mientrastanto.e Num. 76 del 01-2010

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Cuaderno de crisis/ 13
Por Albert Recio

Díaz Ferrán, la historia interminable
Por
Albert Recio Andreu

Cop-Enhagen
Por
José A. Estévez Araújo

Francia : la política  identitaria  del miedo
Por
Laurentino Vélez-Pelligrini

Fallece el histórico militante y filósofo comunista José María Laso Prieto

La biblioteca de Babel
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John Berger
De A para X. Una historia en cartas

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Número 76
Enero de 2010
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Cuaderno de crisis/10

Albert Recio

¿Hacia una economía sostenible?

I

Tras largos años de vivir en la sociedad de la publicidad hemos aprendido a diferenciar lo que se anuncia del contenido que encubre. Después de tantos años de mixtificación del lenguaje político a nadie puede extrañar que los enunciados de las leyes no se correspondan con la realidad. Por ello no nos debe sorprender que en el pomposo Proyecto de Ley de Economía Sostenible sea imposible captar ni en qué se concreta el cambio de modelo económico ni qué se entiende por sostenibilidad. Más que un proyecto legal que refleje una visión comprensiva de las cosas que se deben cambiar y de las que se pueden hacer, el proyecto es una deslavazada ley ómnibus. Parecida a las que anteriormente solían acompañar a la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado: leyes en las que se metía toda la amalgama de cosas que el Ejecutivo quería impulsar. Su contenido tiene todo menos coherencia y visión de conjunto, como más o menos han visto los analistas de todos los colores. Quizás lo peor no sea la irrelevancia o la incoherencia, sino que al frivolizar una cuestión tan importante cualquier debate futuro sobre la sostenibilidad estará lastrado por el recuerdo de esta ley.

II

Hay tres perspectivas diferentes sobre las que debería diseñarse un modelo de economía sostenible: la económica convencional, la ecológica y la socio-reproductiva. Las tres son relevantes en el marco de la crisis actual.

La económica tiene que ver con la dificultad de mantener dinámicamente un marco de estabilidad económica que garantice un nivel de bienestar aceptable al conjunto de la sociedad. Un problema que afecta al conjunto de la economía mundial, como ha puesto de manifiesto la crisis actual: las tensiones derivadas de las enormes desigualdades entre territorios y clases sociales, agravados por el desestabilizador papel que juegan los actuales mercados financieros son, en sí mismos, causas de inestabilidad persistente y exigen cambios básicos en las regulaciones a escala global. Pero estos problemas tienen también especificidades nacionales. En el caso español destacan a este nivel el sistemático desequilibrio de la balanza comercial, reflejo de la inadecuación entre la estructura de consumo y producción. De forma más reciente destaca asimismo el desequilibrio presupuestario reflejo a su vez de la tensión existente entre las demandas sociales y la provisión de fondos públicos. Una cuestión que es el resultado de una muy débil distribución social de la renta y de la insuficiencia de mecanismos redistributivos adecuados. Hacer más sostenible el modelo productivo español pasa sin duda por provocar cambios sustanciales en ambos campos: el de la modificación de las estructuras de producción/consumo y el de la distribución/redistribución de la renta.

La insostenibilidad ambiental de nuestra economía es patente y no se reduce a los problemas del consumo energético y el cambio climático, aunque éstos pueden ser especialmente agudos dada la situación geográfica de la península ibérica. La degradación del entorno natural y el elevado consumo de materiales son correlativos al modelo de desarrollo urbanístico espacial que ha sido el motor del crecimiento económico reciente. Sin perder de vista la importancia de problemas que de forma más local muestran la insostenibilidad del modelo, como es el caso de la elevada contaminación de suelo agrícola por purines o la misma muerte anunciada de las Tablas de Daimiel por el consumo abusivo del agua para producir maíz. O el creciente problema de la generación de residuos en el mundo urbano. Hay un nivel general insostenible de presión sobre los recursos naturales y el espacio y cambiar el modelo no requiere sólo de cambios en el tipo de energía a utilizar sino de una transformación profunda de todos los procesos de producción y consumo.

La sostenibilidad social atañe a la necesidad de garantizar un nivel adecuado de atenciones y cuidados a todas las personas, de garantizar a todo el mundo niveles de bienestar y participación social, de cobertura de las necesidades básicas. Algo que requiere que todas las personas reciban el nivel de atenciones adecuadas a su situación y que al mismo tiempo no haya personas cuya carga de trabajo sea tan excesiva que les coarte su participación social. El modelo familiar que ha garantizado en gran medida la cobertura del primer objetivo se ha basado en privar a las mayoría de mujeres del segundo. Por eso la crisis de los cuidados se ha manifestado cuando ha tenido lugar un aumento sustancial de las mujeres en el mundo del trabajo mercantil. Tampoco la solución mercantil, caracterizada por la externalización de las tareas de cuidados hacia mujeres de bajos recursos, resuelve la cuestión. Tanto porque reproduce un nuevo sector que va a ser prácticamente excluido de partes de la vida social como porque dada la distribución de la renta existente sigue siendo una solución inabordable para amplios sectores sociales. La crisis de los cuidados sólo puede saldarse con una reorganización social profunda, con cambios significativos en la articulación de los espacios mercantil/público/privado y en las relaciones de género.

Este breve esbozo tiene por objeto recordar algo simple: el cambio a una economía sostenible es un cambio profundo que entraña muchas esferas de la vida social, que toca muchos intereses creados, que posiblemente exige un cambio radical de sistema social y que como mínimo exige, en un primer plano, una serie de reformas básicas que se orienten en esta dirección. Dada la importancia del desafío, un programa mínimo de reformas hubiera exigido abrir un debate social sereno y documentado antes de adoptar alegremente un plan de intervención. La insustancial propuesta del Gobierno, tanto en el contenido como en la forma que se ha gestado, es muestra de una inutilidad congénita de los políticos y tecnócratas actuales para articular con un mínimo de seriedad propuestas reales de transformación económica y social.

III

En lugar de obedecer a un planteamiento mínimamente coherente el contenido de la ley es una mera suma de propuestas, muchas de ellas y viejas y repetidas. Muchas de claro contenido neoliberal, otras de mera racionalidad. Ninguna referencia a los problemas de sostenibilidad social y muy pocas a los otros dos.

Si uno de los discursos repetidos de los últimos meses es el reconocimiento de la necesidad del cambio de composición de la producción, poco se encuentra en la propuesta que dé pistas acerca de cómo piensan hacer esta transformación De hecho, las únicas referencias claras a ese respecto tienen que ver con el cambio del modelo energético, la apuesta por la rehabilitación de las viviendas y el recurrente recurso a la innovación tecnológica. Alguna de las concreciones a estas propuestas son cuando menos preocupantes. Tal es el caso de la aprobación posterior de un nuevo marco para la energía nuclear  que, de facto, responde a las viejas presiones del lobby nuclear para prolongar la vida activa de las centrales (ahí está el verdadero negocio, la explotación de centrales amortizadas). O la inclusión entre las políticas de rehabilitación de la elaboración por el Gobierno de un mapa de “zonas  urbanas obsoletas, desfavorecidas o en dificultades, necesitadas de renovación”, lo que en nuestro contexto puede ser una nueva puerta abierta a gran escala a los procesos de gentrificación y expulsión residencial ya palpables en algunos centros urbanos. O la apuesta decidida por mercantilizar la producción de los centros públicos de investigación.

Se mantienen en cambio muchos de las viejas ideas neoliberales desde una nítida voluntad de limitar el tamaño del sector público, como el recurso sistemático a recortes fiscales como medio para promover políticas. No hay en cambio ninguna propuesta que vincule la intervención pública a la sostenibilidad social ni la desigualdad de la renta al modelo productivo. Por no incluirse ni siquiera se consideran algunos de los controles sobre el sistema financiero que han propuesto individuos como Brown o Sarkozy. Y es que el poder de la banca en España pesa mucho.

No todas las propuestas contenidas en la ley son inadecuadas. Pueden ser buenas ideas la reforma de la Formación Profesional (aunque la intención de integrar la red pública y privada suena a mantener el desastroso statu quo), o la mayor transparencia de los organismos reguladores (aunque se excluye al Consejo de Seguridad Nuclear), o la necesidad de elaborar planes de movilidad sostenible. Pero en sí mismas no prefiguran ningún cambio serio hacia un nuevo modelo socio-productivo. Más bien son una nueva maniobra cortoplacista sin demasiada sustancia.

Y mientras, la persistencia de una grave crisis económica y la presión de las ideas dominantes siguen soplando con fuerza y anuncian nuevas borrascas en forma de reforma laboral y de la Seguridad Social. (Como aperitivo, el aumento del salario mínimo para 2010, un incumplimiento total de los compromisos de Zapatero de situarlo en 800 € al final del mandato y una muestra más que el modelo de referencia sigue siendo el de una sociedad con reducidos derechos sociales).

IV 

Ni la crisis económica, ni la ambiental, ni mucho menos la social, han minado a fondo la hegemonía neoliberal. Los poderes económicos que la sustentan son fuertes y tienen muchos mecanismos de articulación. En la producción culturaly en el campo económico esta ideología se encuentra institucionalmente consolidada.

Los propios defensores de un modelo social sostenible somos pocos y fraternalmente divididos. La construcción de un modelo alternativo, de una visión global y también de propuestas de acción concretas requiere de marcos de encuentro y acción que hoy no existen ni parece que nadie esté interesado en desarrollar. Por ello la crítica al proyecto del Gobierno es, en parte, un lamento por la propia impotencia. O mejor una llamada a aquellas fuerzas que podrían impulsar algún proceso, para pedirles que de una vez por todas realicen alguna iniciativa que permita convertir la crítica a Zapatero en alguna referencia político-cultural con la que generar algún proceso real de cambio del modelo socio-económico presente. 

 

Díaz Ferrán, la historia interminable

Albert Recio Andreu

Hablar de la crisis de Air Comet es repetir una historia ya conocida. La relaté en estas mismas páginas hace tres años al calor de la crisis de Air  Madrid. La historia del transporte aéreo en tiempos de competencia es una historia de quiebras empresariales recurrentes. Y con efectos desastrosos para las personas desgraciadas que quedan atrapadas en el momento de la crisis.

Lo único realmente diferente es la naturaleza del propietario de la empresa. Nada más y nada menos que el belicoso Presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales, Gerardo Díaz Ferrán. El insistente defensor de la libertad de mercado y de la desregulación del mercado laboral. Una representación realmente representativa del núcleo central del capitalismo español, ese que siempre ha usado al Estado como base de sus negocios, bien sea para obtener prebendas, bien para disciplinar a la clase obrera.

Y si no ahí está su largo historial profesional.

El conglomerado empresarial que controla Díaz Ferrán y su socio Gonzalo Pascual tiene su origen en la empresa de transporte colectivo Trapsa que ambos fundaron en 1966. A lo largo de la década de 1970s Trapsa se dedicó a la compra de compañías de transportes interurbanos de viajeros en la zona de Madrid. Parece que en ello tuvo bastante que ver la relación familiar de la familia Díaz con la de Arias Navarro, el último Presidente de Gobierno de Franco. Trapsa ha seguido obteniendo concesiones de transporte en ciudades como Almería o Guadalajara. Pero el verdadero salto empresarial lo dieron en 1985 cuando el Gobierno de Felipe González procedió a la privatización del grupo turístico Viajes Marsans (propiedad del fenecido INI desde 1965). Según la prensa de la época, el estado había invertido 6 mil millones de pesetas para reflotar el grupo antes de la venta, pero Trapsatur sólo tuvo que pagar 907 millones (dos tercios de los cuales a crédito). Y es que todo el mundo sabe que las privatizaciones fueron un buen negocio. La tercera parte de la historia, Air Comet, también tiene una historia parecida. La empresa se crea en 2002 en el atribulado proceso de venta-liquidación de Aerolíneas Argentinas (anteriormente en manos de Iberia como resultado de otro proceso de privatización). La historia de Aerolíneas en manos españolas ha sido siempre confusa, con acusaciones de descapitalización por parte de la izquierda argentina, y finalmente Air Comet tuvo que ceder su filial al Gobierno argentino. Ahora se llega al final de la historia de la filial aérea en un nuevo sainete que resultaría cómico de no contar con los miles de personas abandonadas en Barajas y los cientos de trabajadores que pasarán a las listas de desempleo.

Ciertamente Díaz Ferrán es un especimen. Cuando se refirió a la necesidad de “suspender el capitalismo” sabía de lo que hablaba. Toda su vida empresarial es una historia de normas de excepción. Y lo que reclamaba era una nueva tandas de este tipo de normas de las que el gran capital español tanto sabe. Sólo los ingenuos o los mal informados creyeron que su petición se orientaba a establecer un capitalismo domado y civilizado. Cualquiera que supiera la historia podía esperar que ocurriera lo que realmente ha ocurrido. Y es que uno de los errores en los que persistentemente ha incurrido una parte de la izquierda ha sido el de confundir la retórica justificativa del neoliberalismo, el de el predominio del mercado libre, con el de su historia real. Y ésta no ha sido otra que la de generar enormes beneficios alrededor del sector público y/o actividades que por sus características tienden al oligopolio y la concentración del poder. Por eso Diaz Ferrán es un buen representante de la élite dirigente. Y por eso resulta evidente que, si hay que hacer reformas en profundidad, en lugar de empezar por el mercado laboral hay que hacerlo por las estructuras empresariales. Quizás si tuvieran que vivir una temporada con la prestación de desempleo y se les obligase a realizar “acciones formativas y de reciclaje” aprenderían dónde se encuentran las verdaderas rigideces del sistema.

 

Cop-Enhagen

José A. Estévez Araújo

El Parlamento danés aprobó en noviembre pasado un “paquete” de medidas contra los “vándalos” (lømmelpakken) en previsión de la Cumbre sobre el cambio climático que debía celebrarse en diciembre en la capital danesa. Se trata de disposiciones que amplían el poder de los policías para detener a las personas y que permiten sancionar con cuarenta días de cárcel a quienes obstruyan su labor.

Aplicando estas nuevas medidas la policía detuvo a más de 1.500 personas en las manifestaciones de protesta que tuvieron lugar durante la Cumbre. A estos manifestantes se les ataron las manos a la espalda, se les dejó largo tiempo en el frío suelo de las calles danesas y se les metió en unas jaulas de 12 metros cuadrados a razón de once personas por jaula. Estas jaulas habían sido dispuestas en una antigua factoría de cervezas Carlsberg y los detenidos no pudieron ir al lavabo, ni realizar ninguna llamada mientras estuvieron encerrados allí.

La versión de estas medidas que incluyó el Ministerio de Asuntos Exteriores danés en su página web en noviembre decía que se limitaban a ampliar el plazo de detención policial de 6 a 12 horas y que los manifestantes pacíficos no debían tener miedo alguno porque las nuevas disposiciones no iban dirigidas contra ellos. Todo eso ha resultado meridianamente falso.

En primer lugar, las medidas no se limitaban a ampliar el plazo de 6 a 12 horas. Sino que también (y eso es lo más importante) autorizaban a la policía a realizar detenciones “preventivas”. De hecho, en todos los países se prevé un plazo mayor o menor durante el cual la policía puede tener detenida a una persona (en España son 72 horas). Pero los estados que respetan el derecho de libertad personal sólo permiten que la policía detenga a personas sospechosas de haber cometido un delito (no una infracción cualquiera, sino un acto tipificado como delito en el Código Penal). En el caso danés se echó por tierra esta protección al permitir a la policía que privara de su libertad a personas que no hubieran hecho nada, sino que, simplemente fueran potencialmente peligrosas a juicio de la propia policía.

El efecto de la adopción de estas medidas fue que un quinto de la población danesa declaró que no saldría a manifestarse en esas condiciones. Ese fue el resultado de una encuesta que se realizó durante la Cumbre y de la que informó la revista Politiken. La misma revista señaló en un editorial que el paquete de medidas promovido por el ministro de justicia Brian Mikkelsen constituye una violación de los principios de culpa individual y sospechas concretas en favor de una práctica de detenciones indiscriminadas y preventivas. Como  señaló Henrik Stagetorn, Presidente de la Asociación Nacional de Abogados Defensores de Dinamarca, las disposiciones adoptadas por el Parlamento danés tienen como efecto hacer que la gente tenga miedo de manifestarse. Cualquier persona o grupo de personas que participe en una manifestación, aunque ésta sea legal y pacífica, puede ser detenida por la policía. Por tanto, los manifestantes no violentos no pueden estar tranquilos a diferencia de lo que declara el Ministerio de Asuntos Exteriores danés. Los nuevos poderes policiales constituyen un chantaje para que la gente renuncie a ejercer su derecho de manifestación.

Es muy importante denunciar este tipo de medidas. Se trata de algo que no debe ser pasado por alto, aunque los “constitucionalistas de guardia” de nuestro país lo hayan hecho. Los estados que organizan este tipo de actos se imitan unos a otros. Cada uno hace lo que considera que en el otro ha sido eficaz y no ha dado una “mala imagen” al mundo. Copenhague ha dado una imagen penosa. Ahora, muchos la llaman “Cop-enhagen” (de “cop”: poli y de las siglas de la cumbre —Conference Of the Parties—). Podríamos traducirlo libremente como “Policilandia”. Es necesario recordarlo con insistencia para hacer desistir a otros de seguir su lamentable ejemplo. 

 

Francia : la política  identitaria  del miedo

Laurentino Vélez-Pelligrini

El gobierno de Nicolas Sarkozy, con el apoyo de un nutrido grupo de intelectuales vinculados a la derecha, acaba de dar forma a un portal en Internet con el fin de materializar una macroencuesta sobre un tema que no tiene desperdicio: “¿Qué es ser francés”. Por lo visto la página está destinada a unos ciudadanos que deberán expresar a lo largo de los próximos meses su concepción de la francesidad. El asunto puede resultar en primera instancia además de patético, ridículo, pudiéndose tomar como un reflejo de las estupideces en las que un gobernante emplea el dinero público, cuando al mismo tiempo está llamando a la austeridad en tiempos de crisis, reduciendo drásticamente los gastos sociales y poniendo en cuestión los cimientos mismos del Estado del Bienestar. El problema es que la tan cuestionable como innecesaria macroencuesta (cuya retirada ha sido exigida por el grueso de la oposición parlamentaria de izquierdas y un notable número de sociólogos e filosóficos progresistas) esconde un nada inocente trasfondo político, que no sólo informa  de las praderas ideológicas por las que rumia la derecha francesa, sino que además encierra un acto de irresponsabilidad al poner seriamente en jaque la convivencia de los ciudadanos. Por supuesto, la macroencuesta y la forma en la que ha dividido a la opinión pública francesa en cuanto a la pertinencia o no de su materialización no son inteligibles sin girar la vista hacia el periplo que ha experimentado la vida política y social en el país vecino desde  finales de los años 80. 

El debate sobre la crisis de la “identidad nacional”  tomó cuerpo en Francia con motivo de una sobredimensionada polémica sobre el porte del Shador islámico en las escuelas públicas. La cual, para colmos, vino a desencadenarse en 1989, coincidiendo con el Bicentenario de la Revolución Francesa. Confluencia de circunstancias que desató un mar de controversias sobre la crisis de esos valores de igualdad, universalidad y ciudadanía tan incrustados en la cultura política francesa. La agudeza de la crisis económica, el aumento del paro, la desaparición de los vínculos sociales que garantizaba la sociedad salarial, sumado a la desestructuración urbana, la desaparición de la “cultura obrera” en las famosas Banlieux Rouges, la violencia juvenil, las disfuncionalidades de las políticas de integración (basadas en procesos de invisibilización e inferiorización de los colectivos inmigrantes) y los síntomas de guetización (que proyectaron la amenaza de una creciente influencia del modelo social norteamericano de comunidades contrapuestas y herméticas), constituyeron el caldo de cultivo de lo que vino a denominarse “el malestar francés”. El impacto electoral de una extrema-derecha demagógica bajo la batuta de Jean-Marie Le Pen y del Frente Nacional vinieron a completar el asunto y a acabar de atizar los miedos sociales ante la crisis de una identidad colectiva tradicionalmente alzada en torno a los “Valores Republicanos”.  Sin olvidar, claro está, la proliferación de toda suerte de discursos sobre la “no integrabilidad”  de una facción de la inmigración llamada “extra-comunitaria” , al carro de un neorracismo de urdimbre diferencialista. Resultado de ello fue en los años 90 la reforma legislativa por parte de los gobiernos conservadores de Jacques Chirac y Edouard Balladur de las condiciones de acceso a la nacionalidad francesa, o la política obsesivamente anti-inmigracionista del entonces Ministro del Interior, Charles Pasqua, perteneciente a la corriente ultra del neogaullismo.

Este malestar francés (ante la crisis institucional, social, cultural e identitaria) y los debates políticos, intelectuales y mediáticos que desde finales de los 80 se han producido en torno a él, son los elementos que de manera esperpéntica han dominado la vida pública de nuestros vecinos. Cómo no, también el factor clave que aseguró en su momento la victoria de Nicolas Sarkozy, “salvador nacional” frente a todos los males vividos por la Republica y receptor de todos los miedos e inseguridades (justificados o no) experimentados por el francés medio. Hecho a no omitir, buena parte de la retórica política del energúmeno, sobre todo desde los acontecimientos de las Banlieux hace dos años, ha estribado en la estigmatización de ciertos núcleos de población de origen “no autóctono” o “no europeo”.  A título de ejemplo, el gobierno de Sarkozy ha eliminado la famosa “Carta escolar” (que limitaba la elección de los establecimientos de enseñanza pública al distrito de residencia de los padres), alentando procesos de secesión de los alumnos hacia fuera de su circunscripción padronal. Medida destinada a beneficiar a quienes pretenden evitar cualquier forma de interacción de sus hijos con otros adolescentes originarios de colectivos culturalmente “extraños” o socialmente sospechosos. Una dinámica secesionista que al mismo tiempo que apela contra los “guetos” y la endogamización cultural de los colectivos inmigrantes, los alienta fomentando la segregación escolar. Fenómeno en auge, los curriculums de los candidatos a un puesto de trabajo llegan a los departamentos de Recursos Humanos de las empresas con “ buzones prestados” en domicilios “ficticios” pero con prestigio social. Todo ello con el fin de evitar eliminaciones fulminantes en los procesos de selección, en el caso de estar residencialmente ubicados en Banlieux chaudes (barrios calientes) o malfamées (de mala fama). Aunque a primera vista la picaresca podría ser interpretada como el reflejo de un complejo de clase (muy común entre la aristocracia obrera o en las clases medias con aspiraciones de movilidad social ascendente), la trampa tiene una motivación cultural: el miedo a no ser considerado un “verdadero francés de origen europeo”. Estas prácticas sociales no dejan de ser paradójicas en un país que clama por  los valores universales y el no reconocimiento de las identidades en el Espacio Público, aborreciendo del americano modelo multicultural. Cómo de costumbre, Francia confirma su cojera ideológica al hacer todo lo contrario de lo que predica su Constitución: la igual dignidad de todos sus citoyens más allá de sus adscripciones raciales, orígenes sociales, culturales o étnicos, creencias religiosas  o identidades de sexo y género.   

No es extraño que los éxitos electorales de Sarkozy hayan sido correlativos al descenso  electoral en picado de una extrema-derecha que hasta la fecha había ostentado el monopolio de los discursos sobre la crisis de la identidad y la desvertebración social y cultural del país. Lo que confirma el perfil general de un Presidente de la Republica como Nicolas Sarkozy, que parece alejarse de la tradición democrática de la derecha neogaullista como la que representaron Georges Pompidou o incluso Jacques Chirac, para deslizarse peligrosamente hacia la tradición del poujadisme y de una serie de corrientes populistas y fascistoides de las que Jean-Marie Le Pen y el Frente Nacional fueron hasta el momento el heredero natural.

El asunto de la macroencuesta sobre la francesidad podría resultar hasta cómico, si su tendenciosidad no fuese tan flagrante. Es sabido que en nuestra sociedad moderna, el sistema de percepción y discriminación de los factores de realidad se basan en interpretaciones binarizantes y dicotimizantes de los hechos. Una pregunta sobre “qué es” conlleva otra subsidiaria sobre “qué no es”. Y las respuestas no dejan lugar a dudas en un país en el que tanto las instituciones, como los discursos políticos, como los medios de comunicación (desde los programas de debate, pasando por los programas de entretenimiento como los concursos, los espacios sobre gastronomía, hasta las series de televisión) están impregnados por un profundo y paleto neochauvinismo y autocomplaciencia respecto a los valores y tradiciones culturales del país. Si a esto añadimos cómo, tanto el gobierno como los medios de comunicación y los opinadores profesionales inventan “chivos expiatorios” (que como siempre son los mismos) el resultado no es difícil de adivinar. Nada de ser un gran analista político, ni un fenomenólogo social de primera fila, para percatarse de que dicha macroencuesta sólo busca legitimar, a través de una opinión pública atolondrada por discursos catastrofistas sobre la “desintegración nacional”, la política reaccionaria desplegada por el Presidente Sarkozy. La política identitaria del miedo parece la nota dominante entre nuestros vecinos.

Fallece el histórico militante y filósofo comunista José María Laso Prieto

Nacido en Bilbao hace 83 años, murió a medianoche de ayer en Oviedo, ciudad de la que era hijo adoptivo - Afiliado al PCE en 1947, pasó ocho años en la cárcel y era experto en el pensamiento de Gramsci— La Nueva España, 22.12.2009. Oviedo

El filósofo y militante comunista José María Laso Prieto (Bilbao 1926) falleció ayer a los 83 años, minutos antes de la medianoche, en el Hospital Monte Naranco de Oviedo, la ciudad donde residía desde 1968 y de la que era hijo adoptivo. En los últimos meses, dado su delicado estado de salud, había ingresado frecuentemente en este centro sanitario por problemas respiratorios.

José María Laso Prieto, nacido en Bilbao el 8 de diciembre de 1926, se afilió al Partido Comunista en 1947 y militó en la clandestinidad. Estuvo encarcelado en tres ocasiones, llegando a sumar 8 años de cárcel, y contaba que en la tercera de esas detenciones fue torturado durante 22 días, “pero aguanté, no delaté a ningún compañero”, relató a LA NUEVA ESPAÑA. Esa resistencia fue reconocida por el Partido Comunista, que lo nombró miembro del comité central en el VI Congreso del PCE, celebrado en Praga. Tras salir del penal de Burgos se desplazó a Oviedo, donde fijó su residencia en 1968. Licenciado en Derecho por la Universidad de Oviedo, Laso Prieto publicó numerosas obras y artículos y era especialista en el pensamiento del filósofo italiano Antonio Gramsci. Fue nombrado hijo adoptivo de Oviedo en 2004, en un acto en el que glosó su figura Santiago Carrillo. La Biblioteca Municipal de Ventanielles lleva su nombre. En octubre de 2007 fue borrado de las listas de militantes de IU junto al resto de los afiliados del sector crítico de Oviedo.

Encarcelado por sus actividades subversivas en el Partido Comunista, fue detenido tres veces y permaneció ocho años en prisión, tanto en Bilbao como en el Penal de Burgos. Una vez excarcelado y asentado en Asturias, además de proseguir sus actividades dentro del PCE, Laso Prieto realizó una intensa actividad como presidente de la Fundación Isidoro Acevedo, vinculada al Partido Comunista, y ejerció como vicepresidente de Tribuna Ciudadana en la capital asturiana. Como especialista en Gramsci y en la teoría del uso alternativo del Derecho, este histórico militante comunista impartió conferencias en muy diversas ciudades de España y del extranjero. También formaba parte de las juntas directivas de las asociaciones filosóficas Sociedad Asturiana de Filosofía y Nódulo Materialista.

 

La biblioteca de Babel

John Berger
De A para X. Una historia en cartas
Alfaguara, Madrid 2009

Recomendar a John Berger puede resultar redundante. Pero mejor pasarse por exceso que por defecto. La escritura de Berger es siempre interesante, pero creo que ésta es una de sus obras mayores. Por la forma en que está escrita, por la amplitud de temas que aborda. Por algo que siempre ha estado presente en su escritura como es la relación entre la vida cotidiana y la transformación social. Donde la búsqueda del placer no está reñida con la pretensión de conseguir un mundo mejor. Es, también, una magnífica novela de amor. Y una reflexión sobre las desigualdades del presente. Sobre la persecución implacable que se experimenta en algunos países (parece evidente que el libro se refiere a la represión en el mundo árabe). Sobre la urgente necesidad del cambio.

[A.R.A.]

 

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Primavera-Verano 2009

110-111

NOTAS EDITORIALES
La crisis para quien la trabaja
[A.R.]

La prueba pericial [J.L.G.]

Un tribunal constitucional plurinacional y elegido por sufragio universal [J.A.E.]

Marx, Einsenstein, Kluge [J.T.]

La Europa de la exclusión [A.M.]

ARTÍCULOS
Los designios neoliberales para la Universidad

LA UNIVERSIDAD EN EL SIGLO XXI
Boaventura de Sousa Santos

LA CRISIS UNIVERSITARIA Y BOLONIA
Juan-Ramón Capella

LA EVALUACIÓN UNIVERSITARIA EN EL CONTEXTO DEL PENSAMIENTO NEOLIBERAL
Ángel Díaz Barriga

LA EVALUACIÓN UNIVERSITARIA ¿TOYOTISMO EN LA UNIVERSIDAD?
José A. Estévez

Otros artículos
OJEADA SOBRE LA CRISIS ENERGÉTICA
Alfons Barceló

LA ECONOMÍA POLÍTICA DEL CASTIGO
Elena Larrauri

LA CRISIS PALESTINA DESMONTANDO ALGUNOS MITOS
Javier Honorato

F. VIDARTE Y LOS ORÍGENES DE LA TEORÍA QUEER EN ESPAÑA
Laurentino Véllez-Pellegrini

Sobre cine
UNA POÉTICA DEL CINE
Pere Portabella

UN TRABAJO CULTURAL EN EL CINE
Josep Torrell

CUESTIÓN DE PALABRAS
(nueva sección de poesía)
Antonio Jiménez Millán

RESEÑA
DE LA LOCURA MAOÍSTA AL DESENFRENO NEOLIBERAL
(Ramón Campderrich)

CITA
LA OBRA DE LOS PASAJES, (anotación N 9 a, 1)
Walter Benjamin

 
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112

NOTAS EDITORIALES
Sobre Israel y la Universidad [JLG]

La militarización de América Latina [JAE]

Sobre Afganistán [JRC]

TEXTOS
¿Existió el socialismo alguna vez y tiene porvenir?. Presentación de Alfons Barceló

Mario Bunge

Invitación a un debate: el sorteo y las cámaras sorteadas como mejoras institucionales a la democracia
Jorge Cancio

Solidaridad interterritorial y financiación
Ramon Franquesa y Antoni Montserrat

¿Cómo salir de la trampa?
Pierre Larrouturou

Cómo rodar El Capital (nota previa de Josep Torrell)
Serguei Mijailovich Eisenstein

“En construcció” i “Com a íntim” (Miguel Hernández)
Pere Comes i Miralles

CUESTIÓN DE PALABRAS

Javier Rodríguez Marcos

RESEÑA

Edgardo Logiudice: Marxismo, ¿hipótesis o teoría?
 

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