POLÍTICA EDITORIAL

EDITORIAL  07 (2003.1) Enero-Junio

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Con la publicación del presente número Nómadas entra en su cuarto año consecutivo de existencia. A lo largo de este periodo hemos intentado ser fieles a los objetivos que el desarrollo del nombre anuncia y que se explicita en el subtítulo. Tentativas, ya que no otra cosa podíamos esperar ni mucho más prometer. Es decir, hemos apostado por una publicación crítica, porque el pensamiento crítico, tal como desde la Escuela de Frankfurt se entiende, es patrimonio de nuestro tiempo. Nos hemos propuesto ir más allá de textos cerrados, de esos discursos supuestamente armónicos que la racionalidad académica obliga a fijar y repetir, ignorando la disonancia. Olvidando que son otros los acordes que se filtran y clandestinamente circulan, burlando una armonía pre-establecida y excluyente. Son otras esas melodías las que a diario cuestionan la con-sonancia, que, por impuesta, no pertenence a un régimen de intereses que nos afecte ni a ningún orden que ignore la carencia o el deseo. Necesidades reales que, más allá de cualquier ética, la estética del poder absoluto oculta. Y ésa ha sido y sigue siendo nuestra apuesta.

No sé si la cantidad es razón que legitime un propósito. Como pretencioso sería también afirmar que hemos registrado los pasajes y que, por ello, hemos diseñado los mapas que hablen de esas modernas sociedades del saber ya adquirido o de aquel que no soporta identificarse tras nombre alguno. Ser nómadas, para nosotros, es resistirse a la efímera autocomplacencia, rendirse ante verdades a medias, discursos interrumpidos. Porque provisional es sólo la certeza de que algo nos pertenence, a pesar de que esa conquista no se corresponda con el objeto de nuestro deseo. Ser nómadas es, ciertamente, caer en la tentación y hacer las pausas que el cansancio imponga. Pero siempre y cuando, al día siguiente, la pérdida, el extra-vío continúe. La recurrente voluntad de infracción. Ser nómadas es aceptar que hemos perdido o nos han robado la inocencia y, con ella, el arraigo, la patria, que nos hemos quedado sin tierra. Por eso los modernos transeuntes están literalmente a-terradosSólo los mal-ditos mejoran este mundo, se nos antoja a menudo. Porque sólo podemos abrir estas páginas virtuales respetando sus no menos virtuales pliegues, la herida se reabre y la memoria se recupera, recordando entonces a ese extemporáneo y díscolo Jesús Ibáñez.

Ahora que por sociedades de información se entiende el sometimiento a reglas del discurso que no discurre, que sólo gira sobre sí mismo. Ahora que por comunidad internacional ha de entenderse la pertenencia a un club de élite, la forzada confluencia de intereses locales con un interés global, que no coincide con el de los pueblos, ni con el de la mayoría de los neo-colonizados ciudadanos que los constituyen. Ahora que es mejor repetir que negar. O guardar silencio como acto de rebeldía. Ahora que la voluntad de fragmento sólo se entiende si la fragmentación es sitemáticamente a-sistemática, es decir, parte de un discurso formalmente in-acabado, aunque efectivamente ya dicho, pronunciado. Ahora que la confusión ya no es garantía ni pretexto para asaltar las sedes de la razón, o del poder que la sostiene. Ahora que decir vecino sólo es posible si expulsamos fuera a los enemigos que llevamos dentro, o que algún travieso demonio se ha encargado de inocularnos. Ahora que el bien y la belleza no trasciende a los nombres que las definen. Precisamente por todo eso se impone ahora reivindicar la palabra in-correctamente pro-nunciada. Al margen de los circuitos de la normalización que el silencio de la modernidad ha consagrado. El silencio, o el sueño soñado en el umbral del día después.

Pero si la cantidad es razón que simule un incómodo propósito. Si la cantidad revela la voluntad de cambio y la complicidad en la correspondiente lucha por hacer que la transformación responda a intereses no dichos, Nómadas hace para ello cuentas, traicionando su explícita voluntad de sólo contar cuentos: en su nómina se registran ya 92 firmas con 131 textos. Lo que supone un índice terminológico de 261 entradas y un régimen de visitas sobre 4.200 por mes. Pero todavía no suficientes como para dar por bueno un discurso que desde 1999 lo consideramos cada vez más inacabado, porque cada vez resuelve menos enignas. Sin duda porque los señores de la palabra se repiten, sin duda porque la voluntad de huida es más fuerte que la voluntad de cierre, permanencia.

En este número conviven lecturas dispares, a veces, encontradas. Para algunos, inconmensurables. Pero ésa es, a nuestro entender, la lógica en la que se fundamenta el discurso crítico. Porque se lee desde posiciones de interés, el texto es tan sólo una disculpa. La lectura, la complejidad de lo leido, ha de interpretarse, pues, como síntesis de intereses: el que se atribuya al escritor y aquel por el que, en el momento de la lectura, un ocasional lector opte. Porque el escritor-creador nada oculta, el mensaje que transmite está libre de cargas. Porque es la frágil máscara de su tragedia, el escritor muere tras su obra cuando el lector desvela el misterio que sus textos esconde. Pero, a su vez, el lector va a sentirse en adelante atrapado en una lectura que ningún otro lector podrá repetir jamás.

Recuperar la afonía es, por tanto, una pasión in-útil. Ahora sólo recuperan la afonía originaria las diferentes víctimas de la explotación y de los genocidios modernos: unos, ante la pasividad cómplice y servilista de los gobiernos democráticos, que, más allá de la legalidad internacional, se convierten en lamentables muertos por comprensibles daños colaterales, como en Kosovo, Afganistán o Iraq. Como en Palestina, selectivamente asesinados. Otros están condenados a morir de hambre en paises exportadores de alimentos o con recursos sobrados. O, más trágico aún, por carecer de los medicamentos básicos que los paises explotadores les niegan. Como en Colombia, Brasil o Argentina, como en las zonas de los Grandes Lagos.

Porque toda guerra es intestina, como todo conflicto es endogámico. Y porque, antes de globalizar la riqueza, hemos globalizado la explotación de los recursos ya no hay espacio para el Olimpo. Los dioses ya no son manjares apetecibles que, a capricho, ritual o puntualmente consumamos. Simulamos, por ello, traficar con deudas que no contrayéramos, tragarnos la miseria de los pueblos para vomitar muerte sobre sus ruinas. Porque los diosos han huido de ellos para instalarse, impunes, en despachos más confortables, ni siquiera los monumentos ni los templos sirven ya para honrar la memoria de las anónimas víctimas del militarismo o de la moderna versión del fascismo que el pensamiento único legitima.

A lectores y visitantes, gracias. Y especialmente, gracias, a todos los que no han reprimido su obscenidad asumiendo un imprevisible riesgo al ocupar este espacio. Mientras tanto, las páginas de esta publicación siguen siendo páginas provocadoramente en blanco. Regiones no exploradas, que burlan fronteras. Para reescribir sobre los textos que el tiempo difumina. Porque las lecturas fácilmente se solapan, sin saturar planos. En la esperanza de que el atrevimiento sea perversa virtud que contamine a propios y extraños, es por tanto obligado activar nuestra sensiblidad para, recuperando nuestra específica condición humana, en nombre de todo el equipo que contra-corriente hacemos Nómadas, decir nuevamente gracias.

Román Reyes, Madrid, Enero del 2003

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