NÓMADAS - REVISTA CRÍTICA
DE CIENCIAS SOCIALES Y JURÍDICAS 11-2005/1 | Universidad Complutense de Madrid | ISSN 1578-6730 |
Posoperaismo,
fin de la teoría laboral del valor y nueva dimensión conflictiva de la clase Apuntes y reflexiones |
Pablo Iglesias Turrión >>> CV |
Resumen: El presente artículo aborda
cuestiones relativas a algunas de las propuestas teóricas de la "escuela"
conocida como Postoperaismo italiano. El
fin de la teoría laboral del valor -que Marx
desarrollara en El Capital- a partir de la interpretación del fragmento
sobre las máquinas de los Grundrisse,
su manifestación en el modo de producción postfordista y la nueva configuración de la
clase en términos antagónicos y conflictivos, serán las
temáticas a abordar. En cualquier caso, los presentes apuntes en forma
de artículo no pretenden ser sino un puñado de notas a pié
de página como intento de revisión de una parte de la bibliografía
en castellano -en cualquier caso incompleta- referida al Postobrerismo y de aportación de elementos que
permitan entender la influencia de esta corriente teórica, en determinados
sectores de los movimientos globales en Italia y Europa.
Los presentes apuntes tienen su origen en la presentación
que realizamos en el curso impartido por Diego Guerrero "Historia del pensamiento
económico heterodoxo", el 21 de mayo de 2004. En aquella ocasión,
defendimos el postobrerismo como una posibilidad
de heterodoxia en el pensamiento económico, desde el rechazo de la
teoría laboral del valor, que trataba de sostenerse en el propio Marx (el Marx de "El Fragmento
sobre las máquinas" en este caso). En esta ocasión, siguiendo
los consejos de Mario Domínguez, hemos tratado de llevar a cabo las
correcciones formales necesarias para reconvertir la ponencia en artículo
y hemos intentado también retomar cuestiones que habíamos examinado
con anterioridad, como la influencia del postoperaismo
en la práctica y el discurso político de algunos sectores de
los movimientos globales (particularmente en Italia) y la actualidad de la
posibilidad comunista como movimiento real de cuestionamiento. La bibliografía de la
que nos hemos servido para la realización de esta ponencia viene indicada
al final. En cualquier caso hay 4 obras fundamentales a señalar: El
cuaderno VI de los Grundrisse (1),
y las obras de Antonio Negri “Marx, más allá de Marx”, de Paolo Virno
“Virtuosismo y Revolución” y de Diego Guerrero “Historia del pensamiento
económico heterodoxo”. Hay en cualquier caso, a propósito
del obrerismo y el postobrerismo, algunas obras
fundamentales que merecen ser reseñadas. Aparte de las revistas "Futuro
anteriore", "Luogo
Comune", Derive Approdi"
y "Posse" (las dos últimas en activo) pueden
consultarse de Virno, P. y Hardt, M. Radical thought
in Italy. 1. Introducción
Una de las consecuencias teóricas
de este periodo, es la relectura por parte de estudiosos vinculados a experiencias
como Potere Operaio
o los Quaderni rossi (4)
de los Grundrisse de Marx en clave revolucionaria, en particular “El fragmento
sobre las máquinas” al que nos referiremos con detalle. Como señala
el propio Negri en la introducción a la
edición castellana de “Marx más
allá de Marx” (probablemente una de las
obras más importantes de este periodo), las ideas expresadas en este
libro nacieron del movimiento revolucionario de la década de 1970 (2001;
10). De forma similar, Virno refiere que “El
Fragmento” representó un instrumento de orientación frente a la cualidad inédita de las huelgas obreras, de algunos
comportamientos de la juventud, de la introducción de los robots en
las cadenas de montaje y de los ordenadores en las oficinas (2003 c;
77). La lectura del “Fragmento” permitía desenmascarar la neutralidad
de la ciencia, demostraba la imposibilidad de disociar técnica y mando,
cuestionaba las teorías de relaciones humanas, permitía criticar
desde nuevos planteamientos el socialismo real, el mito del trabajo (2003
c; 79) y, en última instancia, permitía vislumbrar la posibilidad
de la liberación y el comunismo mediante la emancipación de
la fuerza de trabajo de su condición de mercancía. La huida de la fábrica
en un contexto de reestructuraciones industriales y existencia de instituciones
de protección social en el Estado del bienestar italiano, requería
construir formas de conflicto y cuestionamiento de clase, en el tiempo de
no trabajo. Esa fue una de las tareas que emprendió la Autonomía.
Como dice Virno, los movimientos de
los años 70 señalaron esta mentira –el tiempo de trabajo
como unidad de medida- para tratar de sacudirla y abolirla.
Quisieron imponer una versión, eminentemente conflictiva de una tendencia
que se entendía objetiva, reivindicando el derecho al no trabajo, provocando
una migración colectiva fuera de la fábrica y revelando el
carácter parasitario de la actividad bajo dominio patronal (2003 c;
81). Durante los 80 y los 90, estos
autores siguieron desarrollando sus tesis sobre el fin de la ley del valor
y los nuevos modos de producción capitalista. Destacan, como señalábamos
con anterioridad, publicaciones como Futuro anteriore
o Luogo Comune. En términos generales,
el planteamiento fundamental del postobrerismo
es el que sigue: Ante la ley del valor entendida como la determinación
del valor de cualquier mercancía por la cantidad de tiempo de trabajo
que lleva incorporado (Marx, 1962-Libro1º;
6), los postobreristas entienden que, en los modos
de la producción postfordista, el saber
abstracto como fuerza objetivada del conocimiento, deviene la principal fuerza
productiva, relegando el tiempo del trabajo asalariado a una posición
no central en la creación del valor. Para estos autores ello respondería
a una tendencia en el desarrollo del capitalismo que habría sido prevista
por el propio Marx en los Grundrisse como una extraordinaria anticipación
teórica de la sociedad capitalista madura (Negri, 2001; 8) en términos de autodestrucción
capitalista y liberación. Nos referiremos a continuación
con más detalle mediante algunas anotaciones y referencias directas
a la inquietante reflexión marxiana de
“El Fragmento”. Marx escribió los Grundrisse entre 1857 y 1859. La Einleitung (Introducción) fue
publicada por Kautsky en 1903 y el resto se publicaría
con posterioridad. Para el tema objeto de estas anotaciones, centraremos nuestra
atención en los cuadernos 6 y 7 (5). Los Grundrisse
están considerados la última obra de juventud de Marx. Resultaría discutible, por tanto, si pueden
incorporarse al armazón teórico de la economía política
marxista. En este sentido, Virno reconoce sin
más que, en los Grundrisse, nos topamos
con un Marx, muy poco marxista
(2003 a: 32), previo a la metodología de El Capital. Negri, sin embargo, afirma que es posible
reconquistar ... un nivel correcto de lectura
de El Capital, únicamente si se relee éste a partir de ese
mecanismo categorial que los Grundrisse han encerrado en el antagonismo más
irresoluble (2001; 33). La polémica, que en ningún caso
pretendemos resolver, esta más que servida. Si, como señala
Guerrero citando a Martínez Marzoa, la
“teoría del valor” y su desarrollo en El Capital es la verdadera obra
filosófica de Marx (1997; 61 y 211), nos
encontramos frente a un problema de interpretación de la epistemología
marxista/marxiana. ¿Qué dice Marx en los Grundrisse?
Dice que el desarrollo del Capitalismo va arrinconando al tiempo del trabajo
asalariado hasta convertirlo en una parte secundaria en la forma de organización
del Capital. Y, en este punto, sugiere una vía para la emancipación
y el comunismo a partir de la contradicción entre un proceso productivo
fundamentado en la ciencia (como capital objetivado) y el sistema de medición
de la riqueza basado en la cantidad de trabajo incorporado en las mercancías.
Cuando Marx dice que en la misma medida en que
el tiempo de trabajo –el mero cuanto de trabajo- es puesto por el capital
como único elemento determinante, desaparecen el trabajo inmediato
y su cantidad como principio determinante de la producción ... en la
misma medida, el trabajo inmediato se ve reducido cuantitativamente a una
proporción más exigua y cualitativamente a un momento sin duda
imprescindible, pero sin duda subalterno frente al trabajo científico
general (1972: 222) esta pronosticando la perdida de centralidad productiva
del tiempo de trabajo. Y cuando, a continuación, afirma que el capital trabaja, así, a favor de su propia disolución
como forma dominante de la producción (ibídem)
esta abriendo la puerta a la liberación por un camino distinto al de
El Capital. La objetivación del trabajo
como saber científico en la máquina, implicaría que
el tiempo deja de ser un instrumento de medida adecuado: el capital
ha capturado y puesto a su servicio todas las ciencias
... el modo determinado de trabajo ... se presenta aquí directamente
transferido del obrero al capital bajo la forma de máquina, y en virtud
de esta transposición, se desvaloriza su propia capacidad de trabajo
(1972: 227). La primera parte de la “profecía”
del Marx de los Grundrisse,
el fin de la ley del valor a partir del propio desarrollo capitalista, adquiere
su dimensión más inquietante en los siguientes párrafos
del Cuaderno VII que reproducimos: El robo de tiempo de trabajo
ajeno, sobre el cual se funda la riqueza actual, aparece como una base miserable
comparado con este fundamento, recién desarrollado, creado por la gran
industria misma. Tan pronto como el trabajo en su forma inmediata ha cesado
de ser la gran fuente de la riqueza, el tiempo de trabajo deja, – nótese
el tiempo presente- y tiene que dejar, de ser su medida, y por
lo tanto el valor de cambio deja de ser la medida del valor de uso. El plustrabajo de la masa ha dejado de ser condición
para el desarrollo de la riqueza social, así como el no-trabajo de
unos pocos ha cesado de serlo para el desarrollo de los poderes generales
del intelecto humano (1972: 228 y 229). La segunda parte de la “profecía”,
el fin del capitalismo y la posibilidad comunista, aparece a continuación:
Con ello se desploma la producción fundada en el valor
de cambio, y al proceso de producción material inmediato se le quita
la forma de la necesidad apremiante y el antagonismo. Desarrollo libre de
las individualidades, y por ende no reducción del tiempo de trabajo
necesario con miras a poner plustrabajo, sino
en general reducción del trabajo necesario de la sociedad a un mínimo,
al cual corresponde entonces la formación artística, científica,
etc. de los individuos gracias al tiempo que se ha vuelto libre y a los medios
creados para todos –el comunismo-. El capital mismo es la
contradicción en proceso, que tiende a reducir a un mínimo el
tiempo de trabajo, mientras que por otra parte pone al tiempo de trabajo como
única medida y fuente de riqueza... despierta a la vida todos los
poderes de la ciencia y de la naturaleza, así como de la cooperación
y del intercambio sociales, para hacer que la creación de la riqueza
sea (relativamente) independiente del tiempo de trabajo empleado en ella ...
Las fuerzas productivas y las relaciones sociales ... constituyen las condiciones
materiales para hacer saltar a esa base por los aires (1972: 229). Señalaremos, por último,
las referencias de Marx al concepto de general intellect, que resultarán
cruciales para la descripción de los modelos productivos en el postfordismo por parte de los postobreristas. Al referirse al capital fijo, Marx señala que el desarrollo del
capital fixe revela hasta qué punto el
conocimiento o knowledge social general se ha
convertido en fuerza productiva inmediata y, por lo tanto, hasta qué
punto las condiciones del proceso de la vida social misma han entrado bajo
los controles del general intellect y remodeladas
conforme al mismo. Hasta qué punto las fuerzas productivas sociales
son producidas no solo en la forma del conocimiento, sino como órganos
inmediatos de la práctica social, del proceso vital real (1972;
230). Antes de entrar en la significación
que, para los postobreristas, adquieren estos
planteamientos a la hora de describir el postfordismo,
señalaremos al menos dos puntos de fractura que esta lectura del Marx de “El Fragmento” provoca respecto a las lecturas
más convencionales. En primer lugar, si en el Marx de El Capital el tipo de trabajo que
caracteriza a la sociedad capitalista es el trabajo asalariado, si puede afirmarse que en todas las mercancías hay cierta cantidad
de gasto de trabajo humano en general y si las únicas
propiedades comunes, cuantificables y exclusivas de todas las mercancías
reproducibles por el hombre son las de ser producto de este trabajo humano
y tener un precio (7) (Guerrero, 1997; 63) creemos que,
hasta aquí, hemos aportado material suficiente para establecer un debate
en torno a la vigencia en el tiempo de la teoría laboral del valor
(al menos en lo que respecta a la visión del propio Marx). En segundo lugar, Marx aporta en estas páginas una hipótesis
de emancipación diferente de las habituales. A la diagnosis
del embarazo socialista del capitalismo sobre la base de la teoría
del valor-trabajo (Guerrero, 1997; 24) habrá que añadir
un segundo embarazo sobre la base del fin de la ley del valor, cuya “base
miserable” habrá de saltar por los aires (Marx,
1972; 228 y 229). Trataremos ahora de exponer
los principales planteamientos de los autores postobreristas
en su descripción del modo de producción postfordista. La primera
profecía de Marx, la fuerza de trabajo
convertida en base miserable, se habría cumplido en
el postfordismo. Estos autores definen el postfordismo como el modo de producción del
capitalismo actual basado en el general intellect.
Si el fordismo representó, en su formación
a finales del siglo XIX, la modificación de las relaciones salariales
y productivas, la hegemonía de la gran firma y el oligopolio concentrado,
y la definición de los principios de la organización científica
del trabajo (inclusión del cronómetro, la cadena de montaje
etc.), el postfordismo comenzaría a tomar
forma desde mediados de los años 60 a partir de la inversión
de la secuencia keynesiana “Demanda-producción-empleo” y las políticas
de desinflacción competitiva, asumidas
tanto por los liberales-conservadores como por los social-liberales (Virno, 2003 c: 25 y 26). El modo de producción
postfordista se caracterizará así
por la informatización, la automatización en las fábricas
y por la hegemonía del trabajo inmaterial y terciarizado. En el postfordismo,
al capital fijo se le une la producción inmaterial como producción
colectiva (Marazzi 1994; 86). La
productividad no se puede medir en base a la cantidad de producto por hora
trabajada, ni se puede referir a una empresa o a un sector específico,
sino a un conjunto de factores que ... trascienden al trabajador individual,
permitiéndole ser creador de riqueza en tanto miembro de una colectividad
(1994; 87). Para Virno la conexión
entre saber y producción no se agota en absoluto en el sistema de
máquinas, sino que se articula en la cooperación lingüística
de hombres y mujeres (2003 b: 37). En el general intellect, como principal recurso de la producción
postfordista, convivirían conocimiento y conciencia, construyendo a los nuevos
trabajadores (dentro y fuera del trabajo) como complejas máquinas de
producción sin que -deban- adoptar un
cuerpo mecánico ni tampoco un alma electrónica (Virno, ibídem).
Se confirmaría la previsión marxiana
de la caída tendencial del
control del capital sobre la división del trabajo (Herrera/Vercellone, 2002; 140). El trabajo seguirá siendo
un elemento central en la producción de riqueza, pero en su forma inmaterial
(no cuantificable a través del tiempo socialmente necesario). El espacio
y el tiempo para la creación plusvalor,
se encontraría más allá del trabajo socialmente necesario
y el lugar de trabajo. El proceso de valorización tiende
a identificarse con el proceso de producción de la comunicación
social ...
el concepto de trabajo inmaterial tiene como presupuesto y resultado
una ampliación de la cooperación productiva que llega a incluir
la producción y la reproducción de la comunicación y
por ello de su contenido más importante: la subjetividad (Lazzarato 2001; 38). La comunicación como
elemento central en la producción implica una redefinición completa
de las formas de creación de valor en la nueva producción capitalista.
Lazzarato propone diferentes ejemplos. Destacaremos
el de la pre-producción. Ciertamente, no
es difícil apreciar hoy en día, que la concepción e
imaginación de algunas mercancías objeto de consumo forma parte
del propio proceso de producción. En esa tarea de pre-producción abstracta, el consumidor juega
un papel determinante. Así, un teléfono móvil, un vídeo-juego,
un programa de televisión o un automóvil antes de
fabricarse debe estar vendido. El consumidor participa así de la
elaboración del producto, elige en un mercado en el que la mercancía estándar ya no vale como receta,
un mercado en el que el marketing y la publicidad aparecen como mecanismos
de dominación e integración ideológica, implicando al
consumidor en la producción, robando y alienando su antagonismo fuera
del tiempo de trabajo (Lazzarato 2001; 39). La
mercancía en el postfordismo construye
necesidades, ideología, moda, preferencias estéticas, no se destruye en el acto de consumo, sino que amplia, transforma,
crea el ambiente ideológico y cultural del consumidor (2001; 40).
En el postfordismo las tonalidades éticas
y emotivas se ponen al servicio de la productividad (Sánchez Cedillo,
2001: 70). La sociedad deviene clientela
en un mundo en el que todos los instrumentos de comunicación lo son
a la vez de venta (la televisión, la radio, la prensa escrita, internet, incluso existen empresas que ofrecen servicios
telefónicos gratuitos a cambio de introducir publicidad). El mismo
hecho de la existencia y creciente importancia de las organizaciones de consumidores
mostraría irónicamente hasta que punto es concebible un tipo
de sociedad civil en tanto que productiva al consumir. Desde el momento en que la producción
y la acumulación capitalista invade cuerpos
y mentes (la subjetividad productiva); desde el momento en que la mercancía
es en sí un instrumento de dominio ideológico, el concepto
de biopoder al que se refiere Negri, se nos muestra con toda claridad. La vida en
todas sus expresiones se pone a trabajar. En este aspecto,
la definición de postfordismo que propone
Sánchez Cedillo como el lugar en el que se produce una
indistinción progresiva entre la vida y
el trabajo (2001; 66) resulta del todo oportuna. La contradicción
fundamental, por lo tanto, no varía en sustancia. La definición
de la clase sigue siendo económica, sigue produciéndose en el
marco de un proceso de producción de riqueza alienante, que asalta
sin embargo, en su forma actual, el conjunto de la vida humana. El tiempo
de no trabajo, deja así de ser terreno de libertad (de ocio etc.) para
convertirse en terreno de producción. Negri y Hardt
añaden los afectos y los aspectos corpóreos como esenciales
en la producción (8). En la misma línea, Sánchez
Cedillo habla de auténticos simulacros ambientales en las empresas
y en los servicios, fundados en la afectividad puesta a su vez a trabajar
(2001; 68). Para los autores de Imperio existe una faceta puramente intelectual
del trabajo inmaterial que tendría un ejemplo claro en el uso de las
tecnologías informáticas como elementos esenciales que han transformado
el mundo del trabajo en los países ricos hasta tal punto,
que hoy todas las prácticas laborales tienden al modelo de las tecnologías
de la información y la comunicación (2002; 271). Pero, junto a esta faceta, aparece
la del trabajo afectivo de interacción y cooperación entre
las personas (se nos pone como ejemplo el trabajo en los servicios de salud
o en la industria del entretenimiento) que se presenta igualmente inmaterial,
a pesar de su certeza y efectividad físico-corpórea, en la
medida en la que crea productos intangibles (Hardt/Negri, 2002; 272).
Esta matización de Hardt y Negri a algunos de sus compañeros (2002; 42)
es compartida también por Maló de Molina cuando señala que conceptos como la feminización del trabajo y la producción
biopolítica permiten matizar ese carácter
excesivamente cerebral y casi angélico de ese tipo de discursos, en
los que el lenguaje y la comunicación aparecen como elementos ajenos
a las redes y microdispositivos de saber y poder
e independientes de cuerpos y afectos -como si las palabras y los signos no
se encarnaran en cuerpos concretos, no marcaran esos cuerpos y no tuvieran
consecuencias absolutamente materiales- (2001; 78). Ciertamente la conceptualización de esta faceta afectiva del
trabajo inmaterial bebería en gran medida de los estudios y trabajos
feministas (9). Como afirma Maló
de Molina, las características del trabajo tradicionalmente
femenino se están volviendo tendencialmente
centrales en el actual paradigma de acumulación capitalista (2001;
75). Para estos autores, la economía
global de la postmodernidad se expresa, en buena
medida, en tres tipos de trabajo inmaterial, a saber, la producción
industrial informatizada que incorpora las T.I.C.
(Tecnologías de la Información y las Comunicaciones), las tareas
analíticas y simbólicas y la producción y
manipulación de afectos (...) –que- requiere el contacto
humano, el trabajo corporal (Hardt/Negri, 2002; 272/273). Negri y Hardt
sugieren, sin embargo, una posibilidad subversiva. La cooperación
en el trabajo puede escapar al control y a la disciplina del capital, precisamente
porque se ejerce mediante la comunicación y el lenguaje El trabajo inmaterial parece proveer así el potencial para
un tipo de comunismo espontáneo y elemental (2002; 273). De cualquier manera, cabría
preguntarse si los análisis hasta este momento planteados, son aplicables
al conjunto de la clase asalariada (nos referimos siempre a los países
desarrollados) o por el contrario tendrían solo validez
desde una concepción más o menos terciarizada
de la clase. La respuesta en este caso no nos parece en exceso complicada.
Bastaría con acudir a una de las lecciones de Marx. Si efectivamente la fuerza de trabajo comprende
el conjunto de capacidades físicas y mentales del trabajador, habrá
que decir que en el Postfordismo, la clase asalariada
es Intelecto general, independientemente de su mayor
o menor cualificación. Con ironía
nos indica Virno: No pienso que los
obreros actuales sean expertos en temas de biología molecular o de
filología clásica (2002 b; 38). Si bien, a la vista del
abundante paro entre los licenciados universitarios, no sería tan aventurado
pensar en obreros expertos en biología molecular y filología
clásica, queda claro que el elemento intelectual de la fuerza de trabajo
viene referido a las cualidades más funcionales del cerebro (comunicación,
memoria, capacidad de retención...) (10). La clave
de la intelectualidad de masas se encuentra, en gran medida, en el plano de
la socialización, que en cuanto productiva, se expresa y desarrolla
en el conjunto de aspectos vitales y sociales. Por lo tanto, no hablamos solamente
de su dimensión estrictamente política, pues la centralidad
productiva de la clase/multitud en el capitalismo actual atraviesa la cultura,
la política y la reproducción en una dimensión biosocial. Para los postobreristas
la composición del proletariado (sujetos objeto de la explotación
y dominación capitalistas) ha sufrido transformaciones determinantes.
Ese proletariado como categoría económica y política,
identificado históricamente con la clase obrera industrial (el paradigmático
obrero fabril masculino al que se refieren los autores de Imperio) como sujeto
hegemónico de la lucha de clases, habría cambiado. La segunda de las profecías
del “Fragmento”, la autodestrucción del capitalismo y la liberación,
estaría, sin embargo, lejos de llevarse a la práctica. Paradójicamente,
para estos autores, Marx habría acertado
en su pronóstico sobre la tendencia en el desarrollo capitalista, pero
no en sus resultados. Cuando Virno entiende el Fragmento como el último capítulo
de una historia natural de la sociedad (2003 c: 80) suenan en nuestros oídos
las palabras de Engels frente a la tumba de Marx: Así como Darwin descubrió
la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la
historia humana (1984; 451). Para el caso que nos ocupa, el resultado
de la realización empírica del “Fragmento” en el postfordismo, no ha conllevado la liberación.
Virno describe, sin embargo, una
reacción, una contrarrevolución capitalista frente a la posibilidad
comunista implícita en el desarrollo del capital. Si la réplica
capitalista a la revolución de octubre fue un “socialismo del capital”,
en términos del final del laissez-faire y en forma, bien de
New Deal keynesiana,
bien de nacionalismo económico del III Reich,
la metamorfosis de los sistemas sociales en los años 80 y 90 sería
una reacción en forma de “comunismo del capital” (Virno, 2003 c; 27 y 28). Reproducimos un párrafo
particularmente revelador: ...la iniciativa capitalista orquesta
en su propio beneficio precisamente aquellas condiciones materiales y culturales
que le aseguraban un tranquilo realismo a la perspectiva comunista. Si pensamos
en los objetivos que constituían el eje de aquella perspectiva: abolición
de ese escándalo intolerable que es el trabajo asalariado; extinción
del Estado en tanto industria de la coerción y “monopolio de las decisiones
políticas”; valorización de todo aquello que torna irrepetible
la vida del individuo. Pues bien, en el curso de los últimos veinte
años se ha puesto en escena una interpretación capciosa y
terrible de estos mismos objetivos. En primer lugar: la irreversible contracción
del tiempo de trabajo socialmente necesario ha sucedido con el aumento del
horario para los que están “adentro” y la marginación para los
que están “afuera”. Incluso cuando se está ante un ajuste extraordinario,
el conjunto de los trabajadores dependientes es presentado como “sobrepoblación”
o “ejército industrial de reserva”. En segundo lugar, la crisis radical
o hasta la disgregación de los estados nacionales se explica como
reproducción miniaturizada, a modo de caja china, de la forma-Estado.
En tercer lugar, a continuación de la caída de un “equivalente
universal” capaz de tener vigencia efectiva, asistimos a un culto fetichista
de las diferencias: solo que estas últimas, reivindicando un subrepticio
fundamento sustancial, derivan luego en toda clase de jerarquías vejatorias
y discriminantes...El postfordismo, basado en
el general intellect y la multitud, declina a
su modo instancias típicas del Comunismo (abolición del trabajo,
disolución del Estado etc.). El postfordismo
es el comunismo del capital (Virno, 2003
a: 41). Precari@s y parad@s El periodo
histórico de hegemonía de la clase obrera fordista coincide con los grandes proyectos del socialismo
reformista y el auge de los sindicatos de masas en un contexto en el que comienzan
a desarrollarse los llamados Estados del bienestar. En contraste, como
señala Enrique Olivas, lo que conocemos en nuestros días es
la desestructuración de esa agregación histórica, social e institucional
denominada Estado social y, culturalmente, percibida como Estado del bienestar
(2004; 16). La crisis de la sociedad del
trabajo se manifiesta en la redefinición completa del mercado laboral
en Europa. El empleo fijo, estable y con derechos esta siendo
sustituido por el flexible y precarizado (Lara,
2002; 4). Como ya señalamos en otro lugar este escenario
de ausencia de derechos e incertidumbre es más agresivo, si cabe,
para los jóvenes, las mujeres, la fuerza de trabajo migrante, etc. (Iglesias, 2003; 5). Esta crisis se manifiesta fundamentalmente
en el hecho de que la riqueza social está producida por
la ciencia, por el general intellect, antes que
por el trabajo erogado por el individuo (Virno,
2003 b; 33). Si los saberes y conocimientos se
sitúan por tanto en el centro de la producción de riqueza antes
que en el tiempo de trabajo y este último sigue siendo la unidad de
medida de la producción riqueza, nos hallamos ante una contradicción
formidable. En este "Comunismo del capital" del que habla
Virno, el tiempo excedente que se expresa en forma
de precariedad, paro estructural, flexibilidad extrema y mecanismos disciplinarios,
no es sino riqueza potencial. La clave de esta contradicción explota
en el hecho de que, en el Postfordismo, el trabajo
y el no-trabajo se identifican en la producción de riqueza, desde
el momento en que el tiempo pasa a un segundo plano, siendo los conocimientos,
las facultades mentales genéricas y elementos inmateriales (afectos
etc.), los fundamentos de la producción. Llevando este análisis
hasta su último extremo, Virno afirma que
la desocupación es trabajo no remunerado; el trabajo, por
su parte, es desocupación remunerada (2003 b; 34). En los modos de producción
presentes, el conjunto de experiencias, conocimientos y socialización,
acumulados y adquiridos fuera del propio trabajo, tienen un carácter
determinante y esencial para la propia actividad laboral. Nos encontramos
así con un vasto mosaico de actividades productivas no retribuidas.
Los ejemplos más obvios los podemos encontrar en la actividad de los
estudiantes y en las tareas del hogar. Esto nos lleva a plantear también
el problema de la plusvalía. Virno se refiere a los capítulos XII y XIII
de el segundo libro de El Capital en los que Marx distingue entre tiempo de trabajo y tiempo de
producción. Usando el ejemplo de la agricultura, donde el trabajo
- siembra y cosecha - constituye solo una pequeña parte del conjunto
de la producción, el autor italiano explica cómo en el postfordismo el tiempo de producción contiene
la vida retribuida y la no retribuida (2003 b; 36). De ello habrá que
deducir que en el modo de producción postfordista
la plusvalía no solo proviene del plustrabajo
sino también de la separación del trabajo respecto al tiempo de producción no computado (ibídem), a saber, el no-trabajo. Solo estudiando estos análisis
sobre los modos de producción en el postfordismo
podremos comprender algunas de las reivindicaciones fundamentales de algunos
movimientos sociales en Italia y en Europa, tales como el reddito di cittadinanza (renta de ciudadanía) y la
apuesta por un sujeto fragmentado como el precariado
(los chainworkers) como clave de la construcción
de conflictos en una dimensión antagónica de la clase (11). Precisamente
a propósito de la renta, Negri y Hardt proponen en Imperio un salario social capaz de
romper la división sexual del trabajo del salario familiar, percibido
por el obrero varón que asume el dominio y el control de la familia,
lo que implicaría una falsación
de la actividad productiva. Para estos autores toda la multitud
produce y su producción es necesaria desde el punto de vista del capital
social total ... La fuerza laboral se ha vuelto cada vez más colectiva
y social...Ya ni siquiera es posible apoyar el antiguo lema: igual paga
por igual trabajo, cuando el trabajo ya no puede medirse ni individualizarse...Una
vez que la ciudadanía se extienda a todos, podríamos llamar
a este ingreso garantizado un ingreso de ciudadanía que se le debe
a todo miembro de la sociedad (2002; 365). Tres son los sentidos que da
Antonio Negri al concepto de multitud: desde una
perspectiva filosófica, como concepto de clase y desde el aspecto ontológico
(2003; 23 y 24). Nos interesa particularmente el segundo. La multitud como
sujeto de la lucha de clases, como sujeto central en la producción,
no se concreta en una unidad equivalente al proletariado industrial sino en
el conjunto de fuerzas productivas/creativas que se expresan/producen en
el postfordismo. El problema que se plantean
los autores de Imperio es la subjetivación
de la multitud, su papel para la clase activándose
como sujeto político, el posse (12). Para estos autores, la
teleología de la multitud es teúrgica; consiste en la posibilidad
de dirigir las tecnologías y la producción hacia el propio júbilo
y el aumento del propio poder (2002; 359). Virno, por su parte, pone el acento
en las transformaciones del trabajo asalariado. Para este autor, la clase
obrera/proletariado no se identifica ya con el concepto de pueblo. El concepto
de pueblo habría devenido categoría instrumental en la falsación de la representación política
y la soberanía. La clase obrera/proletariado es ante todo, en el postfordismo, multitud, en la medida en que el trabajo
asalariado ha perdido, como hemos venido explicando, la centralidad productiva
(Virno, 2003 a; 25/26) (13). Para Negri
y Hardt también se desdibuja
la figura del pueblo (2002; 372) covertida
en mera reducción hipostática de la multitud
(Negri, 2003; 23). Sin embargo, creemos que el
concepto de clase obrera merece un intento de esclarecimiento a partir de
una aparente controversia entre los archicitados
Negri y Virno, a propósito
de la categoría multitud. Vamos a tratar de entrar brevemente en este
punto. Una de las temáticas
teóricas fundamentales que se aborda en el número 7 de la revista
Contrapoder - que nos trae a la lengua castellana algunos artículos
de los postobreristas italianos -, es el concepto
de multitud. Particularmente desarrollado por Virno
en esta publicación, se ha incluido, sin embargo, una brevísima
anotación de Negri en la que, entre otros
aspectos que a continuación abordaremos, se señala que ... la lucha de la clase obrera no existe ya, pero la multitud se
propone como sujeto de la lucha (Negri, 2003;
24). Aparentemente, esta afirmación desencadenaría un conflicto
teórico con Virno, que señala: Me gustaría disipar, tanto como pueda, una ilusión
óptica: se nos dice: la multitud marca el fin de
la clase obrera. Se nos dice: en el universo de los múltiples,
no hay lugar para esos monos de trabajo todos iguales
... Aquellos que dicen esto se equivocan (2003 a; 26). Creemos
que la redacción de Contrapoder actúa aquí con intención,
poniendo en dificultades a los lectores a la hora de trabajar con el concepto
de multitud. Por ello nos vamos a aventurar, tal vez imprudentemente, a tratar
la cuestión. A nuestro juicio la controversia
se halla más en el significante que en el significado. Para Negri, el concepto clase obrera se refiere a lo que
identifica como segunda fase de la militancia obrera capitalista, a saber,
los periodos fordista y taylorista,
la fase del obrero masa (Hardt/Negri 2002; 370). Nótese
que para hablar de las tres fases, los autores de Imperio hablan de militancia
obrera, incluyendo la fase actual del trabajador social, de la fuerza de trabajo
inmaterial (2002; 371). Para Negri, la categoría proletariado incluye a ... todos aquellos explotados
por la dominación capitalista y sujetos a ella ... entendiendo
que la clase obrera industrial, como parte de ese proletariado, ya no ocupa
una posición central ni en el Capitalismo ni en la composición
de la clase (2002; 64). Este concepto para nada difiere a nuestro juicio con
aquello que Virno llama clase obrera: ... el sujeto que produce plusvalor
absoluto y plusvalor relativo (2003 a; 26).
Virno no identifica por tanto, el concepto de
clase obrera con una fase de los modos de producción capitalista, sino
como concepto teórico; aquel que tiene Negri
de proletariado. Ello explica que ambos autores manejen un concepto de multitud
semejante, como consecuencia de la transformación en la composición
del proletariado en el postfordismo que atribuiría
la centralidad en la clase (y potencialmente para
la clase) a la producción de plusvalor
–la clase habrá de definirse como posición en el proceso productivo-
no cuantificable desde la teoría laboral del valor. Si la hegemonía en la
producción de plusvalor no corresponde
ya al obrero fordista (los monos azules de la
cadena de montaje), la nueva teoría del valor habrá de implicar
una nueva teoría política de la liberación y de las nuevas
subjetividades de potencial antisistémico/revolucionario
(Hardt/Negri, 2002;
43). Algunos autores de la izquierda
autónoma no italiana, sin embargo, se han mostrado escépticos
ante tales hipótesis de liberación aún reconociendo la
centralidad del trabajo inmaterial. Emmanuel Rodríguez (14) nos propone la inversión de la hipótesis
(2001; 8). De este modo, la subjetividad postfordista
bien podría ser la subjetividad definitivamente alienada que se integra y acepta un juego de relaciones en la empresa, sin
que demuestre ninguna autonomía en la negociación de las mismas
entendiendo las facultades humanas como inofensivas para
la economía (ibídem). Se asume
el carácter paradigmático del lenguaje y la comunicación
en la organización de la producción, pero se le atribuye un
papel de reforzamiento de la ideología/cultura empresarial, produciéndose
una interiorización absoluta del control por parte
de los sujetos proletarios (2001; 9). En este sentido, se nos sugiere que
la supuesta liberación en y del trabajo se inicia curiosamente
tras la derrota definitiva del movimiento obrero; se nos dice que el modo
de producción postfordista no representaría
la generalidad de las condiciones laborales, quedando fuera el precariado; y se nos propone, por último, un
camino de liberación extraño: Puesto que el capitalismo
jamás ha generado la posibilidad de su superación, esta
posibilidad tiene que ser descubierta, siendo la clave de la emancipación
del trabajo, la apuesta por liberar definitivamente ... tiempo
y espacio de los hábitos del trabajo y de la reproducción cultural
del consumo ... -creando- nuevas posibilidades de vida al
margen de lo consentido (Rodríguez, 2001; 10 y ss). Desde el momento en que la crítica
a los postobreristas se plantea desde el reconocimiento
de la centralidad del trabajo inmaterial como elemento definidor del postfordismo, se nos abre un magnífico punto
de partida para una discusión interesante. En este sentido, varios elementos
creemos que hacen caer la argumentación anterior. En primer lugar, más
que de una derrota del movimiento obrero en Europa y sus corolarios (Partidos
de izquierda, sindicatos y el compromiso a través del welfare state) creemos que resulta más propio hablar
de la decadencia histórica y política de la experiencia (incluida
aquella del Estado del bienestar). La derrota suele llevar aparejado un
enfrentamiento previo (evitado en numerosas ocasiones, particularmente en
el 68 en Europa occidental, por parte de las organizaciones obreras más
poderosas) y la aniquilación más o menos completa del derrotado.
En nuestro caso, los viejos partidos de masas se reconvirtieron en partidos
catch all y son gestores habituales de gobiernos - incluidos
algunos partidos de tradición e ideario comunista- y los viejos sindicatos
de clase, representan importantes maquinarias burocráticas que, independientemente
de su compromiso con los sistemas demoliberales
y el desmantelamiento de buena parte de las garantías sociales, tienen todavía considerables niveles de representación
del trabajo dependiente y de movilización social en caso de perder
capacidad negociadora o ante medidas gubernamentales o empresariales que
consideren excesivas. Habrá de reconocerse que, a pesar de la perdida
de combatividad progresiva de los grandes sindicatos, el fenómeno
de la huelga - incluso general- ha seguido y sigue presente en buena parte
de Europa. Si bien el muro de Berlín
cayó sobre los hombros de buena parte de las ilusiones comunistas,
la contrarrevolución de la que nos habla Virno,
había empezado mucho antes. Como ha indicado Marco Revelli, nos encontramos ante un tránsito
epocal (2001; 90) que afecta tanto a la organización
del capital, como, necesariamente, a su expresión antagónica.
Por lo tanto, habrá que excluir la posibilidad de entender la potencialidad
antisistémica de los nuevos sujetos de
clase, como una búsqueda desesperada de referentes de liberación
entre las ruinas de un naufragio. En segundo lugar, si asumiéramos
que el Capitalismo nunca hubiera engendrado la posibilidad de superación
(Rodríguez, 2001; 11), mal habríamos entendido la tesis de la autocontradicción
liquidadora del capitalismo gracias precisamente a la formulación
de la teoría laboral del valor (Guerrero, 1997; 24). En estas
notas, hemos sugerido además una segunda hipótesis de embarazo
socialista en el Capitalismo a partir del Marx
de “El Fragmento”. Debemos entender que será un territorio común
(al menos para aquellos que asumen determinados planteamientos de aproximación
a la historia y a las ciencias sociales en general)
que la contradicción entre capital y trabajo (capital / vida
humana en el postobrerismo) sigue representando,
a falta de nuevas noticias, la contradicción fundamental de la acumulación
capitalista. Si algo han dicho los postobreristas
(y nosotros hemos tratado de exponerlo en estas notas), es que no tiene
sentido ya distinguir entre trabajo remunerado y no remunerado, desde el
momento en que la propia socialización resulta productiva para el
capital. La vida humana sometida al mando y al control capitalista sigue
siendo la clave de la acumulación y ello no solo habrá de echar
por tierra las teorías del fin del trabajo merced a la mecanización,
sino que habrá de implicar, necesariamente, el conflicto, una vez
más de clase, y, por tanto, la posibilidad de liberación. Como
señala Lazzarato refiriéndose a
la producción inmaterial, la
sumisión a la lógica capitalista de la forma de la cooperación
y del valor de uso de esa actividad, no suprime la autonomía y la
independencia de su constitución y su sentido. Por el contrario, abre
antagonismos y contradicciones aunque estos requieran nuevas categorías
de estudio (2001; 41). Por último, la propuesta
de construcción de nuevos espacios de vida liberados del dominio capitalista
cae, a nuestro juicio, en un escapismo estéril, desde el momento en
que no se define el terreno de combate. Puesto que la huida a Marte con una
flecha circulada por bandera no parece probable, será necesario señalar
los territorios de lucha y de subjetivación.
En este sentido, la contraposición que explica Revelli entre fábrica dualista taylorista y fábrica integrada, nos da muchas
de las claves. Si la fábrica taylorista
definía en su propia organización el conflicto de clase, una contradicción estructural
entre los principales sujetos productivos que explicaría su carácter
feroz, despótico y agresivo como estructura dualista
(2001 b; 91), la fabrica integrada presupone filosóficamente,
la idea de una estructura productiva monista ... de una comunidad de fábrica
unificada y homologada en la que el trabajador debe consciente y voluntariamente
liberar la propia inteligencia en el proceso productivo ... Se trata de subsumir
al capital en la dimensión existencial de la misma fuerza de trabajo
... -de- ejercer la hegemonía sobre el antiguo adversario
de clase ... (2001 b; 91 y 92). Revelli esta
adelantando un escenario que ha servido para definir nuevas alianzas, un terreno intermedio: en el umbral entre producción y reproducción ... inventando circuitos de agregación
no mediados por la forma-mercancía y, al mismo tiempo, localizados
allí donde el trabajo hegemónico opera (2001 b; 94). Sobre este terreno ha de construirse
la alianza entre la fuerza de trabajo migrante,
los sectores más resentidos del trabajo dependiente, el precariado y el conjunto de los nuevos chainworkers (15) que se han colocado en el centro de las
reivindicaciones de los nuevos movimientos antisistémicos
visibles tras Seattle. Como dice Revelli no
hemos llegado al fin de la historia, estamos apenas en su comienzo (2001
a; 37). La penetración de los
teóricos italianos del postobrerismo entre
los marxistas en España, a nuestro juicio, ha sido escasa. Salvo pequeños
grupos de jóvenes investigadores, algunos colectivos militantes y algún
que otro profesor universitario, pocos son los trabajos que se han adentrado
en las cuestiones señaladas por estos autores. Solo la explosión
de los movimientos globales (16) y la potencia de su expresión
italiana han despertado en la Academia y en sectores de la izquierda, el
interés por estos estudios. Sin embargo,
nos da la impresión de que, en más de una ocasión, los
discursos sobre el trabajo en España han negado aquello con lo que
se daban de bruces. No podemos detenernos demasiado en la cuestión
pero no queremos obviar un ejemplo puesto en bandeja (creemos que con toda
la intención) por parte de la redacción de la revista Contrapoder.
En su monográfico sobre trabajo y feminismo (número 4/5) se incluye una ponencia del Centro de Análisis
y Estudios Sociales (CAES) en la que se afirma la escisión del trabajo
manual y el intelectual (CAES 2001; 29), la subordinación
técnica del trabajo al sistema de máquinas (2001; 30) y
el fundamento del valor en el trabajo asalariado (2001; 32) para reconocer
seguidamente que el plusvalor no
brota del trabajo, sino del proceso de producción social, (sic)
que no se es productivo por trabajar, sino por formar parte de
una extensa y compleja trama de relaciones sociales bajo el dominio del capital
y que es productiva la persona que ve la televisión
... el ama de casa ... o los millares de jóvenes toxicómanos
concluyendo que todos los intersticios sociales, materiales
y culturales, incluida la subjetividad de las personas, coadyudan a la nada democrática producción
de plusvalor (2001; 31 y 32). La confusión mental queda coronada tres líneas
después cuando se nos dice que, el hecho de que el capital
haya subsumido en su ciclo el trabajo, las relaciones sociales, la vida ... y la subjetividad de las personas, no quiere
decir que todos estos factores sean el origen del valor... puesto que no se
pueden cuantificar en términos monetarios, no se le puede poner precio
(2001; 32). Volvemos a sugerir el mismo problema a propósito de
los precios como características de las mercancías. Marx, en su informe a la I Internacional "Salario,
precio y ganancia", explicaba el precio como una forma peculiar
que reviste el valor, como la expresión en dinero del
valor (1982; 208) pero aclaraba con notable persuasión que es absurdo suponer que la ganancia brote de
... los precios, ya que esta procede de la cantidad de trabajo
(1984; 210). Si se ha reconocido que la producción
en el capitalismo actual no procede solo del trabajo asalariado, deberá
mantenerse una cierta coherencia y reconocer, al menos, que se han producido
modificaciones en el paradigma productivo. Ignoramos si el trabajo del CAES
procede de diferentes manos con criterios dispares, pero para evitar la confusa
construcción discursiva que se nos aporta, como si de Jeckill y Hide se tratara,
se haría necesaria una revisión pausada de las tesis expuestas. Concluiremos este artículo
señalando que, si como explican los postobreristas,
la contradicción fundamental sigue siendo aquella entre capital y actividad/vida
humana - en un momento en que la distinción entre la productividad
del trabajo asalariado y las actividades no retribuidas se disipa, hasta
el punto de hacerse invisible- deberemos asumir la plena vigencia de la contradicción
fundamental de clase, que habrá de expresar, necesariamente, un conflicto
entre sujetos antagónicos. RECONOCIMIENTOS
Este artículo no hubiera
sido posible sin los consejos y críticas de Mario Domínguez,
las charlas con Enrique Olivas y Heriberto Cairo, las discusiones con Javier
Iglesias –mi padre- que además me proporciono el Marx oltre Marx de Negri, el curso
sobre historia del pensamiento económico heterodoxo impartido por
Diego Guerreo y las infinitas pláticas con compañeros y compañeras
del GMS, Ya basta Italia, AM y de la Facultad de políticas y sociología
de la UCM. A todos ellos les agradezco su ayuda y les eximo de cualquier responsabilidad
en las torpezas que este trabajo pueda contener. CASARINI, L., Da precari a insubordinati.
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noviembre 2002, pags.63-67. CENTRO DE ANÁLISIS Y
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pag. 28 a 34. Madrid 2001. GERRERO, Diego. Historia del pensamiento económico heterodoxo. Trotta. Madrid, 1997. HARDT, Michael y NEGRI, Toni. Imperio. Paidós, Barcelona 2002.
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los Centros Sociales. Revista Contrapoder
nº4/5, pags.
95 a 99. Madrid, 2001.
(1) Hemos utilizado
la edición de Siglo XXI, algo que nos ha supuesto alguna que otra dificultad
a la hora de localizar las citas de Negri, al
estar referidas estas, en la edición castellana de Akal de la obra de Negri
“Marx más allá de Marx”, a la edición de Manuel Sacristán
“Obras de Marx y Engels”
(OME). En lo que respecta a las diferentes traducciones, quiero resaltar los
comentarios de Diego Guerreo que me alertó de las confusiones a las
que, a su juicio, las diferentes versiones traducidas podrían llevar.
Para el caso concreto de “El fragmento”, y vistas las propiedades proféticas
que le atribuyen los postobreristas, entendía
Guerrero que el significado puede variar según se conjuguen los verbos
en presente, en futuro o en subjuntivo. (2) http://usuarios.lycos.es/pete_baumann/autonomial.html
(3) Los 5.000
prisioneros políticos encarcelados en Italia a principios de los años
80 (Zaccaria, 2001; 96) creemos que representan
un buen indicador de la dimensión que adquirieron estos movimientos. (4) Véase
la introducción de Raúl Sánchez Cedillo en Virno, Paolo. Virtuosismo y revolución.
Colección “Mapas”. Traficantes de sueños. Madrid 2003. (5) En ellos,
para Negri, Marx se
ocupa de dos cuestiones cruciales; el antagonismo obrero-capitalista y la
crisis de la ley del valor (2001: 17). (6) Pueden consultarse
en este sentido de A. Negri
La fábrica de la estrategia. 33 lecciones sobre
Lenin. Akal, cuestiones
de antagonismo. Madrid 2004 y Che
farne del che fare? ovvero: il corpo del general intellect. Posse, maggio
2002. pag. 123 a 133. Roma, 2002. (7) Referimos
aquí una duda a propósito del precio como propiedad común,
exclusiva y cuantificable de las mercancías. Si como señala
Marx en su informe al Consejo General de la I
Internacional en junio 1865, el precio no es sino una forma
peculiar del valor ... de por sí el precio
no es otra cosa que la expresión en dinero del valor (1984; 208),
no entendemos por qué el precio habrá de ser la característica
definitoria de la mercancía. Habría de ser en todo caso, su
valor. (8) Estos autores
plantean una crítica a algunos de los neomarxistas
italianos que han investigado sobre la producción postfordista señalando que uno de
los errores más graves de estos autores fue la tendencia a tratar las
nuevas prácticas laborales de la sociedad biopolítica
atendiendo solamente a sus aspectos intelectuales e incorpóreos (Hardt/Negri, 2002; 43).
Véase
de Christian Marazzi Il posto dei calzini: la svolta linguistica
dell´economia e i suoi effetti nella politica, Bellinzona, Edizioni
Casagrande. (9) Reproducimos
la referencia que dan Hardt y Negri en la edición en castellano de Imperio.
Smith,
Dorothy, The everyday world as problematic: A feminist sociology,
(10) Los planteamientos
que sitúan la precariedad fuera del modo de producción postfordista (véase Rodríguez 2001; 9
y 10) entendemos que han de quedar así rebatidos. (11) De entre
los ejemplos prácticos destaca la propuesta de generalización
de la huelga general en Italia del 23 de Marzo de 2002 de los Desobedientes
(Casarini, 2002: 63), las experiencias del May
day de Barcelona y Milán en 2004 (http://www.euromayday.org/netparade/)
o los puntos San Precario (http://www.sanprecario.org/). (12) Negri y Hardt usan el vocablo
latino posse para
referirse a la autonomía política y a la actividad productiva
de la clase / multitud (Hardt/Negri, 2002; 369). Ontología y producción
se contienen en el posse para
acercarnos a la comprensión de las potencialidades militantes de la clase/multitud como sujeto político. (13) De nuevo
acude Virno a Marx
para ilustrar cómo este autor percibió situaciones en las que
la clase obrera se acercaría más al concepto de multitud que
al de pueblo. El autor italiano refiere el último capítulo del
primer libro de El capital donde Marx habla de
la movilidad de la clase obrera en Estados Unidos refiriéndose al
caso de los obreros que abandonan la fábrica y se convierten en colonos
en las tierras libres del oeste. Para estos obreros el trabajo representaría
solo un episodio transitorio (Virno, 2003 a;27). (14) Habría
que hablar, en cualquier caso, de un primer E. Rodríguez.
En su reciente libro El gobierno imposible, su posición
se encuentra claramente alineada con los postobreristas. (15) Véase
www.chainworkers.org , sitio web de un movimiento italiano contra la precariedad
con numerosos materiales de interés. (16) Ya indicábamos
al inicio de este trabajo que nuestra primera aproximación a estas
teorías, la llevamos a cabo con la intención de armar un marco
teórico para la comprensión de los análisis y discursos
del Movimiento de los Desobedientes en Italia. |
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