posibilidad de concebir un sentido
general y último de la razón en el mundo y en la historia (13); sus referencias a los valores, el lugar de la política
y el carisma son un ejemplo permanente de reflexión sobre la contingencia.(14)
El fenómeno
de la burocratización es otra esfera de análisis, junto con
el moderno capitalismo, en la que Weber reflexiona sobre la relación
entre orden social y racionalización. Veamos
pues algunos presupuestos sociales y económicos que el autor precisa
para el surgimiento de la burocracia moderna.(15) Esto nos permitirá evaluar luego, como el
aspecto positivo de la burocracia, que Weber rescata a menudo, puede transformarse
en una estructura que se inficiona progresivamente como un mecanismo opresor.
El desarrollo
de la burocracia se apoya en dos supuestos. Por un lado, lo que tenemos es
el desarrollo de la economía dineraria, dado que el funcionario moderno
ha de ser remunerado en dinero y no en especies ni en prebendas. En este sentido, sólo el moderno estado europeo
se ha basado en el pago en dinero a sus funcionarios.
Aunque no es condición indispensable, la economía monetaria
permite la existencia eficaz de un sistema impositivo, a la vez que facilita
los intercambios económicos.
Un segundo supuesto,
se apoya en el desarrollo cuantitativo de las tareas administrativas. El aumento de la dimensión del aparato del
Estado, junto con su esfera de incumbencia, actuando dentro de la lógica
de los partidos de masas, que potencian la necesidad de la burocracia. Así es que la burocracia amplía, en
las más diversas esferas, su actuación y su intervención,
aún en las más diferentes necesidades vitales, necesidades
que antes fueron desconocidas o que eran satisfechas de un modo local o mediante
la economía privada.
La burocracia
supone una concentración de medios económicos en las manos de
un jefe. Esto se da en todos los niveles del
Estado, la empresa, el ejército o la investigación. La burocratización se desarrolla en función
de las crecientes necesidades de medios materiales.
Por otro lado,
el progreso de la organización burocrática se entiende por
su superioridad sobre cualquier otra forma de organización. Este es el aspecto positivo que rescata el autor. En otras palabras, lo que tenemos es que la división
del trabajo aumenta la eficacia de estructura burocrática y ésta
no es permeada por deseos ni necesidades personales de los burócratas
que cumplen su función. Todo se desarrolla
de acuerdo a funciones asignadas, con ‘imparcialidad’, por un conjunto de
reglas previsibles que permiten calcular previamente los resultados. La organización burocrática supera
todas las demás formas de organización.
Posee el mayor nivel de eficacia.
Cuando Weber
analizó la forma racional-legal de dominación caracterizó
de manera típica, la estructura burocrática.
Existen de acuerdo a su visión, ciertos principios sobre los
cuales se estructura la trama burocrática que le dan eficiencia con
un funcionamiento aceitado y perfecto. Precisemos
pues, esos principios en torno a los cuales se desenvuelve la lógica
burocrática.
El primero de
ellos hace referencia a la jerarquía funcional, donde
el sistema de obediencia se sustenta en autoridades que inspeccionan los
niveles de mando inferiores, con la posibilidad efectiva de apelación
por parte de las inferiores hacia las superiores. El
segundo principio hace referencia a las competencias o atribuciones
oficiales fijas. A través de las leyes
o disposiciones reglamentarias se establece una firme distribución
de las tareas administrativas necesarias para cumplir los fines de la organización
burocrática. Se delimitan los poderes
de mando y los medios coactivos para el cumplimiento de los deberes reglamentados. El tercer principio hace referencia al cargo. Es decir la separación
entre lo público y lo privado. La burocracia
moderna separa los asuntos oficiales y los privados, pues aleja la actividad
burocrática de la esfera de la vida privada, y los medios y recursos
oficiales de los bienes privados del funcionario concreto.
El componente individual, privado del funcionario debe quedar relegado
para tratar de forma objetiva y despersonalizada sus asuntos. El cuarto principio refiere al expediente. La burocracia moderna se basa en documentos o expedientes
conservados por escrito y en una estructura de empleados subordinados y escribientes
de toda clase. El quinto principio refiere al
aprendizaje profesional. La burocracia
moderna presupone la especialización y un detallado aprendizaje de
los mecanismos y procedimientos que la mantienen en funcionamiento. Ese ‘laberinto’ de disposiciones exige, en efecto,
un conocimiento especializado y tecnología especial. El último principio refiere a la dedicación. En un cargo
burocrático moderno los asuntos no deben tramitarse de manera marginal,
sino que requieren de todo la atención del funcionario.
Esta apretada
caracterización ideal se apoya en tres pilares.
El primero es el relativo a la impersonalidad de la
dominación. Los funcionarios son ejecutores
del imperio de las normas. La obediencia se presta
formalmente a lo legalmente estatuido. Su funcionamiento
más se perfecciona, en cuanto su desarrollo progresivo más
la ‘deshumaniza’, quitando todos resabios de elementos humanos (pasiones,
intereses particulares) que por irracionales traban su propia dinámica.
El segundo supone
la creciente división de tareas que desvincula a los
funcionarios de una objetivo particular, o una finalidad conjunta. En otras palabras, el papel de los administradores
queda relegado a un lugar meramente instrumental, desde el cual no pueden
percibir las consecuencias de sus ejecuciones. Sólo
el conocimiento que manejan y la idea de desempeñarse bajo el imperativo
del ‘deber profesional’, los mantiene dedicados al cargo.
El tercero se
sostiene en la importancia del creciente proceso de disciplinarización.
(Gonzalez García, 1989:154) La subordinación
incondicional al cumplimiento del deber profesional, la obediencia ‘ciega’
de las normas y de los reglamentos habituales del cargo, representa tanto
una condición de existencia de la burocracia, como también
una condición de su indestructibilidad. Lo
que tenemos, es que el funcionario, proclive a transformarse por obra de
la ‘eficacia’ en una mera pieza instrumental que orienta su acción
al cumplimiento de los fines prefijados y racionalmente incuestionables del
‘cargo’, contribuye a la realización de los intereses generales de
la gran maquinaria, que no pueden ser sino los relacionados con su eterna
pervivencia como sistema. Nos encontramos, en
definitiva, frente a un modelo típico-ideal de organización
moderna que es un vivo ejemplo de la racionalidad técnico-formal.
El aumento cada
vez más progresivo de la técnica y del cálculo está
estrechamente ligado a la impersonalidad deshumanizante, de forma tal que
cuando la organización burocrática moderna puede ser vista
como más racional desde el punto de vista formal (racionalidad con
arreglo a fines), debido a su perfecto funcionamiento como máquina,
puede ser catalogada más estrictamente como ‘irracional’ desde el
punto de vista material (racionalidad con arreglo a valores).
La estructura
burocrática moderna refleja cuales han sido las consecuencias que
ha tenido el progresivo aumento de la racionalidad instrumental (Horkheimer,
2002) sobre la trama de las relaciones sociales. El
avance de la lógica instrumental es sin duda, como diría Simmel
‘el avance de la formas sobre la vida.’(16) La imagen del ‘estuche’ con la cual Weber finaliza
La ética, es otra forma de decir lo mismo que también
Simmel avizoraba como diagnóstico de una realidad, cuyas referencias
palpables operarían como trasfondo cultural de los difíciles
años de la Alemania de Weimar.(Habermas, 1996:203-223)
La racionalización
de la sociedad desencadena y exige a la vez, el desarrollo de una racionalidad
formal, lo que se traduce en la despersonalización de las relaciones
sociales y el sometimiento de la vida humana en su totalidad a la lógica
impersonal de los sistemas racionalizados administrativos.
La apertura
permanente del análisis social, su imposibilidad de cierre, es aquello
que nos convoca a una revisión profunda de las condiciones que en
se plasma el conocimiento. La mirada de Weber,
es la que de continuo nos recuerda la infinitud del mundo social y de sus
posibilidades de estudio. Y es por esa infinitud
y la imposibilidad de abarcarla, que podemos retomar lo que otros han observado. Sin embargo, no deja de ser verdad que, cuando uno
se acerca a Weber, reconoce con todo certeza, que para novedad siempre están
los clásicos.
Sin duda ésta
ha sido la intención de estas líneas de lectura: intentar un
modesto retorno a la actualidad de su pensamiento para evitar que el aporte
de sus textos se deposite como letra muerta.
El análisis
que se intentó bosquejar en este trabajo, apuntó a criticar
responsablemente la pretensión –algo mutilante creemos—de ubicar a
Weber dentro de una perspectiva metodológica individualista. Nosotros creemos que existen fundamentos en su propia
obra para relativizar el alcance de las afirmaciones –influenciadas frecuentemente
por las posiciones de la rational choice—que pretenden reconocer
en él un representante del individualismo metodológico. Acaso ¿la riqueza de sus textos nos es claramente
recuperable más allá de su perspectiva individualista, aún
con las tensiones que pueda esta pueda suponer? Este
esbozo de crítica, nos llevó a pensar conceptos que pudiesen
mediar en la polaridad entre individuo y sociedad, antagonismo que continuamente
permea a las ciencias sociales. Esos conceptos
los hemos llamado mediaciones, y ellos nos permitieron poner de relieve
la dimensión simbólica a la que aluden frecuentemente los textos
weberianos y a la que las disciplinas sociales hoy prestan tanta atención. Reparar en el sistema simbólico, nos permitió
observar el reconocimiento que Weber hace de ciertas esferas sociales que
por procesos crecientes de autonomización de los ámbitos individuales,
se muestran cosificadas, con una dinámica propia. En otras palabras,
vimos cómo la modernidad se monta institucionalmente como un sistema
que asegura su propia reproducción, aún a costa de las intenciones
individuales.
Las consideraciones
realizadas son sólo un pequeño aporte que deja constancia de
las posibilidades explicativas que puede encerrar la hermenéutica
de un discurso como las ciencias sociales que por abierto y precario, reclama
para sí, de una permanente y crítica introspección.
Valga este centenario como una excusa para repensar la producción
weberiana, que por cierto retrata en su desarrollo aquello que alguna vez
Gramsci reclamara como máxima de un intelectual: una combinación
de pesimismo del pensamiento y de optimismo de la voluntad.
(2)
Utilizamos la versión castellana (Weber, 1992a), traducción
a cargo de José Medina Echavarría, Juan Roura Parella, Eugenio
Imaz, Eduardo García Yanez y José Ferrater Mora. (en las citas ES) La versión alemana que utilizamos es (Weber,1956) (en las citas
WuG).
(3)
La decisión de abogar por esta traducción del concepto alemán,
es por un lado, fruto de la confrontación de las distintas acepciones
que la palabra ostenta en la lengua germana (Slaby-Grossmann,1957:963); por
el otro, es el resultado del análisis de las consideraciones que distintos
comentaristas aplican al texto original. La traducción
inglesa del texto compilada por Guenther Roth y Claus Wittich, (Weber, 1978)
traduce el concepto de Sinn como ‘meaning’. Los autores ingleses, como Giddens, realizan una
misma traducción. “Social action o conduct
is that in wich the subjective meaning involved relates to another individual
or group”. Cf. distintos pasajes del
autor en que utiliza esta traducción, (Giddens, 1994). Alfred Schütz
realiza una precisión similar a la que nosotros formulamos, en (Schütz,
1932). En la traducción española de Eduardo Prieto (Schutz, 1972) en un glosario que acompaña la edición,
el concepto Sinn, lleva como traducción la siguiente “significado
(en la terminología de Husserl estrictamente = sentido)”
(4) Ver (Schutz, 1972). En este particular,
también nuestra acepción concuerda con la considerada por el
autor.
(5)
Intersubjetividad, en este contexto, no supone necesariamente reciprocidad
o bilateralidad, atributos que como veremos más adelante son definitorios
para hablar de relación social (soziale Beziehung).
(6)
“Las significaciones o, como dice Weber, los tipos ideales que introduce
el historiador en los hechos, es necesario que no los tome como si fuesen
las llaves de la historia: sólo son mojones precisos para apreciar
la diferencia entre lo que pensamos y lo que ha sido, y para poner en evidencia
el residuo que deja toda interpretación.” (Merleau Ponty, 1957: 14)
(7)
Weber expresa que la legitimidad de una dominación debe entenderse
sólo como una probabilidad, de allí que utilice
la noción de pretensión de legitimidad cuando
establezca la tipología de la dominación.
(8)
Para analizar la posibilidad de esbozar una noción de ideología
en Weber, ver (Ricœur,1994: cap. 11 y 12)
(9)
Para cotejar una amplio desarrollo de esta temática ver (Rossi, 1958)
y (Aguilar Villanueva, 1998a)
(10) Ver
(Whimster - Scott,1987) El individuo no es tenido
en cuenta por Weber como un ‘constructo’ analítico como puede aparecer
en la teoría de la acción racional, sino como un ser cultural
que, en cuanto tal se desarrolla con contenidos de sentido.
(11) Cf. el apéndice “Los fundamentos racionales
y sociológicos de la música” en (Weber, 1992ª). Paradójicamente Weber trabaja aquí
el análisis del proceso de racionalización en la música,
sin la más mínima referencia a la acción. Para una análisis de esta particularidad ver
(Fehér, 194:135)
(12) “Por lo pronto la ciencia proporciona los conocimientos
sobre la técnica que, mediante la previsión, sirve para dominar
la vida, tanto las cosas externas, como la propia conducta de los hombres”.
(Weber, 1996:221) Ver también (Habermas, 1992:286). Sobre este dominio
de sí como precondición del dominio de la naturaleza ver también
(Adorno, Horkheimer, 1994)
(13) “Si este trabajo nuestro sirve para algo, lo será
por lo menos para descubrir el múltiple sentido del concepto, aparentemente
unívoco de lo ‘racional’ ” (Weber, 1992b: 48,Nota 8)
(14) “La historia tiene sentido, pero no es un puro desarrollo
de la idea: su sentido lo constituye en contacto con la contingencia, en
el momento en que la iniciativa humana crea un sistema de vida al recoger
los datos dispersos.” (Merleau Ponty, 1957:21)
(15) Nos valemos para esta síntesis, de los aportes
del trabajo de González García (1989)
(16) Simmel relata como en la mayor parte de la civilizaciones
es evidente un conflicto interno que proviene del antagonismo entre vida
y forma. El movimiento vital creador en una civilización
tiende a expresarse en las leyes, en la tecnología, la ciencia, la
religión y el arte. Aunque el propósito
de estas expresiones sea el de complementar y proteger la vida que las engendró,
revelan una tendencia inmanente a seguir una dirección y ritmo propios,
independientes y separados de las energías vitales que les dieron origen.
(1950:26)
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