NÓMADAS - REVISTA CRÍTICA DE CIENCIAS SOCIALES Y JURÍDICAS
12-2005/2 | Universidad Complutense de Madrid | ISSN 1578-6730
Un niño normal
Raul Carretero Bermejo
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RESUMEN.-  Ensayo, a través de un retrato autobiográfico y en torno al concepto de normalidad, sobre la diversidad humana, y las diferentes variables que intervienen en el desarrollo de la persona (género, etnia, clase social, entorno...) y cómo estas variables influyen, y en ocasiones determinan, las decisiones que se asumen, el estilo de vida, y al final, la persona que somos.


Normalidad |Un niño normal |Desenlace |

Normalidad

 
Niño normal, conducta normal, casa normal, costumbres normales...

Normal: seguramente sea una de las palabras más usadas, y al mismo tiempo una de las que más inseguros nos hace sentir, acerca de su significado, pero sobretodo, acerca de nuestra identidad.

Afirmaciones tales como “quiero ser un chico normal”, “Yo soy una persona normal”, “ No es normal que hagas esto” y un largo etcétera. Afirmaciones que pueden hacerte sentir inseguro, mal, sin saber muy bien lo que eres, o lo que quieres ser; o por el contrario, afirmaciones que te pueden reforzar, dar seguridad, tienes claro que eres normal, que perteneces al grupo normal, que suponemos es el mejor, y más correcto. Palabra llena de connotaciones, criterio de discriminación, y también de pertenencia al grupo. Una misma expresión con muchas connotaciones, muchos significados, y que, sin embargo, mucho me temo, no estamos muy seguros de lo que significa.

Pero ¿qué significa ser normal? Dependiendo del lugar en el que nos encontremos, la cultura en la que nos lo preguntemos, la clase a la que pertenezcamos, y en muchos lugares, incluso el género que la genética y el azar nos otorgó, hace que la respuesta a dicha pregunta varíe significativamente. Maticemos esto, cambian las características que describen los distintos estados de normalidad, pero de entre todas las descripciones afloran unas características comunes, como más adelante veremos.

En mi pequeño pueblo, de unos 2.500 habitantes, ser normal para un chico significa cosas como pertenecer a una clase / familia media, que va a la escuela hasta los catorce años, pero sin obtener buenos resultados, por lo que a esta edad la abandona para trabajar, normalmente en el campo, con la familia, o en cualquier otro trabajo que no necesite cualificación, sin responsabilidades en las tareas del hogar, a no ser el cuidado de los animales.

También significa tener la piel blanca, ser católico, al menos por tradición familiar, respetar las costumbres y la cultura  pero, además, participar de ellas, en la medida que lo hacen sus mayores de igual género, así, el “domingo de virgen” todos con traje y a la iglesia, el lunes a los toros, pero el resto del año apenas van a la iglesia, a no ser por circunstancias especiales (matiz este importante, si tenemos en cuenta la importancia de la religión en la vida de mi pueblo).

Es un marco cultural el de mi pueblo, muy influenciado por el catolicismo, casi todas las costumbres giran en torno a él. Sólo alguna por motivos laborales se salta esta norma.

Ser normal implica en este pueblo, no hacer nada que “llame la atención”, tener ideas políticas moderadas. Pero, además, significa cosas tan absurdas como tener que salir en determinados lugares, a escuchar determinados tipos de música, hablar sólo con gente normal, que es la que va a estos sitios, beber determinadas cosas, y en determinadas cantidades según que día, y a partir de cierta edad, tener novia, casarte, tener hijos... es decir, respetar y cumplir los llamados relojes sociales, que marcan los tiempos y acciones consideradas normales. Pero antes de todo esto debes haber sido un “macho” (construcción social de género muy característica, construcción claramente machista y paternalista) y haber estado con tantas mujeres como te “apeteció” ( pudiste). Este podría ser un retrato de un joven denominado y considerado como normal en este pequeño pueblo manchego

Claro ejemplo de que las características que definen o determinan  ser normal, varía en función de distintas variables, es que dentro de mi pueblo, aún hoy, ser normal para una chica significa cosas muy diferentes a las esperadas o deseadas en un chico normal. Una chica normal destaca en el colegio, y sale a estudiar, al menos el bachillerato, pocas veces trabaja antes de los 18, a no ser que la situación familiar sea muy precaria y menos aún en el campo, a no ser que en casa haya campo, eso si, desde muy joven comparte las tareas domésticas con la madre. Si un chico debe respetar y cumplir con las “normas” culturales, para una chica es aún mucho más importante y estricto este cumplimiento. Una chica normal, va a misa con toda la frecuencia que puede, colabora con la iglesia, asiste a todos los actos culturales, es la encargada de la casa... algo de esto va cambiando poco a poco (no es objeto de este pequeño estudio las consecuencias de estos cambios, ni por lo tanto su deseabilidad o no)

Es muy probable que esta descripción de chico normal en mi pueblo difiera mucho de la de chico normal en Madrid, y más aún en Afganistán. Pero en todas las definiciones de normalidad parecen subyacer unas características comunes.  Estamos convencidos de que lo normal es lo nuestro, lo que nosotros vivimos, y el lugar en el que estoy es lo normal, y, por tanto, lo mejor, lo deseable. Pero puede que lo que más conflictos cree, sea  que consideremos que nuestra normalidad es la única posible, es decir, que no hay otra normalidad, o estado de normalidad que no sea el nuestro. Tendemos a ver a los otros grupos como anormales, y por lo tanto como grupos que deben cambiar y adaptarse a nuestros criterios de normalidad. Tendemos a rechazar al resto,  lo diferente o “no normal”. Los normales, tendemos a discriminar al resto, a los raros. Además, parece que la única forma de que lleguen a ser normales (algunos nunca lo conseguirán) es que adopten todas y cada una de “nuestras” ideas, costumbres... muestren un respeto máximo hacia lo nuestro, y desprecien lo que hasta ahora era parte de su vida. Esto significa hacerse normal

Es como que todos los que nos consideramos normales, tenemos la visión restringida a unas cuantas cosas, y no somos capaces de ver el resto. Consideramos algo intolerable las tradiciones gitanas, acerca de la virginidad, y nos parece absolutamente normal que siga siendo legal la pena de muerte,  políticas exteriores, e interiores, como la de Estados Unidos, etc. Siendo ambas prácticas, en mi opinión igual de vejatorias e intolerables. No consigo ver los criterios bajo los que unas prácticas son toleradas o bien vistas, y otras no.

Para responder a mi pregunta inicial acerca del significado de ser normal, de forma muy resumida, simple y general, en esta “magnifica” sociedad, ser normal significa hacer lo que la mayoría, pensar como la mayoría, ir a los sitios que la mayoría, comer lo que la mayoría, vestir como la mayoría... en definitiva, seguir a la mayoría. Al parecer la normalidad queda defina por criterios puramente estadísticos, dentro, lógicamente, del marco cultural en el que nos encontremos.

Un niño normal

Siempre me consideré un niño normal, y afortunadamente en mi casa, y en mi familia también lo hicieron. Sin embargo, esto no ocurría con el resto de mi entorno, incluso mis compañeros-amigos consideraban que muy normal no era.

Empecemos por el principio. Nací en el seno de una familia de clase media, en un pueblo de unos 18000 habitantes, muy cerca de la capital, en Vizcaya, si bien muy pequeño volví con mis padres a la tierra que les vio nacer, a un pueblo de unos 2500 habitantes, ya en la provincia de Ciudad Real, donde ha trascurrido gran parte de mi vida, es por lo tanto mi familia, una familia que se vio obligada a emigrar para después volver a sus orígenes. Mi familia es de ideas de izquierdas, pero moderadas, quizás mi padre sea algo más progresista, aunque ambos, padre y madre, y debido a la educación recibida mantienen rasgos machistas.

Ya en la escuela era un chico que sacaba buenas notas, y que según se acercaba el final de la EGB, iba planteándome seguir estudiando (al principio no tenía muy claro el que). A los doce años, tomé otra decisión poco normal, decidí estudiar música, primero en verano para ver como era aquello, y después al conservatorio. Claro, niño de doce años, de pueblo pequeño, sólo en la capital, rodeado de gente que no tenía nada que ver con él... y es que en mi pueblo lo normal, en el caso de que te gustara la música, era intentar tocar algo con la única pretensión de ingresar en la banda de música municipal. Tener otras pretensiones no era lo normal en mi pueblo, y muchos menos perteneciendo a la clase social a la que pertenecía

Tampoco en el conservatorio se me podría considerar normal. Ese era otro mundo totalmente distinto al que yo conocía. Allí todos eran chicos / as de ciudad,  de una clase social más alta a la mía, y supuestamente más adecuada para cursar aquellos estudios, además, no estaban allí por decisión propia, no les gustaba la música, sus padres les habían forzado a ir, supongo que por alguna creencia cultural que en mi pueblo y dentro de la clase social a la que pertenecía no se tenía, o al menos yo no tenía constancia de ella.

No era normal que yo estuviera allí, en mi pueblo tampoco era normal que yo hubiera tomado esa decisión ¿sería un bicho raro? Sea como fuere, a mí me gustaba la música, y seguí con ella hasta que acabe los años de solfeo, dos de armonía, alguno de canto, y saxofón, piano... pero claro, se empeñaron en hacerme un virtuoso, no me dejaban tocar la música que me gustaba, yo tocaba jazz, blues, rock... y eso no es normal, hay que tocar música “clásica”. Al final lo dejé.

Llegó el Instituto, y siguieron mis buenas notas, allí estaba completamente rodeado de chicas, estábamos 5 chicos entre 25 chicas, y eso se mantenía en el resto del Instituto, claro, muy normales no parecíamos allí, por si esto fuera poco, era el único de mi pueblo (sólo dos chicas me acompañaron), en realidad era el único chico de pueblo estudiando BUP en ese instituto, los pocos de mi pueblo, y del resto de los pueblos, que estudiaban, se decantaron por el FP. Era como que al BUP sólo iban los ricos, más bien las chicas ricas, y a poder ser de ciudad, y yo no era ni chica ni rico, ni de ciudad.

Fue aquí cuando empecé a desconfiar de la iglesia católica, y a elegir la asignatura de Ética en el Instituto, en vez de Religión. Bueno, éramos 15 en todo el Instituto los que habíamos elegido Ética, por lo oído, en clase de Religión nos consideraban poco menos que herejes y revolucionarios, casi, casi, delincuentes.

Esta desconfianza en la iglesia, me llevó a la desconfianza en la existencia de Dios, y me hizo abandonar mis escasas asistencias a la iglesia (apenas bodas y bautizos).

En mi pueblo lo más importante es la Virgen de la Encarnación, sólo por ella, o por cosas relacionadas con ella, la gente se molesta, se manifiesta, o se movilizan, y ahí estaba yo, completamente en contra de la iglesia, y con dudas muy serias acerca de la existencia de dioses o vírgenes, en medio de un pueblo completamente católico, eso sí, poco practicante (nunca entenderé esta posición), donde todos intentaban hacerme ir a la iglesia, a las funciones religiosas, a los sorteos para ver quien lleva a la virgen, etc.

Muchos intentaron hacerme ver lo equivocado que estaba, incluso en casa, donde mi madre me intentaba hacer ver la necesidad de un Dios, pero todas estas justificaciones de mi error, no hacían más que afianzarme en mis creencias, debo decir que conté con el apoyo de mi padre, el cual tampoco cree demasiado en estas cosas.

En estos años cayeron en mis manos algunos libros, al principio sólo de filosofía, y más tarde también religiosos, políticos, y sobre teorías de la educación. Libros que me ayudaron a ver lo que quería, pero también lo que no quería. Fue en el Instituto donde se empezaron a formar mis primeras ideas políticas, que más tarde se fueron definiendo de forma más clara.

Debo decir que hacía algo muy normal, jugaba al fútbol en el equipo del pueblo, y salía con mis amigos.

Acabé el Instituto, con buena nota, pasé la selectividad sin apuros, y llegó la hora de elegir carrera. Siempre me había gustado la música, y tratar con niños, nos entendemos bastante bien, bastante mejor que con algunos adultos. Por otro lado estaba la informática, siempre me encantaron e interesaron los ordenadores. Me decanté por informática, “orientado” por mis profesores, y claro, un chico , lo normal es que haga una carrera de ciencias. Fue un error, no me gustaba lo que allí se hacía, aprobé 24 créditos, y cambié a Magisterio Musical, elección poco normal, para un chico y de pueblo.

En torno a los 17 años tuve mi primera experiencia con una chica, según la norma en mi pueblo, este contacto llego con un par de años de retraso. Tocaba el clarinete en la banda de mi pueblo, era guapa, dulce, agradable... y me enamoré . Ella tenía 14 años, y claro... acabó, las presiones en su casa fueron enormes, su padre, presidente de la banda, no me consideraba lo suficientemente bueno para ella, yo de familia de clase media, ellos al parecer  de clase alta (no sólo por la riqueza... ) en fin, no pudo ser. Al final esto culminó en que ese año dejara la banda, y empezara a tocar otro tipo de música (rara), con otro tipo de gente, poco normal (pelo largo, etc.) y de verdad empezara a disfrutar con la música.

Empecé Magisterio Musical, y conocí a la profesora que más ha influido en mi vida de estudiante, era dulce, agradable, inteligente, fuerte, dinámica, llena de entusiasmo, vitalidad, ganas de enseñar, y de aprender, nunca tuve exámenes tan tranquilos como con ella. Nos llenaba de confianza. Nos quería a todos. Y ella fue la que me hizo comprender que yo quería ser educador, y que no debía quedarme “sólo” en Magisterio. Pilar Arrate, que así se llamaba, tiene no se cuantos años, ya se jubiló, pero es la persona más joven que yo he conocido.

En este periodo seguí leyendo libros, muchos de ellos de carácter educativo, y fui formando mi idea de escuela y educación, muy diferente a la concepción actual. Idea educativa muy influida por mis ideas políticas, bastantes claras por aquel periodo.

Tuve la suerte de empezar a trabajar con niños, en ambientes poco formales, como actividades de tiempo libre en verano e invierno, y pude ir aplicando mis ideas educativas, a la vez que me iba dando cuenta de que mi futuro estaría ligado a la educación. Me llenaba de satisfacción ver que mi trabajo gustaba a los niños, poco acostumbrados a que les dejen elegir las actividades, las músicas a escuchar, a jugar. Pero todo no podía ser perfecto, me tuve que ir del club de campo donde trabajaba, porque no me dejaban trabajar así. No es normal que un niño decida que hacer, no es normal que el monitor no imponga las actividades. Además, a algunos niños, por falta de costumbre, había que pararles un poco, pues se metían en el terreno de otros niños.

Acabe Magisterio, contento, y asustado, y decidí empezar mi aventura fuera de mi pueblo, mi casa, me fuí a estudiar Psicopedagogía a Cuenca, decisión completamente anormal. No sólo había estudiado, sino que, además, acaba una carrera y empezaba otra. Afortunadamente mis padres siempre me apoyaron. Siempre.

Estudiaba durante la semana, y trabajaba los fines de semana, además, trabajaba con niños, y trabajaba para poder estudiar luego (en vez de irme de viaje...) llegó el verano y seguí trabajando con niños, para poder estudiar al año siguiente, algo que nadie conocía, “psico... ¿qué?” Decididamente, era un chico raro.

Un chico raro que ha tenido que soportar discriminaciones por estar en sitios que correspondían a otras clases sociales, a otros entornos culturales, a otro género, a otros lugares de procedencia...

Desenlace

Al parecer, mi vida ha transcurrido en lugares donde no era normal que yo estuviera, y cuando estaba en un lugar normal, me comportaba de manera diferente, o anormal.

Pienso que ser normal es hacer lo que cada uno decida, pensar como cada uno considere, actuar de formar libre, de acuerdo con las inclinaciones y gustos de cada uno, eso sí, manteniendo siempre el más absoluto respeto por los demás, y por uno mismo y sus principios. Considero que ser normal responde a actuar lo más coherentemente posible en función de nuestros ideales y creencias   

A través de estas experiencias, he llegado a tener unas ideas políticas basadas en la libertad, el respeto  y en la negación de cualquier autoridad externa a la persona. Estoy totalmente en contra de la violencia, y por lo tanto de cualquier tipo de ejército, u organización armada, también, de las discriminaciones por cualquier motivo (etnia, clase social, género, cultura...), y por esto que no creo en patrias ni estados, al menos no en la forma en las que se las define ahora. Es circunstancial que yo haya nacido en un pueblo de Bilbao, y no en Moscú. Pienso que esto no tiene por qué determinar nada, no tiene que significar que soy mejor que otros por ser de un determinado país, o por pertenecer a una determinada cultura, o por ser chico en vez de chica.

El hecho de que haya vivido en un pueblo pequeño, pero haya estudiado en la ciudad. El haber estudiado con una mayoría de chicas, con clases sociales “superiores” (en cuanto a ingresos familiares). El haber trabajado con niños de otras culturas, etnias, y lugares de procedencia, y lógicamente haber tratado con los familiares de éstos. Todo esto te hacer ver que hay muchas cosas distintas, ninguna de ellas superior al resto, ni mejor ni peor, sólo diferentes. Ninguna de las situaciones que conozco está exenta de errores (bajo mi punto de vista). Todo esto ha ido formando una personalidad, unos ideales, basados en la tolerancia y el respeto.

Creo que ya va siendo hora de que empecemos a hablar de personas en vez de hablar de razas, culturas, clases etc. Pienso que todos somos iguales, precisamente por que todos somos completamente diferentes, en esa absoluta diferencia entre cada uno de nosotros, radica nuestra mayor igualdad. No se puede hablar de personas mejores o peores, sino de personas diferentes.

No debiéramos confundir diferencias con desigualdades, pero tampoco convertir tales diferencias en desigualdades o discriminaciones.

Estas experiencias han hecho de mí, una persona bastante inconformista, idealista, y algo revolucionaria, utópica quizás. Cansado de escuchar como en Irlanda se matan por motivos religiosos, en Oriente Próximo tres cuartas partes de lo mismo, cómo países como Estados Unidos, se creen con licencia para hacer su voluntad en cualquier rincón del mundo, sin importarles las vidas que eso cueste, cómo se abusa y se martiriza a la mujer en países musulmanes.

Pero es que en España nos matan por motivos patrióticos, o políticos:

En Euskadi los de ETA y sus teorías acerca de la raza vasca, acerca de la opresión a la que están sometidos, y cómo la muerte y la lucha armada es su única vía de escape hacia la liberación del pueblo vasco. En el resto de España, redactando leyes de extranjería vejatorias, y humillantes, manteniendo nuestra identidad cueste lo que cueste (vidas en muchos casos).

Considero que la única forma de ir cambiando todo esto es mediante la educación. Estas ideas “políticas” influyen de manera importantísima y determinante en mi ideal de escuela y sistema educativo. Un ideal muy alejado del actual, y basado en la libertad de los alumnos, y en el respeto a todas y cada una de las diferencias y necesidades de éstos. Pienso que mi tarea como maestro, o educador, es la de ofrecer todas las posibilidades que estén a mi alcance, desarrollar todas las capacidades de los alumnos, pero desde el mayor de los respetos hacia sus inclinaciones, dejándoles actuar de forma libre. Libertad basada en el respeto. 

Si queremos formar  personas libres, debemos hacerlo desde la libertad de estas personas, si queremos personas respetuosas, debemos hacerlo desde el respeto a estas personas, si queremos que este mundo cambie, debemos empezar a cambiarlo ya. Y el mejor lugar para comenzar este cambio es a través de la educación, no sólo en la escuela y de los niños, educación en todos los ambientes y con todas las personas

“Las utopías se convierten en realidades en el mismo momento en que alguien sueña, y lucha por ellas”.

 

©THEORIA - PROYECTO CRÍTICO DE CIENCIAS SOCIALES - GRUPO DE INVESTIGACIÓN UCM