NOMADAS.6 | REVISTA CRITICA DE CIENCIAS SOCIALES Y JURIDICAS | ISSN 1578-6730

¿Qué es lo que puede estar ocurriendo en nuestra Universidad?
[Fco. Javier Rubio Arribas]

Los "ingratos" planes de estudios
Una Casa con moradores demasiado pasivos
El número excesivo de moradores
Demandas en los noventa
Notas

La Universidad es un ciclo de paso, es decir, un ciclo no definitivo o más bien, un ciclo inacabado. En los noventa supuso para muchos alumnos, que su llegada a la Universidad fuera un símbolo de su trayectoria ascendente en la escala social de sus familias de origen (muchos somos hijos de trabajadores medios y obreros cualificados) y que han depositado en los estudiantes universitarios (chicas y chicos) la expectativa de la obtención de un título universitario como símbolo de las posibilidades de obtener y consolidad en el futuro una buena identidad social y cultural -ante la falta que tuvieron nuestros progenitores-.

Y por esta misma razón, su experiencia universitaria, lleva a reconocer que no es definitiva en cuanto a la formación y cualificación para el mercado de trabajo. Mostrándose más utilitaristas que ideológicos, al orientar su paso por la universidad desde la relación costes/beneficios o pros y contras.

Los "ingratos" planes de estudios

En 1994 intervine en un estudio que llevó a cabo la Universidad Complutense de Madrid, sobre las "opiniones y actitudes de los universitarios sobre los cursos de postgrado" y en el que los estudiantes participantes en los grupos de discusión, manifestaban que los planes de estudios eran:

· Necesarios;
· supondrían un cambio con respecto al pasado y,
· contribuirían incrementar la calidad de la enseñanza (tanto teórica como práctica) en esta Universidad.

Las críticas provenían de por un lado, la forma de poner en práctica estos planes, y que percibían que los poderes académicos de turno, no contaban con ellos (con la opinión de los estudiantes); por otro, que los estudiantes dudaban que respondieran a los intereses de los alumnos. Ahora bien, la crítica más persistente de los años 90 era, que los estudiantes demandaban y no eran satisfechas sus demandas de información sobre las reformas institucionales académicas, cuando era un tema que les afectaba profundamente.

Mientras que del profesorado criticaban la ausencia de una calidad homogénea en la enseñanza, es decir, que junto a profesores "buenos" y "correctos" (1) tienen que "sufrir" otros que son "malos" (2). Claro que su percepción está en relación con la forma de impartir las clases y el interés que muestran por éstas. Lo más criticable del profesorado son aquellos métodos de enseñanza basados en "el dictado de apuntes" y la "evaluación mediante la memorización de contenidos teóricos".

Los estudiantes valoraban las relaciones con el profesorado de "frías" y "distantes" y los medios materiales disponibles, los consideraban escasos. Hoy, ¿éstos han mejorado?. En los noventa, se hablaba de inadecuación de las instalaciones y de la falta de medios para la realización de prácticas. Y ¿qué ocurre en el dos mil?, seguro que no ha cambiado tanto, es de suponer que actualmente siguen las mismas carencias sin ser cubiertas.

En general, las críticas arreciaban con relación a aspectos cercanos a la realidad de la Universidad y al papel que deben jugar profesores y estudiantes dentro de ella. Eran críticas a la existencia de importantes deficiencias que afectaban de forma negativa a la vida estudiantil y cotidiana dentro de la Casa de la enseñanza (universidad).

Una Casa con moradores demasiado pasivos

Pero claro, en los noventa no todo era negativo y criticable, los estudiantes de aquellos años, también planteaban soluciones. La más importante era hacer que los alumnos fueran más participativos en la vida académica, poner en marcha el modelo de la participación, como la forma de resolver los potenciales problemas y como una forma de intervención en la vida universitaria. Romper con la pasividad de un gran número de estudiantes, que se sienten meros "usuarios" receptivos de conocimiento.

Por otro lado, a la Universidad le venía bien que los alumnos se percibieran así mismos, como meros usuarios que reciben un servicio que presta esta institución. La Universidad así entendida por unos, se convierte en un medio para la obtención de un título oficial (3), por lo que la actitud de los alumnos es meramente pasiva, se reduce a asistir a clase y pasar los exámenes. Este circulo sólo se rompe con la participación, al estar sustentado en la pasividad y estatismo (4) tanto de los alumnos como de la propia institución.

Los estudiantes que promueven y apoyan modelos de participación, querían y deseaban que la Universidad fuera una plataforma para desarrollar otras muchas actividades, incluso un espacio de relaciones y posibilidades sociales, además, de culturales. Porque lo más importante para este grupo no era lo que la Universidad les daba (como receptores/usuarios), sino lo que ellos hacían por ella (participando en todas las actividades).

Las instituciones académicas están nucleadas en torno a una imagen difusa del Poder y los alumnos/estudiantes en entorno a los desplazados y excluidos de ese poder, moviéndose y desplazándose la barrera según conveniencias particulares, pero en los noventa, se evidenciaba un problema percibido como grave de confianza y credibilidad en determinadas instituciones. Por lo que se vivieron momentos de cierta -por no decir de mucha- incertidumbre.

Los estudiantes de los noventa, atribuían esta escasa participación a la propia actitud de los alumnos universitarios. Muchos de estos individuos eran estudiantes "pasotas" a los que el resto de alumnos calificaba de personas individualistas, ya que sólo les interesaban las clases y aprobar los controles-exámenes como la forma más operativa de obtener un título, y por tanto, se desvinculaban del resto de compañeros, de la vida institucional-académica. Era aquel -imagino que actualmente seguirá existiendo esta "especie" y no en extinción, de alumno universitario-, que quiere que todo se lo den hecho y obtener ventajas respecto al resto de compañeros. Y a los que la Universidad no les interesa mucho.

Aunque si preguntas -mediante la técnica que sea: encuesta o entrevista-, a los estudiantes como se autocalificaría: activo/participativo o "pasota", la mayoría lo haría en la primera opción. Ya que los pasotas son los "otros", aunque si se les presiona un poco -sobre todo en las entrevistas en profundidad o en los grupos de discusión-, llegan a reconocer que ellos, también son un poco "pasotas" aunque eso sí, no les gustaría serlo.

Este tipo de alumno es identificado como uno de los principales responsables de los escasos cambios en la Universidad (tanto en la de aquellos años, como en la actualidad), ya que les interesa que todo siga igual. Sus quejas son puntuales, esporádicas y hasta superficiales: subida de tasas; que falte el profesor un día o varios; que no estén las fotocopias de las asignaturas; o que el profesor manda muchas lecturas o trabajos de curso, etc.

Auque no toda la "culpa" es de los moradores de esta gran Casa que es la Universidad, sino que el problema de fondo está en la ineficaz e ineficiente gestión de la Casa y en los escasos mecanismos de participación, que generan una dinámica que invita a que los alumnos adopten esas actitudes pasivas y no participativas. No existen más opciones (5).

El número excesivo de moradores

El número de moradores es considerado como excesivo (la masificación de la Universidad es incuestionable, aunque con la creación de más universidades -tanto públicas como privadas- este problema se está reduciendo) por la mayoría de los colectivos implicados: los gestores de la entidad; el cuerpo docente e investigador; el personal de administración y de servicios y, los estudiantes/alumnos. Que señalan que esta masificación (6) puede ser una de las causas generadoras de la proliferación de "especies" de alumnos "cómodos" y "desvinculados" que sólo buscan el obtener el reconocimiento oficial (el título) y conseguir el mejor expediente.

La masificación no sólo influye negativamente en las relaciones entre alumnos, sino entre alumnos-profesores, que las hace menos cálidas y mucho más distanciadas. Ya que la masificación impide un mayor contacto entre alumnos y profesores. Y este hecho, repercute negativamente en la calidad de la enseñanza impartida (despersonalizándola e impidiendo la participación de los estudiantes). Incrementándose el desinterés de los alumnos en participar. Relegando los profesores a los alumnos de la toma de decisiones claves: establecimiento de los criterios y formas de evaluación; fijar las fechas de los exámenes; modificaciones en los programas; etc. Y que son resueltas de forma arbitraria por el profesor.

Los alumnos forman "masa" no sólo por ser muchos (desde el punto de vista cuantitativo), si no por la falta de una estructura interna más participativa, por la inexistencia de los mecanismos que permitan una mayor implicación de los estudiantes universitarios.

Los factores que más directamente influyen e impiden la participación de los estudiantes en la vida Universitaria son: la falta de "compañerismo" y solidaridad, acompañado de la ausencia de intereses comunes. Los estudiantes encuentran sentido a que su única salida es la "individualista" o "particularista" que les impone la masificación.

El medio social universitario de los noventa -según lo percibían los estudiantes- estaba atomizado y lo experimentaban como algo ajeno. Los alumnos están en la universidad, pero no se identifican con ella. Lo que les llevaba a establecer una relación instrumental y de servicios con la Universidad. La queja o demanda principal gira entorno a un servicio que reciben y que consideran deficitario.

Por tanto, hoy nos debemos preguntar, si esas estructuras demandadas en los noventa por los estudiantes existen en la actualidad o continúan siendo escasas. Qué ocurre, que estas dinámicas de los noventa (donde los mecanismos formales de participación eran inoperativos) se han trasladado a la Universidad actualidad.

Porque hoy al igual que en el pasado reciente, los representantes de los estudiantes serán "mejores" o "peores", y además, forman parte de las estructuras de representación "implantadas" en el vacío social de la masa de la universidad. Lo que puede degenerar en un desinterés por parte de estos representantes de los estudiantes por muy de izquierdas y críticos que se consideren. Como ocurre en la Sociedad (en la calle) estos representantes (al igual que les ocurre a los agentes sociales) carecen de la fuerza suficiente y del sentido originario (defender los intereses de los estudiantes frente a las instituciones académicas y frente al cuerpo docente) depositado en ellos por la mayoría.

Este hecho (vacío de contenido en la representación) hace que las representaciones sean utilizadas para fines particulares, esto a su vez, incrementa mayormente el desinterés de los colectivos de estudiantes y genera recelo y falta de confianza en las estructuras.

Demandas en los noventa

Los estudiantes demandaban de la Universidad mayor información, como una necesidad, al encontrarse inmersos en la maraña que es esta institución, donde están atomizados y perdidos dentro de la masa. La información es el faro que les guiará o el instrumento que les orientará dentro de la entidad y hará que su vinculación sea mayor.

Los estudiantes de los noventa, no eran capaces de generar por sí mismos información, porque no se relacionaban, por tanto, demandaban (al poder establecido) a la Universidad que se la proporcionara. Y los de hoy, ¿son capaces de crear esta información a través de sus relaciones cuando se encuentran en la sociedad de la información/digitalización?. A esto deberían contestarse ellos mismos. Porque la información sirve para autoorganizarse, y para producir más información de forma autónoma, que le sirva a otros compañeros.

Otra de las demandas siempre planteadas en aquellos años, era que la Universidad estuviese menos masificada, ya que como he puesto de manifiesto, repercute negativamente no sólo en las relaciones entre estudiantes, sino en la que deben mantener profesores y alumnos. Además, la masificación impide que se creen los canales y flujos de comunicación necesarios y sólo genera ruido y distorsiona la realidad.

Que se mejorara la calidad de la enseñanza. Este tema en los noventa no ponía de acuerdo a los estudiantes, uno opinaban que la calidad era buena a pesar de la deficiencias y carencias, mientras que para otros, la calidad era mala precisamente por estas carencias. El único punto convergente y compartido por todos, era que recibían una enseñanza era demasiado teórica. Por lo que demandaban que se incluyeran más prácticas en los nuevos planes de estudios. Porque no sólo deberían hacer prácticas los alumnos de las áreas de Ciencias Experimentales, sino por ejemplo, en Sociología y Políticas. Porque quien sale de una de estas carreras no está preparado para poder desarrollar su labor en el mercado de trabajo.

Al hilo de esto anterior, otra demanda de los noventa, era que el profesorado adoptara nuevas formas docentes y de evaluación que permitieran y favorecieran el aprendizaje de la práctica. La verdad es que la Universidad vivía y creo que vive, aislada del mercado de trabajo (y no de su mercado laboral, el de la universidad). Este distanciamiento de la realidad laboral para evitar contagios con los profesionales, hace que siempre se escuche lo mismo en las aulas. Y hay que reconocer que el bagaje teórico es muy necesario, pero el mercado va por otro sitio. Ambos la universidad y los profesionales del mercado no son incompatibles, sino que nos necesitamos los unos a los otros, sobre todo para intercambiar información.

Los alumnos valoran muy positivamente que sus profesores hayan trabajado en el campo en el que enseñan. Y esta experiencia profesional enriquece las expectativas de los alumnos.

En definitiva las demandas de los noventa en cuanto a la formación que recibían, estaban referidas a la introducción dentro de los estudios de licenciatura y diplomatura de estándares de enseñanza que se correspondieran/ajustaran a la realidad y con la situación del mercado laboral, aquel con el que se encontrarán una vez finalizados sus estudios. Si consideraban que debía ser una formación más práctica y especializada, es porque opinaban que no les capacitaba para ocupar un puesto de trabajo.

Lo que está claro, es que tanto en los noventa como actualmente, a los universitarios, les preocupa su incorporación al mercado de trabajo (aunque actualmente la fecha se retrase excesivamente) y pensaban que no sólo no tenían los conocimientos suficientes, sino que además, no sabrían aplicar estos conocimientos a la práctica. Se podría hablar de, ¿una falta de confianza y seguridad del universitario respecto de su propia capacidad?, seguramente que sí, pero el mercado es muy duro y competitivo -cada vez lo es más-.

Lo único que deben saber los universitarios, es que el mercado laboral siempre se ha nutrido de la Universidad y lo seguirá haciendo. Ambos se necesitan y deberían vivir más cerca de lo que lo hacen.


N O T A S

1. Hace referencia a aquellos profesores que son participativos, activos, creativos, que introducen modificaciones en sus clases y en los materiales que distribuyen.
2. Aquellos que no enseñan, que carecen de bases pedagógicas y de conocimientos, que hacen las clases tediosas y no motivan a los estudiantes.
3. Con este tipo de actitudes, los estudiantes estaban más preocupados por el mercado como espacio único de legitimación de su identidad que de aprender y adquirir conocimientos como otra forma de construir su identidad.
4. Pagan su matrícula para tener un personal docente/académico a su servicio.
5. En los noventa se reconocía que casi el ochenta por ciento de las facultades "pasaba", que no asistía a las asambleas ni a las reuniones convocadas por los representantes de los estudiantes, no se implicaban.
6. La masificación implica un problema cuantitativo, es decir, que tiene que ver con la existencia de un alto número de alumnos en relación a la escasez de recursos materiales y humanos disponibles. La cantidad afecta a las relaciones sociales entre los alumnos, de tal manera que provoca e introduce dinámicas individualistas y por ende, disuelve los lazos de solidaridad que se podrían


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