La
enseñanza y las movilizaciones de la derecha
La derecha ha tomado la calle. La estrategia de acoso y
derribo emprendida por el Partido Popular no se detiene en nada. Y
consigue movilizar a miles de personas, mostrando su capacidad de
medios y organización. Ahora es el tema de la enseñanza, una cuestión
vital para uno de los pilares sobre los que se asienta su hegemonía
social: la Iglesia Católica y sus centros educativos.
No vale la pena perder mucho
tiempo en entender sus reivindicaciones pues son de una claridad
meridiana: mantener los mecanismos que les permiten seleccionar a su
alumnado, mantener o mejorar los recursos financieros provenientes del
sector público y garantizar la presencia del adoctrinamiento católico
en el conjunto del sistema escolar. Lo demás es puro
ornamento.
Que las derechas se movilicen
para garantizar sus privilegios y para imponer a los demás sus formas
de pensar es algo que no debería extrañarnos. Especialmente si estamos
en el único país que liquidó una dictadura sin efectuar ni un mínimo
proceso de crítica y revisión. Ni hubo depuraciones, ni juicios, ni
críticas morales. Para un sector de las clases dominantes la
transición fue simplemente un período de adaptación al ejercicio del
poder bajo otras formas. Y ahora que intuyen que a lo mejor se pueden
acabar imponiendo algunos cambios más sustanciales, especialmente en
lo que afecta al poder cultural y social de la Iglesia Católica,
responden con acritud.
La pregunta importante a mi modo
de ver es por qué no se produce una respuesta en el otro lado. Por qué
la izquierda no moviliza a sus gentes, o no surgen respuestas fuertes
de la propia sociedad civil. Unas respuesta fácil es la de relacionar
la falta de movilizaciones con la presencia de la izquierda en el
Gobierno. Puede que tenga algo de razón (el PSOE y sus aliados
prefieren presentarse como gente respetable), pero resulta demasiado
reconfortante porque deja en las manos exclusivas del Gobierno toda la
responsabilidad de la parálisis social. Y es una explicación no
avalada por el pasado: contra el PSOE llevamos a cabo importantes
movilizaciones por causas diversas —la OTAN, las pensiones, las
reformas laborales, la guerra del Golfo....
La ausencia de movilización en
defensa de la escuela pública laica tiene razones más profundas que
resultan desmoralizantes desde una perspectiva igualitaria. Para la
mayoría de la población la educación es más una vía de promoción
social (o cuando menos de abertura de posibilidades en el mercado
laboral) que un medio para el desarrollo intelectual y social. Ni
existe una demanda fuerte de educación cultural ni una voluntad clara
de cohesión social. Para la mayoría de padres y madres el único baremo
de evaluación son las notas que indican las posibilidades que tienen
sus hijos o hijas de construirse un currículo educativo con el que
entrar a competir en el sistema social. Y les preocupa la presencia de
circunstancias que puedan perturbar este proceso curricular. Para
muchas personas, una escuela igualitaria resulta una propuesta
inquietante, porque se asocia automáticamente a caída del nivel
escolar, a descontrol y a eso tan tradicional de “las malas
compañías”. La llegada de niños y niñas provenientes de mil y un lugar
no ha hecho sino acrecentar estos demonios y ha reforzado en
determinadas zonas la deserción de la escuela pública por parte de
importantes sectores sociales. La existencia de un modelo dual de
escuela, que permite acceder a una privada que selecciona su alumnado
y que, al mismo tiempo, resulta relativamente barata debido a la
elevada subvención pública, ha favorecido la extensión del proceso.
Sólo hace falta averiguar a qué escuelas llevan sus hijos la mayoría
del profesorado de las Universidades e Institutos públicos. Y recoger
la variada muestra de razones que aducen estas personas para
justificar su elección y camuflar el elitismo o el clasismo que
realmente la sustenta.
Tampoco el sistema escolar ha
ayudado a cambiar esta percepción. Las diversas reformas o han estado
mal planteadas o han carecido de medios. El profesorado se ha visto a
menudo desbordado por los cambios y por su incapacidad para actuar en
un marco social trastocado. Y el proceso de aprendizaje ha estado
condicionado por la presencia de referentes culturales alternativos a
la escuela (los medios de comunicación, verdaderos creadores de
pulsiones consumistas e irresponsables) y por un contexto social y
familiar que concede poco valor al conocimiento y el debate razonado.
Resulta normal que el fracaso sea mayor allí donde escasean los
recursos de todo tipo y las perspectivas de progreso en la escala
social son menores. Los mismos valores de clase media de buena parte
del personal docente son otra parte del problema. Tampoco este sector
tiene una visión general capaz de promover ideas claras sobre qué
reformas son necesarias.
De un contexto como el comentado
difícilmente va a salir un movimiento fuerte en defensa de la escuela
pública y de respuesta frente a quienes simplemente quieren reforzar
los privilegios de siempre con dinero público. Y tampoco el Gobierno
tiene una actitud firme que transmitir a la ciudadanía. Por esto no
parece descabellado esperar que al final pacte mantener gran parte de
los privilegios de la privada (especialmente en materia de
matriculación) con el objetivo táctico de fragmentar los apoyos del
PP. Y con ello se preserve el doble circuito escolar que refuerza una
visión de la escuela pública de “servicios mínimos”, de depósito de
aspirantes al fracaso escolar.
La defensa de la
escuela pública laica sólo puede hacerse desde bases sólidas. Sobre
todo, sobre el modelo social y el papel de la cultura. Sobre la
voluntad de construir una sociedad básicamente igualitaria y con una
ciudadanía informada y razonadora. Hoy estamos muy lejos de esta
situación. La escuela se sigue percibiendo como el primer peldaño de
una competición sin fin, y en la que conviene que desde el principio
se elimine gente. Por esto somos incapaces de movilizar frente a la
derecha y de tener ideas claras sobre qué reformas deberían aplicarse.
[Albert Recio]
La revuelta
francesa
Durante más de
dos semanas hemos estado viendo noticias acerca de una revuelta en
Francia. El detonante fue la muerte de unos adolescentes. Huían de la
policía y se escondieron en un transformador. Murieron electrocutados.
Ocurrió en Clichy, una ciudad dormitorio de los alrededores de
París.
Como protesta por
la muerte de sus compañeros, grupos de adolescentes empezaron a quemar
coches, escuelas, locales sociales y hasta comisarías de policía. El
Ministro del Interior francés, Sarkozy insultó a los habitantes del
barrio tratándolos de delincuentes y “chusma”. La protesta se extendió
a otras zonas. Luego a otras ciudades de Francia. En su momento álgido
llegaron a quemarse más de mil coches en una noche. Después fue
amainando poco a poco.
Los medios de
comunicación han presentado la oleada de violencia como una revuelta
de jóvenes inmigrantes. En realidad no ha sido así. La inmensa mayoría
de los revoltosos son franceses. Sus padres o sus abuelos sí eran
inmigrantes. Pero ellos han nacido en el territorio de Francia. Eso
les concede la nacionalidad. Tienen derecho al voto (o lo tendrán
cuando cumplan 18), aunque sus padres puedan carecer de él.
Ahí está la clave
del asunto: en que no son inmigrantes. Sin embargo están discriminados
y son excluidos. No llegan a la universidad. No les dan trabajo porque
tienen un nombre árabe. Sus hermanos mayores están en paro. Los
padres, a veces, también. Pero ellos sienten que deberían tener los
mismos derechos que los demás franceses. Aunque lo expresen de forma
primaria y violenta. Los inmigrantes suelen estar dispuestos a aceptar
las peores condiciones y los trabajos más precarios. Muchas veces eso
es mejor que lo que han dejado atrás. Pero sus hijos no son tan
conformistas. Ellos son tan franceses como el que más. No tienen por
qué sentirse acomplejados.
La respuesta del
gobierno francés ha sido fundamentalmente represiva: policías
antidisturbios, estado de excepción, detenciones, registros, retirada
de subsidios... Es la única política que sabe hacer la derecha. Eso y
algunas vagas promesas. Pero el gobierno ha salido reforzado. Y
Sarkozy también. La opinión pública le apoya. Puede que esto le
convierta en el próximo Presidente de Francia, en el sucesor de
Chirac.
¡Vaya paradoja! Y
es que la situación es muy grave. Los efectos de las políticas
neoliberales son ya insoportables para muchos. Se vio en Nueva
Orleáns. Pero entre esos efectos están la desagregación social, la
debilitación de las organizaciones alternativas, la incapacitación de
los oprimidos para que no puedan expresarse políticamente.
Por eso, lo más
probable es que la revuelta no logre conseguir nada. Que sea recordada
como un problema de orden público. Provocado por gentes de origen
oscuro. Los franceses de derechas están diciendo ya que la culpa de
todo la tiene la poligamia de los inmigrantes, que no permite a los
hijos criarse en una familia estructurada con una figura paterna
clara. ¡Eso sí que es echarle la culpa al oprimido de su propia
opresión! Los que dicen eso no han logrado aprender siquiera que los
franceses son personas de diferentes colores, maneras y culturas.
Siguen pensando que franceses son sólo ellos. Los blancos, hijos,
nietos y biznietos de franceses nacidos en Francia. [J. A. Estévez]
¿Es posible la
expropiación de viviendas vacías?
Basta echar una ojeada a la
prensa de los pasados días 24 de octubre y posteriores, en que el
Conseller de Medio Ambiente y Vivienda de la Generalitat,
Salvador Milà, presentó públicamente el borrador del anteproyecto de
Ley del derecho a la vivienda en Cataluña, para constatar la polvareda
levantada por el anuncio de que en él se prevé la expropiación de
viviendas vacías. Casualidad o no, el anuncio tuvo lugar la misma
semana que se celebraba en Barcelona el salón inmobiliario
internacional conocido como Barcelona Meeting
Point.
Las reacciones no se hicieron
esperar. Así, la Asociación de Promotores y Constructores rechazó la
medida en tanto que intervencionista, la tachó de desestabilizadora y
generadora de inseguridad jurídica, y puso en tela de juicio la
constitucionalidad de la misma. La titular del Ministerio de Vivienda,
si bien en un primer momento pareció prestarle apoyo, finalmente
aclaró que el anteproyecto de ley del suelo en que trabaja su
departamento no prevé la expropiación de viviendas vacías. Desde el
PSC, socio mayoritario del gobierno de Cataluña, se advirtió que en el
trámite parlamentario haría falta matizar. Y tampoco quedó exento de
la polémica el tripartito municipal, ya que desde el grupo socialista
se descalificó la iniciativa, con el consiguiente enfrentamiento con
los responsables del grupo municipal ICV-EUiA. Por supuesto, durante
aquellos días los medios de comunicación se hicieron eco de todo tipo
de opiniones, más o menos autorizadas, algunas de ellas vertidas con
la única intención de erosionar políticamente al Govern.
Incluso el propio Conseller Milà hubo de tranquilizar a la
opinión pública en los días posteriores al anuncio, aclarando que
únicamente se aplicaría la expropiación como medida
extrema.
Lo primero que deseamos aclarar
es nuestra alineación con los –pocos, a tenor de lo visto y leído– que
consideran que la crítica realizada al anteproyecto a través de los
medios es injusta, ya que se ha abusado del impacto mediático del
posible ejercicio de la potestad expropiatoria, sin analizar el texto
en su conjunto.
El anteproyecto de ley, tal y
como reza su título, constituye un intento de regular legalmente el
derecho a la vivienda en tanto que derecho constitucional. El texto es
ambicioso y pretende convertirse en un verdadero código de la vivienda
para Cataluña. Regula muchos y variados aspectos, como los criterios e
instrumentos de planificación de la vivienda, la calidad y los
requisitos de habitabilidad exigibles, los deberes de conservación y
rehabilitación de los propietarios, o las funciones de los distintos
agentes que intervienen en los procesos de edificación y en la
transacción inmobiliaria, por citar algunos de los que preocupan en el
actual contexto inmobiliario.
Es desde esta clave social del
derecho constitucional a una vivienda digna y adecuada –que los
poderes públicos deben garantizar, lo cual resulta en extremo complejo
en los tiempos que corren– como debe leerse la posibilidad de aplicar
la expropiación forzosa a las viviendas vacías. El proyecto
legislativo parte de la idea de que toda vivienda desocupada de manera
permanente incumple flagrantemente su función social.
Se trata de una medida quasi
sancionadora, en la línea de otros precedentes legislativos, y obedece
a una demanda de buena parte de la sociedad, que asiste impotente a
una escalada de precios –que dificulta en extremo, cuando no
imposibilita, su acceso a una vivienda– provocada, al menos en parte,
por una abrumadora demanda de vivienda como inversión de una altísima
rentabilidad que pasa a engrosar el stock de vivienda
deshabitada de manera automática. No podemos dejar de apuntar el igual
o mayor rechazo suscitado por la iniciativa en otros sectores
sociales, lo cual indica, entre otras cosas, que el ahorro tradicional
no es ajeno a la búsqueda de refugio en la extensa oferta residencial
existente.
Cosa bien distinta es la
posibilidad de poner en práctica estas expropiaciones, para lo cual se
aprecian al menos dos órdenes de obstáculos de carácter jurídico. Un
primer inconveniente viene dado por la dificultad misma de definir lo
que debe entenderse como vivienda deshabitada o desocupada de manera
permanente, más aún si tenemos en cuenta que el hipotético organismo
expropiante corre con la carga de la prueba. Esas dificultades no son
distintas que las debidas a este mismo vacío legal en la legislación
de haciendas locales, que en la práctica ha impedido a los municipios
aplicar a los pisos vacíos el recargo previsto en el impuesto sobre
bienes inmuebles.
La definición legal de vivienda
desocupada exigiría un pronunciamiento sin ambigüedades por parte del
legislador, por razones obvias de seguridad jurídica que debe presidir
toda actuación de carácter coercitivo. Y no resulta tarea sencilla,
debido a la multitud de situaciones que pueden llegar a contemplarse,
por ejemplo: ¿debe considerarse como tal una segunda residencia que se
ocupa como máximo durante uno o dos meses al año? Se precisa, quizás,
de una gran dosis de firmeza política para que la medida sea
verdaderamente eficaz. En este punto, el anteproyecto de la
Generalitat de Cataluña no ayuda demasiado, ya que lejos de definir lo
que se entiende por vivienda permanentemente desocupada, incorpora una
lista de lo que podríamos denominar medios de prueba, entre los que
incluye datos del censo de habitantes, consumos de suministros o
declaraciones de vecinos, entre otros. Con estas premisas, auguramos
que abogados y tribunales de justicia tienen el trabajo garantizado si
la Administración pretende hacer uso de la potestad expropiatoria con
este fin.
El segundo orden de dificultades
a que hemos aludido tiene que ver con el precio de las expropiaciones.
Sabemos que la tendencia de la legislación sobre valoraciones,
aplicable en casos de expropiación forzosa, ha aproximado
progresivamente el justiprecio (la indemnización que recibe el sujeto
expropiado) al valor de mercado del bien o derecho de que se trate. Y
si de viviendas terminadas y en correcto estado de conservación
estamos hablando, podemos presumir que la valoración de las mismas
será, si no idéntica, muy similar a la que obtendría el propietario en
caso de decidir libremente la puesta a la venta del inmueble, y ello
sin que se reste valor económico por el hecho de hallarnos ante un
incumplimiento grave de la función social de la propiedad. Dicho de
otra manera, la falta de uso adecuado de la vivienda no penalizará en
absoluto al sujeto pasivo de la expropiación. Al menos, no hay ninguna
previsión legal al respecto, y tampoco parece que vaya a
haberla.
Ante el panorama descrito, tal y
como matizó el propio Conseller en su día, no se nos antoja
viable la expropiación de viviendas vacías como medida generalizada de
coerción para la puesta en circulación del ingente parque inmobiliario
desocupado que existe en la práctica totalidad de municipios. Al
contrario, las perspectivas son de incremento, lo que seguirá
dejándose notar en el precio de la vivienda por mucho tiempo*. [Sergi Llorens
Aguado]
* Una vez redactadas estas reflexiones, justo un mes después
de la presentación pública del anteproyecto, se dio a conocer una
segunda versión del mismo en el marco del Consell Assessor de
l’Habitatge de Catalunya.
Este nuevo borrador, muy próximo
ya a iniciar el trámite parlamentario, ofrece algunos de los matices
reclamados por algunos y anunciados por otros. Así, la desocupación
permanente de una vivienda queda encuadrada entre los supuestos en que
las administraciones competentes arbitrarán vías positivas de fomento
y concertación, pudiendo establecer medidas fiscales que propicien el
cumplimiento de la función social de la vivienda y penalicen la
desocupación injustificada. Únicamente allí donde se acredite una
fuerte demanda residencial, y una vez agotadas las vías de fomento,
las administraciones quedan facultadas para adoptar medidas de
intervención y, en último término, hacer uso de la potestad de
expropiación forzosa. Ésta puede limitarse al usufructo, para
incorporar la vivienda al mercado de alquiler durante un tiempo
determinado.
Además, a la anterior definición
de vivienda vacía (la que no cumple con su destino durante un plazo
superior a dos años) se añade que se considerará como tal sólamente
cuando no quede incluida en las categorías de residencia habitual o de
segunda residencia. Se ha optado, por tanto, también a la hora de
definir lo que es vivienda vacía, por un concepto restrictivo que en
la práctica se excluye de la posibilidad de aplicación de las medidas
expropiatorias, establecidas ya únicamente, a su vez, para casos
extremos.
Niños soldados y
negocios
El misionero javeriano español
Chema Caballero acaba de recibir el Premio Internacional Alfonso Comín
2005 en Barcelona por su labor de acogida y rehabilitación de niños
soldados de Sierra Leona. Este país ha sido escenario durante muchos
años de una guerra civil que enfrentó el gobierno de Freetown con
milicias autóctonas. Por el centro de acogida dirigido durante tres
años por Chema Caballero han pasado unos 3000 niños de ambos sexos, la
gran mayoría varones.
Su testimonio es estremecedor.
La esperanza de vida en Sierra Leona, que en 1992 era de 42,4 años, ha
descendido aún más durante los años subsiguientes de guerra civil. La
población, pues, es muy joven. Escasean los adultos, de modo que los
grupos armados ven en la infancia una cantera más asequible de
soldados. Además, los niños son maleables y dóciles. Secuestrados a la
edad de entre 6 y 12 años, son llevados a los campamentos, donde se
les tiene unos meses como sirvientes, para darles a continuación
formación militar. Sigue la fase decisiva de su “adiestramiento” como
soldados: ir a su poblado de origen y cometer allí crímenes que los
convertirán en indeseables para su propia familia y comunidad. El
crimen más cruel que se les obliga a cometer es el asesinato de su
propio padre o de alguno de sus hermanos o familiares próximos
(sic). Además, se les obliga a quemar cosechas y destruir viviendas
del poblado donde han nacido. Se manipula su inmadurez psicológica y
su sentido ético aún vacilante. Sometidos a la droga, ejecutan estas
atrocidades, de modo que quedan alienados de sus familiares y
convecinos, solos en el mundo, creándose entre ellos y el “comandante”
que les ha empujado al crimen un lazo de dependencia muy fuerte, una
variante del síndrome de Estocolmo (a menudo llaman “papá” a su
comandante). No tienen a nadie más en el mundo. Son convertidos, así,
en máquinas de matar y torturar dóciles, libres de inhibiciones
morales. Se dedicarán luego, en las acciones de guerra, a cortar manos
y piernas, a arrancar ojos y orejas, a matar. Manejarán con destreza
el machete o las armas de fuego ligeras. Serán la “fiel infantería” de
una guerra atroz.
Las niñas, por su parte, no son
convertidas en guerreras, sino en esclavas sexuales, y sometidas a
toda clase de vejaciones y violaciones. Los propios niños soldados,
muy precoces en África, practican esas vejaciones con sus compañeras,
pero también los mandos de mayor edad.
En el centro Saint Michael, en
el interior del país, Chema Caballero y sus colaboradores han acogido
a más de 3000 de esos niños y niñas, y con paciencia infinita han
conseguido rehabilitar a una mayoría de ellos. Tres de ellos han
conseguido alcanzar el nivel educativo suficiente para poder ingresar
en universidades del Reino Unido. El milagro de esta rehabilitación
tiene que ver con el esfuerzo para encontrar en el propio país
familias que acepten prohijar a esos niños, aunque no es nada fácil:
muchas comunidades y familias víctimas de esos pequeños criminales no
han sido capaces de perdonar. La otra pieza es el amor ofrecido a los
niños, la paciencia para esperar un proceso interno de reconstrucción
de la propia personalidad que es muy lento. Otra es inducirles a
hablar de sus fechorías para que experimenten una catarsis psíquica.
Los resultados son sorprendentes. Caballero cuenta que el tiempo y la
paciencia son decisivos. Algunas ONG han fracasado por haber ido a
trabajar allí con un calendario preestablecido. La ONU hizo una vez
más un triste papel erigiendo un tribunal de crímenes de guerra al que
se pretendía someter a los niños soldados (iniciativa que no se llevó
adelante por el sentido común del fiscal designado al
efecto).
La gran desgracia de Sierra
Leona es su riqueza: su riqueza en diamantes. Los grandes traficantes
(encabezados por De Beer, entre otros) son los clientes de la minería
de los diamantes. Lo que ellos pagan financia tanto una parte del
presupuesto militar estatal como el de las milicias armadas, que
controlan otras partes del territorio donde hay minas de diamantes. El
otro sector del negocio es el de los traficantes de armas. En este
tipo de guerras los fabricantes de armas tienen un mercado suculento,
sobre todo los de armas ligeras, entre los que destacan los españoles
(empresas privadas y públicas, como Santa Bárbara). Chema Caballero lo
denunció sin tapujos entre las venerables paredes del Salón de Ciento
del Ayuntamiento de Barcelona y en presencia del alcalde de la ciudad,
resaltando la responsabilidad de los sucesivos gobiernos
españoles.
El círculo se cierra: detrás de
la insoportable barbarie de la guerra civil de Sierra Leona (y de
todas las guerras del continente africano) están los negocios de los
diamantes, el coltan, el petróleo, el molibdeno y tantas materias
primas que se requieren para hacer funcionar nuestros ordenadores,
teléfonos, automóviles y otras comodidades, y que nuestros
industriales, solícitos, nos ofrecen a buen precio. Occidente recoge
los beneficios del negocio y las comodidades con que luego atraerá a
los jóvenes africanos hacia las vallas de Ceuta y Melilla. África, por
su parte, pone el horror infinito de los verdugos y de las víctimas de
la mutilación, la tortura y la muerte. ¿Hasta cuándo toleraremos esta
intolerable destrucción de África? [Joaquim Sempere]
Luna de
Noviembre
Crónica
Francia: Rebelión en la Barbarie
Escribo en la duodécima jornada
de una novedad social: la “rebelión en la barbarie” en Francia. En los
barrios periféricos de París y otras ciudades, en los ghettos de
emigrantes, magrebíes principalmente, se han rebelado los nietos. Unos
cinco mil coches incendiados, ataques a autobuses urbanos con personas
dentro, a escuelas, guarderías, gimnasios, bibliotecas, centros
sociales, iglesias, comercios y, por supuesto, comisarías y policías.
Jóvenes armados con bates de béisbol, bolas de petanca, escopetas de
caza, cócteles Molotof o tirachinas. Los coches quemados, aparcados en
las periferias, pertenecen a las familias de los jóvenes o a gentes
como ellas.
El gobierno reprime y detiene,
promulga un toque de queda juvenil; en algunos barrios los vecinos
organizan brigadas de voluntarios para proteger centros sociales. Los
grupos de insurrectos, formando comandos, se comunican mediante
telefonillos. Primeras víctimas: un bebé alcanzado por una pedrada, un
hombre muerto; policías, y seguramente jóvenes, heridos (de los
últimos no habla la prensa).
No es exactamente una “rebelión
primitiva”. No hay dirigentes ni figuras carismáticas. No hay
tribunos. No hay objetivos inteligibles más allá de la destrucción. No
hay interlocutores con quienes dialogar o no dialogar. Acaso se parece
a la rebelión negra de Watts, en Los Ángeles, en 1965: pero ésta se
situaba en un contexto de luchas por sus derechos de los
afroamericanos (fue reprimida con un baño de sangre) y se concentró en
un barrio, mientras que la de Francia se extiende aquí y allá, como
chispas que prenden una yesca territorialmente dispersa. Toulouse,
Burdeos, Montpellier, Rennes, Nantes, Mulhouse, Evreux... No alcanza
seriamente a las zonas céntricas de las grandes ciudades ni obtiene
apoyo social.
Estos rasgos componen
rigurosamente una novedad. El objeto de la destrucción juvenil es
simbólico: los coches por cuya posesión han suspirado padres y
abuelos; los bienes públicos, limosnas de una sociedad que les
prometía igualdad. Los jóvenes carecen de propuestas alternativas, sin
embargo.
Puede haber conatos de
explicación de lo que está pasando. Los jóvenes rebeldes, cuyos actos
parecen irracionales, son víctimas de una injusticia perfectamente
explicable. Estos jóvenes son los hijos del nuevo proletariado de los
países ricos. A los inmigrantes se les exigió integrarse en la
sociedad francesa; se les exigió afrancesarse y se les prometió
igualdad. El resultado: los jóvenes de esa “tercera generación” se
sienten franceses, pero excluidos por los franceses franceses. La
extrema derecha (Le Pen) les califica de “franceses de papel”. Se les
dijo que iban a ser iguales y los autóctonos les tratan como
diferentes por el color de la tez, por sus nombres y apellidos.
Padecen el apartheid residencial y escolar y la exclusión laboral. Sus
padres, cuando tienen trabajo, tienen el trabajo neoliberal: salarios
de mierda, imposiciones prepotentes, discontinuidad, ausencia de
perspectiva. Esos jóvenes no tienen nada que perder. Ni siquiera a
alguien a quien escuchar. Para ellos sólo está la policía: la policía
de la “tolerancia cero” de Sarkozy o la “policía de proximidad” del
partido socialista francés. Son bárbaros porque el neoliberalismo es
la sociedad de la barbarie. A fin de cuentas, ¿no imitan
comportamientos aprendidos en los videojuegos y teleseries, o en los
telediarios, con los ejércitos israelí o norteamericano?
Y esto sigue (un día más, 9 de
noviembre): un estado de excepción y ya miles de detenidos. Pero la
policía ha tardado en intervenir, ha permanecido en una extraña
inactividad los primeros días de la protesta: algo que habrá que
explicar.
Los “expertos” de medio mundo
zumbando en prensa y radio (con errores burdos, dichos con el
desparpajo de siempre), pero también con contención para no dar ideas.
¿Y el mundo académico, los “científicos sociales”? Probablemente ese
mundo se relame, pues aquí hay tema de tesis: nos espera un diluvio de
publicaciones sobre multiculturalismo y uniculturalismo. La cuestión
real, sin embargo, es si esto es una explosión local o se atenuará
para volverse endémico, o sea, un “efecto colateral” más del
capitalismo salvaje de este principio de siglo. Hace tiempo que en las
pseudodemocracias occidentales el voto de las gentes no puede influir
de verdad en las políticas institucionales. Los jóvenes rebeldes creen
con razón que su voto no vale nada, y por eso no andan con votos sino
a pedradas y con gasolina.
A los poderes les preocupa “el
contagio”, pues el terreno está abonado no sólo en Francia. Ahora el
gobierno francés de derecha aprueba a toda prisa “programas sociales”.
Y para apaciguar la revuelta se recurre a una institución no
precisamente “republicana”: los “hermanos mayores”, un referente
cultural para los árabes.
El “estado de emergencia”, paso
previo a las disposiciones represivas que también seguirán cuando
amaine la tormenta (ya se propone la expulsión de Francia de los
condenados que no tengan la nacionalidad francesa en toda regla),
plantea además un interrogante, el interrogante político de siempre:
¿quién saldrá ganando con todo esto?
Pues bien: los días han pasado y
al final —el 20 de noviembre— está claro que la derecha dura de
Sarkozy ha reforzado su posición política futura ante muchos franceses
asustados pese a que su política como ministro del interior ha
alimentado el estallido, y también que Le Pen se frota las manos. La
sucesión de Chirac parece jugarse entre estos dos personajes mientras
sigue la división en el partido socialista francés. Ahora se entiende
mejor la tardanza de la policía dejando que se agravara la situación.
La “clase política” vive en su propio mundo, con su propia lógica.
Bourdieu decía que las políticas neoliberales se autoverifican. A la
derecha la explosión social le acarreará votos de la “mayoría
silenciosa”.
Y, pensando en nuestra propia
casa, lo primero es señalar la inquietante distancia entre las
instituciones creadas por el movimiento obrero y los inmigrados y los
hijos de los inmigrados, tan a menudo objeto de agresiones xenófobas y
racistas. Hay un nuevo proletariado, que es ahora un subconjunto de la
clase trabajadora. Una clase trabajadora que mayormente ha perdido su
consciencia política de clase en el pregnante sentido que en otro
tiempo tuvieron estas palabras.
Consomé monárquico
El nacimiento de la hija del
heredero de la corona ha dado ocasión para que plumíferos y demás
pájaros audiovisuales, con el cerebro colonizado por la gripe del
pollo, le hayan hecho a la monarquía un buen consomé legitimatorio. Un
consomé feminista.
Hay que modificar la
constitución para eliminar de ella la versión atenuada de la ley
sálica borbónica —sostienen con argumentos pseudofeministas y
progresistas—. Opino, modestamente, que es preferible modificar la
forma monárquica del régimen político. Eso es lo verdaderamente
anacrónico y ademocrático, y lo demás, pura anécdota en el seno de la
única familia española mantenida como tal por la Hacienda pública.
La legitimación vía
massmediática es muy importante para esta monarquía, descontada la
legitimación franquista que la instauró. Que ahora pasará como si nada
en el 30 aniversario de la coronación del monarca. La corona no ha
obtenido una legitimación democrática de las urnas porque la
ciudadanía jamás pudo optar o no optar por ella. Lo impidieron los
sables que limitaron la voluntad política en la transición; lo impidió
la última Ley Fundamental del régimen anterior, la Ley de Reforma
Política, que autorizaba al Rey a disolver las cortes que elaboraron
la constitución si éstas aprobaban algo contrario a la voluntad regia;
lo impidió que esas mismas cortes no fueran elegidas como auténticas
cortes constituyentes.
Por eso la legitimación de la
monarquía de España ha dependido fundamentalmente de la revista
Hola, que la mitifica en el imaginario colectivo, y de la
prensa que sigue su estela, que es prácticamente toda. Bodas y
nacimientos palaciegos venden prensa. Lo hemos visto hasta la náusea.
Joven heredero casa con presentadora de televisión.
En mi modesta opinión, las y los
antisexistas deberíamos estar por que no hubiera monarcas. De ningún
género.
Las privatizaciones de Aznar
La fiscalía del Tribunal de
Cuentas del Reino informa sobre las privatizaciones de empresas
públicas (que pertenecían al patrimonio colectivo) entre 1986 y 2002:
“en tres casos las informaciones necesarias para las valoraciones
fueron aportadas por los directivos de las empresas vendidas, que
finalmente fueron los compradores totales o parciales de las mismas”.
Las empresas se vendían por menos de lo que valían. La cosa afecta a
Red Eléctrica, Aceralia (la principal siderúrgica) e Iberia, entre
otras.
En una república bien ordenada
esos directivos y quienes les nombraron habrían de ser objeto de un
macroproceso penal.
Negocietes (sigue)
Recomiendo echar un vistazo a
las siguientes páginas web, antiguas pero ahora reactualizadas por
noticias de prensa:
www.noticiasdenavarra.com/ediciones/20040210/mundo/d10mun0303.php
www.rebelion.org/medios/040220alb.htm
y en
inglés a:
travellingshoes.blogspot.com
/2004_04_25_travellingshoes_archive.html#108294862289520738
El sistema USA
La administración norteamericana
no investiga las torturas de la CIA en mazmorras de otros países a
sospechosos de ser de Al Quaeda, pero sí investiga quién
proporcionó esa información al “Washington Post”.
Por desgracia las cosas van
mucho más allá de farsas como ésa. La legalización de la tortura por
el legislativo y el ejecutivo americanos es una realidad. Y parece que
lo son no sólo numerosas prácticas de tortura auspiciadas por la CIA
sino también la implicación en su realización de algunos países
satélites, con el objetivo claro de evitar que en el futuro algún juez
norteamericano pueda exigir responsabilidades penales a las
autoridades políticas, militares y del espionaje.
El gobierno USA ya decidió
saltarse la legalidad internacional con la consideración de
“combatientes ilegales” a sus adversarios en Afganistán, país invadido
por su ejército. Luego vino la invención de Guantánamo. Luego Abu
Grahid, con sus prácticas infames. Luego el secuestro de ciudadanos en
varios países europeos y su envío a otros países para ser torturados
allí. Ahora parece que empaquetan a personas en aviones para enviarlos
a mazmorras inencontrables en África, Asia y Europa oriental. Nunca,
en los últimos 40 años, gobernantes de países importantes habían caído
tan bajo ni cometido vilezas tan repugnantes. Que se complementan con
el uso de armamento prohibido por los convenios internacionales contra
enemigos mediocremente armados.
Generaciones de norteamericanos
se avergonzarán mañana de la pasividad de sus padres. A nosotros nos
corresponde hoy evitar una actitud pasiva ante estos crímenes contra
las personas. No es coherente llenarse la boca de derechos humanos y
permanecer sin rechazar estas prácticas abominables con toda la
energía que podamos reunir.
Esas prácticas, además, animan y
legitiman la barbarie en todo el mundo. En Irán se aplican penas de
muerte y tremendas penas de látigo contra los homosexuales. La Carta
de Derechos de las Naciones Unidas (“Nadie será sometido a tortura ni
a tratos crueles, inhumanos o degradantes”) es puro papel mojado.
Manifestación derechista contra el proyecto de
LOE
A la Iglesia católica española
no le basta que el Estado la sirva de agente recaudador de las
limosnas de los católicos, ni que le pague varios miles de millones de
euros sin ninguna justificación, ni tampoco que, siendo la principal
beneficiaria del negocio de la enseñanza concertada, les pague el
sueldo o los complementos de sueldo a sus empleados. No le basta que
siga en vigor lo esencial del Concordato que el Vaticano negoció con
Franco. Quiere catequesis (la suya) en todas las escuelas, incluidas
las públicas; y quiere exámenes de catecismo computables a efectos de
becas y curricular. De ahí su coincidencia con el PP al manifestarse
contra la Ley Orgánica de Educación que propone el Psoe.
Ese
proyecto de ley no es ninguna maravilla, la verdad. Pero si la mayoría
parlamentaria diera aún más su brazo a torcer sería muchísimo peor. La
alianza entre la Iglesia Católica y el PP resucita el
nacionalcatolicismo. Eso obliga a la izquierda real a militar
contra la organización eclesial. Con el mayor respeto por las
personas, pues todo el mundo tiene derecho a equivocarse. Pero sin
ningún respeto por ideas que no se pueden respetar. No todas las ideas
son respetables; las personas, en cambio, sí.
Dos vergüenzas, con ocasión del proyecto de
LOE
Que el despliegue barcelonés de
la policía de la Generalitat catalana se estrenara con una manera
despreciable de detener a la gente causa estupor y asco. Unas personas
detenidas al final de una manifestación en favor de la enseñanza
pública fueron mantenidas de rodillas, esposadas con las manos a la
espalda, por esa flamante madera nueva. Un trato degradante. Los
mandos policiales y sobre todo los responsables políticos, en
Cataluña, que no han censurado ese comportamiento, hacen así su
modesta contribución al protofascismo inconsciente de sí
mismo.
Otra vergüenza es que, para
defender la enseñanza pública, los maestros autoconsiderados
progresistas saquen “en manifestación” a niños y niñas de cinco o
incluso menos años, como se pudo ver el otro día en la calle
Diputació, de Barcelona, ocupando la calzada bajo la protectora
supervisión de la policía municipal, que desviaba el tráfico. Con
alguna pancartita de la clase de manualidades. Debería ser un delito,
en cambio, la manipulación de la infancia, y tener una agravante
cualificada si quien lo comete pretende presentarse como “demócrata” y
“de izquierda”.
Es obvio que los niños tienen
derechos, y que pueden ejercerlos autónomamente en ciertos casos:
frente a padres maltratadores, en primer lugar. Deberían poder
ejercerlos también frente a maestros que les usan como si fueran
cosas. El fin (la enseñanza pública, etc.) no justifica los medios: en
este caso, la manipulación de la infancia. [JRC]
¡Bolkestein
vuelve!
Desde hace casi dos años, el
Parlamento Europeo y el Consejo de la Competencia debaten el proyecto
de directiva sobre los servicios en el mercado interior propuesto por
la Comisión Europea (la famosa directiva «Bolkestein»). El debate se
encuentra ahora en una fase crucial ya que el 22 de noviembre habrá
tenido lugar la votación por la Comisión del Mercado interior y la
Protección del Consumidor (IMCO) del Parlamento. El Parlamento debería
adoptar a continuación su dictamen en 1ª lectura en la sesión plenaria
de enero de 2006 (ya está prevista una gran movilización para esta
fecha).
Paralelamente, el Consejo de la
Competencia se reúne el 28 de noviembre para sintetizar las posturas
de cada uno de los 25 Estados miembros acerca de los artículos
delicados.
En el estado actual, el proyecto
de directiva es inaceptable: no es ni más ni menos que un proyecto de
desregulación del mercado de los servicios. Por otra parte, por su
campo de aplicación transversal, amenaza el cumplimento de misiones de
interés general y el papel regulador de los poderes públicos a escala
nacional, regional y local. Por último, la aplicación del principio
del país de origen como regla general llevaría a un dumping social,
fiscal y medioambiental en toda la Unión Europea.
En definitiva, la directiva
Bolkestein representa una amenaza real para el modelo social
europeo.
Carta modelo para enviar a los
parlamentarios europeos, a los jefes de Estado y de Gobierno de los 25
Estados miembros, a la Presidencia británica y a los representantes de
la Presidencia en el Consejo Competitividad:
Estimado señor o
señora:
Siento gran preocupación por la
propuesta de directiva «Bolkestein» que prevé la apertura total del
mercado de los servicios en Europa. Esta concepción de mercantilizarlo
todo me parece nefasta. Los servicios de interés general como la
educación, la cultura, la salud y el sector audiovisual deben quedar a
salvo de las reglas de la competencia. Por esta razón, he firmado la
petición
http://www.stopbolkestein.org/,
cuyas reivindicaciones le ruego que lea.
También espero que las tenga en
cuenta en el momento en que usted, su grupo o su partido haya de
pronunciarse acerca del tema en el Parlamento Europeo y en el Consejo
de la Competencia.
Espero que su opción calme mis
inquietudes e impida el desmoronamiento del modelo europeo de
sociedad.
El dolor de la
guerra
“El dolor de la guerra” de Bao
Ninh es la primera novela traducida al castellano que habla de la
guerra del Vietnam con voz vietnamita. El relato está estructurado en
tres tiempos que se intercalan entre sí. El primero es la posguerra,
con sus dolorosas secuelas. Es el momento en que la narración se
escribe y es también una reflexión acerca de ese acto de escribir y su
significado. El segundo son episodios de la guerra que el autor cuenta
en primera persona, pues se trata de vivencias propias que han dejado
profundas heridas en su conciencia. El tercero es el paraíso perdido,
la juventud inocente y lozana del autor antes de la contienda, su amor
adolescente con Phuong y la premonición de que todo eso va a verse
truncado irreversiblemente y que jamás podrá ser recuperado. La novela
se presenta, pues, como un relato complejo que articula diversos
tiempos de forma no lineal y se estructura en diversos planos, aunque
esos mecanismos de distanciamiento no hacen menos apasionante su
lectura.
En el texto de la novela hay un
pasaje que sintetiza muy bien su sentido:
“Para ganar, unos mártires
sacrificaron su vida a fin de que otros sobrevivieran. No es nada
nuevo, cierto. Pero para los que siguen vivos y saben que los más
bondadosos y dignos han caído (...) este hermoso panorama de calma y
paz constituye una atroz paradoja. Es posible que haya ganado la
justicia, pero también han ganado la crueldad, la muerte y la
violencia inhumana. (...) Las pérdidas se pueden subsanar, el daño se
puede reparar y las heridas cicatrizarán con el tiempo; pero las
cicatrices psicológicas de la guerra nunca desaparecerán”.
El personaje principal del
relato, el soldado Kien, se ve en efecto asaltado por todo tipo de
pesadillas y recuerdos extremamente penosos, incluso años después de
terminada la contienda. Sus únicos recursos son beber y escribir el
manuscrito que servirá de base para la novela. Dedica a ello noche
tras noche y plasma con todo detalle los episodios que le atormentan,
como si de un exorcismo se tratara. Esos recuerdos, los sentimientos
asociados a ellos, la sensación de haber visto truncada su vida, de
haberse endurecido de forma irreversible, de no tener futuro, son
cicatrices que la guerra ha dejado en Kien y de las que no parece ser
capaz de librarse.
A lo largo del libro nunca se
pone en duda que haya “ganado la justicia”, que Kien esté en el bando
“correcto”, pero tampoco se exalta la guerra en ningún momento, ni se
la considera como un acto justo. Lo que realmente presenta el texto
son los “desastres de la guerra”, sus atrocidades, los bombardeos de
los B-52, los cuerpos que saltan despedazados por los aires, los
tanques que tienen que meterse en el río para limpiar de las cadenas
los trozos de cadáveres que llevan enganchados. La guerra es, sobre
todo, una atroz carnicería. Está compuesta de combates a gran escala,
con armas pesadas, artillería y aviación, pero también de pequeñas
escaramuzas de las cuales Kien no puede sentirse especialmente
satisfecho. En cualquiera de sus escalas la guerra es cruel, es
inhumana, no puede ser asimilada por una conciencia
equilibrada.
Kien es un superviviente nato
que ha escapado por los pelos de la muerte en numerosas ocasiones. El
algunas de ellas, gracias a que otros compañeros han sacrificado su
vida, quedándose atrás para proteger a los que huían, saltando de modo
suicida contra un soldado enemigo que estaba a punto de ametrallarlos,
o enfrentándose únicamente con una pistola a toda una patrulla
norteamericana.
Los soldados yankees de a pie
sólo aparecen en ese último episodio relatado en una única página: en
ningún otro momento se enfrenta Kien a militares estadounidenses cara
a cara. Sólo sufre sus bombardeos, su napalm, los ataques de
sus helicópteros. Los americanos están siempre en el aire, fuera de su
alcance, a diferencia de lo que pasa en las películas que todos hemos
visto. Y es que ahora, gracias a “El dolor de la guerra” tenemos una
visión del otro bando acerca del significado y consecuencias de los
terribles acontecimientos que tuvieron lugar en Vietnam entre 1964 y
1975. [J. A.
Estévez]
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