Román Reyes (Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales

Cultura popular: hacia una redefinición  
 
Claudio Lobeto
Instituto Internacional del Desarrollo
Universidad de Buenos Aires

>>> ficha técnica
 
Durante años, los innumerables trabajos e investigaciones realizados en torno a la cultura, partieron de marcos conceptuales y metodológicos específicos sintetizados en la búsqueda de matrices teóricas capaces de dar cuenta de la relación existente entre los sujetos sociales y sus expresiones culturales.

Así, fue posible acceder a caracterizaciones que resumieron las manifestaciones culturales y artísticas, en dos categorías complementarias y opuestas: cultura de élite y cultura popular, vinculando la pertenencia a una clase social con una producción simbólica determinada.

Posteriormente, esta tipología se amplió con la aparición de la reproducción técnica y el uso generalizado de los medios masivos de comunicación, dando lugar a lo que se conoció como la cultura de masas.

Esto provocó que el clásico debate acerca del significado sobre la cultura popular se complejizara, replanteando los conceptos que permitieran unificar criterios en torno a los estudios culturales y la pertenencia al campo cultural popular, elitista o de masas, sintetizadas en tres grandes líneas de análisis que sin ser excluyentes ni totalizadoras, expresan las perspectivas más abarcadoras.

Una de las corrientes, referida a los medios masivos y su alcance en la distribución y circulación de los productos culturales, llevó a que se identificara la cultura de masas con la cultura popular, otorgando de esta forma valores fundamentales al grado de masividad de un bien simbólico.

En este sentido, la cultura popular fue entendida como aquellas acciones realizadas con independencia del sujeto social interviniente, priorizándose el rol difusor de los medios masivos de comunicación en detrimento del agente productor, quien asiste en forma pasiva a la construcción de fenómenos denominados como "populares", llevados a cabo por "agentes" considerados "extraños" al campo popular y donde lo central pasa por el rol que adquieren las industrias culturales y el sector privado, al masificar productos que pueden haber sido originados desde los sectores sociales mencionados, pero que en alguna de las etapas de producción, circulación y recepción, ven cambiados las significaciones y los sentidos iniciales. Desde esta óptica, lo popular se vincula con la cantidad, mas relacionada con una lógica mercantilista donde lo popular es vaciado de contenido.

En este caso, lo popular es emparentado con masividad o multitudes. Lo masivo no como opuesto a la cultura popular, ni como "fagocitador" de ésta, sino como el lugar desde donde se interpela a lo popular. La cultura popular vehiculizada a través de los medios de masas reproduciendo sus formas de pensar, actuar y moverse, sus manifestaciones estéticas y sus preferencias por determinados bienes y no por otros. Es en última instancia, la interpretación que sobre la cultura popular operan las industrias y políticas culturales.

En América Latina, la expresión mas clara de esta tendencia se manifestó en la aplicación de políticas culturales de los gobiernos populistas durante las décadas del '40 y el '50. El cine, la radio y la televisión constituyeron medios fundamentales en la ejecución de estas políticas públicas.

En otros estudios, se consideran manifestaciones populares solo a aquellas prácticas que partiendo de clases sociales subalternas, condensan un sentido capaz de "resistir y enfrentar" a la cultura oficial o hegemónica, acentuando la capacidad de éstas de poder deslegitimar el orden simbólico vigente. Aquí se niegan y desestiman todos aquellos componentes culturales que si bien parten de estos sectores sociales, reproducen formas culturales dominantes sin llegar siquiera a cuestionarlas.

En los años posteriores, los '60 y '70, y acorde a la coyuntura socio-histórica mundial, esta tendencia llegó a ser importante, observándose entonces como artistas e intelectuales se vincularon con los sectores sociales subalternos, tomando de éstos, prácticas que posteriormente volcaron a manifestaciones consideradas de neto corte elitista. Esta línea de análisis significó la reaparición de la discusión en torno a la existencia de un "arte comprometido con el pueblo" en oposición a la noción del "arte por el arte", adjudicando a ésta última el estar al servicio de las clases hegemónicas.

Una tercera vertiente es aquella en que lo popular está dado por los contenidos temáticos exclusivamente. Posición asumida por los "folkloristas " y en general para quienes lo prioritario se sitúa entre la ritualización del pasado (artesanías, fiestas, prácticas comunitarias, etc.) y la cosificación y mistificación del producto cultural, obviando tanto el proceso en el cual se encuentra inmerso dicho producto y los sujetos productores, como los diferentes cambios que suceden en las instancias de circulación y recepción de una acción cultural.

Esta última forma de abordaje coincide en intentar explicar el estudio de la cultura popular a partir de construcciones sociales, descuidando la totalidad y priorizando alguna variable en particular, ya sea desde alguna de las etapas por las que atraviesa, es decir la producción, la circulación y recepción, como analizando exclusivamente el producto en sí mismo o partiendo de la posición social de quien produce o recepciona.

Desde los '80, el debate cobra mayor vigencia, no tanto por haberse arribado a conclusiones teóricas y resultados empíricos satisfactorios, sino que por el contrario, la complejización de problemas pendientes y la aparición de nuevos, replantea aun mas el estado de la cuestión.

El marco histórico actual signado por la "globalización" y la mundialización de la cultura, fue marcando importantes modificaciones en los métodos de producción que repercuten en la estructura económico-social. Coyuntura que nos sitúa en un punto de inflexión desde el cual aparece el agotamiento de estas categorizaciones clásicas y presupone el desafío de encontrar nuevas conceptualizaciones teóricas.

El campo cultural no es ajeno a estos cambios y se expresa en novedosas relaciones simbólicas, estéticas y comunicacionales.

La crisis conceptual propia de esta posmodernidad-posindustrialista imposibilita la concreción de análisis y resultados que sigan basándose en clasificaciones expresadas en compartimentos estancos entre los diversos tipos de producciones culturales.

Por el contrario, lo característico se manifiesta en la internacionalización de los valores simbólicos, que con la consolidación de la cultura de masas unifica el consumo e impregna cualquier especie de producción cultural, trasladándose el eje del debate para encontrar modelos acorde a los conflictos actuales, emergentes formas comunicacionales y estéticas y nuevas relaciones sociales.

Es así, que en este proceso de homogemeneización de la cultura, cumplen un rol fundamental los medios masivos y las nuevas tecnologías que diluyen o reafirman según los casos, las identidades culturales y convierten el planeta en un solo mercado mundial tendiendo a conformar la existencia de públicos cada vez mas homogéneos pero simultáneamente cada vez mas fragmentados.

La pluralidad como concepto, deja lugar a la "desterritorialización" y a la hibridación, resultando cada vez más dificultoso, encontrar naciones, comunidades o grupos sociales donde lo cultural aparezca en "estado puro" y no contaminado. Así la "hibridez" como categoría se universaliza, el descoleccionamiento se torna cotidiano y supera la clasificación, el arte culto se mixtura con lo masivo, lo popular se nutre de la cultura de masas, la publicidad tiñe la estética popular y así sucesivamente es posible seguir desagregando, relacionando e integrando manifestaciones culturales de diversa índole y procedencias.

De esta forma, lo elitista, lo popular y lo masivo como categorías resultan en la actualidad insuficientes para clasificar fenómenos culturales y artísticos. Nuevas contradicciones aparecen y lo que años atrás pareció relativamente fácil de ser identificable, hoy se expresa en el vaciamiento de matrices teóricas incapaces de dar cuenta del campo cultural y también del estético.

No significa esto la desaparición de producciones culturales elitistas, populares y masivas, que siguen existiendo pero transformándose, desarrollando formas diferentes y adoptando como principal característica la interrelación cada vez mayor que existe entre ellas.

En estas condiciones, el interrogante consiste en saber que parámetros permiten aproximar, aunque no de manera tajante y sí provisoria y operativamente, pautas en el conocimiento de los fenómenos culturales y en especial de la cultura popular, resurgiendo con mas fuerza los estudios sobre la circulación y el consumo cultural.

Partiendo de las concepciones por las cuales la cultura se estructura como un "lugar" en el que diferentes fuerzas sociales pugnan por establecer valores hegemónicos, marcando la coexistencia de producciones culturales que responden a esquemas simbólicos y lógicos distintos, unos correspondientes al "arbitrario cultural dominante" y otros que derivan de la producción realizada por otros sectores, lo instituido, lo oficial, tiene su contrapartida en la complementariedad y en la variedad de expresiones, que incluyen también al mercado y al Estado mismo y coexisten tanto reproduciendo como deslegitimando lo aceptado y normativizado.

Esta relación se constituye como dinámica al expresar la variedad y heterogeneidad en la que se inscriben las manifestaciones y en la cual la dualidad dominación-resistencia continúa, pero inscribiendo nuevas y cambiantes formas de relacionamiento en los actores sociales.

De esta manera, se hace posible quebrar la concepción de lo popular como algo puramente estático, por la cual se privilegian el origen y la recepción, para encontrar las acciones sociales y políticas que confluyen en prácticas culturales. Es desde aquí, que la lectura de lo popular ya no es solo impugnadora, sino que posee también componentes claramente reproductores del sistema.

Así como la existencia de una cultura hegemónica excede la cuestión de la pertenencia a un sector social o la instauración de un proyecto de dominación, lo subalterno se nutre de lo dominante, de lo masivo y de lo popular, pero justamente por no estar instituido, la puja por apropiarse de mecanismos que le permitan satisfacer sus demandas y requerimientos sociales, determina a las clases populares a producir cultura y arte en relación a su cotidianeidad, donde lo útil, lo placentero y la solidaridad social conforman valores que intervienen en la construcción de estas formas, pero donde también se encuentran presentes y en proporción relevante, lo lúdico, lo creativo, el goce y el placer estético.

Es la actual, una cultura popular que lleva marcas o huellas de las reivindicaciones sectoriales, pero reproductora de modelos económicos sociales vigentes. De orígenes campesinos o rurales, pero asentadas en enormes megalópolis. Cultura que reproduce iconografías del arte culto pero incorpora imágenes tradicionales y folklóricas. Originada en tradiciones populares pero resemantizadas y apropiadas con otros fines por la industria cultural, los medios masivos y las nuevas tecnologías.

Esta mixtura de fenómenos entrecruzados lleva a otra cuestión y es la referente a cual es el espacio que permita aprehender la cultura popular en toda su dimensión, o por lo menos gran parte. La respuesta quizás sea, centrar el análisis en los grupos y movimientos sociales como agentes que cada vez mas reconstruyen el espacio de lo público y producen manifestaciones culturales en lo que lo popular de una u otra forma, es inherente a estos movimientos.

Estos movimientos sociales, urbanos o rurales, organizados o, no deben ser entendidos solo como instituciones políticas, con objetivos permanentes y meramente reivindicatorios que reemplazan a perimidas estructuras políticas como los partidos y sindicatos, ni son tampoco, el espacio donde exclusivamente producen una gran cantidad de acciones políticas o sociales. Los nuevos movimientos se inscriben en el mapa social como entidades transitorias que recepcionan y donde se cristalizan variadas demandas sociales, pero en un contexto en donde lo estético se vuelve determinante y donde se recrea lo público, de modo no conflictivo en cierto modo, pero si desestructurante en otro.

Los "graffitis", expresión ya clásica de la cultura popular, que trasciende las fronteras y se instala tanto en Madrid, Buenos Aires, Nueva York y Río de Janeiro, incluyen los conceptos vertidos anteriormente. En sincronía con otras manifestaciones de la videocultura, las modas y lo elitista, en cada uno de las ciudades mencionadas (por citar solo algunas), los jóvenes, considerados como un grupo social, al pintar "graffitis", entendidos cono una práctica socioestética popular, evidencian una identidad propia, con sesgos localistas y a la vez mundial, planteando reivindicaciones concretas, ("abajo la mili" en Madrid, "no al servicio militar obligatorio" en Buenos Aires) se desterritorializan, se vuelven universales. Pero también, en cada uno de los sitios, las diferencias específicas persisten, las estéticas varían y se parecen, las problemáticas adquieren dimensiones diferentes y potencializan la aparición de subculturas under o marginales.

Así, la sociedad civil debe entenderse desde una perspectiva que ya no es solo la de los personajes, la de los sujetos, sino a través de "signos" que expresan la conflictividad de las relaciones sociales, donde la teatralización de la vida cotidiana y la puesta en escena de estéticas devienen de la cultura global.

Grupos, movimientos y Ong´s son espacios privilegiados para observar manifestaciones de diversa índole de la cultura popular. Prácticas estético-políticas, culturas políticas de la participación, producciones lúdicas, aparentan una arbitrariedad de sentido que no es tal y que se expresa en la apropiación de símbolos y técnicas que des y recontextualizan y en la construcción de formas simbólicas y materiales que deben leerse en la clave de una nueva lógica tanto estética como social.

Subcultares, alternativas y marginadas, autoexcluidas o integradas, manifestaciones reivindicatorias o el mero consumo televisivo, contraculturas y arte índigena, se atraviesan en continuo movimiento, resultando en una dinámica en la que la cultura popular también se reconstruye y deconstruye a cada instante.

Como en el registro de una foto, es el "momento" en el cual lo popular se produce y aparece, para inmediatamente desaparecer o convertirse. Establecer un fenómeno cultural como popular, implica tener presente, que puede partir de una demanda concreta de un grupo underground, pero luego podrá convertirse en un producto de masas, ser apropiado por el diseño o incorporarse al imaginario de la elite, pudiendo suceder exactamente en forma inversa. Un hecho cultural que es popular en un país o en una comunidad determinada, no necesariamente será el mismo en otro. Ejemplos sobran, pero alcanza con mencionar el rock, con la connotación que obtuvo en las décadas del '50 y los '60 y el rock hoy, o las artesanías urbanas a mitad de camino entre la tradición y la modernidad, con iconos "étnicos", pero insertas en el mercado capitalista. Quizás también la música clásica y el ballet convertidos en la actualidad en espectáculos multitudinarios o las nuevas tecnologías y la utilización de éstas por sectores sociales minoritarios, puedan ser vistos como expresiones populares.

Definir la cultura popular, es en la actualidad mas que una suma de categorías, un cúmulo de problemas e inquietudes donde lo específico pierde peso y deja lugar a instancias concretas y particulares y donde lo interesante es centrarse entonces, en indagar acerca de estas manifestaciones y no en la posibilidad de una acabada categorización y construcción tipológica.


BIBLIOGRAFIA

Bolleme, G. Significados culturales de lo "popular". Grijalbo. México. 1990.
Bourdieu, P. La distinción. Taurus. Madrid. 1988.
Flores Ballesteros, E. "Pasen y vean: arte popular". En Rev. Encrucijadas. Núm. 1. UBA. Buenos Aires. 1994.
García Canclini, N. Las culturas populares en el capitalismo. Nueva Imagen. México. 1982.
. Culturas Híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad. Sudamericana. Buenos Aires. 1992.
Grignon, C. y Passeron, J. Lo culto y lo popular: miserabilismo y populismo en sociología y en literatura. Nueva Visión. Buenos Aires. 1991.
Martin-Barbero, J. De los medios a las mediaciones: comunicación, cultura y hegemonía. G. Gilli. Barcelona. 1987.
Mc Guigan, J. Cultural Populism. Routledge. Londres. 1992.
Rodrigues Brandao, C. A cultura na rua. Papirus. San Pablo. 1989.
Zukin., S. The cultures of cities. Blackwell. USA. 1998.


THEORIA  | Proyecto Crítico de Ciencias Sociales - Universidad Complutense de Madrid