Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales

Personalidad autoritaria
Juan B. Martín Cebollero
Universidad Complutense de Madrid

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La palabra autoridad, etimológicamente, venía de "autoritas" y ésta de "augere" que significaba aumentar. De modo que filológicamente se refiere al manejo de un amplio número de gente; autoridad se refería a gozar de una égida que regía voluntades. El diccionario de la Real Academia Española da como significado de autoridad varias acepciones, pero destaca este concepto de autoridad como poder legítimo: "Potestad que en cada pueblo ha establecido su constitución para que le rija y gobierne, ya dictando leyes, ya haciéndolas observar, ya administrando justicia". El diccionario Webster`s New International da esta primera definición de autoridad: "poder legal o justo".

La autoridad parece consustancial con la especie humana, es destacable la existencia de embriones de autoridad entre ciertos mamíferos y todas las formas históricas de convivencia y las de pueblos más sencillos, mal llamados primitivos, manifiestan algún tipo de autoridad. Si bien en estas sociedades, la autoridad está casi exclusivamente referida a un saber más elaborado de cómo obtener mejor los recursos de la naturaleza, entraña un acervo de conocimientos relativos a la optimización de la garantía de conseguir el necesario sustento. No es raro que el jefe sea el mejor cazador o el mejor anfitrión de fiestas, etc. La autoridad es ambigüa, difusa y tiene un marcado cariz altruista. Es, en su origen, poco mayestática y bastante igualitaria.

Siendo, pues, la autoridad una constante en la historia humana y estando referida al manejo de vastas poblaciones, su legitimidad se basa y fundamenta en la función que la hace necesaria: laborar por el bien público. Aunque la paradoja de la autoridad es que puede ser ilegítima y laborar al servicio de intereses poco escrupulosos con el legítimo derecho de los humanos a ser libres y felices. De este modo, la autoridad puede ni siquiera ajustarse a razón y ser el ejercicio de una patología o una delincuencia.

La autoridad está enfrentada a su opuesta dicotómica: la libertad. La tendencia a ser libre es otra constante en la naturaleza humana. El ser humano ha logrado a partir de la triada característica de los homínidos: posición erecta, mano prensil y capacidad craneana y mediante la conjunción entre cerebro y capacidad articulatoria del aparato fonador que posibilita el lenguaje, emanciparse, al aplicar todas esas cualidades al trabajo organizado, de numerosas y onerosas servidumbres en su relación con la naturaleza o con sus congéneres.

La no siempre fácil e incluso frágil conjunción de autoridad con libertad, entraña que exista una autoridad legítima que sirva a los intereses de la razón y del bien común, que garantice: libertad de opción entre alternativas razonables y que esta libertad de opción esté defendida efectivamente. Es decir, la relación de la autoridad con la libertad, debe ser tal, que cualquier amenaza a la libertad sea respondida con el aparato jurídico-legal. La libertad se sanciona en las leyes positivas y debe tender hacia el infinito, en tanto que la autoridad ideal es sólo la estrictamente necesaria y debe tender, por lo tanto, a extinguirse, a tender a cero. El ideal del desarrollo histórico humano es librarse de toda traba que no sea necesaria. Marx lo enunció en "El Capital" como "el reino de la libertad más allá de la necesidad", aunque desgraciadamente él mismo se contradijo al exigir la "dictadura del proletariado" como etapa necesaria para llegar a ese reino arcadiano, convirtiéndose la aplicación de su doctrina en unos sistemas tiránicos y oligopólicos con tendencias imperialistas, con fines incluso de saqueo.

La libertad, en el ser humano, tiene el carácter de instinto y el último castigo que se reserva a los transgresores de las normas de convivencia en libertad, es precisamente la privación de libertad, castigos severísimos incluso en correspondencia con el grado de infracción cometido.

Siendo la libertad una necesidad tan evidente, parece un contrasentido que haya personas que busquen evitar ejercerla y deseen someterse ciegamente o someter ferreamente o ambas cosas a la vez, tan común en estructuras piramidales de orden de arriba a abajo, ocupando un lugar intermedio en ellas.

Las personas que en contra de sus propios intereses, como portadores de valores absolutos, a saber, dignidad, derechos humanos, libre ejercicio del albedrío, etc, han llegado a ser dominadoras de amplias masas de seguidores incondicionales, llevando a millones de personas a la muerte, la miseria, la mutilación y la pérdida irreparable de seres queridos, han producido una inversión de los valores bueno y malo. ?Cómo es posible que amplias masas de población desprecien la libertad y anhelen la sumisión aniquiladora de la personalidad, conformándose a los estrechos cauces de una normalidad convencional castradora?. Se pueden aducir razones que explican el fenómeno, estudiado muy detenidamente por la Psicología Social, que se ha dado en llamar "la personalidad autoritaria".

Erich Fromm señala que la libertad conseguida en el periodo en que triunfó el nazismo y el fascismo, era deficitaria, producía inseguridad y, por lo tanto miedo, haciendo desear ser protegido por una autoridad lo más total posible, convirtiendo la vida social en una institución total y cerrada, que cercena las alternativas de vida pero garantiza una seguridad psíquica y material.

Fromm indica que faltan medios materiales o, mejor aún que no se dedican recursos a potenciar una libertad serena que vele también por la seguridad de los seres humanos.

Una característica psicológica de la personalidad autoritaria, es su tendencia a la perversión psíquica sadomasoquista: mandar, dominar y obedecer, someterse, sin cuestionar la naturaleza intrínseca de la orden, al servicio de qué altar se inciensa en tan dura disciplina.

Fromm ha estudiado la personalidad autoritaria desde una perspectiva de ensayo psico-histórico de enfoque psico-dinámico.

La obra cumbre de investigación rigurosa y científica de las personalidades autoritarias fue la emprendida y culminada por T.W. Adorno, Else Frenkel-Brunswick, Daniel J. Levinson y R. Nevitt Sanford, en la Universidad de Berkeley, titulada "La personalidad autoritaria". En esta obra, cuya obtención de datos ocupó la década de los cuarenta, se utilizaron escalas para medir actitudes, entrevistas en profundidad y tests proyectivos y de personalidad. Se fundamentó la teoría, en buena parte, en el psicoanálisis freudiano, desarrollado en Estados Unidos, pero también en la psicología cognitiva.

Se hipotetizó la personalidad autoritaria como un constructo psicológico de tendencias latentes y manifiestas, que correlacionaba muy positivamente con ideología conservadora político-económica, con etnocentrismo, tendencias antidemocráticas, antisemitismo, racismo... y que correlacionaba bastante negativamente con inteligencia y educación formal. Esto es, a mayor autoritarismo menos inteligencia y menos formación cultural. Son personas que confunden la ternura con la debilidad, que hipervaloran la fuerza, llegando a admirar la violencia, que suelen ser poco críticos y muy convencionales, que idealizan a su propia familia y descargan su frustración en grupos étnicos o raciales minoritarios que sirven de "chivos expiatorios". Frecuentemente proyectan en esas minorías sus propios fantasmas o conflictos internos, suelen ser poco intraceptivos, esto es sensitivos e introspectivos, porque no quieren conocerse interiormente, pues podrían descubrir algo no acorde con lo deseado ser.

Los sujetos más autoritarios fueron delincuentes cautivos, cumpliendo condena y enajenados psicóticos. Lo cual es coherente con el concepto de que el nazi-fascismo es una forma de patología y delincuencia socialmente organizada para dirigir el mundo.

Uno de los cuestionarios de estos autores de la Universidad de Berkeley, fue la escala "F" o de fascismo, que medía tendencias potenciales fascistas. Delincuentes sentenciados y locos graves recluidos fueron los sujetos que obtuvieron un más alto puntuaje en la escala "F".

Esta obra ha recibido numerosas críticas, algunas acertadas y otras menos. La más unánime y ponderada afirma que adolece de un concepto de personalidad autoritaria exclusivamente de derechas. Numerosos estudiosos del tema han señalado que el autoritarismo es común también en las izquierdas. En este sentido fue un pionero Wilhem Reich, quien llamó a los comunistas "fascistas rojos" y explicó que padecían una "plaga emocional" patológica semejante a la que padecían los nazi-fascistas.

Posteriormente Eysenck utilizó el análisis factorial, intercalando categorías como: radicalismo-conservadurismo y duro-tierno. De modo que el comunismo y el nazi-fascismo, aunque alejados como radicales y conservadores, tienen en común algo que les acerca y es que ambos son duros. Sus ejemplos de actuación cuando han tenido el poder así lo manifiestan y dan la razón a Eysenck.

Rokeach algo después sentenció que la escala "F" no es una medida de autoritarismo en general sino sólo de autoritarismo de la derecha. Desarrolla dos de los conceptos puestos de relieve por los investigadores de la Universidad de Berkeley típicos de los autoritarios: intolerancia a la ambigüedad y rigidez. De este modo Rokeach acuña el término de dogmatismo para referirse al autoritarismo en general.

Como precisamente los dogmatismos, en teorías científicas y en explicaciones sobre "la personalidad autoritaria" se muestran inservibles, podemos concluir, dentro de un sano eclecticismo explicativo, que el autoritario se caracteriza por: rígido, convencional, temeroso del sexo, proyectivo (llegando incluso a ser paranoide), duro, anti-intraceptivo, poco inteligente, poco cultivado...

En las condiciones psíquicas de este retrato los estereotipos y prejuicios contra minorías son antorchas que iluminan las tinieblas del desconocimiento de los verdaderos factores causales y mantenedores de la realidad.

El pensamiento estereotipado sirve de mecanismo de defensa psíquico para orientarse y no derrumbarse cayendo en la psicosis. La esperanza reside en que pueda ser modificado por una necesaria ilustración que deshaga malentendidos prejuiciosos y por lo tanto perniciosos.

Si la personalidad autoritaria se fragua en la familia, la escuela y los media pueden hacer mucho por erradicar esa enfermedad humana que divide el mundo en fuertes, débiles, contrarevolucionarios... y llega a proclamar el derecho de conquista de las razas "fuertes", habiendo costado ya mucha sangre, mucho sudor y muchas lágrimas a la Humanidad.


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