Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales

Unionismo latinoamericano
Nieves Pinillos
Universidad Complutense de Madrid

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La conciencia diferencial hispanoamericana, alertada por las "tesis sobre la inferioridad" de su continente elaboradas por los enciclopedistas, desarrolló el sentido de unidad de tal forma que, en los inicios de la independencia, en todas las divisiones administrativas de los reinos de América la autodenominación general que se aplicaron fué la de "americanos".

Así lo hizo Francisco de Miranda que, rescatando la propuesta de Las Casas, designó al continente americano "antes español" como Colombia, dedicando a la totalidad de él su lucha por la independencia; igualmente Hidalgo y Morelos, ambos titulados "generalísimos de América"; Bolívar que, en la "Carta de Jamaica", hablaba de una "sóla nación formada por aquellas partes que lo tienen todo en común"; José Artigas al expresar: "la libertad de América forma mi sistema y plantearlo mi único anhelo". Del mismo modo lo interpretaron los generales que se consideraron con derecho a intervenir por las armas en cualquier demarcación territorial, en nombre de esa nacionalidad compartida (San Martín, Sucre, Santa Cruz,...).

La Constitución de la I República de Venezuela (21-12-1811), en su artículo 129, preveía la incorporación a esa República de Estados Federados de cualesquiera otras provincias de la "América antes española", invitadas todas a unirse en un "cuerpo nacional".

Simón Bolívar en la "Carta de Jamaica" (6-9-1815), dirigida al caballero inglés Henry Cullen como un memorandum de intenciones que éste debería transmitir a su gobierno, habla de la "idea grandiosa de formar una sola nación con todas las partes del Nuevo Mundo que comparten origen, lengua, costumbres y religión".

El fraccionamiento impuesto por la lucha en un territorio inmemso sin apenas comunicaciones, hizo que se fueran constituyendo gobiernos que no guardaban entre sí ninguna vinculación.

Bolívar, a la sazon Presidente de Colombia y Perú, en concordancia con el sentimiento expuesto en la "Carta de Jamaica", invitó a las naciones surgidas del tronco común español a celebrar un Congreso continental (7-12-1824). Sus ideas sobre los logros que debería conseguir ese Congreso eran: las dichas naciones se conservarían independientes pero ligadas por un Congreso general permanente y una ley común para regir sus relaciones exteriores; todas acudirían en auxilio de la que pudiera verse ante un peligro exterior o interno, y todo este equilibrio estaría bajo la supremacía de Inglaterra que ejercería de cabeza de la federación.

En el ánimo de Bolívar primaba la exigencia de que lo urgente era "existir"-y esto no se lograría sin la presencia de Inglaterra en el proyecto- y lo secundario el "modo de existir"-luego ya se vería la forma de eludir los compromisos que acarreasen los lazos con Inglaterra-. (Carta al general Santander, 28-6-1825).

El Congreso de Panamá, titulado "Anfictiónico" -o de Federación de naciones-, se celebró entre el 22 de junio y el 15 de julio de 1826 con la asistencia de plenipotenciarios de Colombia, México, Perú y Provincias Unidas de Centroamérica. Declinaron asistir Chile, Buenos Aires e Inglaterra. De los enviados de los Estados Unidos, uno murió en el viaje y el otro llegó cuando el Congreso había sido clausurado.

Los acuerdos alcanzados supusieron el fracaso de las esperanzas de Bolívar. La Asamblea general, órgano representativo de la Liga, no sería permanente y tendría escasas atribuciones; su arbitraje, en caso de tener que conciliar entre las partes, no sería de obligado cumplimiento; no habría nacionalidad común; no se tendría política exterior común. Ni siquiera aprobaron la abolición de la esclavitud, sólo se aceptó que se prohibiera el tráfico de esclavos.

Dieciocho años después, el argentino Juan Bautista Alberdi volvió a desarrollar la idea de la celebración de un nuevo Congreso continental. Bajo el título "Memoria y objeto de un Congreso general americano", Alberdi proponía exáctamente lo contrario que Bolívar: el Congreso no tendría intencionalidad política sino comercial. Salvo algunas excepciones como la validez general de los grados académicos, la inviolabilidad del asilo político o el desarme total para consolidar la paz americana, el proyecto de Alberdi se centraba en el arreglo de fronteras y la regulación de los derechos marítimos y mercantiles.

La intervención española contra el Ecuador y el temor a otras intervenciones europeas, movieron a convocar -a iniciativa de Chile- a las Repúblicas de la América antes española a un Congreso que se llevó a cabo en Lima, entre el 1 de diciembre de 1847 y el 1 de marzo de 1848. Acudieron representantes de Bolivia, Chile, Ecuador, Nueva Granada y Perú. Sus logros fueron nulos.

La expedición filibustera de Walker en Nicaragua volvió a despertar el interés por reunirse en otro Congreso. En esta ocasión (Santiago de Chile, septiembre de 1856), sólo respondieron Chile, Ecuador y Perú. Siendo sus aspiraciones bastante limitadas, pese a titular el Tratado final como "Bases de Unión para las Repúblicas Americanas", ni aún así sus acuerdos llegaron a ponerse en práctica.

Pero el ideal de la unidad seguía vivo en algunos americanos. El chileno Francisco Bilbao plasmó ese sueño en un proyecto titulado "Iniciativa de la América. Idea de un Congreso Federal de las Repúblicas". El 22 de junio de 1856, en París y ante el reducido auditorio de unos treinta hispanoamericanos, expuso el plan de unión de América cuyas líneas principales eran la consolidación del régimen republicano y la necesidad de tomar conciencia de que la exigencia de unidad venía impuesta por la agresividad creciente del vecino del norte, los Estados Unidos. "El que no lo vea, renuncia al porvenir".

La "Iniciativa de la América" es seguramente el proyecto más ambicioso de cuantos se han propuesto. Propugnaba, entre otras cosas: ciudadanía común, alianza federal y comercial, abolición de aduanas, un mismo sistema educativo, una misma política territorial, una Universidad americana, plan político de reformas en materia de contribuciones y descentralización, un Tribunal para dirimir contenciosos, y un Congreso representante de todas las Repúblicas ante el mundo.

En 1864, de nuevo las amenazas exteriores -Francia y España interviniendo en México y en Santo Domingo respectivamente- motivaron otro Congreso continental, convocado por Perú y celebrado en Lima con asistencia de Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Perú y Venezuela.

El representante de los Estados Unidos de Colombia, el panameño Justo Arosemena, presentó un estudio sobre la "Idea de una Liga Americana" con un doble sentido, "anfictiónico" y "aqueo"-según su propia denominación, es decir, medidas para dirimir los problemas entre las partes y alianza para enfrentar las agresiones externas-, al que añadía un "Proyecto de Tratado para fundar una Liga Sudamericana" en cuyos veinte artículos se contemplaba: determinación de "formar una sola familia", doble ciudadanía, obligación de arreglar los conflictos de límites y de no ceder ni enajenar parte alguna de los territorios, compromiso de no recurrir a la guerra inter miembros, y aceptación obligatoria de los acuerdos de la Asamblea.

Pese a los esfuerzos de Arosemena, la efectividad de este Congreso fué similar a la de los tres precedentes.

Junto a estos intentos de consolidar la unidad general, surgieron otros de unificación regional. Tal el del argentino Domingo Faustino Sarmiento que, en 1850 y para abordar el problema del post-rosismo, imaginó una ciudad ideal, "Argirópolis", como capital de los Estados Unidos de América del Sur que integrarían a la Confederación Argentina, Uruguay y Paraguay. En su estudio del mismo título, y a fin de eludir el rechazo que estas Repúblicas presentarían a una eventual capitalidad de Buenos Aires, sitúa a "Argirópolis" en la isla de Martín García, en la confluencia de los ríos Uruguay y Paraná, e imagina poblarla con "emigrantes laboriosos"-europeos y mejor sajones-.

Otro proyecto de unión regional fué el soñado por el puertorriqueño Eugenio M? de Hostos respecto a las Antillas, sin perjuicio de que una vez conseguida de España una "resolución gloriosa" para las islas aún bajo su autoridad, se abordase la futura unión latinoamericana sobre la "serie de necesidades visibles y previsibles que ligan internamente a estas naciones y que deben preparar la eterna liga de ellas".

José Martí significó un regreso al espíritu de los Libertadores. Sintiéndose tan americano como cubano, al tiempo que luchaba por la independencia de Cuba, aspiraba a poner "alma a alma y mano a mano" a los pueblos que él reunió bajo el nombre de "Madre América".

Tampoco el uruguayo José Enrique Rodó esbozó un proyecto concreto de unión, pero esta aspiración late en toda su obra, imaginando que por encima de las fronteras convencionales que separaban a las naciones del tronco común, se levantaba "su unidad superior de excelsa y máxima patria, cuyo espíritu haya de fructificar un día en la realidad del sueño del Libertador". Como Bilbao, Rodó presiente que el peligro que se cierne sobre este ideal viene del norte.

El argentino Manuel Ugarte llegó a vivir la unidad hispanoamericana como aspiración expresada de masas cuando se iba a cumplir el siglo de la "Carta de Jamaica". Durante más de dos años recorrió el continente "predicando" la unidad y movilizando a multitudes, a intelectuales, a estudiantes, a sindicatos obreros. Ugarte acuñó el término "Patria Grande", título de uno de sus libros más importantes e influyó determinantemente en el espíritu e ideario de la Reforma Universitaria de Córdoba, de 1918. Por señalar incansable que el mayor enemigo de la unidad hispanoamericana era el "minotauro del siglo XX", el imperialismo norteamericano, fué aislado y reducido al silencio.

Sin que falten iniciativas individuales y unificación de esfuerzos en Asociaciones y entidades diversas, la segunda mitad de este siglo se ha caracterizado, en cuanto al viejo ideal de unión alimentado desde la independencia, por la potenciación de organismos de caracter económico, tales como la ALALC (Asociación Latinoamericana de Libre Comercio), el SELA (Sistema Económico Latinoamericano), el Mercado Común Centroamericano, el Pacto Andino o el Mercosur que, aún con graves inconvenientes que salvar y con propósitos reconocidamente parciales, sin ninguna duda significan un progreso en el camino imaginado por los Libertadores.


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