Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales

Igualdad de oportunidades  
y conocimiento pleno
Carmen de Elejabeitia
y Mª Dolores Méndez
Equipo de Estudios EDE, Madrid

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El elemento clave para la comprensión de los valores de igualdad y libertad individual constituyentes de la autorreferencia del nuevo orden social que inaugura la revolución burguesa en su condición alternativa respecto al orden social que le precede, es el trabajo. En los signos, normas y leyes, en sentido amplio, con los que esa nueva 'cultura' organiza las relaciones sociales que de ella se derivan, el trabajo es la fuente igualitaria que, al mismo tiempo que permite desarrollar las capacidades individuales y acceder a la apropiación de la riqueza, legítima la propiedad privada individual.

Si alguien ha tenido la capacidad de expresar el sentido profundo del concepto trabajo sobre el que se asienta la libertad y la igualdad burguesa ha sido Marx. "El trabajo es, en primer término, un proceso entre la naturaleza y el hombre, proceso en que éste realiza, regula y controla mediante su propia acción su intercambio de materias con la naturaleza (...) Y a la par que de este modo actúa sobre la naturaleza exterior a él y la transforma, transforma su propia naturaleza, desarrollando las potencias que dormitan en él (...). Al final del proceso de trabajo brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente del obrero, es decir, un resultado que tenía ya existencia ideal" (El Capital, Tomo I, Volumen I).

Esa concepción marxiana de trabajo en su doble capacidad de modificar la naturaleza y a su agente, ese trabajo creador que surge de la inteligencia y de la capacidad humana de proyectar e imaginar y que define y distingue al ser humano, es la expresión misma de lo que la burguesía reclama para sí, en tanto señas de identidad, frente al ocio de los señores y el trabajo de los siervos. Es la legitimación de su ascenso en cuanto nueva clase social dominante.

Esa conceptualización de Marx sobre el trabajo en la que el hombre a partir de sus necesidades y de la significación que esas necesidades dan al medio en el que vive, imagina un proyecto y un plan de trabajo con el fin de modificar el medio para ajustarlo a la satisfacción de aquellas necesidades que le sirvieron para significarlo, desprende, cuando se le identifica con el conocimiento/rasgo que define a la especie humana, la adjetivación de 'pleno' para distinguirle del término "conocimiento" tal y como generalmente se utiliza restringiéndolo a una sola de las secuencias que comprende.

El 'conocimiento pleno' es una actividad que secuencialmente comprende: primero, la significación del objeto que se pretende conocer a partir de la autorreferencia del sujeto que la realiza (subjetivación); segundo, la construcción de su representación simbólica que permite operar sobre esa representación antes de hacerlo sobre la realidad; tercero, la realización de un proyecto, sea para el aprovechamiento del objeto si éste se significa como bien, sea para su transformación de cara a que llegue a serlo, sea para su confinamiento o destrucción cuando se significa como peligroso; cuarto: la producción del correspondiente plan de acción/realización; quinto, la realización del plan o ajuste del objeto al proyecto (objetivación-registro material).

En principio esa actividad de 'conocimiento pleno' que coloca a cuantos la realizan en la posición de sujetos frente al medio y que es la expresión misma de la plena realización de los principios de igualdad y libertad, se sitúa en el sentido del progreso humano, quizá en la culminación de ese orden social que la revolución burguesa inaugura a partir de ese nuevo sentido, conceptualización y valorización del trabajo. Sin embargo, la historia no ha sido precisamente esa y en ese no-ser han jugado sus bazas la igualdad de oportunidades, la división social del trabajo que expresa la profesionalización, y aún la sacralización del "trabajo" en cuanto expresión de lo específicamente humano cuando no es más que una herramienta conceptual que puede permitir analizar y en su caso diferenciar las distintas actividades humanas situada al borde mismo de cuanto se ignora y se busca conocer asumiendo el riesgo de equivocarse.

A partir de una concepción formal y jurídica del principio de igualdad según el cual todos los ciudadanos pueden invocar los mismos derechos y todos pueden acceder a desempeñar cualquier función pública sin más limitación que su capacidad para ejercerla, el pensamiento marxista construye progresivamente su discurso alternativo que jalona de categorías y conceptos: fuerza de trabajo, plusvalía, trabajo excedente y trabajo necesario, valor de uso y valor de cambio, cuota de explotación, clases sociales, clase obrera, alienación, etc., todos ellos expresivos y derivados de la contradicción dialéctica entre una conceptualización del trabajo que permite a quien lo realiza desarrollar sus capacidades individuales y acceder a la apropiación de la riqueza, y el hecho de que esa riqueza esté ya apropiada.

En aquellos momentos el problema no es la escasez de trabajo - las puertas de las fábricas están abiertas y bien abiertas reclamando con el ulular de sus sirenas, hombres, mujeres e incluso niños trabajadores -, ni tampoco que no este socialmente reconocido que el trabajo es la única fuente de riqueza, sino que la propiedad privada, nueva relación con la riqueza existente, que desvincula a ésta de su función anterior de protección a los desposeídos produce una nueva forma de explotación y de sometimiento en estrecha relación con el también nuevo nodo de producción, el capitalismo.

Las revoluciones burquesas abren una larga etapa histórica de luchas sociales en las que la "igualdad" tiene el sentido de la supresión progresiva de los privilegios legales y políticos de que gozan quienes pertenecen a estamentos y grupos donde se asienta el poder social, y de los que conllevan determinados roles sociales (el rol de padre es paradigmático), y también abren para las revoluciones proletarias una nueva etapa de luchas que protagonizan las clases sociales y su dinámica, la lucha de clases, etapa centrada sobre la propiedad privada de los medios de producción y el privilegio de hecho que esa propiedad otorga a quienes la disfrutan. En esta segunda etapa la "igualdad" rompe el marco formal y jurídico de la Ley para situarse sobre los hechos donde la desigualdad de los legalmente iguales se apoya en la condición de propietarios o no (burgueses/proletarios) de los medios de producción por cuanto esa apropiación es la llave de hecho de la fuente de la riqueza o trabajo productivo.

El desarrollo interno del sistema capitalista, el que por su lado se produce en los sistemas socialistas en los países donde se impusieron las revoluciones proletarias, y el resultado que progresivamente se produce en el encuentro entre ambos sistemas a nivel internacional, han provocado cambios profundos sobre el concepto operativo de la "igualdad" de hecho que puso en juego la lucha de clases.

En los sistemas sociales presididos por el modo de producción capitalistas, la "igualdad de oportunidades", en cuanto principio racionalizador del acceso de todos los miembros de las sociedades a la riqueza apropiada, es, sin duda, la "formalización" más significativa que se está produciendo en esta nueva etapa (la tercera) en el progreso desde la "igualdad formal" a la "igualdad de hecho".

Sin embargo, la interrelación de la "igualdad de oportunidades" al desarrollo del sistema capitalista y a su lógica expansiva plantea el interrogante de si la igualdad que según sea el contexto, político o económico donde se la sitúe incluye dos conceptos diferentes y diferenciables (igualdad formal, igualdad real), cuando se sitúa su doble conceptualización sobre un mismo plano secuencial y en el mismo discurso, el capitalismo en tanto sistema de organización de la sociedad, se hace posible el imposible de que la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley sea una igualdad de hecho sin que esta igualdad rompa la desigualdad económica sobre la que se organiza la sociedad capitalista para que funcione.

La distinción entre la sociedad burguesa y la sociedad capitalista adquiere su sentido profundo en que no sean las clases sociales las que protagonicen la desigualdad. Cambia el lugar donde la desigualdad reside que deja de estar en la condición familiar y de "genero" para situarse en las posiciones funcionales frente a las cuales y de cara a su ocupación, el hijo del burgués y el hijo del obrero, la mujer y el hombre, parten o tienden a partir, por la aplicación progresiva del principio de "igualdad de oportunidades" a través de medidas de discriminación positiva y compensatoria, de una posición igual.

Sin embargo, la igualdad de hecho ante el medio apropiado que puso en juego la lucha de clases, tal y como se desarrolla en la versión capitalista a través del principio de "igualdad de oportunidades", analizada desde la perspectiva que ofrece el concepto de 'conocimiento pleno' y el proceso secuencial en que consiste, descubre una contradicción profunda que arranca de la aceptación de la "división del trabajo" en lo que esa división implica de un más allá, valorativo y relacionado con la propiedad privada, respecto a su necesaria aplicación operativa.

La identidad operativa que en este análisis se hace entre el trabajo, tal como la define Marx como rasgo que distingue a la especie humana del resto de las especies, con el 'conocimiento pleno' en cuanto actividad/rasgo de los humanos en su relación con el medio y que los define en su condición de libres e iguales, permite entender la doble dimensión del conocimiento/trabajo en su sentido pleno: transforma el medio, lo humaniza, transforma a su agente, lo personaliza, como diría Jesús Ibañez, lo convierte en "sujeto en proceso".

Si nos atenemos a esa segunda dimensión, la que actúa sobre su agente para transformarle en persona/sujeto a partir de su "naturaleza", podemos interrelacionar la "igualdad de oportunidades" con el desarrollo pleno de la personalidad de los alumnos objetivo formalmente declarado del Sistema de Enseñanza. El hecho de que el principio de "igualdad de oportunidades" presida el Sistema de Enseñanza y no la relación de los hombres con el medio, relación regida por la propiedad privada y mediada por el mercado que instaura el valor de cambio como expresión económica de la igualdad en el intercambio entre los propietarios de la naturaleza/medio ya transformada en bienes 'útiles' o humanizados, así parece indicarlo.

Sin embargo, situada la "igualdad de oportunidades" en esa segunda dimensión del conocimiento/trabajo, en el proceso de autotransformación del agente/alumno, el capitalismo hace posible un segundo imposible, que el desarrollo pleno de la personalidad de los alumnos objetivo del Sistema de Enseñanza, mediado éste por la relación de marcado, pase por considerar a aquellos en cuanto medio a humanizar (primera dimensión), en 'objetos en proceso'.

La organización sistémica de la enseñanza es la organización social del proceso de la transformación progresiva de la naturaleza de los miembros de la especie en naturaleza 'humanizada' mediante el proceso de actualización/desarrollo de sus capacidades virtuales.

La "igualdad de oportunidades" rompe los privilegios y exclusiones precedentes de acceso a la utilización del sistema de enseñanza (el origen familiar y el sexo que eran los factores discriminadores más importantes son también el objetivo más importante de esta ruptura), en primer lugar. Y, en segundo lugar, abierto a todos el acceso al sistema de enseñanza, al menos teóricamente, al tiempo que éste asume el tipo de organización de mercado, relación entre la oferta (bien útil) y la demanda (necesidad del bien ofertado), el poder social por la aplicación del principio de "igualdad de oportunidades" se reserva el derecho de intervenir en ese mercado, manipulando el precio de la oferta, declarando su consumo obligatorio, precisando los contenidos de las ofertas y regulando su despliegue.

La oferta educativa es la oferta de un "bien" que esencialmente consiste en interiorizar en los alumnos (sus clientes) el "conocimiento", o resultado socialmente aceptado de la actividad de conocer, una riqueza social compleja cuya adquisición, en la teoría educativa, permite satisfacer la necesidad de cada cual de desplegar plenamente su propia personalidad, cuando esa necesidad personal y su posible satisfacción nacen precisamente de la insatisfacción provocada por la riqueza social ya producida.

Aun más, ese "conocimiento" que oferta el Sistema de Enseñanza a los alumnos, no es el resultado del conocimiento pleno que transforma la naturaleza/medio en un bien o riqueza para el hombre, sino únicamente el resultado de las secuencias primeras de esa actividad, secuencias en las que se produce la significación social del objeto de conocimiento y su representación simbólica. A este mismo nivel simbólico de la representación, también incluya en el proceso de interiorización o aprendizaje la adquisición de conocimientos y de habilidades en materias específicas que permiten a quienes los adquieren prepararse para poder participar, pero en tanto partes aunque activas, en las secuencias concretas de ejecución del conocimiento pleno, acreditando para ello los conocimientos y habilidades adquiridos que facilitan su inclusión en tanto profesionales en la organización del trabajo.

En el proceso educativo el conocimiento pleno, fuente de igualdad y de libertad individual, debidamente troceado y así interiorizado, pierde la capacidad de actualizarse y desarrollarse de forma personalizada en los miembros de la sociedad para actualizarse y desarrollarse en beneficio del sistema.

En la compleja oferta educativa se distinguen dos tipos de ofertas.

En las primeras etapas, donde se activa especialmente el principio de "igualdad de oportunidades" y por ello durante un período la oferta es obligatoria, común, gratuita y aún se acompaña de complementos compensatorios para los inicialmente desfavorecidos, la oferta radica en la interiorización de valores y conocimientos socialmente aceptados con el objetivo de transformar la "naturaleza" de los alumnos "humanizándola", reconvirtiéndola en una naturaleza humana, civilizada, socialmente útil. Se trata, desde luego, de un proceso de conocimiento pleno o de producción, pero cuyo agente es el Sistema de Enseñanza, cuyo objeto son los escolares y cuyos demandantes formalmente son los padres de los alumnos, aunque efectivamente sea la sociedad y su orden sistémico.

En las etapas posteriores, en las que teóricamente al menos la demanda se desplaza a los alumnos, el valor de uso o utilidad de la oferta consiste en aportar conocimientos y habilidades específicos, así como el título correspondiente, para el ejercicio de una profesión. En estas ofertas destaca su carácter de transmisión de la propiedad de un "bien". Los conocimientos y habilidades sociales que constituyen una profesión, y que en el momento de la oferta es un "bien público", adquiridos por el alumno y mediante su acreditación, se convierten en un bien apropiado, propiedad privada de quien lo ha adquirido y del que puede disponer en su propio provecho realizando su valor en el mercado (de trabajo).

En esa doble secuencia de las ofertas educativas, la "igualdad de oportunidades", siempre en la teoría sobre lo que la lógica del sistema entiende como desarrollo pleno de la personalidad, se despliega como un proceso de producción de la "igualdad" de los alumnos, igualdad que se identifica con el resultado de su "humanización", civilización, socialización, con la conversión de su naturaliza en socialmente útil, esto es, virtualizar (actualizar) en todos su capacidad potencial de llegar a ser iguales rompiendo para ello cuanto a algunos impedía y aun impide alcanzar esa posición de partida (el origen familiar y el sexo principalmente). Alcanzado el objetivo de la igualdad en la etapa común y obligatoria, todos los alumnos y ante las ofertas educativas de profesionalización, tienen teóricamente la capacidad de ser sujetos sujetados, capacidad que pueden actualizar mediante el consumo de las ofertas educativas postobligatorias, cuya diversidad (diversidad de las ofertas no de los alumnos) les permite desplegar su propia diversidad consiguiendo así el pleno desarrollo de la personalidad en alguna de las secuencias en las que consiste el conocimiento pleno.

En esa organización sistémica de la producción de la igualdad para y a partir de ella, por la elección (libre) de las ofertas formativas presentes en el mercado educativo, facilitar la diversidad en la actualización de la común e igual capacidad potencial de todos de llegar a ser sujetos, haciendo coincidir con esa diversificación la innegable diferencia por la que se distingue cada uno de los iguales en su capacidad potencial, pueden denunciarse defectos, carencias e ineficacias en la práctica de su propia lógica y la persistencia de discriminaciones que contradicen el principio de "igualdad de oportunidades". También puede detectarse la contradicción profunda con el objetivo anunciado del desarrollo pleno de la personalidad de los alumnos a que lleva tanto el mecanismo de la privatización (relación de propiedad privada entre el pretendido sujeto y su capacidad profesional), verdadera esquizofrenia del "uno mismo", como la mediación del mercado de trabajo para la realización del valor de esa capacidad por cuanto exige que sobre la diversificación domine la valorización, traduciendo así toda diferencia en desigualdad. Pero, sobre todo, puede comprenderse la disfunción profunda entre la "igualdad de oportunidades" y el conocimiento pleno.

Resolver el problema de fondo que en las sociedades capitalistas plantea la apropiación privada de la riqueza a la pretendida igualdad de todos en los mecanismos de su acceso (objetivo tradicional de la lucha de clases) a través de la "igualdad de oportunidades" en el Sistema Educativo, desvía el proceso de conocimiento pleno de los alumnos que a partir de sus necesidades y de la significación del medio les podría permitir el acceso al mismo ejerciendo como sujetos en proceso, hacia la apropiación de un "bien" desigualmente valorado, la profesión que les acredita el Sistema de Enseñanza, que les coloca ante el mercado de trabajo para que puedan realizar su valor y con este, a su vez, a través del mercado de consumo acceder y según la solvencia así adquirida, en tanto propietarios privados, a los bienes que necesitan.


THEORIA  | Proyecto Crítico de Ciencias Sociales - Universidad Complutense de Madrid