Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales

Representaciones sociales  
 
José Luis Alvaro
Universidad Complutense de Madrid

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Aunque el concepto de representación social puede encontrase en diferentes textos de psicología y psicología social, su elaboración conceptual y formulación teórica es relativamente reciente y se debe a Serge Moscovici (1961). La finalidad de este psicólogo social es la de reformular en términos psicosociales el concepto durkheimniano de representación colectiva. Para Durkheim (1898) las representaciones colectivas son formas de conocimiento o ideación construidas socialmente y que no pueden explicarse como epifenómenos de la vida individual o recurriendo a una psicología individual. Según Moscovici, el concepto de representación social difiere del de representación colectiva en que el primero tiene un carácter más dinámico. En opinión de este psicólogo social las representaciones sociales no son sólo productos mentales sino que son construcciones simbólicas que se crean y recrean en el curso de las interacciones sociales; no tienen un carácter estático ni determinan inexorablemente las representaciones individuales. Son definidas como maneras específicas de entender y comunicar la realidad e influyen a la vez que son determinadas por las personas a través de sus interacciones. En resumen, en opinión de Moscovici (1984) las representaciones colectivas son mecanismos explicativos que se refieren a una clase general de ideas y creencias, mientras que las representaciones sociales son fenómenos que necesitan ser descritos y explicados. El propio Moscovici (1981, p.181) las define como un "conjunto de conceptos, declaraciones y explicaciones originadas en la vida cotidiana, en el curso de las comunicaciones interindividuales. Equivalen, en nuestra sociedad, a los mitos y sistemas de creencias de las sociedades tradicionales; puede, incluso, afirmarse que son la versión contemporánea del sentido común". Estas formas de pensar y crear la realidad social están constituidas por elementos de carácter simbólico ya que no son sólo formas de adquirir y reproducir el conocimiento, sino que tienen la capacidad de dotar de sentido a la realidad social. Su finalidad es la de transformar lo desconocido en algo familiar. Este principio de carácter motivacional tiene, en opinión de Moscovici, un carácter universal.

Dos son los procesos a través de los cuales se generan las representaciones sociales. El primero es definido como anclaje y supone un proceso de categorización a través del cual clasificamos y damos un nombre a las cosas y a las personas. Este proceso permite transformar lo desconocido en un sistema de categorías que nos es propio. El segundo proceso es definido como objetivación y consiste en transformar entidades abstractas en algo concreto y material, los productos del pensamiento en realidades físicas, los conceptos en imágenes (Moscovici, 1981, 1984).

Estos mecanismos, a través de los cuales se forman las representaciones sociales, sirven para la definición de los grupos sociales al tiempo que guían su acción.

Desde su formulación original, las investigaciones sobre representaciones sociales han ido creciendo en número y diversificándose su campo de análisis. Los estudios sobre las representaciones sociales del psicoanálisis, la ciudad y el espacio urbano, la enfermedad mental, el cuerpo, etc. son algunos de los muchos ejemplos que cabe citar sobre la aplicación de este enfoque al estudio empírico (véase Farr y Moscovici, 1984 e Ibáñez, 1988). Pese a lo fructífero de su formulación como herramienta de análisis de la realidad social, diversos autores han realizado diferentes críticas a la "teoría" de las representaciones sociales (véase Alvaro, 1995). De entre las realizadas podemos destacar las referidas a su ambigüedad definicional, a la que el propio Moscovici responde señalando que dicha ambigüedad supone una ventaja al dejar abierta la posibilidad de incorporar elementos nuevos a la teoría, y a la no elaboración sistemática de sus diferencias con respecto al concepto de representación colectiva utilizado por Durkheim y del que el propio Moscovici se declara deudor.

En primer lugar, la ambigüedad conceptual con que está formulada la teoría hace que ésta sea difícilmente distinguible de enfoques teóricos como el propuesto por Berger y Luckman (1968) o de conceptos afines como el de actitud. Con respecto a las diferencias entre las actitudes y las representaciones sociales dos son los aspectos que han sido destacados como rasgos diferenciadores. El primero hace referencia al carácter social y no individual de las representaciones sociales. El segundo se refiere a la consideración de las actitudes como reacciones individuales a los estímulos del medio, mientras que las representaciones sociales determinarían dichos estímulos. Su papel, por tanto, sería el de servir a la construcción simbólica del medio social. Ambas diferencias, destacadas por diferentes psicólogos sociales partidarios del uso de este enfoque en la investigación, quedan eliminadas si adoptamos una concepción sociólogica de las actitudes como la propuesta por Torregrosa (1968). Para este psicólogo social una concepción sociológica de las actitudes supone destacar su determinación social en un triple sentido: tienen su origen en la interacción simbólica, caracterizan a los grupos sociales y el objeto al que se refieren es, también, de naturaleza social. Asimismo, tampoco los teóricos de este enfoque han contrastado la noción de representación social con la de sistemas ideológicos. Al igual que en el caso de las actitudes, cada autor nos da una definición en parte diferente de cada uno de ambos conceptos; mientras que en algunos casos se destaca la interdependencia entre ideologías y representaciones sociales, en otros, se acentúan sus diferencias al indicar que la ideología sirve para legitimar las creencias o el comportamiento de un grupo social mientras que las representaciones sirven para dar sentido y comprender la realidad social.

En segundo lugar, aunque Moscovici se declara deudor de Durkheim, no elabora más que de forma superficial lo que diferencia su enfoque del construído por el sociólogo francés y que motiva la sustitución de la noción de "representación colectiva" por la de "representación social".

Pese a estas críticas, el estudio de las representaciones sociales se ha convertido en una importante área de reflexión teórica e investigación psicosocial. Sin su formulación por Moscovici, no se hubiesen generado todo un conjunto, cada vez más numeroso, de investigaciones psicosociales. Al mismo tiempo, aunque inintencionadamente, ha dado lugar a un debate teórico sobre sus similitudes y diferencias con enfoques y conceptos afines. Asimismo, su énfasis en la construcción social del conocimiento, dentro de los estudios sobre cognición social, hace de este enfoque teórico las señas de identidad de una psicología social cada vez más alejada del sesgo psicologista que ha caracterizado una parte considerable de sus razonamientos teóricos e investigación empírica.


BILIOGRAFIA

Alvaro, J.L. (1995). Psicología social: perspectivas teóricas y metodológicas, Siglo XXI. Madrid.
Berger, P. y Luckman, T. (1968). La construcción social de la realidad, Amorrortu. Buenos Aires.
Durkheim, E. (1898). "Représentations individuelles et représentations collectives". Revue de Métaphysique et de Morales, VI, pp 273-300.
Farr, R.M. y Moscovici, S. (1984). Social representations, Cambridge University Press. Cambridge.
Ibáñez, T. (1988). Ideologías de la vida cotidiana, Sendai. Barcelona.
Moscovici, S. (1979). El psicoanálisis, su imagen y su público, Huemal. Buenos Aires. (Trabajo original publicado en 1961).
Moscovici, S. (1981). "On social representation". En J.P. Forgas (Comp.). Social cognition. Perspectives in everyday life, Academic Press. Londres.
Moscovici, S. (1984). "The phenomenon of social representations". En R.M. Farr y S. Moscovici (Comps.). Social Representations, Cambridge University Press. Cambridge.
Torregrosa, J.R. (1968). "El estudio de las actitudes: Perspectivas psicológicas y sociológicas". Revista Española de Opinión Pública, 11, 155-165.


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