NÓMADAS - REVISTA CRÍTICA
DE CIENCIAS SOCIALES Y JURÍDICAS 11-2005/1 | Universidad Complutense de Madrid | ISSN 1578-6730 |
Una explicación
para el ser humano |
Guillermo Brand Deisler >>> CV |
RESUMEN
A partir de observaciones simples, se destacan algunas características
que son comunes a todos los seres vivos. La interacción del ser
vivo con su medio tiene como eje central al Individuo, el portador de la
vida, el que está indisolublemente atado al medio material en el
presente que está viviendo, adquiriendo experiencia de vida. A través
del uso del lenguaje humano, accedemos a representaciones mentales de un
medio en el cual tiene cabida la atemporalidad e inmaterialidad. ¿quién
realiza esta experiencia de vida, si por cientos de millones de años
el Individuo ha estado atado a un cuerpo material?. Surge una Entidad en
la representación mental del medio, empleando para estos efectos
el cerebro similares mecanismos a los que utiliza para generar la infinidad
de entidades que pueblan el cerebro, que es estructurada a partir del aprendizaje
del lenguaje. Los adultos, a través de los cuales aprende el lenguaje
el niño, van caracterizando a esta entidad, la que paulatinamente
el niño va dominando, por medio del lenguaje que emplea, haciéndola
transitar por la inmaterialidad y atemporalidad que posibilita el uso del
lenguaje; consecuencia de ello, la Razón y la Consciencia.
INTRODUCCIÓN | El SER VIVO Y SU MEDIO | LEYES QUE CONDICIONAN
LA DINÁMICA DEL MEDIO | LA INTERACCIÓN
ENTRE SERES VIVOS | SERES VIVOS
CON CEREBRO | LA ACTUALIZACIÓN
DEL PRESENTE | EL LENGUAJE | UNA DIFERENCIA QUE
MARCA LA DIFERENCIA |
APRENDIENDO EL LENGUAJE HUMANO | EL COMPONENTE INMATERIAL
DE LA REPRESENTACIÓN MENTAL DEL MEDIO | LA DINÁMICA
TIEMPO – ESPACIO GENERADA POR EL LENGUAJE HUMANO | EL PESO DEL AFECTO EN
EL LENGUAJE HUMANO |
EL NACIMIENTO DE UN NUEVO SER | ALGO DE AQUELLO QUE VIENE
JUNTO A “PABLITO” | ¿TIENE
SENTIDO DEFINIR LA CONSCIENCIA? | COROLARIO | REFERENCIAS
INTRODUCCIÓN
En el siglo pasado, la década de los noventa fue declarada
como “la década del cerebro”. A partir de los avances técnicos
y científicos relacionados con las neurociencias, se generaron expectativas
que a muchos hicieron presagiar que por fin podría develarse el
misterio que ha rondado en torno a la particular naturaleza de los seres
humanos. Técnicas no invasivas han permitido conocer la actividad
neuronal en tiempo real, una auténtica visualización del mundo
interior de la más compleja herramienta creada por la naturaleza,
el cerebro. En la práctica, si bien durante la mencionada década
no cesaron los avances, no surgió teoría alguna que permitiera
explicar de qué forma se gesta la diferencia que existe entre los
seres humanos y las restantes criaturas con cerebro, que tiene como consecuencia
el que dispongamos de la Razón y la Consciencia.
En general, los intentos por develar el “cómo y porqué” es que somos como somos los seres humanos, es decir, en virtud de qué es que contamos con la Razón y la Consciencia, se han llevado a cabo tomando como punto de partida el análisis de algunas de las características que sólo poseemos los humanos, y el resultado ha sido, invariablemente, nulo en lo sustancial y fecundo en cuanto a plantearnos nuevas interrogantes.
Este trabajo se aboca a dicho desafío, a partir
de la observación de algunas características que son comunes
a todos los seres vivos, orientándose a continuación hacia
el análisis de algunos aspectos que compartimos los seres vivos con
cerebro. Luego se reseñan algunas particularidades del lenguaje
humano, herramienta a través de cuyo dominio se habría accedido
a la Razón y la Consciencia. Finaliza con una propuesta simple,
y que guarda coherencia con aquello que nos resulta observable de la particular
naturaleza humana.
El SER VIVO Y SU MEDIO
No hay dos seres vivos iguales. Aunque sean de la misma especie, e
incluso aunque hayan sido el resultado de una clonación, son distintos
Individuos. Cada uno es portador de un cuerpo, el que sustenta su vida.
Las más diversas formas de vida tienen algunas características
en común. Aquello que por ejemplo hermana a un humano con una semilla
de un árbol, evidencia no sólo un eventual pasado compartido,
sino la importancia que han tenido -y continúan teniendo- esas
características, que han perdurado a través de muy distintos
caminos evolutivos.
La vida habría comenzado en la tierra hace alrededor de cuatro
mil millones de años, con Individuos muy simples, que paulatinamente
fueron evolucionando y tornándose más complejos. Hace algo
así como 250 millones de años, al final del período
Pérmico, algo sucedió, que exterminó a alrededor del
90 por ciento de las especies del planeta, la mayor extinción conocida.
¿Qué falló? ¿porqué
no logró sobrevivir ese noventa por ciento? ¿qué los
hacía vulnerables?. Lo cierto es que nada falló; simplemente
los sucesos que entonces tuvieron lugar produjeron cambios radicales en
el medio, frente a los cuales no pudieron adaptarse. Los que sobrevivieron,
literalmente tuvieron la suerte de no ver afectado su hábitat
en forma significativa. En múltiples oportunidades a lo largo de
su vida los seres vivos están expuestos a “catástrofes” a nivel
individual, como consecuencia de las particulares condiciones que
puede presentar su medio relevante.
Cada uno de los Individuos que hoy está presente en el planeta
representa un ininterrumpido éxito de supervivencia, generación
tras generación, por miles de millones de años, y
aparentemente en prolongar esta cadena está el desafío que
pesa sobre cada Individuo.
Los seres vivos, o Individuos, poseen un cuerpo que forma parte del
medio, cuerpo que es materialmente distinguible del resto del medio.
Instante a instante el medio se va modificando y por ende se alteran
las condiciones en las que está situado el Individuo. Sin embargo
no todo lo que sucede en el medio afecta en forma relevante al ser vivo,
y en algunos casos simplemente no los afecta. Lo que está ocurriendo
en estos momentos en una lejana galaxia no tiene importancia alguna para
los Individuos que habitan hoy el planeta tierra. En la permanente dinámica
del medio, algunos segmentos del medio son, en un determinado instante,
más relevantes que otros para el Individuo.
La materia y la energía sólo existen en el presente,
y sólo sobre el presente transitan los seres vivos atados a las
muy particulares condiciones de forma, tamaño, mecanismos perceptuales,
ciclo de vida, patrones de conducta, etc. que les han sido legadas por
sus antepasados. Hoy sabemos que la genética que porta el Individuo
es la que le imprime su sello a las características mencionadas.
Algunos segmentos del medio que pueden afectar al Individuo pueden ser percibidos por éste. A través de la percepción, el Individuo adquiere información del medio. Dicha información es procesada y eventualmente desencadena acciones que son realizadas por el Individuo.
El cómo le afecta al Individuo la ineludible dinámica
del presente, cómo la detecta, y las acciones que lleva a cabo como
consecuencia de lo que percibe, responden a lo que definiré como
“Esquema de Supervivencia”. Conforme a lo anterior resultaría evidente
que, por una parte la inmanejable dinámica del medio, y por otra,
el cómo le afecta dicha dinámica, dan como resultado acciones
que lleva a cabo el Individuo conforme a patrones que están relacionados
con una historia que porta el Individuo.
Distintas consecuencias pueden tener para diferentes formas de vida
una aparentemente similar evolución en el tiempo del estado del
medio. Para la semilla de un árbol, un aumento de la radiación
diaria durante un cierto período de tiempo puede desencadenar
cambios tan significativos como el dar comienzo a un nuevo proceso de
vida, en tanto que para otro tipo de Individuo dicha variación
puede no revestir mayores consecuencias.
Cada forma de vida, y cada Individuo, le asigna a través del
Esquema de Supervivencia un específico significado a lo que percibe.
La emergencia de los primeros brotes de la semilla del árbol es
el resultado de un programa de acción dispuesto en dicho Esquema
de Supervivencia del árbol, activado tras la percepción
de determinadas condiciones presentes en el medio. De repetirse un histórico
ciclo anual de humedad, temperatura, radiación, etc,. los brotes de
la semilla encontrarán condiciones adecuadas para la supervivencia
del “Individuo árbol”.
Es claro que de alguna forma está incorporado en el Esquema de Supervivencia del árbol una suerte de capacidad para la proyección de determinadas condiciones del estado futuro de algunos segmentos de su medio relevante. Es decir, el programa de acción de la semilla que conduce a que emerjan los primeros brotes opera “como si” fueran a darse un conjunto de condiciones futuras en el medio, para diversos horizontes de tiempo. En caso alguno esto significa que la semilla de árbol cuente con una suerte de “bola de cristal”, que entregue certeza absoluta acerca de lo que ha de ser el estado futuro del medio.
Esta capacidad de llevar a cabo acciones “como si” fueran
a darse determinadas condiciones futuras en particulares segmentos del
medio es propia de todos los seres vivos, proyección que tiene como
eje central al actor principal de la vida, el Individuo que la porta. En
lo sucesivo, a esta característica de los seres vivos le llamaré
Proyección a Futuro. No está demás el recalcar que
el mencionado mecanismo de proyección opera sobre la base de lo
que “ha sido”, que en muchos casos constituye un no despreciable aporte
para proyectar “lo que será”. Luego del invierno llega la primavera,
y cuando así no suceda, muchos de aquellos que hoy están con
vida, no prosperarán.
La existencia de un mecanismo de Proyección a Futuro en los
seres vivos no debe llamarnos la atención, toda vez que el desafío
radica en “permanecer en el presente” con vida hasta cumplir con
un determinado ciclo. El estar vivo ahora, en este instante, sólo
es un indicador de un histórico éxito de supervivencia, lo
que por si solo no garantiza que se continuará con vida más
adelante. Contar con las herramientas para aventurar adecuadamente lo que
ha de venir, es requisito de toda forma de vida.
LEYES QUE CONDICIONAN
LA DINÁMICA DEL MEDIO
Las leyes físicas y químicas que gobiernan a la materia
y a la energía le imprimen su sello a las acciones del Individuo,
y para efectos del tema que estamos tratando, muy especialmente a los que
cuentan con cerebro. Al predador que se encuentra a unos cientos de metros
de una potencial víctima a la cual observa no le resulta posible
situarse de un instante a otro a su lado, lo que podría resultarle
muy conveniente. La velocidad a la cual su cuerpo es capaz de desplazarse
es limitada, lo que le permite a su eventual presa disponer de un tiempo
para eludirlo, el que será mayor cuanto mayor sea la distancia entre
ambos. Este tipo de condicionantes están incorporadas tanto en el
Esquema de Supervivencia del predador como en el de la potencial presa.
En los seres vivos con cerebro, nos encontramos con que la experiencia
de vida se va incorporando al Esquema de Supervivencia, aumentando el universo
de alternativas de acción del Individuo por la vía de ir
remodelando los patrones de acción. Es decir, a los patrones de
comportamiento heredados se le suma la experiencia de vida, de la que eventualmente
se obtendrá información que participará en la generación
de futuras acciones del Individuo. Los procesos de selección de
acciones se enriquecen a partir de la variación que se incorpora
en la experiencia de vida.
En un momento cualquiera, múltiples acciones pueden estar siendo
llevadas a cabo por un Individuo, involucrando cada una de ellas un particular
y no necesariamente del todo definido horizonte de tiempo para su eventual
concreción. Fotosíntesis, intercambio de agua y nutrientes
a nivel radicular, desplazamiento de la sabia, en el caso de un árbol,
en forma simultánea tienen lugar y con específicas finalidades.
Es decir, diversas expectativas de estados futuros del medio están
involucradas en el presente del ser vivo; por supuesto, no pasan de ser
expectativas, y no necesariamente se concretan. El minúsculo retoño
de un árbol puede convertirse en alimento de un animal, dejando
trunca la exitosa cadena de supervivencia que a través de millones
de años sus ancestros establecieron, “sosteniéndose
en el presente”.
Toda acción, o tarea, está asociada
a expectativas, pudiendo una acción formar parte de otra, que la
comprende. Así, cada paso que un predador da tras una eventual presa
constituye una acción en sí, que involucra cientos de órdenes
dispuestas por el cerebro sobre los músculos del animal. A su vez,
la carrera del predador constituye una tarea necesaria para acceder a la
presa, lo que a su vez es requisito para que se alimente, tarea esta última
que engloba a las anteriormente descritas. Tal vez una de las incógnitas
que más nos afecten a los humanos es el desconocer “el fin último”,
el propósito de la vida. Reconocemos hacia donde apunta la fotosíntesis,
cuál es el propósito de la extracción de nutrientes
que llevan a cabo las raíces, pero no acertamos a encontrar una respuesta
adecuada al “por qué” del esfuerzo del Individuo árbol en
sostener sobre sus hombros el compromiso de la vida. Sin embargo, ello no
es sino un problema muy nuestro, muy propio de nuestra capacidad racional,
que se ha edificado sobre la premisa “una herramienta, una finalidad”.
La arena donde se juega la vida es el presente que se está
viviendo. Las condiciones del medio y del estado corporal van trazando
la ruta de la vida a través de las acciones que están siendo
realizadas, momento a momento.
LA INTERACCIÓN
ENTRE SERES VIVOS
La capacidad que cada forma de vida tiene para alterar el estado de
su medio relevante y eventualmente afectar al medio relevante de otros
Individuos, genera una interacción entre seres vivos que le otorga
una particular dinámica al medio, estableciéndose lazos de
dependencia entre diversas formas de vida. El éxito reproductivo
de una especie vegetal puede depender de las herramientas con que cuente
para atraer a un insecto que cumpla la función de polinizarla. Formas,
colores, dimensiones, olores, expresiones corporales, sonidos, patrones
reproductivos y alimenticios, etc., implícitos en los diversos Esquemas
de Supervivencia de los seres vivos, han ido evolucionando condicionados
por la interacción con otros seres vivos. Notables son por ejemplo
los patrones de color, forma y comportamiento que emplean insectos, aves,
reptiles, etc., que les posibilitan un conveniente “pasar desapercibido”
frente a otras especies, mecanismo empleado para lograr el acceso a potenciales
presas o para eludir a predadores. La habilidad de un camaleón
para alterar convenientemente el significado que otro ser vivo pueda generar
al percibirlo, e infinidad de otros casos en los cuales observamos el
empleo de mecanismos para ser percibidos convenientemente, deja en evidencia
el alto grado en que participa en el Esquema de Supervivencia de las más
diversas formas de vida esta característica, que simplificadamente
calificaré como el “CÓMO ME VEN”.
El “como me ven” adquiere una particular relevancia entre
Individuos de la misma especie, para quienes hay una serie de significados
asociados a gestos, posturas, sonidos, etc. Tras el gruñir mostrando
los colmillos de un lobo que enfrenta a otro, se nos evidencia un “no te
atrevas, asústate”. En la danza que acompaña al cortejo de
una colorida ave macho está el mensaje “elígeme, mi genética
es la mejor”. En estos casos, para que la acción resulte efectiva,
evidentemente se precisa no sólo que el actor influya sobre el receptor,
sino que lo haga con determinadas consecuencias.
SERES VIVOS CON CEREBRO
Cuando en este trabajo hago uso de la palabra “Cerebro” , no estoy
siendo del todo riguroso, toda vez que debiera emplear la palabra
“encéfalo”, que incluye, entre otros, tanto al cerebro como
al cerebelo, estructura esta última que, contando con solo una fracción
del volumen que tiene el cerebro, en el humano posee alrededor de cinco
veces más neuronas que el primero. Hecha la aclaración anterior,
se entenderá en lo sucesivo que cuando empleo la palabra “cerebro”
me estoy refiriendo al encéfalo.
En el cerebro se almacena experiencia de vida, en lo que conocemos
como "memorias". El proceso de adquirir memoria consiste básicamente
en la modulación de las sinapsis, los contactos entre neuronas,
que conducen a asociaciones entre neuronas. La información que contienen
viene definida por relaciones entre ellas.
Cuando una neurona es excitada y activada, colabora en la excitación y eventual activación de aquellas con las que se encuentra conectada. Una experiencia que se está viviendo, se incorpora a través de nuevas conexiones a la red preestablecida, o redes, que activa. Lo nuevo evoca a lo antiguo y por asociación y consolidación se convierte en parte del mismo sustrato de memoria.
Con dicho mecanismo se posibilita relacionar temporal y espacialmente un "antes" con un "después". Posteriormente, al percibir el Individuo a través de sus sentidos algunos segmentos del medio que le inducen a evocar experiencias de vida, dispone de la información contenida en dichas experiencias para proyectar de mejor forma aquello que está por suceder.
Es conveniente destacar que a nivel neuronal existe una suerte de competencia entre las innumerables experiencias de vida susceptibles de ser almacenadas y que eventualmente pueden jugar un rol significativo en una próxima experiencia de vida, cumpliendo para estos efectos un rol discriminador las consecuencias que para el Individuo tuvo dicha experiencia de vida. Más allá de la contienda mencionada, sin lugar a dudas lo evocado representa una evidente ayuda para enfrentar el futuro. A través de lo evocado se accede a experiencias de vida cuyo desenlace contiene información que alude a potenciales estados futuros del medio. Esta capacidad del cerebro, no hace sino extender la gama de alternativas de acción de los seres vivos con cerebro en relación a los que no lo poseen.
No olvidemos que la humilde semilla de un árbol
también cuenta con la capacidad para percibir y evocar, y a partir
de ello llevar a cabo acciones “como si” contara con una conveniente representación
de su medio relevante y de un eventual futuro, lo que en definitiva por
ejemplo le induce a la acción de germinar luego de que en el medio
en el que se encuentra se dan determinadas condiciones de humedad, temperatura,
radiación, etc. En este caso, la experiencia de vida con que cuenta
la semilla, es aquella que ha heredado.
El cerebro con que contamos al momento de nacer está creado
por los genes. El mismo hecho de ser una herramienta diseñada para
ser modificada por la experiencia está escrito en los genes. El
significado que se le otorga a la experiencia de vida se adquiere y almacena
en el cerebro conforme a procesos y estructuras cerebrales dispuestos en
un programa genético. No obstante la dependencia descrita, la experiencia
de vida establece nuevas condicionantes para el accionar de los seres vivos
con cerebro, que sin estar presentes en la genética, respetan sus
patrones. Así por ejemplo, mi perro salta y mueve la cola cuando me
ve tomar la correa con la que acostumbro a sacarlo a pasear, no obstante
que dicha correa está fuera del programa genético que portaba
al nacer.
Históricamente se ha mantenido una controversia respecto al
peso que juega lo heredado en relación a lo aprendido; los patrones
de acción que portan en su Esquema de Supervivencia al momento de
nacer los seres vivos con cerebro, en gran medida han sido fruto de vivencias
de sus antecesores, suerte de aprendizaje en un muy lento proceso si se
le compara con la velocidad a la que el cerebro permite incorporar nuevas
condicionantes a partir de las experiencias de vida del Individuo, de las
que eventualmente se hace uso posteriormente. Asimismo, pero en sentido
inverso, puede afirmarse que el cerebro es una herramienta que permite a
quien lo posee una “evolución en vida”, al incorporar al Esquema
de Supervivencia experiencia de vida a partir de las cuales es posible mejorar
la capacidad de proyectar el estado futuro del medio.
Presente, pasado (heredado y como experiencia de vida) y futuro (como
estados posibles del medio, medio donde el actor principal es el Individuo)
coexisten funcionalmente en el cerebro en el presente que está
viviendo el Individuo, discriminando adecuadamente el cerebro lo evocado
de lo percibido, necesaria diferenciación entre la representación
mental del medio material -de aquello que está “ahí, ahora”-
y la experiencia de vida almacenada en el cerebro que pertenece al pasado
y que sirve de soporte para darle un significado a lo que se percibe, interpretarlo
y proyectar el estado de un medio en el que participará el
Individuo, ya sea en forma activa o como una suerte de observador.
La ejecución de acciones requiere contar con un cuerpo que
esté en condiciones de llevarlas a cabo. A su vez, el cerebro es
quien ordena la ejecución de muchas de las acciones que realiza
el Individuo. Por ello no debe llamarnos la atención que el cerebro
permanentemente recabe información acerca del estado corporal. La
sabiduría de la naturaleza queda de manifiesto cuando estudiamos
el mecanismo que interviene para la generación de acciones acordes
al estado corporal.
En efecto, la carga emocional asociada a experiencias de vida almacenadas en patrones neuronales que son activados con la evocación, genera el envío de señales al cuerpo a través del torrente sanguíneo y de tractos neuronales, que provocan cambios globales en el estado del organismo. Este nuevo estado corporal es monitoreado por el cerebro. Es decir, para Esquema de Supervivencia de los seres vivos con cerebro, no basta con repetir una acción que en una oportunidad anterior resultó exitosa, sino que es conveniente antes “consultarle” al cuerpo si está en condiciones de llevarla a cabo, para lo cual el cerebro induce en el cuerpo un “como si” se fuera a vivir parte de lo ya vivido, provocando cambios corporales -estados emocionales- que detecta el cerebro y los integra adecuadamente al procesamiento cerebral a través del cual se generan las potenciales acciones a realizar. El proceso descrito se realiza permanentemente, es decir, a partir de aquello que se evoca, en función de lo que se percibe del medio, en todo momento el cuerpo está siendo inducido en un “como si”.
Siendo deseable que se realice el proceso descrito en forma
completa, es decir, desde la percepción del estado del medio relevante
al monitoreo corporal post inducción, no es imprescindible que ello
ocurra en todas las acciones que se llevan a cabo. Retiramos la mano de un
objeto caliente sin alcanzar a realizar enteramente el proceso descrito.
El Esquema de Supervivencia valora que el beneficio que en este caso se obtiene
con las centésimas de segundo ahorrados de exposición
a una alta temperatura justifica el saltarse algunas etapas de procesamiento
cerebral.
En un momento cualquiera durante la vigilia se dispone de un vasto
conjunto de memorias activas, asociadas a múltiples experiencias
de vida relacionadas con aquello que se percibe del medio, y que le otorgan
su particular significado a lo percibido; la información contenida
en la experiencia de vida enlaza un antes con un después, fundamental
sostén para la Proyección a Futuro. Esta proyección
es realizada con, por, y para el Individuo.
LA ACTUALIZACIÓN
DEL PRESENTE
Es evidente lo limitada que es la capacidad de percepción y
de procesamiento de información del Individuo. Los seres vivos con
cerebro disponen de un mecanismo conocido como la Atención para
seleccionar específicos segmentos del medio de los cuales obtener
un más acabado grado de información a través de la
percepción. Fijar la atención en un segmento del medio evidentemente
implica prestar menos atención a otros. Obtener mejor información
de lo que está sucediendo a una docena de metros de distancia puede
ser valorado como más relevante que disponer de un más acabado
detalle de lo que sucede a un metro del Individuo. El cerebro, operando
instante a instante conforme lo establece el Esquema de Supervivencia para
las particulares condiciones que presenta el medio, dispone hacia donde
debe orientarse la atención. Aquello que fue percibido hace un momento,
y que por dirigir la atención a otro segmento del medio no está
siendo percibido en este instante, no necesariamente pierde vigencia en
la representación mental del medio.
El cerebro cuenta con la capacidad de “sostener escenarios”, e incluso actualizarlos. Veámoslo con un ejemplo. Si un momento atrás un perro me enfrentó, y me encuentro en estos momentos corriendo, pues el perro trata de alcanzarme, es decir, está tras de mi, sin que pueda percibirlo, en mi cerebro se establecen interconexiones neuronales una de cuyas consecuencias es representar aquello que está sucediendo a mis espaldas, donde está situado el perro. No estoy corriendo por nada, para mi cerebro, un muy real perro está tras de mí, y no preciso estar percibiéndolo si un momento atrás lo hice. Por supuesto, en la representación mental de mi medio relevante el perro está situado en este momento en un distinto lugar a aquel en el que se encontraba cuando dejé de percibirlo. Es decir, hay una dinámica asociada a la proyección del segmento del medio del cual forma parte el perro, en el presente que estoy viviendo. Evidentemente, es elevada la incertidumbre implícita en la proyección de un segmento del medio que se encuentra tras de mí, que no estoy percibiendo, donde participa un perro que a su vez es dirigido por su propio programa de acción.
Esta actualización es permanente, es decir, instante a instante va evolucionando la incierta representación mental de este particular segmento relevante de mi medio, en el cual destaca en mi cerebro la interacción de mi cuerpo con el “elemento perro”. Por supuesto que la representación mental no es una suerte de fotografía borrosa localizada en una zona específica del cerebro; centros neuronales, funcionalmente diferenciados, participan activamente a través de la química del cerebro para sostener y actualizar esta difusa e incierta representación. Hay que destacar que el que no conozcamos los mecanismos a través de los cuales se realiza esta Actualización del Presente no invalida su existencia.
En el ejemplo descrito, el “elemento perro” no sobresale
por un rasgo físico en particular , sino por el significado que
adquiere en la interacción conmigo, conforme a lo percibido del específico
medio en el que me encuentro. Es decir, no solo se configura un “escenario
mental” en el que tiene participación el perro, sino que dicho escenario
guarda estrecha relación con el escenario material en el que se
sitúa el perro, y evidentemente, conmigo corriendo.
La experiencia de vida, tanto la heredada como la adquirida, es el
referente para otorgarle significado a lo percibido. En la situación
descrita, conforme a lo que se perciba, que puede variar considerablemente
de acuerdo a las particulares condiciones del medio, se pueden presentar
infinidad de escenarios mentales distintos como representación del
medio, cada uno de los cuales estará asociado a un determinado significado,
conduciendo cada uno de ellos a acciones que pueden ser muy distintas unas
de otras. Así por ejemplo, si percibí que el perro está
atado a una corta y sólida cadena, y cuento con una adecuada experiencia
de vida, bastará con que yo de un brinco para ponerme a salvo.
La dinámica del medio exige una total plasticidad de las tareas
que se llevan a cabo. Un segundo antes de enfrentar al perro, mi Proyección
a Futuro era muy distinta a aquella con la que cuento en mi cerebro un
segundo después de comenzar a correr. El cuerpo, sostén de
la vida, como parte integrante del medio, es súbdito de él
en el presente –único “lugar” donde existe la materia- lo que
está funcionalmente incorporado en el Esquema de Supervivencia. Una
acción proyectada, o que está siendo llevada a cabo, en cualquier
momento puede perder validez o suspenderse, conforme a lo que se perciba
e interprete del medio.
A la capacidad de ir proyectando el estado de segmentos del medio que previamente fueron percibidos pero que no lo están siendo en el momento en que se está viviendo, se hará referencia en repetidas oportunidades, por lo que la denotaré “Actualización del Presente”.
Como puede observarse, la Actualización del Presente
y la Proyección a Futuro tienen en común que en ambas el
proceso cerebral que las genera opera asumiendo determinados estados posteriores
del medio, todo ello, a partir de lo que se evoca en función de lo
percibido. Se diferencian en que para la primera, la proyección realizada
es parte de un segmento del medio en el presente que se está viviendo,
es decir, constituye experiencia de vida, en tanto que la Proyección
a Futuro dice relación con un eventual futuro a vivir, es decir,
no necesariamente llegará a constituir experiencia de vida. Y, evidentemente,
el cerebro sabe distinguir una de otra.
No contamos con herramientas que nos permitan saber cuánto
va variando la Proyección a Futuro que se realiza en todo momento
en el cerebro, y qué tan extensos son los escenarios –configuraciones
neuronales en definitiva- asociados a dichas proyecciones. Infinidad de
escenarios futuros pueblan permanentemente nuestro cerebro, involucrando
distintos horizontes de tiempo, estados del medio y acciones a realizar.
Al despertarnos en la mañana no precisamos racionalmente programar
la infinidad de acciones que llevamos a cabo que en definitiva nos conducen
a nuestra oficina. Simplemente nos vestimos y vamos a nuestro trabajo, sin
decirnos “debo vestirme pues saldré a la calle”, “debo abrir la puerta
para ir al trabajo”, etc. Millones de acciones que han sido dispuestas por
el cerebro hemos ejecutado en dicho intervalo de tiempo, ajenas a lo que
conocemos como “acciones conscientes”
Desconocemos la real capacidad del cerebro para almacenar
y procesar información, pero sin lugar a dudas es sorprendente.
Al saludar en la mañana a un amigo que no veíamos desde hace
un mes nos percatamos con facilidad que se cortó el bigote que lucía
hasta la última vez que lo vimos. La representación mental
que del rostro de nuestro compañero tenemos hasta antes de saludarlo,
es la de cómo lucía hace un mes, y al percibirlo hoy, algo
no calza con dicho patrón de representación, lo que llama nuestra
atención. Disponemos de una latente versión de lo último
percibido para infinidad de eventos y elementos del medio que han sido
parte de nuestra experiencia de vida.
EL LENGUAJE
Los monos verdes de Africa oriental, que habitan en grupos de 10 a
30 Individuos, emiten fuertes gritos de alarma si avistan a un predador,
chillan sonidos específicos si salen al encuentro de otros grupos,
lanzan gruñidos de amenaza cuando se pelean con Individuos de su
propio grupo y gruñen sin estruendo durante las relaciones sociales
relajadas. Conforme al tipo de predador, es la llamada sonora que emiten,
distinguiéndose tres en particular: para leopardo, para águilas
y para serpientes. La alarma que avisa del vuelo del águila, les
induce a mirar hacia arriba o a correr hacia los matorrales. Al escuchar
la alarma de serpientes, se yerguen sobre sus patas traseras y observan
el herbaje, en tanto que la alarma de leopardo provoca que los monos trepen
a los árboles.
Para un mono verde cuya atención esta dirigida a tomar el fruto de un arbusto al momento en que escucha a sus espaldas el alerta por águila, la representación mental de lo que constituye el entorno aéreo tras de sí, que está fuera de su campo visual, forma parte de una Actualización del Presente.
Como se ha mencionado, la dinámica de la vida exige contar con la capacidad para readecuar de un momento a otro las expectativas en función del significado que se le asigne al estado del medio relevante en el presente que se vive, por lo que con la llamada de alerta pasarán a un segundo plano las tareas asociadas a la acción de coger el fruto que previamente ocupaban un destacado sitial en el marco de las expectativas del mono verde.
La Actualización del Presente del escenario aéreo en cuestión adquiere relevancia con la evocación que genera el llamado de alerta, incluyéndose en esta incierta panorámica a un águila. El predador, que no ha sido sino indirectamente percibido, -a través del lenguaje- puede estar a diez o a una treintena de metros de su cabeza, dirigiéndose directamente hacia él, o hacia otro de sus congéneres. Frente a dicha incertidumbre, la acción del mono está dirigida a levantar la cabeza para, haciendo uso de sus sentidos, contar con una más acotada representación del segmento del medio que en el presente que está viviendo ha adquirido una especial importancia, para luego correr hacia los matorrales conforme a los patrones de acción que se generen como consecuencia de percibir al águila.
No obstante la difusa representación del conjunto
"águila en el aire" con que cuenta hasta antes de levantar la cabeza
y ver al predador, el aporte a sus expectativas de supervivencia que obtiene
el mono verde gracias a la señal de alerta escuchada es evidente,
y en tal sentido el uso del lenguaje reporta una elevada utilidad. Ello,
en la medida en que se cumpla un requisito básico del lenguaje, cual
es el que el emisor consiga inducir en el receptor del lenguaje un adecuado
significado. En este caso, la misma señal, escuchada por otro tipo
de animal, sin duda adquiere un significado muy diferente.
El mono que dio la voz de alerta intentó transferirle a sus
congéneres lo que para él constituye el significado de un
segmento de su medio relevante. Incompleta e inexacta transferencia de
lo que sus ojos veían, incierta, pero potencialmente efectiva para
los restantes miembros de su grupo, los que consiguen generar con el llamado
de alerta una representación mental del medio acorde con el
significado del suceso “águila en el aire”. Imprecisa representación
del escenario material, poco acotada, pero en definitiva útil.
El lenguaje forma parte del medio, pues es allí donde se ejecuta
la acción del lenguaje, y se incorpora como experiencia de vida.
La palabra, al igual que cualquier otro elemento del medio, adquiere significado
en la evocación de lo percibido. Las expectativas del emisor están
dirigidas a generar por medio del lenguaje un particular significado en
el receptor.
El significado del llamado de alerta por águila
de un mono verde está íntimamente relacionado a escenarios
aéreos en los que hay un águila. Por ello, el mono que escucha
la señal, ve alterada su representación mental del entorno
aéreo, es decir, se modifica su Actualización del Presente
de dicho segmento del medio, la que luego de la señal de alerta
incluye a un águila. Para el mono verde que escucha la señal
de alerta, el incorporar al entorno aéreo, “aquí”, “ahora”,
a un águila que no ha percibido en forma directa, le altera significativamente
su representación del medio relevante y altera sus expectativas.
En la acción del lenguaje humano, como en toda acción,
hay tareas a cumplir, y asociadas a ellas, expectativas, aunque en la generalidad
de los casos no nos sea dado el conocer por medio de la razón
cuál es el fin último de éstas. Para acceder a las
expectativas, se llevan a cabo acciones secuenciales, palabra a palabra,
que eventualmente se acompañan de gestos, entonaciones, posturas,
etc., que colaboran activamente en el significado de lo que se busca transmitir.
Así como cada paso del predador que corre tras una presa potencial constituye una tarea, y tras esas secuenciales tareas está la tarea de alimentarse, cada palabra que empleamos es una tarea que a su vez forma parte de otra que la comprende. Y así como no es posible conocer la exacta ubicación del predador un par de cientos de pasos a futuro, con las palabras que empleamos sucede igual cosa; es decir, a partir de las particulares condiciones del medio, en el presente que se está viviendo, se seleccionan las palabras que se emplean. No contamos con un discurso pre establecido cuando hablamos.
Hemos visto que en la Proyección a Futuro, acciones que un segundo antes se justificaban pueden perder validez en el presente que se vive. La valoración -el significado- del estado del medio, medio que continuamente está variando, reestructura la vía a través de la cual llegar al cumplimiento de las tareas, pudiendo éstas alterarse o incluso suspenderse. Un inesperado cambio en la expresión facial de quien nos escucha o una frase que nos diga puede inducir un cambio en la estrategia que subyace en nuestro discurso e inducirnos a nuevas y tal vez radicalmente distintas expectativas y acciones.
Entre animales de la misma especie hay infinidad de gestos,
posturas, sonidos, etc., que constituyen lenguaje, por lo que bien puede
afirmarse que los seres vivos con cerebro están inmersos en medios
exuberantes de lenguaje. La singular herramienta que constituye el
lenguaje humano tiene su génesis en condicionantes que han estado
presente desde los albores de la vida sobre el planeta, apuntando todos ellos
hacia un fin que los hermana: la supervivencia.
UNA DIFERENCIA
QUE MARCA LA DIFERENCIA
Los chimpancés, disponen de algo más de dos docenas
de fonemas en su lenguaje verbal; cada uno de estos fonemas tiene un determinado
significado. Los humanos, con similar número de fonemas construimos
infinidad de palabras, y a partir de ello se gesta el mayor distintivo del
lenguaje humano, y en definitiva, su potencia.
Disponer de tan amplio lenguaje nos permite eventualmente
darle un nombre a cada elemento del medio, como por ejemplo hacemos con
“piedra”, “mesa”, etc. Como consecuencia de ello, se altera radicalmente
el campo de aplicación del lenguaje, como veremos a continuación.
Para los humanos, la palabra “mesa”, por ejemplo, está
asociada en la mente de un adulto a experiencias de vida de muy variado
tipo, experiencias de vida que han estado asociadas a su vez con una gran
diversidad de estados emocionales como consecuencia del particular significado
que adquirió la palabra “mesa” al momento de ser empleada. Así
por ejemplo, el significado que el cerebro le asigna a la palabra “mesa”,
en la frase “ mesa de operaciones”, es radicalmente distinto
al que le otorga en la frase “mesa del banquete”. Es decir, cuando escuchamos
dicha palabra, ésta tiene la posibilidad de adquirir uno entre un
amplio abanico de significados, que forman parte de nuestra experiencia de
vida, a partir de lo que potencialmente pudiere evocar, adquiriendo en definitiva
su significado en función de las condiciones que se estén
dando en el medio, en el momento que se está viviendo.
Esta especificidad del lenguaje humano le otorga un grado de “neutralidad” a la palabra que no se aprecia exista en ningún otro tipo de lenguaje animal. Para los monos verdes, la señal de alerta no presenta ambigüedad alguna. Tiene un claro y único significado. ¿ Cuántas palabras tendríamos que emplear los humanos para conseguir un efecto similar al que logra un mono verde con tan solo una palabra?. Tal vez un par de docenas, lo que implica que en una situación de peligro inminente quizás tardemos demasiado tiempo en “transferirle” al receptor de nuestro lenguaje el significado apropiado. El mono verde que escucha la señal de alerta, con sólo una palabra consigue generar una representación mental de un segmento del medio que ha adquirido particular relevancia en el momento que está viviendo.
Visto desde esta perspectiva, resulta evidente que los
humanos hemos debido pagar un costo por acceder a un extenso lenguaje.
Sin embargo el beneficio que a la par se ha adquirido como resultado de
la mencionada “neutralidad” de la palabra, bien lo justifica.
¿Por qué es importante destacar lo anterior?
Si bien a primera vista pudiera parecer que no reviste mayor relevancia la distinción descrita, gracias a la neutralidad de la palabra se torna posible el que hagamos uso del lenguaje para hacer referencia a eventos o elementos que no están presentes en el medio material. Con ello, se expande la representación mental del medio, abarcando escenarios inmateriales y atemporales, como veremos más adelante. Esto constituye la más radical diferencia con el lenguaje animal, y a la postre, la piedra angular de la consciencia humana.
A su vez la neutralidad de la palabra humana le otorga
independencia a la palabra, pues permite dejar de hacer referencia a aquello
que sucede en el “ahora, aquí“ en el medio material, lo que posibilita
que adquiera su significado conforme a las particulares condiciones del
expandido medio al que se accede con su empleo, en el instante que se está
viviendo. Al romperse el vínculo “una palabra - un significado” ,
se torna posible a través del lenguaje generar inéditos escenarios
mentales para representar el medio, en el presente que se vive.
APRENDIENDO EL LENGUAJE
HUMANO
Al observar cómo vamos aprendiendo el lenguaje quedan al descubierto
algunas particularidades que conducen a dar respuesta al “cómo y
por qué” es que somos diferentes a los restantes seres vivos.
Los niños muestran un elevado interés por aprender palabras
y un extraordinario ritmo de aprendizaje; entre los dos y cuatro años
aprenden del orden de una palabra por cada hora que están
despiertos, llegando a dominar varios miles a los cuatro años.
Inicialmente, el niño no interpreta los sonidos; sólo
los escucha, retiene, y los relaciona con los restantes componentes presentes
en su medio. Los diversos escenarios que comparten en común sus
experiencias de vida en las cuales ha intervenido por ejemplo la palabra
“pelota” con el objeto redondo hacia el cual su madre le induce a dirigir
su atención, le permiten fortalecer la asociación de la palabra
con el objeto, discriminando posteriormente de entre la multiplicidad de
otros elementos que pudieran estar presentes al momento en que escucha la
palabra “pelota”, al “elemento pelota”.
Cuando el niño ya asocia una palabra con el respectivo objeto
y escucha por ejemplo a su madre decir la palabra “pelota” en ausencia
del objeto, el “elemento pelota” se incorpora en su representación
mental del medio, y se mantiene una Actualización del Presente en
la cual está la pelota, cual si permaneciera materialmente en algún
segmento de su medio luego de escuchada la palabra. Esto por supuesto no
tiene nada de especial, pues responde a un proceso mental similar al que
tiene lugar en la mente de los monos verdes cuando escuchan una señal
de alerta.
Un niño de dos años que está junto a su madre
y que hace uso de una palabra que ya conoce, como la ya mencionada palabra
“pelota”, sin que la pelota esté siendo percibida por él,
accede a dicha palabra como consecuencia de una tarea asociada con el elemento
pelota. Tras la tarea de incorporar a su medio relevante a la pelota, lo
que logra al momento de hacer uso de la palabra en cuestión -acción
que constituye experiencia de vida- hay otras tareas pendientes asociadas,
cuyas expectativas tal vez digan relación con que su madre
juegue a la pelota con él. El empleo de la palabra “pelota” por parte
del niño no surge de la nada. Elementos presentes en su medio, que
adquirieron un particular sentido en la evocación a la que dan lugar,
condujeron a que emerjan en su Proyección del Futuro, por ejemplo,
las expectativas de jugar, para cuyos efectos el niño incorporó
a su Actualización del Presente el “elemento pelota” al momento
de pronunciar la palabra.
Los humanos somos animales gregarios afectivos, condicionante que
incide fuertemente en el particular significado que le otorgamos a lo
que percibimos en la interacción con nuestros semejantes. Por ello,
no debe llamarnos la atención que en gran medida hagamos uso del
lenguaje para a acceder a entornos afectivos favorables.
EL COMPONENTE INMATERIAL
DE LA REPRESENTACIÓN MENTAL DEL MEDIO
El significado de lo percibido configura representaciones mentales
que exceden ampliamente a los eventos y elementos presentes en el medio
material. Dos ojos, una nariz y una boca, son componentes de cualquier
rostro humano, sin embargo el significado que nuestra mente le asigna
al rostro que percibimos de nuestro hijo dista mucho del significado que
adquiere el observar el rostro de nuestro vecino. Mas aún, el mismo
rostro, en distintos momentos, participa en la generación de diferentes
expectativas, en función del estado corporal y del medio. A su vez,
no existe un medio donde sólo este presente un rostro, ni un instante
en el que no contemos con una representación de nuestro estado corporal,
el que está en permanente variación, estado que incide
en la estructuración de las acciones que proyectamos. Como puede verse,
no contamos con las herramientas necesarias para traducir a palabras la
complejidad que reviste el significado que adquiere en nuestra mente un
evento o un elemento del medio con el cual interactuamos.
En la estructuración de las acciones que llevan a cabo los
seres vivos que cuentan con cerebro, el Esquema de Supervivencia establece
condicionantes que escapan al ámbito de lo meramente material,
aunque empleen al cuerpo y al medio material como instrumentos para
dar cumplimiento a las tareas. La necesidad de ser acogido, valorado, querido,
constituyen evidentemente inmateriales requerimientos, que están
incorporados como condicionantes de un sinnúmero de las acciones que
realizamos.
A través de la interacción con nuestros semejantes,
en el significado de lo percibido, por ejemplo por medio de la sonrisa que
su madre le prodiga al niño, éste accede a un necesario “alimento”
. Así como nuestro material cuerpo precisa de alimento material, el
Esquema de Supervivencia también nos impone alimentarnos del inmaterial
afecto. Entre los muchos condicionantes no materiales que participan en la
gestación de las acciones de los seres humanos, el peso de nuestra
naturaleza gregaria afectiva pareciera constituir el núcleo central
de una significativa proporción de las acciones que realizamos.
LA DINÁMICA
TIEMPO – ESPACIO GENERADA POR EL LENGUAJE HUMANO
Si contamos con una sucesión de una decena de fotografías
de un objeto que cae, tomadas a intervalos de una centésima de
segundo, luego de analizarlas cuidadosamente no nos resultará
difícil proyectar lo que pudiera ser la undécima fotografía.
La dinámica tiempo-espacio del medio material, es decir, el cómo
evoluciona espacialmente a través del tiempo la materia, responde
a estrictas leyes físicas. La trayectoria y aceleración del
objeto, obtenida del set de fotografías, nos permitirá generar
una muy buena aproximación de lo que pudiera ser la undécima
foto.
No precisamos de un análisis racional como el descrito, ni
de un set de fotografías preliminares, para disponer en nuestro
cerebro de una conveniente proyección de la dinámica del
medio en que nos encontramos.
En general, parte importante del medio que no está siendo percibido
posee una dinámica tiempo-espacio que no registra cambios que resultan
relevantes para el ser vivo. Así por ejemplo, la velocidad a la
que se desplaza un león que está situado a unos cientos
de kilómetros de donde estoy, no tiene mayor relevancia para mi.
A su vez, muchos de los componentes del medio que son percibidos, tienen
una dinámica tiempo-espacio que no es valorada como relevante en el
momento que se está viviendo.
Mi mecanismo de Actualización del Presente establece
que la silla que se ubica un par de metros tras de mi, continuará
en el mismo sitio algunos minutos después de que la he percibido
por medio de mi vista, adquiriendo relevancia mi interacción con
ella cuando por ejemplo retrocedo sin volver hacia atrás
mi cabeza un par de pasos. Entonces, se potencia la activación de
memorias relativas a un actualizado escenario a partir de aquel que fuera
percibido momentos atrás, en el que estaba presente la silla. Previo
a esta potenciación, la representación mental del segmento
del medio en el que está situada la silla, incluía a dicho
elemento, sin embargo su participación jugaba un rol mas bien secundario
en la proyección de mis acciones.
Si me encuentro en una habitación leyendo un libro
y mi mujer hace lo propio a unos metros de distancia, fuera de mi campo
visual, no me llamará la atención si me habla. Sin embargo,
si me sé solo en dicha habitación, leyendo desde hace un
par de horas, y de pronto escucho que mi mujer me habla como si estuviera
a unos metros de distancia, me sobresaltaré. Mi Actualización
del Presente no la incluía en el lugar desde donde provino el sonido
de su voz, y mi sobresalto constituirá un llamado de atención
a mi mecanismo de proyección, el que ha evidenciado una falla. No puede
haber surgido de la nada mi mujer, ello no es permitido en el mundo material.
La maravillosa capacidad de proyección del estado del medio
y el delicado manejo del tiempo-espacio que efectúa el cerebro se
torna manifiesta cuando por ejemplo transitamos un par de cuadras por una
concurrida avenida. Eludimos a las personas que caminan en sentido opuesto
al nuestro, sin esfuerzo aparente. En nuestro cerebro, realizamos
una permanente Proyección a Futuro de la trayectoria de quienes caminan
en sentido contrario, adquiriendo por supuesto una mayor relevancia la
proyección de la trayectoria de quienes se encuentran más
cercanos a la línea en que se proyecta nuestra trayectoria, y a menor
distancia de nosotros. Al cruzar una calle, sin interrumpir la conversación
que sostenemos con quien vamos caminando, con volver la cabeza y observar
unos instantes hacia el sentido de donde vienen los vehículos adquirimos
la información necesaria para proyectar el estado de éstos
en interacción con una potencial trayectoria nuestra en una Actualización
del Presente , y volvemos a mirar a nuestro interlocutor, seguros de que
la proyección del segmento del estado del medio que involucra a
los vehículos en la calle que estamos cruzando, es la adecuada. Esta
capacidad de proyectar, relativa a sucesos que acaecen en el medio material,
no es atributo exclusivo del hombre, ni parece estar desarrollada en los
humanos en un grado tal que por si sola establezca una diferencia destacable.
Los humanos nacemos inmaduros en muchos aspectos, y la experiencia
de vida va configurando patrones de tiempo-espacio que empleamos tanto
para la Actualización del Presente como para la Proyección
a Futuro, lo que permite que dediquemos menos atención en la percepción
al cruzar por centésima vez una calle que aquella que debimos emplear
la primera vez que nos enfrentamos al desafío de cruzarla solos.
Por supuesto, en caso alguno una adecuada proyección significa una
exacta proyección. A su vez, un vehículo que se encuentra
a unos cientos de metros y se aproxima por la calle que voy a cruzar, constituye
parte de un escenario no tan relevante como el que está dado por
el auto que se encuentra a una decena de metros, no obstante que ambos son
percibidos en el mismo momento, durante el segundo en el que volví
mi cabeza. Como observamos, es extraordinaria la capacidad del cerebro para
organizar, seleccionar, establecer prioridades y generar información
acorde a patrones de tiempo-espacio válidos para el medio material.
La Actualización del Presente está asociada a un rango
bastante amplio de incertidumbre, que es factible de disminuir a través
de la percepción, cuando el mecanismo de priorización mental
que para estos efectos opera, así lo dispone, y las condiciones del
medio permiten capturar información del segmento del medio cuyo estado
ha ido siendo actualizado por medio de una Actualización del Presente.
Si un niño, estando en su habitación escucha la
palabra “perro” conociendo ya su significado, incorpora a un perro en
la representación mental de su medio relevante, que no es
percibido por sus sentidos, pero que sí lo es, indirectamente,
a través del lenguaje, en el momento que escucha la palabra. Al
niño no le llama la atención si de pronto escucha ladrar
a su espalda al perro, aunque previamente no lo hubiera percibido directamente.
Al escuchar la palabra, en su representación mental del medio material
se incorporó un muy material perro. Tan solo posteriormente, y con
un bagaje de experiencia de vida adecuado, llega a discriminar que no todas
las palabras que escucha y que representan eventos o elementos materiales,
forman parte del medio material relevante en el que se encuentra en el
presente que esta viviendo. Lo anterior no reviste ninguna novedad; es
conocido por los especialistas que el mundo infantil se ve poblado como
consecuencia de las palabras que escucha y cuyo significado ya conoce,
y que durante cierta etapa los infantes son incapaces de discriminar lo
que nosotros llamamos “realidad” de lo que conocemos como “fantasía”.
Hasta cierta edad, cuando escuchan una palabra cuyo significado conocen
y que denota a un elemento material, incorporan dicho elemento en
su representación mental del medio relevante, asociándole
una dinámica tiempo-espacio y un significado conforme les reseña
su experiencia de vida asociada a dicho elemento. Así, las palabras
“silla”, “pelota”, “abuelita”, no sólo representan muy diferentes
elementos presentes en su medio al momento en que escucha la palabra, sino
que el niño aprende a asignarles una muy distinta
dinámica témporo espacial en su Actualización
del Presente. Por supuesto, en dichos escenarios el actor principal es el
Individuo, que es mucho más que un cuerpo material en interacción
con el medio material.
La palabra “abuelita”, cuando es escuchada por el niño, le induce no sólo a la evocación del muy material “elemento abuelita”; asociada a su abuela hay una carga inmaterial, “accesoria” al cuerpo material de su abuela, que el niño ha ido adquiriendo en su experiencia de vida, cuyo significado excede con creces al de un simple conjunto de ojos, piernas, cabeza, etc., que conforman el cuerpo de su abuela.
El niño “ubica” en su representación mental del medio no percibido, al elemento “abuelita”, que emerge al escuchar dicha palabra. Los escenarios donde la ubica están circunscritos a aquellos que le entrega su experiencia de vida, a través de la evocación, todo ello valorado conforme a las particulares condiciones en que se encuentra en el momento en que escucha la palabra. Incierto y vago escenario en muchos sentidos, en particular en lo que dice relación con la Actualización del Presente del “elemento abuelita”. ¿dónde la ubica? ¿cómo va evolucionando a través del tiempo el “elemento abuelita” en la particular representación mental donde tiene cabida su abuela?
Las expectativas de acción en su Proyección
a Futuro que se generen en el cerebro del niño como resultado de
escuchar la palabra, pueden inducirle a la tarea de jugar con su abuelita,
y tal vez mueva su cabeza intentando ver a su abuela, para establecer de
mejor forma una estrategia de acción que conduzca al cumplimiento
de la tarea pendiente, esto es, jugar. A partir del momento en que escucha
la palabra, y en tanto no se produzcan eventos que refuercen el significado
asociado a la imagen mental de este escenario en cuestión, irá
perdiendo significación en la representación mental de su medio
relevante el “elemento abuelita”.
Desde el momento en que nace el niño, a través
de su experiencia de vida va consolidando un cada vez más adecuado
manejo del tiempo-espacio asociado tanto a la Actualización del
Presente como a la Proyección a Futuro de aquello que está
en su medio material. Indudablemente los humanos nacemos inmaduros en lo
que se refiere al dominio del tiempo-espacio. Lo que demora en caer un objeto,
el lugar y el momento en que debe estar su mano para atrapar la pelota que
le arrojan, etc., responde a leyes físicas que gobiernan la materia,
que paulatinamente son internalizadas.
A diferencia del lenguaje no humano, que siempre está referido
a algo que está acaeciendo en el medio material, los adultos emplean
palabras y frases con el niño que no necesariamente dicen relación
con aquello que está sucediendo en el medio material. Esto evidentemente
trae como consecuencia que la representación mental del medio material,
particularmente la referida a la Actualización del presente, se
expande con el aporte de la palabra, al poblarse con elementos y relaciones
entre elementos que no están presentes en el medio material. Es decir,
con el lenguaje humano se traspasan las fronteras del medio material en
el que se encuentra el Individuo, a las que en cambio está circunscrito
el lenguaje no humano.
Para un niño que escucha palabras cuyo significado
ya conoce, en ausencia en el medio material de los elementos asociados
a las palabras, se plantea la exigencia de sostener escenarios, en su Actualización
del Presente, sin contar con mecanismos perceptuales que le permitan disminuir
la incertidumbre asociada con dicha proyección. Para el niño,
hasta cierta edad, todo aquello que denota el lenguaje que escucha está
ahí, es parte de su medio, independientemente de que no le resulte
posible percibirlo a través de sus sentidos.
El niño poco a poco internaliza como factible la Actualización
del Presente asociada a relatos del tipo: “Caperucita roja despertó,
se vistió, salió de su casa, caminó por el bosque,
y se la comió el lobo” . La dinámica de su Actualización
del Presente del “elemento caperucita roja” y de los eventos asociados,
en el cuento que escuchó, no guarda relación alguna
con la dinámica tiempo- espacio que opera en el mundo material. A través
del relato, en cualquier momento, caperucita roja puede trasladarse a cualquier
parte, a sola voluntad del relator, y le puede suceder cualquier cosa.
Si la mente del niño sólo se remitiera a su experiencia
de vida asociada a eventos que suceden en el mundo material, entonces
caperucita roja tardaría un tiempo en vestirse, en caminar hacia
el bosque, etc. El relato le impone readecuar permanentemente los parámetros
tiempo- espacio, tanto de su Actualización del Presente como de su
Proyección a Futuro. A su vez, esta particularidad del lenguaje humano,
le permite por su parte al niño generar con el lenguaje que emplea
escenarios de acción en el presente que está viviendo que
admiten una infinita adecuación témporo espacial. Ello, no
obstante que en sus primeras actuaciones de este tipo con el lenguaje,
todo está ahí, en el presente que está viviendo, un presente
en el cual le es posible proyectar tareas y buscar llevarlas a cabo en la
acción del lenguaje, en segmentos de su medio relevante donde son
factibles relaciones de tiempo-espacio infinitamente maleables en relación
a las que le están permitido emplear para la Actualización del
Presente y Proyección a Futuro de su representación mental del
medio material relevante.
Son infinitamente extensos los escenarios factibles de construir a
partir de la experiencia de vida con el lenguaje, gracias a este auténtico
quiebre de la relación tiempo-espacio que históricamente
ha condicionado en todos los seres vivos la estructuración tanto
de la Actualización del Presente como de la Proyección a Futuro.
Requisito fundamental para ello, la neutralidad del lenguaje humano.
EL PESO DEL
AFECTO EN EL LENGUAJE HUMANO
El lenguaje humano se aprende en la interacción con terceros.
El condicionante afectivo humano posibilita que haya alguien dispuesto a
enseñarnos el lenguaje, el que sólo tiene sentido en el compartir
escenarios generados por su intermedio, esto es, que se establezca un
cierto grado de coherencia entre las expectativas asociadas al empleo del
lenguaje por parte de quien habla y los escenarios que este lenguaje genera
en el oyente. A esta necesaria “sintonía” le llamaré
Coherencia Afectiva del Lenguaje.
Otra particularidad del lenguaje humano se refiere a que en el escuchar
hay un obligado “dejarse conducir” y un “ver lo que quiera mostrarme”
quien habla. Es decir, cuando me hablan y escucho con atención,
y por ende entiendo lo que me dicen, genero escenarios mentales que, no
siendo idénticos a los que están representados en la mente
de quien me habla, tienen mucho de semejante. Esto por supuesto también
se da cuando leo atentamente un libro. Es, casi literalmente, como ver a
través de los ojos de un tercero.
El aprendizaje del lenguaje en el niño progresa desde cero
Coherencia Afectiva del Lenguaje al escuchar por primera vez una palabra,
hasta la suficiente como para permitir un fluido tránsito por “mundos
ajenos”.
No por lo fácil que le resulta a un niño aprender a hablar deja de ser una magna tarea el acceder a una adecuada Coherencia Afectiva del Lenguaje. El “seguir” una conversación, cuando ya se domina el lenguaje, implica “compartir” escenarios, en ausencia de elementos materiales que operen como referencia común para el que habla y para el que escucha. Ello, sin olvidar que inicialmente el niño aprende palabras que se refieren a elementos concretos, que están presentes en el medio material.
En los dominios del lenguaje, cuando nos hablan,
somos literalmente conducidos a percibir –a través de las palabras
que escuchamos- y por ende a realizar representaciones mentales de
un medio que se gesta de las expectativas de quien nos habla. Es decir, cuando
nos hablan, quien lo hace se convierte en un auténtico “generador
de medios” en los cuales transitamos. Por cierto, esta característica
es propia del lenguaje de todos los seres vivos, la diferencia estriba en
que los escenarios por donde los humanos podemos desplazarnos exceden a
aquel que constituye la representación mental del medio material.
Este “ir viendo lo que quieren mostrarme”, tiene implícito
un “veo lo que los otros ven”, un “ver a través de los ojos de
terceros”, un “ponerse en lugar de” , y constituye el pilar de lo que
se conoce como Teoría de la Mente. Esto se va dando como parte
de un proceso en el tiempo. Es sabido por los especialistas que inicialmente
para los niños, su mundo es también el mundo de los
demás y actúan como si punto de vista fuera el único
existente. Solo posteriormente son capaces de un aparente “ponerse
en el lugar de otro”.
Hemos visto que en general la Actualización
del Presente está asociada a una elevada incertidumbre. La
incertidumbre aumenta en grado notable con la “neutralidad” de la palabra,
incertidumbre que es marcadamente superior a la que está asociada
al lenguaje de las restantes criaturas. Esta incertidumbre adicional tiene
consecuencias positivas, pues da lugar a la generación mental
de infinidad de distintos escenarios potenciales. Sin embargo juega un
rol sustantivo en la delimitación de dichos escenarios la Coherencia
Afectiva del Lenguaje, el “ver” lo que otro quiere que vea. En la acción
del lenguaje la atención se centra en quien está haciendo
uso de él, y el grado de libertad para darle un significado a lo
percibido en los dominios del lenguaje está supeditado a las expectativas
de quien habla, expectativas que a su vez incorporan como un
elemento importante de su medio relevante, a quien escucha.
Con toda la incertidumbre que para un mono verde implica la
representación mental del medio que se genera al escuchar el llamado
de alerta, está acotada al entorno material, en cambio para el
humano, no hay barreras de tiempo y espacio para la representación
mental del particular medio que se genera con el lenguaje.
Cuando, conociendo el significado de las palabras, el niño
escucha el anteriormente citado: “caperucita roja caminó por el
bosque hasta que se obscureció....” todo un universo de mundos
atemporales e inmateriales se van incorporando a su Actualización
del Presente. Para el mecanismo cerebral del niño, caperucita
roja está ahí, en su medio, ajena a la percepción
que le otorga sus sentidos, pero muy presente. Para el niño, dicho
medio, donde se sitúa caperucita es compartido con el relator, quien
se convierte en un conductor o guía, a través de los escenarios
que genera el relato. En dichos mundos, habita también un hombre
bueno, que es leñador, que trabaja de sol a sol, y que rescata a
caperucita. El narrador le asigna atributos a la entidad “leñador”,
atributos que exceden lo meramente corporal, y que están integrados
al escenario mental que el niño configura del particular segmento
de su medio en el que va teniendo lugar el dinámico desarrollo del
cuento, en el que participa la figura del leñador, como una entidad
con específicos atributos.
Todos los seres vivos con cerebro llevan a cabo la Actualización
del Presente, la que como se ha mencionado está asociada a una
elevada incertidumbre. En los restantes animales, cuando el escenario
asociado a la Actualización del Presente cobra relevancia, a través
de la percepción consiguen disminuir la incertidumbre. Para
ellos, las leyes físicas que rigen al mundo material establecen el
marco de referencia para dicha proyección. Los humanos constituimos
una excepción, pues aprendemos en nuestros primeros años, gracias
al lenguaje que adquirimos y a quienes hacen uso de él con nosotros,
a generar Actualizaciones del Presente que rompen el marco de tiempo- espacio
que gobierna a la materia.
De igual forma sucede con la Proyección a Futuro en el uso
del lenguaje. Aprendemos que se torna factible con su empleo el
proyectar y llevar a cabo acciones que no tienen cabida en el mundo material.
Cuando así sucede, el fruto de nuestro lenguaje no es susceptible
de ser percibido a través de los sentidos- que no sea a través
de la palabra empleada- sosteniéndose en nuestra mente como una
Actualización del Presente los escenarios generados, para los cuales
no necesariamente rigen las leyes que gobiernan el mundo material.
Esta aparentemente ligera diferencia establece
una profunda diferencia entre los humanos y los restantes seres vivos.
Roto el lazo con un histórico compromiso existente entre el ser
vivo y su medio material, los humanos accedemos a estructurar Actualizaciones
del Presente y Proyecciones a Futuro en las cuales el tiempo y el
espacio aparentemente son gobernados a voluntad en los escenarios factibles
de construir por medio del uso del lenguaje, generándose una inédita
dimensión.
En este punto hay que hacer una detención, pues la generación
de escenarios a través del lenguaje, donde el Individuo participa
como actor sin que intervenga su cuerpo en la acción, medios en los
cuales pueden haber abuelitas, lobos, alegrías, miedos, penas, dolores,
etc., necesariamente exige de un “alguien” que viva la experiencia, capaz
de desplazarse en lo inmaterial y atemporal.
¿Suerte de desdoblamiento?. De ser así,
sería una inédita fragmentación, toda vez que
la individualidad ha estado histórica e indisolublemente atado
al actor fundamental, a aquel que opera en el medio material, al
cuerpo material.
Son cientos de millones de años a través de los cuales
la acción del ser vivo se ha circunscrito a su cuerpo material en
interacción con un medio material. ¿cómo resolver
este aparente dilema, sin renunciar a la individualidad?
EL NACIMIENTO DE UN NUEVO
SER
Al ir aprendiendo el lenguaje, cuando la palabra empleada involucra
la participación activa del niño sin que ello signifique
la intervención de su cuerpo en la acción, indudablemente
hay un “alguien” que se desplaza en los escenarios generados por el
lenguaje.
Ese alguien, indudablemente no posee un cuerpo
material; no es factible que un cuerpo material se desplace a través
de la inmaterialidad y atemporalidad que se genera con el lenguaje humano.
Ese “alguien” es “el niño”, “Pablito”, “hijo”, figura construida
por medio de la acción del lenguaje de terceros, quienes definen
al “niño”, Pablito” “hijo”, entidad que se va consolidando en la
mente del niño, empleándose para estos efectos similar mecanismo
al que opera cuando se consolida en la mente del niño por ejemplo
la entidad “caperucita roja”, a través de su experiencia de vida
con el cuento que pide le relaten cada noche.
Es decir, no es necesario renunciar a la individualidad, pues surge
el niño que ven en él, como el actor que se moviliza en la
acción del lenguaje. No es el Individuo; él está indisolublemente
atado al cuerpo material en lo que a ejecución de acciones se refiere.
Esta entidad que emerge, “Pablito”, se gesta en el aprendizaje del
lenguaje. Inicialmente incluso el niño se refiere a si mismo como
quien hace mención a un tercero; “Pablito juega”, dice el niño
para expresar que él está jugando; “Pablito duele dedo”, para
informar que le duele un dedo.
La individualidad, sello distintivo primigenio
del Esquema de Supervivencia y eje central de toda forma de vida durante
los cientos de millones de años que hay tras los seres vivos, no
se ve menoscabada al hacer uso de una entidad como Pablito.
En el aprendizaje del lenguaje y en el empleo del lenguaje por parte
de terceros, el niño ha sido fundamentalmente un espectador, que
se ha ido impregnando con los calificativos que los adultos expresan acerca
del niño, calificativos que exceden el ámbito de su cuerpo
material; el niño es bueno, es gracioso, es obediente, etc. Estas
características son de Pablito, del hijo, del niño, valoradas
por supuesto con el particular significado que adquieren para el Individuo
en la representación mental del medio, medio que paulatinamente
se extiende más y más con el uso del lenguaje.
Es decir, el Individuo valida como parte de su
medio la imagen que de sí construye, a partir de su interacción
con terceros. Las eventuales discrepancias que nos pudiera parecer que
existen, entre su percepción de individualidad y esa entidad definida
por terceros, son subsanadas precisamente por la vía de generar
la mencionada entidad, que en caso alguno el cerebro valora como permanentemente
presente en su medio a través de su Actualización del Presente,
entidad poseedora de las características asociadas a los calificativos
que personas afectivamente significativos para el niño le asignan.
Esta entidad, “niño”, “hijo”, “Pablito”, poco a poco va cobrando
relevancia, como activo participante en la representación del medio
relevante del niño, medio que, con el dominio del lenguaje y su particular
potencia, abarca escenarios que no requieren cumplir con las exigencias
de tiempo-espacio que opera en el medio material.
Conforme a lo que se ha mencionado, sutiles diferencias nos diferencian
en extremo de los restantes seres vivos. Para ellos, su lenguaje
está limitado a hacer referencia sólo a aquello que está
acaeciendo en el medio material, a representar una parte de él,
y por ende está atado a las relaciones tiempo-espacio que caracterizan
a la materia, en el presente que se vive.
La extensión del lenguaje humano, el que a partir de algo más de un par de docenas de fonemas consigue a través de éstos crear miles de palabras, posibilita asignarle una palabra a un particular elemento, expandiendo el campo de aplicación de la palabra a un sinnúmero de significados que puede adquirir, gracias a la anteriormente mencionada “neutralidad” de la palabra y conforme al particular estado del medio en el que se emplee.
Esta diferencia descrita, nos abre la puerta
para acceder a lo que los humanos definimos como “ lo abstracto”.
¿Hasta que punto la emergencia de un Pablito viene a resolver
un problema? ¿no es suficiente con el solo Individuo para que el
ser humano adquiriera el dominio del lenguaje que nos caracteriza? ¿por
qué generar esta nueva figura?
Por constituir el lenguaje experiencia de vida, en el momento en que
se hace uso de la palabra se precisa de una entidad capaz de desplazarse
por el medio que el lenguaje genera y que por ende “viva la experiencia”,
ya sea como observador o como activo participante. Esto no es algo secundario;
“vivir la experiencia” tiene una connotación primordial. Es, el
mayor acercamiento a la Realidad al que accede un ser vivo. Tanto la Proyección
a Futuro como la Actualización del Presente admiten un rango de
incertidumbre que desconoce la “experiencia de vida”. La experiencia de
vida, ES.
Como se ha mencionado, los cientos de millones de años a través
de los cuales la vida ha permanecido indisolublemente atada al Individuo,
el Individuo al cuerpo y el cuerpo a su vez atado al mundo material, no
constituye una restricción menor. Es decir, no le es dado al Individuo,
como tal, emplazar al cuerpo material para desplazarse por la inmaterialidad
y atemporalidad que genera el lenguaje. Sin embargo, incorporar en su mecanismo
de Actualización del Presente y en su Proyección a Futuro
a una entidad como Pablito no exige ningún cambio sustancial en las
mecanismos cerebrales que han estado presente por millones de años
en los seres vivos que cuentan con cerebro.
Si bien es cierto que un requisito para el desarrollo del lenguaje
que hoy tenemos fue el que la anatomía humana evolucionara para
poder pronunciar palabras como las que empleamos, en caso alguno el lenguaje
sonoro es la única vía para acceder a la generación
de un Pablito. Hemos evolucionado hasta llegar a contar con la capacidad
para manejar el lenguaje de que disponemos, con las consecuencias que están
asociadas a él. Prueba de ello la constituyen las personas sordas
de nacimiento, las que a través de un lenguaje gestual consiguen
acceder a la inmaterialidad y atemporalidad. Los humanos nacemos con la capacidad
para dominar aquello que forma parte del lenguaje que nos caracteriza.
La hipótesis presentada responde al “como” y “por qué”
de la diferencia entre los seres humanos y las restantes criaturas con cerebro.
ALGO DE AQUELLO QUE
VIENE JUNTO A “PABLITO”
La importancia que para los seres vivos desde siempre ha tenido el
“cómo me ven” se ha visto potenciada con la evolución del
lenguaje humano. La evolución no razona, y un aparente costo
que ha debido pagar la incorporación de la figura de “Pablito” en
el accionar humano ha sido el sustancial aumento de la dependencia
al “cómo me ven”. En efecto, junto al “cómo me ven”, propio
de todos los seres vivos, ha emergido el “cómo veo a Pablito”, inédita
asociación, que ata al Individuo, pues el accionar de Pablito afecta
al cuerpo, sostén del Individuo. Esta asociación que se consolida
a través del aprendizaje y el ejercicio del lenguaje, que no implica
fusión entre ambos, condiciona fuertemente la acción del
ser humano dada nuestra naturaleza gregaria afectiva.
La capacidad de “ponerse en el lugar de” adquiere
entonces una nueva dimensión con el lenguaje humano. Ha sido precisamente
a través de un necesario y continuo “ponerse en el lugar de” que
se ha ido aprendiendo el lenguaje y gestando en el niño la figura
de un Pablito. El dominio de la capacidad de “ponerse en el lugar de”
al que se accede como consecuencia de la permanente ejercitación
que el Individuo realiza a través de la entidad Pablito, le permite
al Individuo incluso extender la participación de Pablito,
y por momentos llevar a cabo una suerte de “personificación” de
otras entidades. Cuando por ejemplo vemos una película, un particular
Pablito personifica convenientemente a uno a mas actores, haciendo
suyas algunas de sus características y accede a estados emocionales
como consecuencia del rol que va desempeñando en el film. Nos emocionamos
hasta las lágrimas al contemplar algunas escenas, nos llenamos de
odio al ver que el malvado castiga a una mujer indefensa, cual si Pablito
adhiriera, hiciera suyo, algunos rasgos de los actores. Si le resultara
conveniente, puede abandonar en la mitad de la obra uno de los papeles,
y continuar con los otros que está representando. Cuando observamos
al campeón nacional jugando un partido importante, literalmente Pablito
se apropia de él, y no duda en abandonarlo si el campeón pierde
el partido. En su afán por romper el lazo de identidad con
el perdedor, que subyace en la mencionada apropiación del personaje,
incluso le resulta conveniente criticarle.
La dependencia afectiva del ser humano encuentra en el estructurar
a una entidad que se forja a partir de la interacción con terceros,
no un sustituto del Individuo, pero sí una representación
del Individuo en interacción afectiva, potenciando la humana dependencia
al afecto.
Pablito se desplaza corporalmente con las limitaciones
propias que impone el mundo material, y se desplaza con el lenguaje en
mundos inmateriales, en el presente que vive, libre de limitaciones
de tiempo y espacio. Un “¿qué pasó con el vaso de
la mamá ayer?” dicho por su madre, traslada a la entidad Pablito
a un mundo donde emerge un ayer asociado con un vaso de su madre
que se le rompió a Pablito mientras jugaba con el. Todo ello, en
el presente que está viviendo el Individuo, en su Actualización
del Presente de los inmateriales escenarios asociados a la acción
del lenguaje, en los que es factible transportar a Pablito a un ayer asociado
con aquella experiencia de vida que tuvo como consecuencia la mencionada
rotura del vaso.
El peso del afecto en el ser humano se hace sentir sobre los ancestrales
instintos de territorio, dominio y estatus. Sin poder renunciar a ellos,
encuentran conveniente cabida en aciones subyugadas a expectativas asociadas
a ser más valorado, más querido, más reconocido.
Para el Individuo, la incorporación a su representación
mental del medio de la entidad Pablito, posibilita que Pablito se refiera
por medio del lenguaje a dicha entidad, emergiendo un “Yo”.
Se Razona en la acción del lenguaje propio empleado, en la
conducción que uno mismo realiza de Pablito, ya sea pensando, hablando,
o empleando un lenguaje de señas. El factor común a todas
aquellas situaciones, es que constituyen experiencia de vida, es decir,
representan para el Individuo la Realidad.
¿TIENE SENTIDO
DEFINIR LA CONSCIENCIA?
Desde la perspectiva que ofrece este trabajo, para desde allí
observar al ser humano, se generan nuevas expectativas para definir la
Consciencia. Sin embargo, hay que ser cautelosos. Nuestra experiencia de
vida con la palabra Consciencia constituye una carga de la cual no es fácil
sustraerse. Los humanos insistentemente hemos intentado conocer la naturaleza
humana a partir del análisis de lo que definimos como la Razón
y la Consciencia, subvalorando a priori, sin argumentación
de peso, los precursores de ellas. Ello tal vez se explique por la incompatibilidad
que se asume existe entre el actuar racional y nuestra naturaleza instintiva,
postura que no solo revela nuestra real y no asumida ignorancia, sino que
ha dejado prácticamente en manos del azar el saber más de
nosotros.
COROLARIO
Todo ha estado allí, desde hace mucho. Numerosas piezas de
un rompecabezas, la mayor parte de ellas presentes desde hace cientos
de millones de años, han permanecido a la espera de ser adecuadamente
ensambladas. En tal sentido, en este trabajo se han tomado algunas de ellas,
observado su forma, dimensiones y colores, y, sobre todo, se ha hecho
uso de un particular sello distintivo que a su reverso tienen: tras cada
pieza está su fecha de fabricación.
Es muy probable que el costo implícito en la neutralidad de un lenguaje como el del ser humano constituya el freno para un mejor desarrollo del lenguaje en otros seres vivos, barrera que traspasó el ser humano por razones que ignoramos, pero que no dudo, llegaremos a conocer.
Estimo que es prácticamente imposible pretender
acceder a la armónica coherencia que nos pueden ofrecer las piezas
ensambladas si no consideramos cómo se han ido gestando y han evolucionado
las diversas condicionantes que están presentes en los seres vivos.
REFERENCIAS
(2000) Damasio, Antonio. Sentir lo que
sucede. Santiago-Chile: Editorial Andrés Bello
(1997) Fuster, Joaquín. "Redes de memoria". Investigación
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(1997) Reeves, H.,Rosnay, J., Coppens Y., Simonnet, D. La
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(1993) Seyfarth, R., y Cheney, D. "Mente y significado en los monos".
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